003
DRACO
La carta muy bien redactada había llegado a las manos del joven Malfoy.
Draco Malfoy:
Esperó que esta carta te llegue, y que al leerla entiendas que no tengo ni la mínima intención de casarme contigo.
¿Interesarme en tu fortuna?
Por Dios, no me hagas reír. He nacido en cuna de oro. ¡Soy la heredera de toda la fortuna de los Rosier! ¿Y piensas que puede interesarme tu fortuna?
Que esto quede muy claro...
No quiero casarme contigo, no tengo ni la mínima intención de hacerlo.
Ya le he dicho a mis padres que me niego, espero que tú también se lo hagas saber a los tuyos.
Métete tu carita por donde te quepa
.l.
Isabella Rosier.
Sin duda alguna, la más joven de los Rosier quería que Draco se enterará del odio que sentía hacia él en estos precisos momentos.
Pero lo único que le causo al heredero de los Malfoy, aquella carta... fue nada más ni nada menos, ¡que gracia!
El chico murmuró 'incendio' y la carta comenzó a quemarse, la tiró en la basura, y comenzó a reírse de la inmadurez de aquella chica con la cual estaba destinado a pasar su vida entera.
El chico se había plantado en no casarse con la más joven de los Rosier, pero sus padres se negaban rotundamente.
Pues claro que lo hacían. Un Pacto de Sangre los juntaba, sin mencionar el Juramento inquebrantable. Estaban obligados a casarse, y eso no se podía cambiar.
— ¿Draco? — la madre del chico irrumpió en su habitación.
— ¿Si, madre?
— Tenemos que irnos.
El chico abrió la boca para protestar, pero la mujer levantó un dedo hacia él, prohibiéndole hablar.— Sin protestar, Draco.
El chico se levantó de mala gana siguiendo a su madre.
Al estar fuera de la mansión, la mujer le pidió que le tomara la mano, el chico obedeció.
Y a continuación sintió como se salia de si mismo. Viendo imágenes contorsionadas. El estómago se le comenzó a revolver, y se mareó.
Después de unos minutos, los pies de Draco y de Narcissa por fin aterrizaron. El chico se abalanceo un poco, y después se enderezó.
Frente a sus ojos había una gran mansión, casi tan grande como la de él. Era de un color blanco cremoso, la reja era blanca con algunos pequeños adornos en dorado.
Vio a su madre avanzar hacia la reja, y tocó el timbre que había a un lado de esta.
A los segundos la puerta se abrió; dejándolos tener una mejor vista de aquella mansión. Había un camino de piedras hasta la entrada. A ambos lados se podia ver los jardines que poseía aquella mansión. Draco podía jurar que el jardín abarcaba hasta la parte trasera de la mansión.
El jardín estaba muy bien cuidado. El pasto era verde y fresco, habían algunas flores y rosas alrededor de los arbustos. Draco también llegó a ver árboles de frutas.
En cuanto a la fachada de la mansión, la cual era blanca cremosa. Era muy grande. Con grandes ventanales. La puerta era inmensa, de color blanco también, al igual que la reja, ésta contenía adornos dorados.
Narcissa se paró frente a la puerta, tocándola levemente, hasta que esta se abrió. Y Draco recién había caído en cuenta en dónde estaba...
Los Rosier.
Una mujer alta de cabello cenizo, ojos cafés. Con una sonrisa cálida, saludó a su madre con un pequeño beso típico de mujeres, y la invito a pasar al interior de la mansión.
Draco las siguió. Sin hablar, entro en aquella mansión. Observándola como si él no tuviera una.
Él tenía una...
Pero ésta tenía un ambiente diferente, un ambiente cálido y familiar...
Draco se permitió a si mismo observar la mansión.
Al parecer a los Rosier les gustaba el blanco, porque todo estaba blanco.
Las paredes eran blancas, el mármol era blanco con algunos adornos en negro.
Tenían varios cuadros... tanto de sus antepasados, como cuadros de decoración.
Era inmensa... realmente inmensa. No sabía por dónde empezar y por donde terminar. Sólo podía pensar que la carta que le envió a la chica Rosier fue una estúpidez. «¿Le interesa mi fortuna?» «Que idiotez.» El chico se sintió apenado por sus palabras, pero aun así él no se quería casar con aquella chica.
— Y éste es Draco, ¿cierto? — la señora de cálida sonrisa lo sacó de la nube de sus pensamientos. Draco al instante giró la cabeza, sonriendo levemente sin enseñar los dientes.
