050

D R A C O.

No había vuelto a hablar con Isabella, tampoco a verla.

El lazo estaba allí, activo. Sin embargo, ninguno de los dos se hablaba.

Draco estaba tan confundido y tan cansado.

Le había dicho que la quería y al final... ella eligió marcharse.

Está bien, la apoyaba. La apoyaba completamente. Cumplir sus sueños, sus metas.

Pero esto era a lo que él temía, que ella se fuera cuando él por fin se le confesaba.

Así que sí, su temor se había hecho realidad ese día, cuando Isabella le dijo que se iría.

— ¿Dónde está papá?

— Estará aquí en un rato.

— No lo he visto en la oficina.

— Seguro estaba muy ocupado.

Bufó.— Siempre es igual.

— Draco, tiene un trabajo, no lo puede descuidar.

— También tiene una familia y la está descuidando.

— Siempre ha estado pendiente de nosotros.

— Hemos sido sus marionetas por años.

— No hables así de tu padre.

— No justifiques sus acciones.

— No lo hago.— replicó la mujer.

—Fue y sigue siendo un mal padre y un mal esposo.

— Nos ha dado todo lo que pudo.

— ¿Humillaciones? ¿Dolor? ¿Odio? — dejó el tenedor abruptamente sobre el plato —. Eso fue lo único que nos ha dado.

— Respétalo en su ausencia — espetó Narcissa —. Cuando vuelva, dile lo que quieras, Draco Lucius.

— ¿Y darle la oportunidad de torturarme?

— No lo ha vuelto a hacer.

— No ha tenido razones para hacerlo.

— Deja de ser tan duro con él.

— ¿Alguna vez te ha demostrado amor?

— Varias veces.— Narcissa alzó la barbilla y se enderezó.

— No sé cómo has podido casarte con él.

— Era joven, y lo quería, Draco. Lo quería y él me quería, éramos muy felices juntos, no podíamos soportar estar lejos.

— De igual man-

Narcissa lo interrumpió.— ¿Y qué me dices de ti, Draco?

— ¿Yo qué?

— Siempre te he considerado el joven más apuesto de toda Inglaterra — se acercó a él y le acarició el hombro—, pero ya no lo eres.

— ¿Ya no lo soy? — se llevó la mano al pecho y rió un poco.

— ¿Cuándo fue la última vez que te vi bien vestido? ¿En la fiesta de caridad? Creo que sí.

— ¿Y eso qué tiene que ver?

— Que estás muy descuidado y feo. Lo entiendo, Bella se ha ido, estás depresionado.

— No lo estoy.

— ¿Por qué no vas por ella, Draco? Sé que la quieres, y que la estás pasando muy mal.

— Ha tomado su decisión y la estoy respetando, madre.

— Nunca te quedó ese papel — frunció los labios y negó con la cabeza —. Siempre has sido un poco dominante — ladeó la cabeza —, creo que ella te ha cambiado, ¿cierto?

Con una pizca de vergüenza, Draco cerró los ojos y asintió.— Creo que sí.

— No la dejes ir, mi amor.

— No puedo retenerla.

— Puedes volver a enamorarla.

Resopló.— ¿Crees qué ya no está enamorada de mi?

Narcissa se encogió de brazos.— No lo sé.

— Joder, mamá — se despeinó el cabello —, has dado en el blanco.

— Buenas noches, Draco.

— Buenas noches, mamá.— le besó la mejilla y se encaminó hacia su habitación.

Hace semanas que no dormía en la habitación que compartía con Isabella. No soportaba los recuerdos que habían en ella, y no quería que su olor desapareciera. Así que la mantenía cerrada y no le permitía a nadie entrar a limpiarla.

Sí, era algo loco... pero era lo único que lo mantenía cuerdo cuando la extrañaba y no podía dormir.

Entraba en esa habitación, se acostaba en el lado de Bella y dormía ahí.

No estaba muerta, pero Draco no sabía si ella volvería.

Esos pensamientos lo jodian.

•~•~•~•

— ¿Puedes creerlo? Esta loca, Draco, loca.

— Siempre lo supimos, ¿no?

