056

B E L L A.

— ¿Qué pasó?

Draco se sobresaltó cuando escuchó su voz. Se llevó la mano al pecho y giró sobre sus talones.

Arqueó la ceja y se cruzó de brazos.

— ¿Te acuerdas de algo?

— Hmm, bailamos, me mareé y te vomité.

— Llegamos a casa. Actuaste como una niña borracha. Vomitaste mitad de la mansión hasta que llegó tu tía.

— ¿Enora estuvo aquí? Tanto alboroto por una borrachera, Draco.

— No estabas borracha.

— ¿Entonces qué?

— Yo qué sé, Isabella.— alzó las manos exaltado y después las dejó caer nuevamente.

— ¿Estás molesto por vomitar tu mansión? — lo miró detenidamente.

— Es tu casa también, Isabella. No sólo la mía. O de mis padres.

— ¿Entonces?

— No respetaste mi decisión.

— No entiendo...

— ¡Los bebés!

— ¡Se supone que las decisiones debemos tomarlas los dos!

— ¿No era eso lo qué querías? — frunció el ceño —. ¡Cuidarnos! ¡Estar juntos!

— ¡No! — exclamó —. ¡Te he dicho mi opinión sobre esto desde un principio!

Isabella se puso en pie.

— ¡Vuelve a la cama! — espetó Draco.

— ¡Deja de darme órdenes!

— ¡Entonces deja de tomar decisiones por los dos!

— ¡Tú lo hiciste primero! ¿Respetaste mi opinión sobre ello, Draco? ¿Lo hiciste? No, claro que no. Claro que no lo hiciste. ¡Me ignoraste y me manipulaste!

— ¡No lo hice!

— ¡Amenazaste con no tener sexo! ¡Con irte a un maldito hotel!

— Bueno, te saliste con la tuya, Isabella. ¡Ignoraste lo que yo quería y te saliste con la tuya! ¿Se supone que debo aplaudirte? ¿Felicitarte por ponerte en peligro por un maldito capricho?

— !No es un capricho!

— ¡Merlin!

— ¿Estoy...

Draco la interrumpió.

— Pues claro que lo estás. ¡No tengo ni puta idea como, pero lo estás!

— Oh...

— ¿Con quién fue?

— ¿Qué?

— ¿De quién es, Isabella?

— ¡Pues tuyo!

— Mío no es.

— ¡Claro que lo es!

— Joder, aceptaría todo de ti, Isabella. Hasta un bebé con otro, pero no en estas circunstancias.

— Pero es tuyo, Draco. ¿De qué hablas?

— ¡Yo! — se ahogó con las palabras —. Usaba condón. Usábamos condón, Isabella. Mío, joder. No

— Draco...

— ¿Cuándo? Siempre estoy contigo, no entiendo como paso. ¿Fue cuando estaba en la oficina?

— ¿Puedes dejarme hablar?

—  ¿Es tan grande tu capricho como para tener relaciones con otro? ¿O deseabas tener sexo con alguién más? ¿Querías experimentar con otros?  Por favor, no otra vez.

— Pinche los condones.— farfulló.

Draco se quedó boquiabierto.

— ¡Me estás jodiendo!

— Pues no. Revísalos.

— ¡Es un suicidio!

— No creerás en la maldicion de sangre.

— ¡Que tú decidas ser una ignorante, no significa que yo también deba serlo!

Bella se sentó y masajeó sus sienes.

— Abortaras.— no fue una pregunta.

— No.

— Sí, lo harás. No pienso tener a ese bebé.

— ¡Es mi cuerpo! — contestó con la voz ahogada

— Si quieres estar conmigo, entonces abortaras. Si no te importa nuestra relación, lo tendrás; pero lejos de mi.

— ¿Cómo... — sorbió por la nariz —, cómo puedes decir algo así?

— Es mi decisión.

— A la mierda con tu decisión, Draco.

