Capítulo VI: Demente

Después de pensarlo por mucho tiempo y cuestionarme por qué no le había puesto fin a esto hace mucho, decidí que lo visitaría. Posponer las cosas nunca sale tan bien como uno quisiera, pero no esperaba encontrarme con semejante espectáculo.

-¡Oh por Dios! No puedo creerlo, ¿eres tú, Charlie? -dijo emocionado, pero para mí era todo lo contrario.

Verlo con el cabello desarreglado, la camisa suelta, pantalones casi en el suelo, marcas de labios rojos pintada en la mejilla y lo más desagradable de todo, una rubia desnuda en mi oficina.

-Ejem -tosí disimuladamente.

-Cierto -murmuró como si recién se hubiera dado cuenta de que lo había encontrado a punto de tener sexo- Katrina, sal de aquí -le dijo cortante a la mujer.

-¿Qué...? -Fue lo único que pudo articular, ya que Ryan la tomo del brazo y la sacó de la oficina.

-Bien, permíteme un minuto que me arregle, ¿Por qué no te pones cómoda? -dijo y sin esperar respuesta se adentró en el baño y en exactamente un minuto salió con esa estúpida sonrisa que siempre tenía en el rostro.

Ryan nunca me había mirado con odio, mucho menos con desprecio. Su única expresión al mirarme y hablar conmigo, había sido una devota sonrisa a su ama.

-Ja, ja. No puedo creerlo. Hace más de dos años que no te veía, ¿Cómo has estado? -preguntó mientras tomaba asiento en el mismo sofá que estaba a punto de hacerlo hace un momento, como me repugnaba tener que estar en este lugar, respirar este aire y sentir su estúpida presencia, en el fondo, muy en el fondo de mí, lo extrañaba, pero ese era un sentimiento de la vieja yo, de mi niñez, un sentimiento que debía terminar hoy.

-He estado bien y por lo que veo tú también -comenté sarcástica.

-Nada de eso, me has hecho muchísima falta -afirmó, pero para volver a confiar en este demonio de dos caras, tendría que vender su alma.

-A mí también -respondí tranquila.

Conociendo a Ryan, no tardara en pedirle a alguien de servicio que traiga café y allí es donde iniciara su estúpida charla sobre el futuro, mi matrimonio y nuestra relación toxica.

-Tenemos mucho de que hablar, unas pocas horas no serán suficientes para ponernos al día, ¿te gustaría dormir en mi casa esta noche? -La verdad es que no me sorprendía su atrevimiento, después de todo, lo conocía bien, pero se le notaba nervioso- Pediré café, ¿te gustaría algo de comer? -preguntó y yo ya no aguantaba las ganas de acabar con esta farsa.

-No he venido a quedarme por mucho tiempo. Tengo algo que preguntarte -dije, pero me interrumpió.

-Siempre que vienes es por negocios, nunca tienes tiempo de quedarte -Sus estúpidos actos llegarían hasta hoy, pero por qué me carcomía tanto saber que todo era un simple teatro.

-Lo que tengo que hablar contigo es muy importante -insistí, pero esta vez se mantuvo en silencio- Hay algunas cosas que no han estado cuadrando y aunque esta empresa no tenga mucho que ver con mis otros negocios, están relacionados significativamente, así que cuéntame, Ryan -sonreí y podía notar nerviosismo en su rostro- ¿Por qué carajos me faltan cincuenta millones? -pregunté sin rodeos.

-Charlie... -intentó hablar, pero no se lo permití.

-Te hare otra pregunta -esta vez quien tragaba duro era yo, si esto se salía de control, no dudaba en que Ryan intentaría atacarme, así que debía estar preparada- ¿Aun tienes contacto con ellos?

Un silencio muy desagradable inundó el espacio, Ryan se mantenía con la cabeza agachada, probablemente pensando en cómo escapar de esta situación tan descabellada.

-Recibí algunos mensajes, pero eso fue todo, no he respondido nada y nunca me atrevería, lo sabes -Tiempo atrás habría sido capaz de creerlo, pero ya era demasiado tarde.

-Ryan, Ryan, Ryan -dije levantándome- Yo ya conocía la respuesta, pero esperaba que me fueras sincero, creí que si lo eras yo podría perdonarte, pero supongo que solo fue un vago pensamiento -mientras hablaba me había posicionado detrás de él y no dude en halarlo hacia atrás del pelo- Idiota, ¿Cómo se te ocurre engañarme? -grité enojada.

-Yo no te engañé, es todo un malentendido -se defendió mientras intentaba que lo soltara. Sus estúpidas palabras podrían haber tenido efecto si fuera la antigua yo.