— Sí, pero ahora esta loca como una cabra

— Creí que siempre estaba así de loca.

— ¿Por qué no me pones atención? — se quejó Blaise.

— Te estoy poniendo toda la atención del mundo, Blaise.

El chico lo agarró los los brazos y lo sacudió.— ¡Ella me besó! ¡En los labios!

— ¿Y qué tiene?

— Era la loca del trio de oro, no mia. Y no quiero que sea mi loca.

— ¿Por qué no?

— ¡Porque Luna Lovegood esta loca como una cabra!

Draco rió.— Blaise, no esta loca, simplemente... es un poco ¿rara? No sé cómo llamarla, pero no esta loca.

— ¿Te has vuelto loco tú también? — se golpeó la frente —. Ella me ha besado, como si nada. Vino, me agarró de los brazos y me besó...

— Dale una oportunidad. Estoy comenzando a pensar que te gusto.

— Bella me patearia. Hablando de ella, ¿la has visitado?

— No.— negó con la cabeza para darle más énfasis.

— ¿Y cuándo se va?

— Hoy... por la noche.

— ¿No te despedirás de ella?

— No me ha dicho que quiere despedirse de mi, Blaise.

— ¿Tu padre lo sabe?

— ¿El qué?

— Que deben tener cuidado con los embarazos, sino, ya sabes.— hizo un ademán con la mano y su cuello, fingiendo una muerte.

— No, y no lo sabrá.

•~•~•~•

— ¿Bella? — le habló por el lazo.

— ¿Sí?

— ¿Te has ido ya?

— Sí, Draco.

— Perdón por no ir a verte. Pensé que no querías que lo hiciera.

— Eres mi esposo, el amor de mi vida, es obvio que quería que vinieras a despedirte, Draco. Esto no es para siempre, es por un tiempo. Volveremos a estar juntos. No sé por qué actúas de esta forma.

— Lo siento, Bell... Soy un idiota.

— Me alegró que lo sepas. Mientras yo estoy preparándome para viajar, tú estabas con Blaise, tomando. Después de todo lo que pasamos, ¿volverás a eso? ¿Volverás a Drogarte y a beber hasta olvidarte de tu alrededor, y hasta de tu propio nombre?

Un suspiró grave.— No, no lo haré.

— Promételo, Draco. Promételo. Porque no pienso volver a pasar por eso.

— Lo prometo, Isabella.

Se puso en pie, y miro a su alrededor. Recién había caído en cuenta que no estaba en su habitación, tampoco en su mansión.

Estaba en el departamento de Blaise.

— ¿Qué hago aquí? — preguntó en un grito.

— Ah, te quedaste dormido sobre la mesa del restaurante ayer.

— Joder — se frotó la sien —. Eso explica el dolor de cabeza.

— No aguantas nada.

— Ya estoy viejo.— bromeó.

Otro suspiró grave.— Firmaré el divorcio... sí eso es lo que necesitas.— musitó a través del lazo.

No volvió a responderle.

Tomó la taza de café que Blaise le ofrecía y le dio un gran tragó.

Le quemó la lengua y escupió el contenido sobre la cara de su amigo.

— ¡Está caliente! — sacó la lengua y con la mano comenzó a hacerse airesito.

Blaise rompio en una carcajada.— ¡Lo sé!

— ¡Me hubieras avisado, imbecil!

— No tuve tiempo.— Blaise agarró una servilleta y comenzó a limpiarse la cara.

— Bella está molesta.

— Y con razón.

Minutos después, los dos estaban sentados en la sala de Blaise, esperando a Theo.

El cual llegó una hora después.

— ¿Qué haremos? — preguntó como saludó, echándose sobre el sillón.

— Comeremos hasta que nos duela la panza.

— Invite a Astoria.

— ¡Theo! — Blaise se quejó y le tiró una almohada a la cara —. Hurón está soltero, no querrás que te la quite.

— No se la quitaré.— replicó Draco.

Theo lo señaló con el dedo.— No me la quitara — dijo y agregó —. No comeremos, bueno sí, pero también beberemos.

— Draquito tiene resaca.

