Capítulo 1

Inicio: 20-05-2024.

Término: 29-05-2024.

Había comenzado a llover, Layne me sonrió y yo le devolví la sonrisa. Me pasó el casco de seguridad.

—Con esto estarás más que segura.

—Trata de no conducir tan rápido, para que no nos resbalemos por la lluvia — volvió a sonreírme.

—No te preocupes. Nada nos pasará, además no podemos seguir perdiendo tiempo. Tus padrastros casi nos pisan los talones.

—Sí, es verdad — me puse el casco — Hay que irnos, mi Layne.

—Ok. Vámonos...

Él también se puso su casco, encendió el motor de la moto, yo coloqué las manos alrededor de su cintura y me aferré fuerte a él y corrimos rápidamente por la desierta carretera acompañados por la lluvia.

Mis padrastros nunca les agradaron que Layne fuera mi novio, por ser quien era, lo que a mí nunca me importó y estábamos juntos, a pesar de que ellos se opusieran, hasta que mi padrastro harto, decidió informar a la ley por mi supuesto secuestro y comenzaron a buscarnos, lo que era una gran mentira, porque Layne jamás me secuestro. Yo fui la que decidió el huir a su lado, ya no soportaba vivir con mis padrastros, en realidad jamás los soporté.

Una de las muchas cosas que a Layne le gustaba de mí era mi lado rebelde, ese que tenía bien oculto, pero que cuando salía a la luz, nadie me lo podía desvanecer y ese deseo e impulso por querer escaparme con él fue uno de aquellos.

No me preocupaba nada, más solo quería estar con él, con mi novio a quien amaba y quería demasiado.

Siempre había tenido esa fantasía de poder fugarme con él en su moto; que él me sonriera y que me dijera que todo iba a estar bien; transmitirme esa seguridad que nada malo nos pasaría, y que yo feliz pudiese abrazarme a él y sentir el calor de su espalda y cintura en mí.

Layne conducía a toda velocidad por las desiertas autopistas, mientras que llovía sin parar; él me vio por el espejo retrovisor y me guiñó el ojo. Yo le sonreí y más me aferré a su espalda y cintura. Me sentía tan feliz y plena, como si estuviese soñando, sin importar en la situación que nos encontrábamos.

De pronto, llegamos a un extraño pueblo en donde había una gran feria y los dos decidimos pasar un buen momento, además de inmiscuirnos entre toda esa gente para que la ley no nos descubriera.

Layne buscó donde estacionarse y después no sacamos los cascos. Layne me sonrió.

— ¿Estás bien?

—Estoy feliz, porque al fin pude hacer esto que tanto quería. Huir contigo, mi Layne — me miró enternecido y me tomó de la cintura.

—Te dije que tarde o temprano te sacaría de esa casa.

—Ya no podía más de vivir con esa mala gente, que solo me han dado maltrato, pero nadie a excepción tuya, me creyeron nunca. Por eso nunca hablé.

—Amor, pero si esta vez es necesario, tendrás que decirle a la ley lo que esos señores te han hecho — se me llenaron los ojos de lágrimas.

— ¿Y si no me creen? Sabes que mi padrastro es un hombre poderoso y de buenas influencias.

—Es por ese mismo poder por el que ahora nos persiguen, en especial a mí, pero ¿Sabes? No me importa, con tal de defenderte y salvarte de esos desgraciados, hare cualquier cosa.

—Mi Layne — lo abrasé fuerte, con todo mi corazón y Layne se estremeció al sentir mi cálido abraso y me amó con locura. Acarició mi cabello.

—Tranquila. Todo va a estar bien. Te lo prometo.

—Lo sé. Confío en ti. amor mío. Siempre he confiado — sus ojos se iluminaron.

—Te amo.

—Y yo te amo a ti.

Tomó mi mejilla con cariño y me besó.

Tomados de la mano, nos metimos a aquella feria y nos sonreímos. Había juegos mecánicos, música y hasta una rueda de la fortuna. Era como si en aquel pueblo no les interesara que estuviese lloviendo, no, la quería divertirse y ser feliz, al igual que nosotros, y riéndonos, corrimos a subirnos a un par de juegos.

Apoyado de la moto, yo estaba sentada en una roca; había dejado de llover y a punto de atardecer, Layne encendió un cigarrillo y comenzó a fumar. Yo lo observé con anhelos y amor y vi las nubes rojas tras suyo.

Él me miró.

— ¿Quieres una fumada?

—Oh no. Aun no me acostumbro a fumar. No puedo, detesto que el olor se impregné en mi cabello — él sonrió.

—Está bien. De hecho, haces muy bien en no querer fumar, te lo digo yo, porque esto es un vicio — le devolví la sonrisa y volví a contemplar aquellas nubes rojizas en el cielo, Layne también las miró.

