◦8◦
Hacia casi un mes que tenia un humor de perros.
Su marido solo le ponía las manos encima cuando quería follar. Sus hijos estaban muy molestos, y buscaban constante atención que ella no podía darles ya que ese mendigo embarazo la traía mal. No podía pasar mas de dos horas sin correr al baño, y se sentía hecha una bola de grasa, a pesar de que la panza aun no se le notaba.
No podía comer nada sin devolverlo, y ni hablar de oler algo que no fuera una finísima esencia de lavanda.
Odiaba su vida en este momento.
Pero lo que mas mal la traía, era los sucesos que venían ocurriendo desde que esa maldita mujer se había entrometido en su perfecta vida.
Kaghome Sue Higurashi. Una maldita ramera que solo quería joderle la existencia. Porque lo sabia muy bien. De un momento a otro, Inuyasha se había transformado con ella. Pasaba de estar todo el día encima suyo, a vivir con el celular, mandando mensajes, fotos y audios, que no dejaba que ella escuchase.
Los mensajes de whatsapp que le llegaban se multiplicaron como por arte de magia, y cuando lo enfrento por eso, y por la goma de pelo que había encontrado en su habitación, él solo le esquivaba el tema, diciendo que no fuera paranoica.
¿Paranoica ella? Jamas. Tenia un sexto sentido que le decía muy bien que estaba ocurriendo, pero no se preocupo por esa mujer. No era la primera vez que ese hombre intentaba encontrar consuelo en otros brazos, pero nunca había funcionado. Apenas ella llegaba, estuviera con quien estuviera, andara donde andara, venia corriendo a sus brazos.
Pero esta vez no era así.
No sabia que tenia esa prostituta barata, o que clase de hechizo le puso a Inuyasha, pero ella lograría que volviera a sus pies. No lo amaba, ni siquiera le importaba mucho, ya que ella estaba enamorada de Naraku, por muy raro que sonara, pero no dejaría que nada ni nadie pisoteara su orgullo, y si tenia que hacer sufrir a esa mujer, lo haría. Y, obviamente, se aprovecharía de su condición de embarazada para golpearla, si era necesario.
- Maldita seas, Kaghome - Murmuro para si misma, apretando el volante de su auto con fuerzas y mirando directamente hacia el bar donde esa mendiga mujer llegaba en esa enorme moto que no le quedaba para nada femenina. ¿Por que Inuyasha se fijaba en ella?
Bajándose del auto, se acomodo su falda y con parsimonia camino hacia la entrada de esa pocilga. Primero le pediría a ella, por las buenas o por las malas, que se alejara de su hombre, ya luego, iría a hablar con Inuyasha y le refregaría en la cara que ella tenia razón, y que Kaghome no lo amaba.
Abrió la puerta, encontrándose con un antro algo tenebroso, pero bien decorado, debía admitir. Miro hacia la barra, y vio con una mujer de largos cabellos negros, que le sonreía a unos chicos que no dejaban de mirarla con caras de idiotas.
- Buenas noches - Saludo con una amable sonrisa.
- Hola, señorita - Saludo la pelinegra con una sonrisa gigante, mostrando sus perfectos dientes blancos - ¿Que desea que le sirva?
- Nada, por ahora. Deseo hablar con Kaghome - Al escuchar esa petición, la sorpresa de Sango fue mayúscula, pero no fue muy difícil contar 2+2, para saber quien era esa pretenciosa mujer. Y, por el Ángel, que ya la odiaba.
- Claro - Mascullo entre dientes, y camino hacia los vestuarios, donde su amiga se estaba terminando de preparar para comenzar su turno. Juraba que si esa mujer intentaba algo con su Panda, no duraría en arrancarle todos los pelos de la cabeza - Panda - La llamo, recibiendo una sonrisa de su parte.
- ¿Que sucede?
- Alguien te busca - Kaghome sonrió aun mas grande creyendo que era Inuyasha, pero se sorprendió al ver el rostro serio de su amiga - Kikyo.
- ¿Que? - Una sonrisa gatuna se formo en su rostro. Estaba segura que esa mujer creía que la iba a poder amilanar, pero que equivocada estaba. Estaba mas que lista para decirle varias cosas en la cara - Ho, esa maldita arpía. Esperaba que viniera.
- ¿Que piensas hacer, Kag? Me asusta verte con esa sonrisa.