Draco puso los ojos en blanco.

— Es por eso que seguirá bebiendo.

— Bella no me deja.

— Pero ella no está aquí.

— No lo haré.

— Puff — bufó—. Astoria ya viene hacia acá, con botellas de licor.

— Le avisaré a Pansy.— Blaise se puso en pie.

— No. No le avisaremos a cara de pug.—Theo hizo cara de asco.

— ¡Es del grupo! — objetó.

— Nos vale una mierda sí es del equipo — frunció el ceño —. No llamaremos a cara de pug. Draco tiene problemas con ella y Astoria también.

— Como quieran.— cruzó los brazos sobre su pecho.

Tocaron el timbre del departamento, y Theodore se puso en pie para ir a recibir a Astoria.

Ella entró con algunas bolsas. Dubitativa se encaminó hacia la sala y tomó asiento mientras Theodore iba por algunos vasos.

— Hola, Tori.

— Hola, Blaise.

— Astoria.— Draco asintió con la cabeza en forma de saludó.

Ella bajo la mirada hacia sus manos.— Hola, Draco.

— Bueno, me alegro verlos tan amables y comunicativos, pero — colocó los vasos con el licor ya, sobre la mesa —, bebamos.

— Theo esto es aburrido.— se quejó Blaise.

— Y muy aburrido.— Draco apoyó a su amigo.

— Con el tiempo será divertido. Vamos, no bebemos hace tiempo juntos.

— Se suponía que solamente íbamos a ser nosotros, no nosotros y Astoria.

— Astoria es una de nosotros.

— Puedo irme.

— No irás a ningún lado.— Theo la sostuvo del brazo.

Draco gruñó y tomó su vaso en la mano. «Sería la última vez, ¿ok? No volvería a beber.»

Le dio un tragó, y después otro y otro.

Después de un gran silencio, Theodore por fin habló.

— Vine con Astoria porque le queremos decir algo.

— Pues habla y vete.

— Blaise.— le advirtió Draco. El chico levantó ambas manos.

Theo tomó la mano de Astoria, y sonrió.— Bueno, yo y Astoria tenemos una relación.

— ¿No la tenían ya? — otra mirada de advertencia.

— No, no teníamos una relación, Blaise.

— ¿Entonces qué tenían?

— Éramos amigos...

— Con derechos.

Asintió.— Pero ya tenemos una relación. Y le he dado un anillo promesa.

— ¿Anillo promesa? — Blaise se extrañó.

— Sí... un anillo promesa que pronto le daré un anillo de compromiso. Estoy pensando en casarme con ella.

— Eso es bueno, Theo — Draco se puso en pie y abrazó a Theo —. Enhorabuena, a los dos. Me alegro por ustedes.

Astoria soltó una bocanada de aire, y ahora parecía más relajada.

— Genial, ahora todos se van a casar. Excepto Draco... Draco se va a divorciar.

— ¿Te divorciarás? — le preguntó Theo.

— No me divorciaré.

— Bella quería divorciarse.

— Pero ya no, Blaise.

— Pero...

— ¿Puedes callarte? No me divorciaré... Isabella y yo estamos en un momento... no muy bueno en nuestra relación, pero lo vamos a superar.— se aseguró a sí mismo.

La tarde pasó, ellos seguían charlando, contándose algunas cosas que nadie sabía más que ellos y poniéndose al día.

Al parecer Draco se había perdido varías cosas de la vida de Theo, y Theo se había perdido varías cosas de la vida de Draco. Entonces se pusieron al día, contándose todo.

El efecto de la bebida comenzó a hacer efecto, y Draco comenzaba a sentirse mejor. Menos incómodo, más seguro.

— Draco...— un susurró en su mente.

— ¿Sí, Bell?

— Dile a Theo y a Astoria que estoy feliz por ellos.

— Eso sería un poco raro. Es más, ahora mismo me están viendo con una expresión rara.

La risa de Bella llegó a su mente, llenando su corazón de alegria.— ¿Quieres que te dejé con tus amigos?

Draco negó, entonces se dio cuenta que no lo podía ver. Se levantó del asiento, inventó una excusa y entró en la habitación en la que se había despertado.

