Capítulo 9
Lo sucedido hace dos días todavía ronda por mi cabeza y cada vez me siento más insegura yendo al instituto. Si ya lograron descubrir dónde estudio, no tardarán en saber dónde vivo y quién es mi familia como mismo le pasó a Marcos. Cuando le conté el intento de atropello casi se desmaya, no podía creerse que hayan llegado a esos extremos y encima haciéndolo público. La idea de contárselo a Nico pasó por mi mente, pero no lo he hecho porque sé que se pondría como loco y ya tiene suficiente con su madre.
Me bajo del coche junto a mis hermanos y desaparezco de su vista sin decirles nada. Ya he escuchado todo tipo de rumores sobre lo sucedido hace unos días y es que, hasta en los colegios de gente pija corrían los chismes como la pólvora. El más gracioso de todos es el que dice que el tipo era un ucraniano el cual había conocido en una de mis escapadas al Este de Europa. Todo esto lo sacaron por el simple hecho de que el chico era más blanco que la leche y se había acercado a mí para susurrarme en "ucraniano" que había vuelto por mí.
Alucinante, lo sé.
Dedico mis típicas miradas de odio a todos los que me observan en el pasillo como si fuese un bicho raro cuando me cruzo con los mellizos y sus amigos. Estos sueltan silbidos hacia mí y consigo captar los ojos del chico con el que me choqué el otro día en clase cuando el profesor Ventura me llamó. Este se ríe de mí junto a sus amigos.
— ¿Estás embarazada, Alanna?— exclama uno de ellos ganándose risas y más risas del resto.
Ni siquiera escucho a mis hermanos decirles nada, me atrevería a decir que se han reído junto a ellos. Levanto mi queridísimo dedo medio y todos sueltan un largo "Uhhh" al mismo tiempo que se vuelven a reír.
—Alanna, espera— escucho decir a uno de ellos caminando hacia mí.
Prácticamente corro por el pasillo huyendo de él, pero me alcanza y me corta el paso. Es el mismo chico del otro día, ¿qué tiene conmigo?
—No les hagas caso, son unos inmaduros— suelta restándole importancia.
Lo miro de pies a cabeza y alzo una ceja. Una parte de mí me dice que no sea grosera y lo trate bien porque está siendo simpático conmigo. Sin embargo, la otra parte de mi me dice claramente que lo aleje de mí porque es un idiota en toda regla. Si mal no recuerdo humilló a Cathaysa, la pesada chica a la que le planté cara el otro día, diciéndole que no quería nada con ella.
Todo sucedió hace unos días y parece que han pasado años.
— ¿Acaso eres tú el maduro aquí?
La sonrisa de "me duele la cara de ser tan guapo" que tenía anteriormente es sustituida por una de susto, no sabría muy bien cómo explicarla pero el caso es que ahora está serio y probablemente deseando que la tierra se lo trague.
—Sé que no me crees pero puedo demostrártelo.
Wow, me esperaba una respuesta más incoherente.
— ¿Y cómo podrías?
Eso provoca que sonría ampliamente. Ya sé por dónde van los tiros y creo que este chico está muy mal de la cabeza si cree que tendré algo con él.
—No sé, quizás podríamos salir a algún lado, ¿qué me dices? Tú, yo y una buena cena en el restaurante más caro de toda la ciudad— propone entusiasmado.
Me pregunto por qué todos los chicos de este instituto tratan de comprar a las chicas con cosas caras. Si alguien me gusta de verdad me va a dar igual a dónde ir o qué hacer. No voy a mirar si paga la cena por mí o si vamos al lugar más caro de la ciudad. Además, principalmente no iría a cenar. Eso sería demasiado típico.
—Sigue soñando...— comienzo a decir pasando de largo por su lado.
—Apolo.
— ¿Cómo?— me giro para mirarlo en un intento de comprenderlo.
—Me llamo Apolo— responde con el ego todavía por los aires.
No le respondo a eso, simplemente vuelvo a darme la vuelta y camino lejos de él rumbo a mi clase. Saludo al profesor Ventura con sequedad a pesar de que este no me presta ningún tipo de atención.
—Madame Bovary— me llama cuando ya me he sentado en mi asiento.
Subo la cabeza y lo miro a la espera de que diga algo, pero sólo sonríe. Hoy tiene la barba más dejada, como si ya hubiese parado de dejársela perfecta. Al igual que las cejas. En ese momento, Apolo entra en clase y pasa por mi lado sin quitarme los ojos de encima. Supongo que no estará acostumbrado a que lo rechacen, al igual que a todo el clan de los mellizos.
— ¿Has buscado lo que te dije? ¿O no?— añade el profesor.
Suspiro. Teniendo en cuenta que tengo a unos hombres bastante peligrosos persiguiéndome y reclamándome un dinero que no tengo, he tenido la discusión del siglo con mi familia y he terminado a altas horas de la noche golpeando una papelera y al día siguiente casi me atropella uno de esos locos hombres pues obviamente, no he tenido tiempo de buscar sobre esa mujer.
