Prólogo


365 días después...

—... Alanna siempre fue una persona difícil de descifrar. Yo la llamaba mi gran misterio porque realmente lo era y, eternamente lo será porque nunca llegaremos a saber si ocultaba algo más que aquello. Era fuerte. La chica más valiente que mis ojos han visto. Una caja llena de secretos de la cual no existía llave y era completamente imposible de abrir. Ella sabía lo que hacía y por donde pisaba a medida que avanzaba. Era digna de admirar...— decía uno de sus hermanos con la mirada perdida haciendo su declaración. Los ojos de su hermana pasaban por su mente una y otra, y otra vez.

La agente de policía tomaba notas a medida que el chico hablaba. Había perdido la cuenta de todas las personas que habían pasado por la sala de interrogatorios aquella tarde. Ni siquiera recordaba el nombre de aquel decaído chico que parecía sentir su mundo caer poco a poco sobre sus pies.

—... Es cierto que teníamos discusiones todos los días. No había un día en que no estuviésemos echándonos pullas. Supongo que esa era mi forma de demostrarle que en el fondo me importaba y no quería que le pasase nada malo porque, sabía que ella era feliz pero que también tenía problemas. Su vida no era tan perfecta como la pintaba porque sí, odiaba haber nacido donde había nacido, pero sobrevivía a su manera. He de admitir que también era servicial... Recuerdo que un día me ayudó a solucionar un problema, uno gigante que se me había venido encima de golpe.. Fue ahí cuando supe que en el fondo era sensible y que le importaba más de lo que demostraba porque siempre fingía ignorar a todo el mundo y que nada la interesaba, pero sé que no era así...— añadió otro de sus hermanos. Por su mente sólo pasaban esos gritos que escuchaba a todas horas cada vez que se cruzaba con ella e intentaba hacerla razonar. Él sólo quería adaptarla al mundo que le había tocado vivir y del que él era muy feliz de formar parte.

La agente García sabía que estaba ante algo grande. Algo que no podría sostener con sus propias manos porque las declaraciones cada vez eran más difíciles de entender, más profundas. Aquella chica era un completo enigma. Un enigma que ella estaba dispuesta a intentar descifrar aunque ni las personas más cercanas a ella hubieran podido desentrañar.

—... Era rebelde. Completamente indomable y eso le gustaba. Ella adoraba ser un misterio y que todos la considerásemos la chica rebelde de la familia. Ella sabía que esa era la mejor forma de mantenernos alejados de su camino. Era astuta, siempre iba un paso por delante y no había un día que no quisiera saber con ansias qué hacía, con quién estaba o dónde se encontraba exactamente. Y sé, claro que sé, que lo que descubrimos aquella noche sólo era una pequeña parte de todo lo que ocultaba. Fue solo la punta del iceberg— estaba pensativo. La siguiente pregunta lo había dejado todavía más ensimismado. Subió la cabeza y miró con frialdad a la agente—... Sólo la vi caer una vez. Lloraba desconsoladamente en el jardín bajo un manto de estrellas que se dejaron ver aquella noche. Esa fue la primera y última vez que la vi desmoronarse de aquella manera. Siempre lucía dura, completamente irrompible, pero en el fondo era sensible. Sólo tenía una máscara. Una máscara que ella sabía que tarde o temprano se caería.

El golpe que dio el joven en la mesa la hizo sobresaltarse. La ira que irradiaba aquel chiquillo la había dejado sin habla. No tenía la mirada perdida como otro de sus hermanos y tampoco había expresado ni una pizca de amor por ella. La detestaba o quizás sólo en aquel momento en que ella había provocado que todo su mundo de reyes y fiestas se hubiese sumido en el caos. Su sonrisa cínica inquietaba a la agente, ¿es que acaso estaba feliz de haber visto a su hermana llorar? Parecía que verla desmoronarse era un gran logro para las personas que vivían a su alrededor.