— Al carajo con ese bebé.— apuntó hacia su vientre.

— ¡Cállate!

Draco frunció los labios.

— Bell, amor, no me gusta pelear contigo. Lo detesto. Pero ambos debemos estar de acuerdo en esto, ¿sí? Abortaras. Estaré contigo en todo el proceso y después del proceso. Y luego... volveremos a nuestras vidas.

Bella se limpió una lágrima.

— No lo haré — se paso la mano por el vientre —. Quiero tenerlo.

— ¡Pero yo quiero tenerte a ti!

— Ya me tienes, pero si me pides una vez más abortar, me perderás.

— ¿Arriesgarás lo nuestro por ese?

— Arriesgaría la vida por mi bebé.— dijo firme.

— Quédate con tu maldito bebé, entonces.

— Eso haré.

— Bien, esa es tu decisión — trago duro y se encaminó hacia la puerta —. Enora vendrá en un momento.

— ¡No te vayas así, Draco! — gritó.

Pero él la ignoro y cerró la puerta de un portazo.

Cuando estaba decidida a echarse a llorar, la puerta se abrió una vez más.

— ¿Cómo estás?

Fingió una sonrisa.

— Bien, gracias.

— Así que... pinchaste los preservativos.

— Cada uno.— dijo con orgullo.

Enora se sentó en la orilla de la cama.

— Draco está furioso.

— Me pregunto cuando no.

— Si decides abortar, está bien. Todos te apoyamos.

— No abortare.— Gruñó.

— En ese caso, también te apoyáremos.

— Draco no.

— Pero nosotros sí. Yo estaré a tu cuidado, Bella.

— Gracias.

— Ahora, te traeré algo de comer, para después hacerte unos chequeos. Luego, puedes ducharte y salir de la cama sin ningún problema. Si te sientes débil, o algo parecido, me envían una carta y aquí estaré.

— ¿Y el sexo?

— Pueden tener relaciones sin problema, Isabella. Solamente que con cuidado.

— Dios — frunció el ceño —. Hablaba sobre el sexo del bebé.

La sangre subió a las mejillas de Enora.

— Es muy pronto para saberlo.

•~•~•~•

Bella estuvo todo el dia animada. Bailando. Preparando pasteles. Riendo y tarareando canciones.

— No pensé que tomarías mi consejo.

— ¿No? ¿Por qué?

— Por Draco.

— Sé que él también desea tener un bebé, pero está cegado — se encogió de hombros —. Lo aceptará con el tiempo.

— No me gusta verlos enojados.

Le puso más chocolate al pastel y se chupo el dedo.

— Draco está enojado. Yo no. Yo estoy feliz.

—Bella, Draco te quiere, y no quiero que salga lastimado.

— Que dejé su berrinche.

— Berrinche — bufó alguien desde la puerta —. Las caprichosas hablando de berrinches.

— ¿Ves? — colocó el pastel en el horno —. Es un berrinchudo.

Narcissa negó con la cabeza.

— Isabella, ¡felicidades! — le dijo Lucius —. Pensé que nunca tomarías una decisión tan sabía en tu vida.

— Pues gracias.

Los cuatro tomaron asiento en la mesa. El ambiente estaba tan denso que, fácilmente, se podría cortar con un cuchillo.

Bella se llevó el pollo a la boca y masticó.

— ¿Sabe mejor de lo normal?

— Sibi mijir di li nirmil.— murmuró Draco.

— ¡Qué insoportable abeja! Mátenla ya.

Draco le tiró una patata a la cara.

Isabella lo ignoró.

— Saben, deseó y le pido a Merlin, que el niño — hizo una pausa —, o la niña, no salga como su padre. Berrinchudo y dramático.

— ¡Salazar bendito! — exclamó Narcisa en tono dramático —. ¡Dejen de pelear en la mesa! Para eso está su habitación.

— No dormiré con Draco. Pido la habitación de huésped.