—No.
Contarle eso al profesor Ventura provocaría que fuese todavía más pesado conmigo de lo que ya lo es. Cosa que no comprendo porque en ningún momento quise ser su alumna favorita o algo así.
— ¿Podemos comenzar con la clase?— salta de repente Cathaysa. La miro sorprendida por su atrevimiento y sonrío. Me flipa este cambio en ella. La veía más calladita y pesada. Al verse tan observaba, vuelve a hablar— No creo que este sea el momento más adecuado para que usted se ponga a hablar con su colega teniendo en cuenta que mañana tenemos un examen.
¡El examen!
Lo había olvidado por completo. Pero volviendo al tema, ¿Su colega? ¿Qué bicho le ha picado a esta chica? ¿Dónde está la Cathaysa pesada que perseguía a todos para que la votasen para el consejo estudiantil? Sabía que las personas cambiaban y que no somos las mismas personas que ayer, pero no pensé que ella fuese a dar este cambio tan radical. Hablar así a un profesor aquí es grave.
—Claro que sí, discúlpeme— murmura Ventura con cierta incomodidad comenzando a escribir en la pizarra.
El día transcurre lento, parece que el reloj perdió el acelerador y va en tiempo muerto porque las agujas se movían con una lentitud agobiante. Tras volver del instituto, me encerré en mi habitación para estudiar durante toda la dichosa tarde. Una vez que los termino, veo que por la ventana de mi habitación no entra ni un solo rayo de luz. Ya es de noche. Por ello, dejo todo como está y me acuesto en la cama de lo más rendida. Al mirar el reloj me quedo de piedra pues son las tres de la mañana y tengo que levantarme dentro de tres horas para ir al instituto. ¿Cómo voy a aprobar un examen así?
Cierro mis ojos en un intento por dormirme, pero un fuerte estruendo proveniente de la ventana me sobresalta. Abro mis ojos de golpe y observo a la figura que se levanta con cierta torpeza del suelo agarrando una bolsa negra con su brazo derecho. En cuanto al cuerpo, diría que es un hombre, pero nunca se sabe. Vuelvo cerrar los ojos para poder pensar con claridad.
Podría ser uno de Los Anteos.
Me han encontrado y está claro que vienen a darme otro aviso. Entrecierro los ojos para ver dónde está. Casualmente se encuentra de espaldas a mí mirando en los cajones de mi escritorio con rapidez. Me levanto de la cama ignorando el hecho de que el corazón se me va a salir del pecho en cualquier momento y cojo de debajo de la cama un bate de béisbol. Recuerdo que fue un regalo de uno de los amigos cirujanos de mi padre de los Estados Unidos. En su día fue un regalo estúpido, porque ni siquiera comprendo ese deporte, pero en estos momentos me parece ideal.
En realidad, ya lo tenía preparado debajo de mi cama por si venían a por mí una vez más ya que, no me iba a quedar de brazos cruzados viendo cómo me iban a torturar o matar.
El sujeto no parece darse cuenta de mis movimientos y cuando menos se lo espera golpeo con fuerza su espalda sin saber muy bien dónde darle. Este cae al suelo y se retuerce de dolor. Aprovecho su distracción para poner ambas manos sobre su cuello e inmovilizarle las manos con mis piernas.
He aquí el resultado de ver una buena película de acción.
— ¿Quién te envía? ¿Y qué haces aquí?— es lo primero que digo sacándole el pasamontañas de la cara.
Él está completamente alucinado y no parece asimilar que lo he pillado. Su piel se torna roja por la fuerza que estoy ejerciendo en su cuello, trata de hablar pero no le entiendo nada. Al darme cuenta de que lo estoy asfixiando aflojo un poco mi agarre.
—S-sólo soy un intento de ladrón— balbucea.
Suspiro aliviada y lo suelto dejándome caer a su lado. Este se sienta para recuperar el aliento y tose para volver en sí. Por lo menos no es uno de esos matones. Lo observo bien mientras habla para sí mismo sobre lo mal que han trazado el plan. Si ha hablado en plural es porque esto fue idea de un par de cerebritos con buenos programas informáticos.
—Joder, ¿el golpe era necesario? Por poco me dejas en silla de ruedas...— masculla sobando su espalda.
Espero no ser la única que ve esta situación absurda porque no me parece normal como estoy actuando ante la presencia de un ladrón.
— ¿No vas a gritar?
Niego con la cabeza y camino hacia mi cama para después tumbarme en ella. El chico me mira expectante mientras me tapo con el edredón. No tengo ganas de nada y está claro que no va a matar ni a una mosca con esa torpeza. Sin lugar a dudas es un ladrón en prácticas.
—Mañana tengo un examen importante así que puedes robar todo lo que quieras mientras que no esté en mi habitación— digo.
Él no dice nada, simplemente camina hacia la ventana y como yo esperaba se va balbuceando cosas en silencio. Cuando se va, cierro mis ojos y me quedo completamente dormida.
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