Capítulo 8
— ¿Sabes que fue lo primero que pensé cuando te vi salir de aquel trasto con esos horrendos tacones?
Golpeo su hombro amistosamente y él se aleja de mí dramáticamente mientras yo me río. Llevamos bastante tiempo paseando y lo poco que sé de él me encanta. No sé cómo consigue hacerme olvidar los problemas que actualmente me rodean, ni siquiera sé me ha pasado por la cabeza el hecho de que alguno de esos hombres pueda verme.
—Franklin no es un trasto, ese coche corre más que cualquier otro coche en la faz de la Tierra— lo defiendo.
Él se ríe.
—Pensé que íbamos a llevarnos fatal sólo por cómo me miraste. Das miedo, ¿lo sabías?— dice mirándome a los ojos fijamente. Me río y ruedo los ojos. Será exagerado. — ¿Franklin es tuyo?
Asiento pensativa. Recuerdo el día en que lo vi. Iba paseando por la ciudad junto a Nico cuando de repente vi a un hombre colgando un cartel de "se vende" en el cristal delantero. Al principio pensé, ¿está loco? Era una completa preciosidad negra y clásica. Así que me acerqué a él y le dije que se lo compraba. Por suerte no ofrecía mucho dinero, más bien lo regalaba porque el coche valía mucho más que aquello, así que ahorré el dinero y me lo compré. Obviamente lo puse a nombre Nico porque yo no tenía la edad suficiente, pero pronto será mío oficialmente.
—Algo así.
A Caleb no le convence mi respuesta por lo que me mira entrecerrando sus ojos.
—Eres muy misteriosa, Alanna Raymond— dice asintiendo con la cabeza.
—Todos tenemos parte de misterio— me encojo de hombros.
Él se queda pensativo analizando mis palabras. Quizás me he pasado de filosófica pero es la pura verdad. Me tomo su silencio como una afirmación ante mi respuesta y le arrebato la correa del perro.
—No lo había visto así, pero no sé por qué no logro descubrir ese mundo interior tuyo. Es si hubiera una...— comienza a murmurar pensativo hasta que lo interrumpo.
— ¿Armadura? Sí, sé a lo que te refieres.
—Armadura... Iba a decir coraza o muralla pero sin duda alguna armadura suena mucho mejor.
Sonrío para mis adentros. Nadie puede descifrarme, ¿Cuántas veces lo he dicho ya? Creo que he perdido la cuenta. La armadura que rodea mi corazón es implacable. Incluso contra cualquier chico con una cara bonita.
—Oye Titán, ¿Qué tal si huimos de tu dueño el investigador de personas?
Su perro babea más que nunca y me mira con la cabeza torcida como si realmente tratase de comprenderme. A su lado Caleb se ríe y niega con la cabeza. Aliento al perro para que corra y comenzamos a huir de él. La escena se resume en Titán y yo corriendo con todas nuestras fuerzas calle abajo mientras Caleb nos persigue en un intento por alcanzarnos. Aunque no tarda en llegar hasta nosotros ya que, yo tampoco estoy por la labor de correr mucho.
—Misteriosa, atractiva, agresiva y graciosa. Interesante, gruñona, interesante — dice cuando paramos para recobrar el aliento.
¿Atractiva? Ese calificativo jamás lo había imaginado. Es cierto que mi hermana Casia era la más guapa de todos nosotros, pero yo tampoco me quedaba tan atrás. Digamos que mis piernas largas, mi cuerpo esbelto y las curvas de mi cintura me daban un toque. No obstante, no lo consideraría atractivo. Vuelvo a golpear su hombro ligeramente haciendo que él se carcajee de mí. Su risa retumba por todo el vecindario de casas que nos rodea.
—Mm... en cuanto a lo de antes... — trato de explicarle pero las palabras no quieren salir de mi interior. Es como si estuvieran atascadas.
—No te preocupes por eso, todos tenemos días malos. Hay quien se encierra en su cuarto a escuchar música triste y personas como tú que prefieren salir y destrozar cosas— dice ayudándome a arrancar.
Ruedo los ojos. Últimamente los días malos parecen ser cosa de mí día a día y no debería ser así. Estoy cansada de que mi familia condicione continuamente mis estados de ánimo. Siempre he querido ser libre, no sentirme atada a nada, pero resulta que los que me atan con cadenas son ellos y creo que hasta ahora no fui capaz de verlo. Mi suspiro es inevitable.