— ¡Así es! — respondió su madre.
— Todo un Malfoy — la mujer le sonrió, y le tendió una mano —. Ivy Rosier.— se presentó.
El chico con vacilación tomó la mano de la señora.— Bueno, ¿no es necesario presentarme, cierto? Ya me conocen.— respondio en un tono sarcástico.
Narcissa se sintió apenada. Frunciendo los labios dijo:— Discúlpalo, es todo un bromista...— la mujer se obligó a si misma a sonreír.
— Oh, no pasa nada, Cissy. Bueno, ¿pasemos a la sala de estar, no?
— Claro.— asintió su madre.
Ambos siguieron a Ivy hacia el interior de la gran mansión... Hasta que llegaron a una pequeña sala muy acogedora. Tenía varios sillones beige y una gran mesa negra en el centro. Algunos adornos sobre la mesa, y sobre otras mesas que habían en la sala.
Los tres tomaron asiento. Draco al lado de su madre sintiendose incomodó y preguntándose qué mierda hacia él allí.
— Isabella bajará pronto.— informó Ivy.
El chico rubio maldijo en voz baja, rodando los ojos.
Las mujeres siguieron hablando entré si, de cosas que al chico ni le interesaban.
Draco comenzó a mover su pierna de arriba a abajo, sintiéndose nervioso. Comenzó a jugar con su rodilla, pegándole con la yema de sus dedos, girando la cabeza en varias direcciones.
Escuchó unos pasos y dejó de hacer sus movimientos. Quedándose mirando fijo al ventanal que estaba al frente suyo.
Dos Elfinas entraron en aquella sala, con bandejas de oro.
Las elfinas dejaron sobre la mesa: varios pasteles, dulces, té, café, soda... y muchas cosas más.
— Gracias, Aida, Aina.— Ivy le agradeció a sus Elfinas.
Las Elfinas hicieron una reverencia a su ama. Las puntiagudas narices de ambas Elfinas casi tocan el suelo, después se retiraron.
Draco pensó que hasta sus sirvientes eran raros, pues los Elfos que él tenía vestían de una manera muy fea.
En cambio los sirvientes de la familia Rosier vestían de una manera más formal... Las Elfinas llevaban algunos vestidos, no muy cortos, ni muy largos, les llegaban a la rodilla, de color rosa pálido, y en la cabeza traían unos moños, aún sin tener pelo...
Draco dejó salir el aire que estuvo conteniendo. Llenando sus pulmones de oxígeno nuevamente. Y comenzando otra vez a mover la pierna de arriba a abajo, de una manera desesperante.
— Draco, querido — le habló Ivy —. Toma un bocadillo. Te ves muy pálido.
El chico asintió, y estiró el brazo tomando un pequeño bocadillo. Se lo llevo a los labios, abriendo levemente la boca para darle un mordisco.
Y el chico maldijo otra vez... «¿Por qué sus bocadillos son tan malditamente deliciosos?» se preguntó el chico, casi enojado.
El chico siguió probando aquel bocadillo. Era como si no pudiera dejar de hacerlo... Su paladar amaba el sabor del bocadillo.
Isabella Rosier estaba batallando con sigo misma, preguntándose si debía bajar o quedarse encerrada en su habitación para que los Malfoy se dieran cuenta que no quiere casarse con su heredero.
Pero una Elfina subió por ella a la habitación.
— Ama Bella — Habló con voz queda, la Elfina —. ¡Su madre me pidió que le dijera que ya tiene que bajar!
— Enseguida voy, Aina.— Respondio la chica con nerviosismo.
Se vio una vez más al espejo, admirando su aspecto.
Tenía un vestido negro ajustado, que le llegaba por encima de los tobillos. Los tirantes eran finos, casi invisibles. Y no era descotado, no enseñaba nada... La parte de arriba del vestido era una línea recta, conectándose con los tirantes.
El pelo lo traía suelto, con pequeños rulos en sus puntas. Su maquillaje era muy natural. Y en cuanto a sus zapatillas. Eran unas zapatillas negras y bajas, cómodas.
Ella siguió repitiéndose lo mismo mientras bajaba las escaleras y se dirigía a la sala de estar, en donde se encontraban sus "invitados".
Entró en aquella habitación, viendo a su madre en un sillón, a Narcissa en otro, y su heredero al lado de ella. Sobre la mesa habían varios aperitivos.
El chico sintió su presencia al instante que ella entró en aquella habitación. Sin poder evitarlo giró la cabeza para poder verla.