—... Podría haber ganado muchísimos concursos de belleza si se hubiese metido en ellos porque era guapísima. Creo que nunca he visto a una chica guapa sin la necesidad de usar treinta kilos de maquillaje. Era natural, pero con un gran carácter que te echaba para atrás con sólo mirarla a los ojos. Siempre era la primera en nuestros rankings secretos de las más guapas del instituto. Pero eso ella nunca lo supo, creo que ni era consciente de lo que provocaba con su presencia en nosotros— contaba uno de sus compañeros de clase.

En el instituto era alguien respetada. Cosa que la agente no llegaba a comprender, ¿habría sido agresiva con algún compañero? ¿O simplemente era su presencia lo que les incitaba a mantenerse en silencio?

—... Era feliz a su manera. Le gustaba salir con aquel chico de tatuajes. Ella lo veía como un amigo, lo sé, porque esa fue la única vez en que me contó algo sobre su vida personal, sobre sus sentimientos. Era una mentirosa compulsiva y una manipuladora experta, pero aquel día vi la verdad en sus ojos. Soy buena para saber cuándo alguien miente y en ese momento, ella no lo hacía. Él la quería. Creo que nunca podré llegar a conocer una amistad tan fuerte como la de ellos dos. Ya sabe lo que dicen, la gente cambia, unos entran y salen de tu vida, algunas personas están de paso y otros solo entran para que aprendas una lección. Pero su relación no era así, eran uno e iban de la mano en cuanto a descubrir cómo funciona el mundo. Vivían la vida a su manera. Soy joven pero entiendo de estos temas, créame. Eran una pareja de amigos incomprendidos que no les importaba ni lo más mínimo que el mundo estuviese en llamas, más que nada porque ellos habían sido los que prendieron la mecha. Así que lo único que puedo decirle con total certeza es que cualquiera querría al chico de tatuajes en su vida y mi hermana era muy afortunada de tenerlo.

Mientras la pequeña de la familia salía de la sala, la agente García se preguntaba cómo era que esa chica fuese tan misteriosa. Cómo es que nunca nadie supo lo que pasaba por su mente, lo que sentía. Frente a ella se sentó un chico. Su respiración era acelerada, estaba nervioso y ofuscado. Sus puños estaban completamente cerrados sobre la mesa, y blancos. Los brazos estaban rodeados de tinta, dibujos e inscripciones que recogían las entrañables historias que ese joven aguardaba.

—...Siempre deseé que el mundo pudiera conocerla como yo lo hacía, supongo que por esa razón le presenté a mis amigos. Me sentía el tío más afortunado del planeta por saber que ella sólo confiaba en mí porque yo pude ver a la verdadera Alanna Raymond y le juro que era una chica especial. Su risa era música para mis oídos y no era para nada lo que la gente pensaba de ella. Era de ese tipo de chicas que arrastran durante toda su vida una larga lista de falsos rumores sobre su vida. Era envidiable por la seguridad y la valentía que desprendía con cada paso que daba y yo pude ver en la cara de aquellas pijas la envidia que sentían porque ella era real aunque se ocultase tras esa estúpida máscara.

El chico de tatuajes parecía estar contando la mayor verdad de su vida. La quería, eso estaba muy claro. Quizás era la única persona que había podido descifrar el enigma que había sido esta chica. O quizás, ni siquiera tuvo que intentarlo sino que ella misma le dejó la vía libre. Tuvo que haber sido un gran amigo, eso estaba muy claro.

—Cuando la vi con mi amigo, el de tatuajes, pensé que estaba muy loco saliendo con aquello. Era toda una niñata pija o eso dejaba ver, con ese uniforme que apestaba a seda y ese pelo perfectamente recogido, aunque todo cambió cuando nos hizo saber uno de sus mayores secretos. Nunca pensé que sería ella porque a simple vista parecía frágil, sensible y para nada grosera. Jamás en la vida una chica me había golpeado tan fuerte como ella. Rompía con todos los clichés existentes, se lo aseguro. Ahí entendí por qué mi amigo pasaba tantas horas con ella, porque era real y para nada lo que la apariencia dejaba ver. ¿Sabe usted lo que aprendí de esa chica? Que los prejuicios pueden llegar a ser muy engañosos.

El chico se puso en pie y salió de allí soltando un largo suspiro. No entendía nada de lo que estaba pasando, pero sabía que si su amigo de tatuajes estaba tan afectado era porque algo grave había sucedido con la chica que tantas veces le había dejado con la boca abierta.