— ¡Yo la pedí antes!

— ¡No te escuché pedirla!

— ¡Pero lo hice!

— ¡La quieres porque yo la pedí antes!

— ¡Soy mayor que tú!

— ¡No actúas como tal!

Lucius golpeó la camesa ligeramente.

— Los dos. Ambos. Cállense ya.

Ambos se sobresaltaron y dejaron de pelear.

Bella sintió náuseas y se levantó con rapidez.

— Buenas noches.

— ¡Termina de cenar!

— Bueno, pero si vomito, lo haré sobre tu cara.— concluyó y salió del comedor, dirigiéndose a su cuarto.

Al entrar al cuarto de baño, lo primero que hizo fue vomitar sobre el lavabo.

Segundos después la puerta se abrió.

— ¿Estás bien?

— Que te importa.

— ¡Te está matando! — exclamó —. ¡Es un animal!

— El único animal aquí, eres tú.

Se lavó la boca y salió del cuarto de baño. Abrió el closet y buscó pijama.

— Estas a tiempo de abortar.

— Aborta tú, sí tantas ganas tienes.

Se quitó la ropa y comenzó a vestirse. Draco se acercó a ella con rapidez.

— Déjame ayudarte.

— Draco, estoy bien.

— Insisto.

Ella asintió. Y él comenzó a vestirla.

Le paso la playera por la cabeza y después la ayudo con los pantalones de pijama.

Bella al verse al espejo; se dio cuenta que traía la playera al revés.

— ¡No sabes hacer nada! — lloriqueó y se sacó la playera nuevamente, para colocársela bien.

— Debo informarte que no dormiré contigo.

— ¿Por qué?

— Temo que por la noche te de por pincharme, como lo hiciste con los condones.

Isabella se cruzó de brazos.

— Bien. Lárgate.

— Sin embargo, me quedaré contigo un rato.

Ambos se acostaron, mirando al techo y sin hablar.

— ¿Crees qué sea Scorpius o Hydra?

— Enora dijo que es muy pronto para saber su sexo.

— Hmm.

Bella bostezó y se acurrucó contra Draco.

Él pasó su mano sobre la cintura de Bella y la acercó más a él.

— Te odio.— susurró Bella.

— El sentimiento es mutuo, cariño.

•~•~•~•

— ¿Te pidió que abortaras?

— Sí.— acarició al pequeño puffskein.

— ¿Pero ese hombre no quiere tener hijos?

— Está preocupado, Matthew.

— ¿Y no abortaras?

— No.

— Entonces, ¿qué harán?

— ¿Yo? Tendré a mi bebé. Draco aguantarse.

— Dejemos eso.

— ¿De qué quieres hablar?

— ¿Blaise está soltero?

— Soltero y sin compromisos.

— ¿Crees qué?

La pregunta sin hacerse voló entre ellos.

Bella sopesó su respuesta.

— No lo sé. Deberías preguntarle.

— ¡No!

— ¿Por qué? Blaise es muy de mente abierta.

— No lo quiero asustar.

— Y no lo harás.

— ¿Han ido a la tienda que les dije? — cambio de tema.

— Lo hemos hecho.

— ¿Y qué compraron? — apoyó el mentón sobre su mano, viendo a Isabella con ojos risueños.

— ¡Matthew!

— ¿Qué? Es normal — se vio las uñas —. Todos hemos comprado cosas de ese tipo. Y se nota que a ti te encanta, queridita.

— Pues... cositas.

— Les encanta el sadismo, ¿eh?

— ¡Matthew!

•~•~•~•

Isabella tomó una pócima para el dolor de cabeza y se echó sobre el sillón.

— Entonces, reaccionaste así por el alcohol. Prácticamente fue tu cuerpo el que reaccionó así. Nada grave.

— Gracias, Enora.

— Por el momento, es un embarazo saludable, y esperemos que siga así, Isabella.