Y él volvió a maldecir por lo bajo...
— ¡Oh, Bella! ¡Dios mío, te ves... preciosa! — exclamó Narcissa al verla.
Bella se obligó a sonreír.— Gracias, Sra. Malfoy.
— Oh, querida. Llámame Narcissa o Cissy, por favor.— le dijo, mientras sonreía.
Bella comenzó a caminar, sentándose junto a su madre.
— Bella, te ves hermosa.— su madre besó su mejilla.
Los ojos de la chica pararon en el chico pálido frente a ella. Y se arrepintió de haberse vestido de negro, ya que Draco también estaba vestido completamente de negro.
«Mortifagos.» pensó burlonamente Isabella. A Isabella le parecía que a ninguno de los que alguna vez fueron unos Mortifagos se les había quitado la mañia de vestirse de negro, incluyendo a su familia.
— Qué tal... — habló Cissy —. ¿Qué tal... si van al jardín tú y Bella a charlar un poco, Draco? — la mujer miró a su hijo.
— No. Estoy bien aquí, gracias.— respondió él sin interés.
— Oh, pero si el día esta hermoso — habló esta vez Ivy, dirigiéndose a su hija —. Creo que a Draco le encantaría conocer la mansión, Bella.
— No lo creo — la chica se cruzó de brazos, arqueando una ceja —. Èl también tiene una mansión, no creo que sea de su interés conocer la nuestra.
Ambas mujeres se vieron a los ojos, sintiéndose frustradas.
— Bueno, entonces... ¿Ivy, iremos a Hogsmeade hoy? — Narcissa vio directamente a los ojos de Ivy. Esperando que la mujer captara su indirecta.
Ivy frunció un poco el ceño.— ¿A Hogsmeade?
Narcissa siguió enviándole miradas.— Si, a Hogsmeade. ¿Te has olvidado? Tenemos que comprar algunas cosas.
Ivy la cual recién había captado lo que Cissy quería hacer, asintió varias veces con la cabeza.— ¡Oh, Cissy! Por un momento lo olvidé. Por Salazar — exclamó —. ¿No les importaría quedarse solos un rato, no? — se dirigió a ambos chicos, los cuales tenían una expresión molesta.
— Si, si me importaría. Yo voy con ustedes, también tengo cosas que comprar.— se apresuró a hablar Bella.
— Las comprarás otro día, cariño.— replicó su madre.
Malfoy se levantó de su asiento, pasandose las manos varias veces por su pantalón, tratando de quitar el sudor que había en sus manos.— Yo me voy a la mansión, madre.
— Claro que no, Draco. La mansión está sola... Tu padre no volverá hasta tarde.
— Además — añadió Ivy —. Aquí tampoco no hay nadie... No quiero que Bella se quede sola.
Malfoy gruñó, y se dejó caer nuevamente sobre el asiento.— Bien.— respondió secamente.
Ivy y Cissy se tomaron de las manos como unas damas, y salieron de la sala. Dirigiéndose a Hogsmeade sin ninguna razón.
Bella que no se atrevía a mirar a ningún lado más que al suelo, se cruzó de brazos. Pensando seriamente en volver a su habitación, y dejar a Malfoy en ese sillón para que se pudra.
Ella se puso de pie, completamente segura en volver a su habitación. Pero antes que ella pudiera comenzar a caminar, la voz profunda y fría de Draco Malfoy llegó a sus oídos.
— ¿Adónde vas? ¿No pensarás en dejarme aquí, verdad?
— Eso es justamente lo que estaba pensado.
— Ni se te ocurra, Rosier. No quiero que algo se pierda y digan que fui yo.
— Oh... — Ella frunció el ceño —. No te preocupes. Aunque algo se perdiera, a mis padres no les importaría, tienen muchos repuestos en nuestra bodega.— le dedico una sonrisa burlona.
Él chico dejó salir una pequeña risa ronca.— Sabes... Me metería mi carita por donde me quepa... Pero — él se levantó y caminó hacia ella —. El problema es que... nunca me he metido algo por ahí, ¿sabes a lo qué me refiero? Prefiero meterlo yo.
La chica frunció el ceño, sintiendo un gran asco.— ¡Dios! — exclamó ella —. ¡Dios! ¡Eres un idiota!
Ahora Draco estaba más cerca de Bella. El aroma del chico llegó a las fosas nasales de Bella. Ella inhaló profundamente, hasta que sintió que podía embriagarse.