— Los he dejado ya... — le informó —. Estoy en la habitación.

— ¿Estás bien?

— Te extraño... pero estoy bien.

— ¿Y sobre el compromiso?

— Bella... no me importa más Astoria. Ahora eres tú, siempre has sido tú.

— Sí nuestro matrimonio hubiese sido diferente, te creería.

— Sí... tienes razón.

— ¿Qué has hecho?

— Nada, absolutamente nada. Queríamos quedarnos en casa, comer, y estar con Blaise y Theo, pero él ha invitado a Astoria. ¿Tú?

— He estado buscando un local todo el día. Esto de la Magizoologista no es tan facil como creí.

Draco sintió el cansancio de Isabella a través del lazo.

— ¿Y has encontrado algo?

— Todavía no — suspiró —. Después de eso... fui a un restaurante con Enora, cenamos y tomamos algunas copas de vino. Deberías venir a visitarme, Draco. Eastbourne te encantaría. Es muy lindo.

— Iré a visitarte.

— ¿Dónde estas y en qué posición?

— En la habitación libre de Blaise. Sobre la cama, acostado, con los brazos extendidos. ¿Tú?

— En modo fetal.— río, pero poco a poco su risa se fue apagando.

— Bien.— se limitó a contestar.

— Draco tendremos hijos...

— No, no los tendremos.

— ¡Claro que sí! El niño se parecerá a ti... Tendrá tu cabello, tus hermosos ojos. Será altísimo. Y la niña tendrá mi cabello, pero tus ojos.

— ¿Y cómo se llamarán?

— Scorpius e Hydra.

— Me gusta...

— ¿Cómo vas vestido?

— Una simple playera negra y unos vaqueros.

— ¿Y tu ropa interior?

El labio de Draco se torció en una sonrisa.— Son negros...

— Cuando son negros quedan facilmente manchados de semen...

— Bella... ¿y los tuyos?

— Rojos.

— Me encanta como te queda el rojo.

— Lo sé.

— ¿Y qué estás haciendo?

— Nada... estoy acostada.

— ¿Pensando?

— Sí...

— ¿En qué?

— En ti.

— ¿Algo especificó?

— Tus labios.

— ¿Sobre los tuyos?

— Sí... — una pausa —. Pero en los de abajo.

— Joder...— su respiración se aceleró —. Quítate tus pantalones.

— ¿Y luego?

— ¿Lo hiciste ya?

B E L LA

Isabella se quitó los pantalones rápidamente mientras cerraba la puerta con pestillo. Volvió a acostarse sobre la cama.

— Sí.

— ¿Estás mojada? ¿Hmm?

Bella bajo lentamente la mano sobre su estómago y los metió dentro de su ropa interior.— Un poco...

— ¿Cómo le haremos para mojarte más?

— No lo sé.

— Cierra los ojos.

Isabella cerró los ojos y tomó una gran bocanada de aire.

— Ya.

— ¿Tu mano aún está dentro de tus panties?

— Sí, sigue ahí.

— Tócate.

— ¿Cómo?

— ¿No sabes hacerlo? — se burló.

— He olvidado cómo.

Draco sintió su mentira.— Nunca lo has hecho.

— No sé como darme placer.

— Bella... es lo más fácil.

— Draco... no sé hacerlo.— insistió. Lo había hecho, algunas veces, pero no siempre. Apesar de ser virgen, eso no le era un problema. Siempre la ayudaban.

— Empapa tus dedos, querida.

Isabella bajo los dedos hacia sus pliegues, empapándolos de su humedad.— ¿Y ahora?

— Úsa tu dedo índice... colócalo justo sobre tu clitoris.

Ella subió su mano, colocando su dedo índice sobre su clitoris.

— Ahora muévelo en círculos.

Comenzó a mover su dedo sobre su clitoris, lentamente y firme. Un jadeo se escapó de sus labios.

— ¿Y tú?

— ¿Yo qué?

— ¿No harás nada?

— ¿Qué quieres que haga?

— Hazlo tú también.

D R A C O.