— Haré todo lo posible.

— Eso es todo.

— Buenas noches. Gracias por venir.

Isabella esperó ver a Draco. Esperó sus comentarios y sus peleas de niños, pero nada.

Fue silencio.

Las miradas que le echaba eran de puro odio.

Y su silencio la mataba.

Quería escucharlo.

Pero nada.

Suspiró y se levantó, encaminándose hacia la habitación.

Entró y miro a Draco por el rabillo de ojo, el cual estaba acostado jugando con su varita.

Se aclaró la garganta para romper el silencio, pero Draco ni siquiera la miro.

Se quitó el suéter y se lo tiro a la cara.

Él atrapó el suéter y le dedicó una mirada gélida.

— ¿Quieres hacer algo? — arqueó la ceja y comenzó a gatear sobre la cama, hasta acercarse a él.

— Nope.

— ¿Seguro?

— Sí.

Comenzó a trazar círculos sobre el pecho de Draco.

— Podemos intentar cosas nuevas...

— Ah, ¿sí?

Ella asintió energéticamente.

— Descubrir nuevos lugares...— meneó las cejas de arriba para abajo.

— Hmm — la tomó de la muñeca —. No, gracias.

— Usar las cosas que nos faltan.

— No tengo ganas.

— Puedo ayudarte con eso.

— Isabella, he dicho que no.

— Deja de llamarme así.

— Es tu nombre, ¿no?

— Para ti no.

Draco empujó la mano de Isabella y se puso en pie.

— Deja de actuar así.

— ¿Así como? — Bella lo siguió.

— ¡Como una niña!

— Una niña no pide sexo.

Enarcó la ceja.

— No dormiré contigo.

— Eso dijiste ayer.

— Ahora es de verdad.

— Haz lo que quieras, pues.

— ¿No abortaras?

— Te he dicho que no lo haré.

— ¿Prefieres a ese antes que a mi?

— ¡Dios mío, Draco! Esto no va de a quien prefiero.

— Todavía no ha nacido, y ya... Ya lo estás poniendo en primer lugar. Nos está separando.

Bella abrió los ojos con sorpresa.

— Joder — rió—. ¿Estás celoso?

— No quiero tenerlo. No quiero y no lo haré.

— Por favor, basta.

— Mañana mismo abortaras. Lo harás aquí en la casa para que nadie se entere. No deseo un bebé. Y tú tampoco. Es un capricho, lo sé. Y está bien, Bella. Mi secretaria está buscando algún niño mago en adopción. Adoptaremos. Te daré el hijo que quieres.

Los ojos de Isabella se cristalizaron.

— Quiero saber qué se siente dar a luz.

— ¡Dolor! ¿Qué más va a ser?

— No entiendes — meneó la cabeza —. Quiero sentir un bebé moverse en mi vientre. Saber qué se siente.

— No digas esas cosas.

— Es la verdad.

— Bella, es un capricho más. Un capricho que yo cumpliré sin problema. Mañana abortaras.

Cuando Bella con un hechizo no verbal hizo que el vaso que había en la mesita auxiliar se estrellará contra la pared junto a Draco, él se sobresaltó.

— ¿Bella?

— ¿No entiendes que me lastimas? Todo lo que me dices, duele, Draco.

— Lo siento. Yo solo quiero verte bien.

— Tú solo piensas en ti mismo.

— Lo siento.

— ¿Quieres que aborte este bebé? — lo miro a los ojos —. Está bien. Mañana abortare.

— Bella...

— Idiota, vete.

— Pero Bella...

— ¿Qué?

— La mejor opción...

— No sigas, Draco.

— ¡Cuando estés en peligro por culpa de ese! — señaló su viente —. No estaré para ti, Isabella. Te lo he pedido, te lo he advertido, no quisiste escucharme.

Salió dando un portazo.

•~•~•~•

D R A C O.

