𝐂𝐚𝐩𝐢𝐭𝐮𝐥𝐨 𝐗𝐈
Chiyo ayudaba a Izuku a prepararse para su salida con Katsuki, había traído un kimono de su casa, este era de color verde oscuro con detalles floreados delicados y sutiles, los obis eran de color negro y pequeñas flores blancas.
Solamente acomodó sus rizos, no quería llenarlo de maquillaje, solamente le aplicó un poco de base y quedó listo.
Izuku no necesitaba maquillaje, su rostro de por sí ya era lindo.
—Ya estas listo Izuku.
Izuku no podía creer lo que veía en el espejo, era él. No parecía que lo fuera, se veía tan cambiado.
No sabía si era por el extraño polvo que Chiyo le había puesto o si era por la ropa que tenía, pero no se sentía mal de verse así.
Le gustaba.
—El señor Bakugou te está esperando en la entrada, disfruten mucho el día —le obsequió una sonrisa.
—Gracias señora Chiyo —correspondió esa sonrisa.
Izuku se levantó con ayuda de Chiyo, se vio por última vez en el espejo y sonrió para sí mismo.
Ambos caminaron hacia la entrada, Chiyo estaba emocionada, era la primera vez que Katsuki saldría a una cita con uno de sus prometidos y realmente le gustaba que Izuku fuera el primero, y deseaba de todo corazón que Izuku fuera el último.
No imaginaba a nadie más como pareja de Katsuki, ni quería hacerlo.
Cuando llegaron a la entrada Izuku vio el kimono que portaba, era de color negro y los obis eran de color verde.
Chiyo sonrió, parecía que estuvieran combinados. Tal cual una pareja haría.
Izuku no podía ni quería negarlo, Katsuki era atractivo. Su corazón palpitaba con velocidad al verlo así, y estaba más emocionado de recordar que saldría con él.
—Te ves lindo —confesó Katsuki mientras veía al pecoso.
—T-Tu también —respondió nervioso.
Katsuki solamente sonrió y le extendió una mano, Izuku la tomó aún nervioso y se colocó las sandalias. Ambos se despidieron de Chiyo la cual les deseo un buen día con una sonrisa en su rostro.
Al estar ambos fuera, Katsuki se acercó a la puerta del copiloto y la abrió para que Izuku entrara, el pecoso agradeció el gesto y entró al coche con algo de nervios, Katsuki cerró la puerta con delicadeza y fue hasta el asiento del piloto para entrar y poner en marcha el coche.
Mientras avanzaban Izuku veía maravillado el paisaje y el cielo, nunca antes había tenido la oportunidad los pequeños detalles que hacían ver lo bonita que era la naturaleza.
Se emocionó de ver a unas cuantas aves volar en el cielo, algunas grandes y otras pequeñas.
—Las pequeñas se llaman pardalotes y las grandes garcetas, suelen volar mucho por aquí por el clima —mencionó luego de ver la emoción reflejada en sus ojos al ver a las criaturas voladoras.
—¿De verdad? Es la primera vez que las veo.
—No será la última.
Izuku se sonrojó y sonrió para seguir admirando a las aves.
Mientras que Katsuki lo admiraba en silencio, veía de reojo la sonrisa con la que Izuku veía los árboles y las nubes, él mismo se encargaría de ver esa sonrisa más a menudo.
No dejaría que nada ni nadie la volviera a apagar.
—Por curiosidad, ¿a dónde iremos?
—Tengo unos pendientes que revisar, pero quise aprovechar para traerte y que vieras la ciudad con tus propios ojos, y si nos llega a dar tiempo podemos dar un paseo por los locales. Así puedes ver algo que quieras.
—Pero, no tengo dinero Kacchan.
—¿Eso importa? Yo te lo voy a comprar Deku, sin importar lo que sea o cuanto cueste, cuando estés conmigo no te debes de fijar en los precios sino en lo que tú quisieras y anhelas tener. Por mas insignificante que sea, si a ti te gusta yo te voy a dar el gusto comprándotelo.
La sensación de oír aquellas palabras le provocó una enorme satisfacción a Izuku, pero no en el sentido de malicia sino que se daba cuenta de que toda la imagen que tenía de Katsuki, gracias a Nemuri y Setsuna, era totalmente distinta a la que Katsuki le estaba mostrando.
El Katsuki que ellas mencionaban jamás le habría dicho aquello, ni siquiera lo hubiera tratado como lo había hecho anteriormente.
Izuku estaba agradecido de estar comprometido con Katsuki.
Pero el miedo lo carcomía, ¿qué pasaría cuando Katsuki supiese que no tenía ningún don?