Draco colocó un mechón de su cabello detrás de su oreja, y se acercó lo demasiado, para que Bella pudiera sentir su nariz contra la piel sensible de su oreja... Entonces él habló.
— No... me... casaré... contigo.— arrastró las palabras en un susurró.
Ella se puso de puntitas para poder alcanzar al chico. Ahora su nariz rozaba con la piel de la oreja de Draco, entonces susurró en su oído.
— No...quería...que...te...casaras...conmigo.— arrastró las palabras al igual que él.
— No te hagas la difícil, Rosier — repuso él, ahora a unos centímetros de distancia —. ¡No te juzgó! ¡Todas quieren casarse conmigo! ¡Pero... pero, te recuerdo que tu mejor amiga, es mi novia!
Isabella no pudo resistirse, y estalló en una carcajada. Mirándolo fijamente a los ojos... Esos ojos grises.
— ¿Tú... — ella no podía articular palabra alguna por la risa —. ¿Tú... — volvió a reír. Trato de calmarse y tomar aire. Entonces prosiguió hablando —. ¿Tú en verdad crees qué me quiero casar contigo, y qué me estoy haciendo la difícil? ¡Dios! No he reído tanto en años... — ella fingió quitarse una lagrimita del ojo —. ¡Que no se te suban los humos, Malfoy! ¡No me estoy haciendo la difícil. No quiero casarme contigo, y nunca querré casarme contigo! En realidad, Malfoy... — Bella achicó los ojos, adoptando una expresión pensativa —. En realidad, nadie quiere casarse contigo. Oh, claro... tenías tu época en Hogwarts, en donde cada niña deliraba casarse o tener algún tipo de relación contigo. ¿Pero ahora? — chasqueó la lengua —. Neh... Nadie quiere estar cerca de ti — ella lo miro de arriba a abajo —. Nadie quiere acercarse al pequeño Draco Malfoy el Mortifago más joven. Ah... ¿y estabas orgulloso de ello, no es así?
Él chico rodo la lengua en su mejilla. Su expresión se volvió severa. Tenía el entrecejo fruncido, la nariz un poco arrugada. Y sus ojos estaban llenos de rabia. Dio unos pasos más adelante, más y más, hasta que la chica no tuvo más remedio que retroceder. Sintió su espalda pegarse a la fría pared detrás suyo. Y tal vez... tal vez por un segundo ella tuvo miedo, pero luego recordó que no le podía hacer nada. Ella ahora estaba pegada a una pared, con Draco Malfoy enfrente suyo, muy muy cerca de ella. La mano de Draco se pegó fuertemente a la pared, cerca de ella. Y Isabella pudo sentir la respiración agitada del chico sobre su cara.
— ¿Quién te crees para hablarme así?
— No necesito ser alguién, para hablarte de la manera que me plazca.— ella curvó los labios hacia abajo.
— ¿Y tú crees que alguién querrá casarse contigo? — espetó él con dureza. Sus fríos ojos viajando por el cuerpo de Isabella, para después parar sobre sus ojos —. ¡La pequeña Rosier, la hija de uno de los más fieles Mortifago al Señor Tenebroso! ¡La pequeña Rosier, la cual cree que con dejarse manosear por todos los hombres que se le presentan, conseguirá un pene fijo! ¿No es así?
Ella se burló.— Amigo, tus palabras no duelen, te falta mejorar un poco. ¿Quieres qué te abra mi mente? Digo... para así usar un poco de Legeremancia y poder entrar en ella, tal vez puedas encontrar algo para decirme y que me duela...
Pero a ella si le habían dolido las palabras salientes de aquellos labios rosados y finos.
Draco inhalo profundamente. Y ahora estaba más seguro de no querer pasar sus días con aquella chica molesta.
Se apartó de Isabella, caminando hacia el sillón, dejándose caer una vez más en el.
— Si no quieres casarte conmigo... es simple, fúgate con Astoria.
Él abrió mucho los ojos. Dejó salir un resoplido y desvió la mirada.
Él ya lo ha pensado, pero Astoria era obvio que se negaría.
— ¿Por lo menos lo sabe? ¿Se lo has dicho? — prosiguió hablando Bella.
— No — Respondio él con frialdad —. ¿Tú... tú se lo has dicho?
Ella se sentó sobre el sillón, lo más alejada de Malfoy.— No — respondio ella sin interés —. No he tenido la oportunidad de contárselo.
— Deberías.
— Tú eres su novio, no yo.
— Tú eres su amiga.
— Ok.— ella se limitó a contestar.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top