— Deja de pedírselo.

— Ustedes no entienden.— gruñó.

— Todos queremos a Isabella — prosiguió Theo —, y sabemos que un embarazo es peligroso para ella. Pero si ha tomado su decisión, deberías respetarla.

— ¿Y dejar que se muera?

— Encontraremos una cura.— aseguró Blaise.

— Draco — Astoria parecía insegura al hablar por primera vez en la noche —, conozco a Isabella desde hace mucho... y siempre ha querido formar una familia. No la detendrás.

— Yo he puesto veneno en su pócima — habló Pansy, mirándose las uñas —, pero ustedes exageraron con eso.

— ¡Podrías ir a Azkaban! — la amenazo Astoria.

— ¿Por matar a un feto? — rió—. Nadie va a prision por eso.

— ¡Es ilegal, Pansy!

— ¿Puede irse? — Draco arqueó una ceja —. En serio, no la soporto.

— Bien me soportabas en la cama.

— No tengo idea como te soportaba.

— Lo hacia bien.— le guiñó un ojo.

— Pansy, por favor — Blaise le advirtió y después se dirigió a Draco —.  Hace días dijiste que te dolía negarle un bebé, y ahora le pides que aborte.

— ¡No puedo soportar la idea de perderla! ¿Por qué nadie me entiende?

— Y pensar que antes no soportabas la idea de estar con ella.— Pansy canturreó.

Draco se acercó a Pansy.

— La mataré.— gruñó y levantó su varita.

Pansy chilló y se encogió en su asiento.

— Draco es suficiente.

— Necesita un pene en la boca para que pueda callarse de una puta vez.

Draco escuchó la risa ronca de Theo a su lado. Volvió a tomar asiento.

Agradeció sentir el frío del asiento debajo de él, era algo que lo mantenía cuerdo.

Le dolía la cabeza por no dormir toda la noche.

Una noche horrible, sin duda.

Creyó que por tener a Bella lejos esos días que pasó al Sur de Inglaterra, volvería a dormir bien sin ella a su lado. Pero estaba equivocado. Lo que Draco no recordaba era que, todos esos días, él se la pasó sin dormir.

Suspiró.

— ¿Cuándo es la boda?

— No tenemos fecha ni para la fiesta de compromiso.

— Me mandan una invitación.— dijo a modo de despedida.

Cuando llegó al jardín de su mansión, respiró hondo y miró fijamente al camino recto de grava que lleva directamente a la entrada.

Después miró hacia los pavos reales.

Emprendió sus pasos. Cada uno, era más corto que el anterior, más perezoso.

Para cuando estuvo frente a la puerta; esta se abrió automática ante él.

Entró a la cocina y comenzó a llenar dos platos de comida.

— ¿Estás bien?

— Mhmm.— tarareó a modo de respuesta.

— Mi precioso Draco — su madre dejó un beso sobre su mejilla —, no puedo decir que estoy orgullosa del hombre en el que te has convertido.

— Gracias, ¿creo?

— Sigues siendo tan egoista como siempre y tan impulsivo.

— Mamá, no recuerdo haberte pedido tu opinión.

— Pero soy tu madre y te lo digo por tu bien.

— Bueno...

— Debes dejarla decidir por si misma. Es tu esposa, no tu esclava.

— Se está poniendo en peligro.

— Esa es su decisión, debes respetarla y apoyarla.

— ¿Y mi decisión?

— Tu decisión es negarle algo que desea.

— Mi decisión es mantenerla con vida.

— ¿Y crees qué el aborto es seguro?

— Mamá, insisto; no he pedido tu opinión.

— Eso podría matarla antes.

— Insisto.

— Deja de ser tan gruñón, Draco — le acarició la mejilla —. Te arrugaras antes de tiempo.

Draco sacudió su varita y los platos estaban volando por los aires, siguiéndolo.

Subió las escaleras con cuidado y llegó a la habitación.