—La situación en mi casa es muy delicada, ¿sabes? Mi familia no me comprende y tratan de cambiarme todo el tiempo... Odio tener esa sensación, ya sabes... Esa en la que tienes claro que por más que quieras no podrás librarte de lo que te rodea y dios, asimilarlo me pone enferma— intento explicarle.
Siento que puedo confiar en él. Es la primera vez que hago algo así, probablemente Nico estaría orgulloso de mí. Caleb me observa con detenimiento, sé que ahora se viene ese "te comprendo" o un típico consejo así que vuelvo a hablar en busca de otro tipo de respuesta.
— ¿No te ha pasado que a veces te cansas de lo que te rodea?
Caleb se queda pensativo ante mi pregunta y el silencio reina en el lugar. Observo a su perro el cual se ha tumbado sobre la acera para descansar tras la inesperada carrera de antes. Imito su acción y me tumbo de cara hacia las estrellas. Hoy es uno de esos días despejados que te permiten ver el cielo y todo su esplendor. Cuando era pequeña podía verlas mejor, pero la polución y los días repletos de nubes se han encargado de que las vea con poca frecuencia. Él se me queda mirando como si estuviese loca y tras pensárselo durante unos segundos, termina imitando mi acción y se tumba a mi lado mirando hacia el firmamento y obviamente, a la deslumbrante luna.
—Sí, por eso precisamente me fui a Irlanda con mi abuelo. Estaba cansado de la monotonía. Ir al instituto, pasar la tarde haciendo deberes, escuchar las broncas de mi padre por sacar malas notas, salir por el barrio con los mismos de siempre, ir a clases extra escolares y vuelta a empezar. Era un círculo que no tenía fin y se repetía todo el tiempo. Ni siquiera me gustaba la gente con la que me juntaba. Era muy infeliz hasta que dije, hasta aquí llegamos y me fui.
Eso suena realmente bien, ¿a dónde podría irme yo? A lo mejor a Nueva York, podría vivir en un piso para ver todas las mañanas el Empire State Building desde mi hermoso ventanal en lo más alto del edificio o a las Tierras Altas de Escocia para perderme por esos paisajes verdes que te roban el aliento. Aunque seguramente terminaría aburriéndome de ello. Siempre acabo aburriéndome.
— ¿Y por qué volviste?
—Mi padre necesitaba ayuda en el mecánico, mi madre se fue y todo era un caos aquí. No podía dejar a mi padre sólo con toda esta basura. Al principio pensé, joder, no quiero volver otra vez a allí. Me daba miedo la monotonía, pero después alguien muy gruñón me amenazó con pegarme por romper su coche y me dije, a lo mejor no estoy tan cerca de la monotonía como pensaba.
Me río ante su comentario. Algo me dice que hace poco que llegó. Lo cierto es que, aunque sólo lo haya visto en dos ocasiones, lo siento cercano a mí, no tanto como a Nicolas pero parecido. Es una sensación extraña, es como si lo conociera de toda la vida. Además, consigue ganarse mi simpatía. Cualquiera me habría llamado loca por tumbarme en mitad de una acera a las doce de la noche y hablar sobre la vida misma.
—Y en cuanto a lo de tu familia déjame decirte que vueles alto. Eres joven, qué digo, somos jóvenes, deja de pensar tanto en lo que te ata y lo que no y disfruta de esto porque no lo tendremos siempre. Cuando sientas que te ahogas dentro de tu casa grita, ¡Qué le den al mundo! — dice eso ultimo casi gritando.
Sonrío. De repente, gira su rostro y me mira directamente a los ojos. Su piel es tan perfecta que no tiene ni un solo grano. Poco a poco voy bajando hasta quedarme mirando sus carnosos labios, él hace lo mismo y por segundos, nos quedamos mirándonos con bastante intensidad. Con deseo. Hacía tiempo que no tenía tantas ganas de besar a alguien.
—Te diría que tienes una sonrisa muy bonita pero probablemente me pegarías así que venga, grita conmigo...
Su voz me saca del trance, estábamos tan cerca que de un solo movimiento nos habríamos besado y madre mía, me había quedado con las ganas. Él esboza una sonrisa casi pudiéndome leer el pensamiento y es ahí cuando recuerdo lo que ha dicho. Por un momento no logro entender a lo que se refiere, pero cuando veo que infla su pecho y fija su vista hacia el cielo estrellado, lo comprendo.
— ¡Que le den al mundooooooo!