Obedeció a su esposa. Se puso en pie, le puso el pestillo a la puerta, y se quitó los pantalones.

Acostándose sobre la cama, bajo un poco su bóxer y tomó su longitud entre su mano.

— Está tan duro, Bell...

— Desearía estar ahí.

— ¿Qué tengo que hacer ahora?

— Apriétalo un poco... y comienza a bajar y a subir tu mano, Draco.

B E L L A.

Sintió sus pezones endurecerse por debajo de su camisa... Un dolor tan placentero. Se mordió el labio inferior, y sintió su interior calentarse cuando metió un dedo.

Su núcleo comenzó a palpitar de placer, de dolor, de excitacion. Necesitaba su liberación.

— Te necesito... entre mis muslos, Draco.

— Yo también te necesito, cariño... No tienes idea de cuánto te necesito.

El jadeo de Draco llego tan suave, que la excitacion de Isabella creció más.

— Meteré un dedo más.

— Mételo.

Isabella lo hizo. Metió un segundo dedo en su interior y comenzó a moverlo lentamente, afuera y adentro.

D R A C O.

Con su longitud en su mano, bombeándolo de arriba a abajo y apretándolo, le dio una clara instrucción a Bella —: Mantenlos en tu interior, y arqueá los hacia arriba, trata de llegar a tu punto...

B E L LA.

Ella lo hizo. Mantuvo los dos dedos en su interior y después los arqueó hacia arriba.

Gimió.

D R A C O.

Al escuchar su gemido, se mordió el labio y aumentó la velocidad de su mano. Bajo un poco la cabeza y escupió sobre su longitud.

— Ahora frota ese punto dulce, Bella.

B E L L A.

Comenzó a frotar ese punto con los dos dedos.

— Oh... Draco.— gimió.

Su interior se calento aún más, y para darse más placer, con su mano libre; subió su camisa y comenzó a acariciar su seno.

— ¿Se siente bien? — murmuró Draco con la voz ronca y pesada.

— Se siente malditamente bien.

Aumentó la velocidad de sus dedos, frotando firmemente ese punto que la volvía loca.

Sus ojos se voltearon de placer, su clitoris comenzó a palpitar.

Su corazón se aceleró, al igual que su respiración, y sus piernas comenzaron a temblar.

Se mordió el labio para no hacer más ruidos.

D R A C O.

Paso el pulgar repetidamente por su punta, para después subir y bajar rápidamente por su longitud, masturbándose con firmeza y fuerza.

Un leve y pequeño jadeo salió de sus labios.

Su estómago se contrajo y sus labios se entreabrieron.

Sintió un hormigueo bajarle por la espalda, y su movimiento comenzó a aumentar aún más.

— Quiero estar dentro de ti. Quiero sentirte.

— ¿Qué más? — su voz salía ahogada.

— Quiero que te corras sobre mi pene. Quiero lamerte. Volverte loca. Darte el placer que te mereces — gimió —. Maldita sea. Quiero follarte tan duro... ¡Oh, Salazar! Quiero destruir tu maldito coño.

— Dime más.

Draco comenzó a hablar entre jadeos.— Quiero que me montes. Sentir como bajas y subes por mi pene. Sentir tus senos sobre mi cara. Quiero joderte. Te necesito sobre mi. Necesito estar en tu interior, y llenarte de mi semen.

— Quiero que me llenes. Quiero... — gimió —. Quiero que me folles duro y sin compasión.

B E L L A.

Sus dedos entraban y salían de ella con rapidez.

Y de repente sintió un hormigueo en su estómago. Sus dedos se curvaron, y su liberación se apoderó de su cuerpo, haciéndola ver estrellas.

D R A C O.

— ¿Has llegado? — le preguntó con la voz entrecortada.

— Sí...

— Bonne petite fille.

— ¿Y tú?

— Estoy cerca — dicho eso, su semen salió de su punta, escurriéndose sobre su mano —. Listo... Nada como venirme dentro de ti, pero algo es algo.

Bella rió.— Te quiero, Draco.

— Yo también te quiero.

— Buenas noches.

——-

¿Caliente? Draco y Bella.

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