Isabella estaba sentada sobre la cama, con un plato de pastel sobre su pecho, un cubierto en su boca y un libro en la mano libre.

— Hola.

— Hola.— respondió sin tragar.

— ¿Tienes hambre?

— Estoy comiendo ya.

— Pero esto es alimento real.

— ¿Y el pastel qué es?

— Un postre.

— ¿Quieres? — le ofreció el plato.

— No. Mejor hay que comer esto.— dejó los dos platos sobre la cama.

— ¿Y si vuelvo a vomitar?

— Sostendré tu cabello y te limpiaré la boca.

Bella sonrió y aceptó.

Cuando estuvo cerca de Draco, él puso un mechón del cabello de Bella, tras su oreja.

— Te amo mucho.

A Bella le brillaron los ojos.

— Provecho.— dijo y se llevó el tenedor a la boca.

— ¿Sabes? Nunca pensé que podría llegar a esto contigo.

— ¿Qué?

— Preocuparme tanto por tu seguridad. Querer una vida contigo. Desearte tanto. Y quererte tanto... muchísimo. Tanto que duele.

— El amor no tiene por qué doler.

— Pero duele, Bell.

— Tienes ojeras.— desvío el tema.

— No dormí mucho.

— Yo dormí toda la tarde.

— ¿Has podido dormir?

Ella asintió.

— Duerme tú también.

— ¿Estarás a mi lado?

— Aetérnum.

Draco ahuecó su rostro y le besó los labios.

— Dejemos de pelear — susurró sobre la suave piel de sus labios —. Tendremos al bebé. A este y a cuantos quieras.

— ¿Hydra y Scorpius?

— Te olvidas del pequeño Milán.

Cuando terminaron de comer, se echaron sobre la cama.

Isabella sintió la pierna de Draco entre las suyas. Sus manos abrazándola fuertemente y su respiración sobre su cabeza.

Rozó varias veces su nariz sobre el cuello de Draco.

— No hagas eso.

— ¿Por?

— Me da cosquillas.

Se acurrucó más sobre Draco y dejó salir un suspiró.

Estaba inquieta, quería moverse.

— ¿Estás dormido?

— Sí.

— ¿Quieres saber de qué va mi libro?

— No.

— Bueno — giró sobre su costado —. Va sobre una chica que es bruja. Pero no como yo, otro tipo de bruja. Y de un muchacho que odia a las brujas y es cazador.

— ¿Y qué pasa?

— Se enamoran.

— ¿Y él le perdona la vida?

— Algo parecido. Al principio no sabe que ella es bruja. Ella lo mantiene en secreto. Se da cuenta meses después de la boda. La bruja es buscada por su madre.

— ¿Ah, sí?

— Sí. Para matarla...

— Uh, qué lástima.

— Pero él la salva.

— Cuéntame más...
•~•~•~•

— ¿En serio piensas qué hay tiendas para embarazadas en el callejón Diagon?

— Tal vez no, pero en Hogsmeade sí.

— ¿E iremos?

— Ahora mismo.

— Falta mucho para tener panza.

— Pero hay que comprar ropa.

— ¿Y si alguien nos ve?

— ¿Qué más da, Bella? Que lo sepa todo el mundo.

— Bien. Vamos.

Se tomaron de la mano y aparecieron en Hogsmeade.

Estaba cubierto de nieve. Niños riendo, familias. Parejas tomándose de la mano. Estudiantes de Hogwarts.

Caminaron por la nieve, buscando alguna tienda que cumpliera con sus expectativas.

Después de entrar a varios locales y comprar las cosas necesarias para Isabella, salieron a cenar.

— Debo disculparme.

— ¿Por qué?

— Prometí dejar de ser un imbecil.

— Todos tenemos nuestros malos ratos.

—-

¿Pensamientos?

¿Opiniones?

¿Ideas?

Las amo jajdkajs

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