Comienzo a carcajearme hasta tal punto de que una lágrima se desliza por mis mejillas. Caleb, con una expresión de euforia y un brillo en los ojos, se gira para mirarme a la espera de que imite su acción y eso hago. Inflo mi pecho y con todas mis fuerzas grito:
— ¡Que le den al mundooooooo!
Caleb se ríe junto a mí y vuelve a repetirlo pero está vez nuestras voces se unen en el aire. Después se hace el silencio y seguidamente solo se escuchan nuestras carcajadas. Eso acaba de ser tremendamente gratificante.
—Empiezas a agradarme, Donovan— comento provocando que se vuelva a reír.
— ¿De verdad? Parece que tumbarme en esta acera llena de pis de perro e infestada de gérmenes de todo tipo y gritar como si fuese un loco está dando sus frutos.
Vuelvo a golpearlo pero esta vez es diferente, parece como si algo fuese a cambiar. A lo mejor he encontrado la luz al final de este largo túnel o simplemente es alguien más del montón. No lo sé, pero lo que sí sé es que algo acaba de cambiar para ambos.
A la mañana siguiente voy al instituto junto a mis hermanos en el coche. Durante todo el trayecto estamos en completo silencio y eso lo agradezco. Está mañana he podido ver las marcas en mis muñecas del agarre que ejerció Isaac sobre mí. Así que no me ha quedado otra que usar una chaqueta de uniforme más grande para cubrir mis muñecas al máximo.
—Sólo espero que el profesor de matemáticas ponga algo que me sepa en el examen...— le decía Gael a Noel mientras nos bajábamos del coche.
De repente, un coche desconocido aparece a gran velocidad en mi campo de visión y cuando menos me lo espero Casia me empuja heroicamente para que no me atropelle. El sonido de los frenos chirriar contra el asfalto llama la atención de todo el mundo y ese desagradable sonido, me da un vuelto al estómago. Todos miran la escena expectantes y creo que sería un buen momento para que la tierra me tragase. Mis tres hermanos nos miran horrorizados desde el otro lado de la acera, como si les fuese a dar un paro cardiaco en cualquier momento. Un chico de unos veintitantos se baja del coche todavía en marcha, no alcanzo a ver si iba acompañado por alguien más. Cuando nuestras miradas se cruzan me quedo helada pues lo reconozco al instante.
Es uno de Los Anteos.
Me han encontrado.
Él se acerca peligrosamente a mí y yo me alejo intuitivamente chocando contra nuestro coche. Trato por todos los medios de alejarme de él, no obstante, es imposible pues consigue acorralarme contra el coche. Giro mi rostro porque soy incapaz de mirarlo a la cara y es ahí cuando acerca sus labios a mi oreja para susurrarme algo. Siento las miradas de preocupación de mis hermanos clavadas en mí y en este individuo. Sin embargo, estoy tan petrificada que no soy capaz de empujarlo para que se aleje.
—Dile a tu amiguito que no hay tiempo extra. Así que espero que esto te sirva para saber lo que les pasará si no nos pagan dentro de seis días. Nos vemos, pijita— susurra con voz neutral. La gravedad de su voz y esa fiereza, me acojona a más no poder.
Dicho eso, me hace cara haciéndome brincar del susto y tras comprobar que me ha atemorizado lo suficiente, se aleja de mí casi robándome el aliento. Sin quitarme ni un ojo de encima, se mete en su coche y con dos bruscos movimientos de volante desaparece del aparcamiento haciendo un gran estruendo. No me creo que hayan estado a punto de matarme, he estado al filo del abismo en un abrir y cerrar de ojos.
— ¿Quién era ese energúmeno, Alanna?— me pregunta Casia lanzándose sobre mí con preocupación.
Todos mis compañeros están presentes en la escena y forman un gran círculo de murmullos alrededor del aparcamiento. Isaac y Gael se miran sin saber muy bien que hacer y Noel se acerca a mí con aires de desasosiego.
—Ese tipo ha estado a punto de atropellarte, ¿estás bien? ¿Te duele algo?— afirma él poniendo una mano sobre mi hombro. Con un hábil movimiento, atrapa mi barbilla entre sus dedos y gira mi rostro hacia un lado para analizarme.
Yo todavía no logro asimilar lo que acaba de suceder. Seguramente esté tan blanca como un papel, pero no puedo permitir que nadie me vea flaquear.
—Estoy bien, no era nadie importante, sólo un viejo amigo— miento apartando a Noel de mi lado para que deje sus preguntas a un lado.
La cosa se ha puesto muy fea y no sé de dónde voy a sacar ese dinero en tan poco tiempo.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top