—... No la conocí mucho para lo que debería. Sólo un poco y lo poco que vi de ella me encantó. Bueno... siendo sinceros, me dio miedo porque era mi maldita alma gemela— se carcajeó la chica. Su risa era muy diferente a la que anteriormente había escuchado. La agente la observó con curiosidad. No sabía si se reía por indiferencia o por nerviosismo. — Me vi reflejada en ella desde el primer día en que la vi y eso no era bueno porque míreme, ¿qué soy? No soy nada. Un desperdicio, lo sé...— tragó en seco. Se puso seria. — La verdad es que todavía tengo pesadillas sobre lo que pasó esa noche. Siento que fue mi culpa. Todo lo que salió a la luz lo había traído yo y es algo que arrastraré durante toda mi vida— dice con ansiedad mientras juega con sus dedos. En sus uñas habían restos de pintura azul eléctrica— Ella era una niñata, no lo niego. Aunque no podemos esperar más de una adolescente de diecisiete años con intentos fallidos de convertirse en una mujer. Pero era increíble, cualquiera hubiese dicho que tenía esa edad. Tenía las ideas tan claras que asustaba, y estaba tan loca, que la diversión estaba asegurada con ella.

Le sorprendía hablar con esta chica, o lo poco que quedaba de ella. No paraba de revisar su historial una y otra vez, pues la cara de ella era el vivo retrato de Alanna. Cualquiera diría que no era la chica con un par de kilos menos y el rostro demacrado porque sus ojos oscuros, su pelo castaño y su tez casi pálida, esos rasgos tan misteriosos de su cara y esa sonrisa tan segura de sí misma podrían decir que era ella.

—... Nunca pensamos que ella pudiese llegar a hacer algo así. Desde que era pequeña supimos que nos daría más guerra que el resto de sus hermanos. Pero pensamos que con el tiempo se le pasaría y terminaría sintiéndose tan afortunada como nosotros. Aunque nada fue así. Nuestra hija era una bomba de relojería que sin saberlo, explotaría...

Los padres parecían tan derrotados como los primeros hermanos que entrevistó. La confusión estaba presente en el ambiente, ellos no sabían que hacer. Estaban perdidos. Eran náufragos a la deriva de un barco que poco a poco se hundía y que nadie podría salvar. O quizás sí.

La agente García se despidió de los padres de la joven y dejó pasar a la última persona que iba a ser entrevistada ese día.

—No aparentaba ser tan rebelde como lo era. Cuando la conocí iba vestida con ropa de pijos y se veía hermosa con aquel ceño tan fruncido— sonrió mirando sus manos que jugaban entre ellas con tranquilidad— Se le arrugaba la frente cuando se enfadaba y aun así, yo la veía perfecta, ¿sabe? Sabía que era difícil y creo que eso fue lo que me atrajo a ella como un imán. Sentí la necesidad de acercarme y dios, nunca había creído en el destino hasta que la conocí. Era increíble. Parecía la típica niña rica que quiere hacerse la mala rompiendo un par de reglas, pero en el fondo era todo un mundo. Un mundo que engañaba a la vista de cualquiera— volvió a reír. Por su mente pasaban todas esas risas que pasó junto a ella. Aquel tatuaje que se había hecho en su honor. El tatuaje lucía como ninguno entre tantos que tenía en su brazo— Creo que perdí la cuenta de todas esas veces en que me sorprendió. Todos los días descubría algo nuevo de ella, algo que rompía con los esquemas y rumores que arrastraba. Me sentí afortunado porque yo fui la única persona, que descifró ese enigma. La única que conoció realmente a esa maravilla de ojos color miel. Yo traspasé la armadura que rodeaba el corazón de Alanna y créame— decía él poniendo ambas manos sobre la mesa y acercándose hacia la agente como si fuese a contarle un gran secreto— No fue tarea fácil, seguramente la cosa más difícil que he hecho en toda mi vida y probablemente se esté preguntando en lo más profundo de su mente, ¿y ahora? Ahora simplemente me siento el tipo más orgulloso de la faz de la tierra.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top