Temía perder todo lo que había obtenido gracias a Katsuki, y no precisamente la habitación o cosas así, sino la paz y tranquilidad que por fin había logrado tener después de tantos años de maltrato por parte de su familia.
Y más porque aunque lo negara, un sentimiento por Katsuki comenzaba a nacer. El trato que le daba nunca nadie antes se lo había dado, lo trataba con delicadeza y sutileza, como si temiera que al haber algún tipo de por medio él saliera perjudicado en cierto aspecto.
Pero Izuku confiaba en Katsuki, y por lo poco que llevaba de conocerlo, sabía que no le haría daño.
Y quería que durara así por mucho tiempo, y si era posible, para toda la vida.
Duraron un rato manejando hasta que llegaron a la ciudad, Katsuki estacionó el coche y apagó el motor, bajó del coche y se apresuró a ir a la puerta del lado de Izuku para abrirla y ayudarlo a bajar.
Izuku admiraba esos pequeños detalles de caballerosidad que tenía el cenizo con él, tomó la mano que le había extendido y salió del coche. Iba a separar su mano pero Katsuki se aferró a ella e incluso entrelazó sus dedos con los suyos.
—¿E-Esto está bien?
—Quiero que todos vean quien es mi pareja.
No mentiría, le había gustado. Katsuki era reconocido y famoso, y que le mostrara a todos quien era su pareja lo ponía nervioso.
Caminaron hasta un pequeño lugar, que era como una cabaña, en la cual Katsuki le pidió que esperara en un pequeño cojín que había dentro del lugar mientras revisaba unos documentos y que después de eso irían a pasear.
Izuku solamente asintió y se sentó en el cojín, comenzando a analizar todo lo que había en su alrededor. Desde las plantas que se encontraban ahí hasta el mobiliario, era un lugar agradable. Y también los cojines estaban cómodos.
Una chica de cabello verde y ojos curiosos se acercó para ofrecerle una taza de té en lo que esperaba a Katsuki, timidamente aceptó y bebió de él, al momento de que el líquido y su paladar conectaron sintió una sensación agradable.
Era de té de canela.
Agradeció por el té y la chica se retiró, mientras bebía el té pensaba en que es lo que haría junto a Kastuki. Si bien el cenizo le había dicho que cualquier cosa que quisiese se la iba a comprar, no quería ser un aprovechado.
Dudaba que Katsuki volviera a tener algún día libre por su trabajo demandante, por lo que solamente se enfocaría en disfrutar del día junto a él.
Su mirada verdosa se desvió a una pequeña pelusa ceniza que iba en su dirección, al verla bien se percató de que era un Akita Inu, un pequeño perro que casualmente era del mismo color que el cabello de Katsuki.
Si algo sabía era que nunca debía dar el primer paso para convivir con algún animal doméstico o pasivo, por lo que espero a que el pequeño animal se acercara con él e incluso cambio su pose a la posición de indio, teniendo una cama improvisada con sus piernas.
El perro olió a Izuku y segundos después se empezó a restregar en su ropa, subiéndose a las piernas de Izuku y recostándose en el hueco que dejaban sus piernas. Izuku acercó su mano al pequeño cuerpo y empezó a darle pequeñas caricias, nunca se imaginó que estaría acariciando a un perro.
Por lo que siguió con las caricias en lo que Katsuki terminaba.
Rato después Katsuki salió de la pequeña oficina en la que estaba y fue hasta donde estaba Izuku, encontrándose con la sorpresa de que estaba muy bien acompañado.
—Al parecer hiciste un nuevo amigo.
—Algo así, lo he dejado dormir desde que se acomodó en mis piernas y es muy tierno.
—Lastima para los dos porque hay que irnos, hay un lugar al que quiero llevarte pero primero hay que ir a ver a una vieja conocida mía.
—Pero no lo quiero despertar Kacchan.
—No todo en esta vida es fácil Deku.
Izuku hizo un pequeño puchero, con cuidado cargó el cuerpo del perrito y lo dejó recostado en uno de los cojines, le dio una última caricia como despedida.
Katsuki le tendió la mano para ayudarlo a levantarse.
—Te traeré uno para que lo tengas en el templo.
—No es necesario, no sabría como cuidarlo.
—Consideralo una prueba para cuando tengamos a nuestros hijos.
Al decir eso acarició una de las mejillas pecosas, Izuku se sonrojó y no sabía donde ocultarse por los nervios que estaba sintiendo en ese momento.
Kastuki solamente soltó una risa y ambos salieron para empezar a caminar por la ciudad.
El sentimiento empezaba a florecer en ambos, y nada ni nadie podía detener un corazón enamorado.
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