-No, no. No es ningún malentendido. Se lo que hiciste. En realidad, se lo que has estado haciendo -enfaticé -¿Acaso tengo cara de estúpida, Ryan? ¿Crees que soy cualquier cosa? -Estaba muy enojada, pero sacar lo peor de mi en un lugar lejos de casa podría ser un problema.

-No, tú eres la más inteligente que he conocido -Pura palabrería. Yo era una estúpida por haber creído en el desde el principio. Si bien es cierto que dudé por un momento, no tardé en darle entrada mi vida, mis negocios y mi alma.

-¿Dónde están? -murmuré. Podría perder el control si no tenía cuidado.

-¿Qué...? -contestó incrédulo.

-¿Dónde mierda están? -grité- Esos bastardos que te enviaron -Si continuaba gritando alguien podría venir a comprobar el estado de su jefe.

Un maldito al cual le di acceso a mis empresas y dinero. Traicionada por alguien que en algún momento salvó mi vida. Alguien que era una admiración para muchos, incluyéndome a mi...

Flashback

-Mi pequeña princesa, ¿estas bien? -preguntó mi padre cuando desperté. Mis ojos ardían por haber llorado tanto y mi cabeza dolía como si hubieran lanzado cincuenta ladrillos encima mío.

-Papá -murmuré con la voz ronca.

-Lo siento tanto, pequeña. Debí haberte cuidado mejor, perdóname -Mi padre se lamentaba sentado a mi lado, sujetaba mi mano y la besaba con cada palabra. No quería que se sintiera culpable, pero después de todo era su culpa.

Tarde dos días en recuperarme por completo, pero en ese tiempo pude pasar tiempo con mi padre, lo cual hizo que el miedo que sentía hacia él se disipara un poco.

-Papá... -articule a duras penas, ya que mi garganta aun dolía- ¿Puedo preguntarte algo? -dije, pero empecé a dudar en si era una buena idea.

-Por supuesto mi pequeña -dijo cargándome.

-El hombre de ojos verdes -susurré- ¿Puedo saber que paso con él? -termine de preguntar, nerviosa de si mi padre se enojaría por preguntar por sus enemigos o por meterme en asuntos en los que no debía.

-¿Por qué quieres saberlo? -preguntó, en su rostro podía notar paz, pero a la vez odio. Supongo que aún estaba enojado con aquellos que me secuestraron.

-Es solo que... él es diferente -dije y miré el cielo al sentir como caían gotas de agua en mi cabeza.

-Esos maldi... -empezó a hablar, pero se detuvo al darse cuenta de lo que iba a decir- Ejem, ese hombre que mencionas se encuentra en el sótano -dijo y no pude evitar recordar a mi padre torturando personas- Vámonos, empezara a llover, podrías resfriarte -su respuesta me había dejado en duda, pero estaba decidida de lo que debía hacer. Si le decía a mi padre que lo salvara, no me haría caso, por lo que tendría que volver a visitar el sótano sin decirle a nadie y sin dejar que me descubrieran.

Fin del flashback

-Entren -hablé por teléfono, avisándole a Jackson y a algunos de mis hombres que se adentraran al edificio.

-¿Qué harás? Charlie, tú y yo tenemos un hermoso futuro juntos, ¿no lo entiendes? -gritaba mientras intentaba zafar mi mano de su cabello, pero yo lo mantenía bien sujetado y de vez en cuando tiraba de el para ponerlo aún más nervioso.

-Tu eres quien no entiende que nunca hubo un tú y yo. Te has vuelto loco con el pasar de los años, es momento que me encargué de ti -reí por lo bajo y en ese momento, Jackson y los demás entraron a la oficina.

-¡Señora! -saludaron todos al entrar.

-Encárguense de él. Nos lo llevaremos a la base -ordené.

-No, no, no. Charlie, no me hagas esto. Yo conozco tus secretos más preciados, por favor, no lo hagas -suplicaba, pero esa amenaza no la dejaría pasar tan fácilmente, pero antes de que pudiera decirle algo, vi como Jackson lo abofeteaba sin piedad.

-Es suficiente -reprendí.

Cansada de sus gritos en el trayecto a los vehículos, decidí enviarlo en uno aparte. Una vez en casa no podría librarse de lo que pensaba hacer con él.

-Señora -habló Jackson.

-Buen trabajo. Quédate aquí y recopila cualquier información que pueda sernos de utilidad en la investigación.

-Como usted ordene -dijo haciendo una ridícula reverencia y no pude evitar soltar un suspiro.

Noté que había varias personas en la calle apreciando el espectáculo, así que me adentré en el vehículo para ir a casa. En todo el trayecto no pude evitar recordar los meses en los que cuidé a Ryan e impedí que muriera por las constantes torturas. Lo limpié, alimenté y cuidé para que no perdiera la cordura, pero supongo que eso no fue suficiente para un asesino de su calibre, sin corazón ni piedad. Una maquina hecha con un único propósito, engañar.

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