Era un atardecer hermoso, perfecto y los dos idos en ese mágico y anaranjado cielo, cubiertos de nubes rojizas, Layne sacó su cámara fotográfica y capturó ese precioso e inigualable paisaje en ella.

—Mira — me señaló la foto y yo la miré atenta. Él me miró con ternura.

—Es una perfecta fotografía, amor. Capturaste justo la esencia de las nubes rojas en el cielo.

—Quería tener un recuerdo especial de este día, nuestro día — le sonreí.

— ¿Y si ahora nos tomamos una foto los dos con este bonito cielo? Así será más bonito este recuerdo especial.

—Toda la razón, mi angelito. Ven, colócate junto a mí.

—Sí.

Me arrimé a su lado, Layne me sonrió todo dulce, me abrazó por la cintura, y los dos mirando a su cámara, él presionó el botón y nos fotografío a ambos, abrazados tras el mágico cielo, cubierto de nubes rojizas.

Había llegado la noche, y yo un poco cansada, Layne me aferró a él, y buscamos alguna cabaña para pasar la noche.

Layne me abrió la puerta y yo entré a la que sería nuestra cabaña por esa noche. Todo estaba muy oscuro y él buscó alguna lámpara para encender la cabaña, hasta que por fin encontró un interruptor; yo lo miré con mi corazón todo enamorado por él y él me vio todo galán y seductor. Tomó mis mejillas con cariño, y anhelos, y yo me dejé atrapar por sus suaves y ricos labios.

Besándonos sin parar, yo lo abrasé fuerte y Layne me arrinconó a la pared; besó mi cuello con ardor y yo estallé de deseos por él. Acaricié su ancha espalda y largo cabello crespo y sonreí deseándolo más y más.

—Oh, mi Layne.

—Te amo, mi hermosa y quiero hacerte mía.

—Mi amor — le jadeé y él me miró acechante y volvió a acariciar mi mejilla.

Los dos haciendo el amor en la que se había convertido en nuestra cama por esas horas, Layne estaba sobre mí, y yo aferrada a su pecho, gemía con placer en sus oídos y él me observaba intenso y locamente enamorado.

Yo me perdí en sus profundos ojos celestes y en su rostro angelical y él ardiente por mí, se estremeció aún más de placer por mí y volvió a besarme con anhelos y amor.

Los dos besándonos fogosamente, él sintió el dulce y suave rosé de mis pequeños pechos y los acarició todo apasionado, lo que a mí me fascinó y acaricié su suave y ancha espalda.

Contemplé su torso varonil y acaricié con ganas todos sus vellos rubios y Layne me sonrió intenso; yo no me pude contener y me le abalancé y besé uno de sus pechos y él se derritió aún más y abrió la boca con placer.

Los dos gimiendo, Layne entró suavemente en mí y yo vibré de deseos y de amor por él.

— ¡Oh!

—Súbete, mi hermosa. Quiero verte montándome, vamos...

Me jadeo todo excitado y yo tan excitada como él, me coloqué arriba suyo y Layne me vio y contempló hambriento y a la vez embelesado y yo perdida en él, empecé a cabalgarlo con unas suaves embestidas, las que a él le volvieron loco. Los dos gimiendo, él me tomó de la cintura y me ayudó a elevar las embestidas y me miró perdidamente enamorado.

A punto de que acabáramos, yo me le abalancé a sus labios; Layne me aferró fuerte a sus brazos y pecho y nos besamos largamente, hasta que acabamos.

Envuelta solo con la sábana blanca de la cama, estaba sentada en una de las sillas del comedor, y Layne con su torso desnudo, se había puesto unos pantalones cortos, de color blanco, y también sentado, me observaba con detenimiento y ternura, mientras se fumaba un cigarrillo. Yo lo miraba con coquetería.

—Eres tan hermosa y perfecta.

—Y tú no lo haces nada de mal tampoco. Eres mi lindo chico. Mi chico tierno — me sonrió y se levantó y me tomó de la mano y me jaló lentamente a él.

Yo me le acerqué toda derretida, amándolo con todo mi corazón y él me asechó todo vivaz.

Sentí su aliento y boca muy cerca de mí, lo que me volvió a estremecer, y mi cuerpo tembló ante él. Layne lo advirtió y me tomó de la cintura y me observó intenso.

—Te amo tanto — acaricié su rostro y cabello y sus ojos se iluminaron.

—Yo también te amo. Te amo demasiado.

Layne me sonrió, y sin soltarme de la cintura, soltó un suspiro y los dos comenzamos a bailar lentamente, así pegados, bajo esa mágica noche, después de haber hecho el amor.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top