- Nada, mi amiga - Termino de calzarse sus borceguís negros, se miro al espejo acomodándose su cabello y retocando sus labios de un rojo pasión, luego camino cual pasarela hacia donde esa maldita se encontraba. Hablarían cara a cara, sin que Inuyasha interviniera - Kikyo, querida - Saludo con su mejor sonrisa falsa, mirándola fijamente.
- Kaghome - Siseo, perdiendo automáticamente su risa - Tenemos que hablar.
- Lo se. Esperaba que vinieras - Tomo un vaso sirviendo un poco de ron, pero al alcanzárselo a la pelinegra, volvió a sonreír - Ups, cierto. Tu no puedes beber - Y de un trago, vació el contenido - Ahora si, hablemos. ¿Que necesitas?
- Que te vayas de la vida de Inuyasha.
- ¿Y porque haría eso? Estamos muy bien juntos. Somos, ¿Como decirlo? La pareja perfecta - Kaghome no pudo evitar sonreír con burla al ver el rostro enojado de Kikyo, pero es que era tan satisfactorio verla así, que no podía resistirlo.
- Porque es mio - Se paro con fuerza, golpeando sus palmas contra la barra que las separaba - Porque es mio y deseo estar con él.
- No, Kikyo querida, no es tuyo. Tampoco es mio. Inuyasha es libre de hacer lo que quiera con su vida, y si él decide mañana mismo irse contigo, que así sea, pero si decide quedarse a mi lado, lo aceptare. No tiene que darle explicaciones a nadie.
- ¡Claro que si! - El grito de la pelinegra llamo la atención de los pocos clientes que tenían a esa hora - ¡Es mio! ¡Yo lo vi primera y no tenes derecho a robármelo!
- Kikyo, por favor, ¿Estas escuchando lo que decís? ¿Te crees que Inuyasha es un juguete, o un trofeo? Por favor. Es un hombre adulto que puede decidir por si mismo lo que hacer.
- ¡Claro que no! - Con una rapidez que la azabache no pudo prevenir, la pelinegra tomo su cabello, jalándolo con fuerzas. Instantáneamente, los clientes de allí tomaron a Kikyo, alejándola.
- No sean bruscos, esta embarazada - Pidió Kaghome, intentando restablecer su equilibrio.
- ¡Panda! - Se acerco Sango, abrazándola - ¿Estas bien?
- Si, pequeña. Estoy bien - Con paso seguro camino hacia Kikyo, la cual aun era sostenida por dos hombres - Escúchame bien, porque no lo volveré a repetir, maldita loca, aléjate de Inuyasha, aléjate de mi y de nuestras vidas, porque la próxima vez que nos enfrentemos, no lidiare contigo, si no con las autoridades. Tengo suficientes testigos a mi favor, y estoy segura que tu no querrás que tu marido se entere, ¿No?
- No serias capaz.
- No me conoces, Kikyo. No sabes lo cruel que puedo llegar a ser. No lo diré otra vez, aléjate de nuestras malditas vidas - Gruño sobre su rostro, pero antes de poder acercarse mas a ella, Sango la sostuvo por sus brazos.
- Suficiente, Panda. Déjala ir.
- Claro - La miro fijamente unos segundos mas y luego se giro, dejando a la pelinegra mordiendo sus labios por labios por la impotencia.
- Mejor vete, Kikyo, y deja en paz a mi amiga y a Inuyasha - Tomo su brazo con suavidad y comenzó a guiarla hacia la salida - No se que cruza por esa cabecita tuya, pero no lo hagas mas difícil.
- Pero... Lo amo - Se justifico, mirándola con sus ojos llorosos. Sintió como su piel se erizaba al sentir el aire frío de la tarde.
- ¿Y crees que Inuyasha se merece lo que le haces? Si lo amas, deja que sea feliz.
- Él es feliz conmigo - Sango soltó su brazo, mirándola con una terrible pena.
- No, Kikyo. Él sufre contigo. Tu tienes tu familia, y un niño en camino. No lo arruines - Con una terrible compasión en su mirada, tomo sus manos - Deja que él sea feliz y forme su propia familia.
- Pero... - Y se callo al notar como esa mujer se adentraba nuevamente en el bar.
¿Y si era cierto lo que le decía? ¿Y si Inuyasha era feliz con Kaghome y no con ella? ¿Seria capaz de dejarlo ir?
- ¡Maldición! - Gruño caminando hacia su auto, dejando atrás esa maldita puerta negra.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top