Capítulo 34
— ¿Tiene algo que decir sobre lo que pasó aquella noche en el hospital?— le preguntaba la agente García a Nicolas.
Sus ojos inyectados en sangre y su mirada perdida dejaban claro la dejadez de aquel chico que algún día había sido feliz. No le quedaba nada. Había perdido a una de las mujeres de su vida y se sentía vacío.
—Salió mucha mierda familiar y por lo que tengo entendido ella lo escuchó todo... Luego cogió lo poco que tenía y se fue. Tan solo sé eso— le respondió cansado a la agente.
Ella apuntaba todo. Se sentía igual de derrotada que el chico. Hacía varias noches que no pegaba ojo, los brillantes ojos de su amiga pasaban por su mente a todas horas. Sentía rabia hacia ella por haberlo abandonado de aquella manera tan dura y al mismo tiempo triste por no tenerla a su lado todavía. Había pasado bastante tiempo desde su huida, pero sentía muy reciente su pérdida. ¿Por qué se había ido? Ella le prometió que nunca se iría de su lado.
— ¿Ha intentado contactar con usted en estos meses?
—Si lo hubiese hecho no estaría aquí, ¿no cree agente?— responde irritado.
No le gustaba tomarla con la gente, le parecía de inmaduro. Pero ya nada le importaba, sólo quería olvidar y quizás huir como ella había hecho. Se levantó de su asiento y tras una última mirada se fue de la sala de interrogatorios. Fuera estaban sentados los familiares de Alanna, algunos compañeros de clase y su amigo. Este lo miró apenado y con cierta confusión. Nico le dio una última mirada y salió de la comisaría.
— ¡Hey, hey, espérate ahí!
Nicolas no tenía intenciones de frenarse, sólo quería montarse en Franklin, el cual era la única cosa que Alanna le había dejado. Además, le hacía sentir como si ella estuviera ahí todavía. Escuchó las pisadas de su amigo a sus esperadas y no le quedó otra que pararse.
— ¿Me quieres explicar qué demonios está pasando? ¿Ya la armó Alanna otra vez a que sí?
Él trata de respirar al escuchar el nombre de su amiga salir con tanto desdén de la boca de Eder quien no comprendía la gravedad del asunto y sólo estaba ahí porque la policía lo había citado para que testificara. Nico no le dice nada, sólo se gira y sigue su camino hasta el coche.
— ¿No piensas responderme? Merezco saberlo, Nicolas, sea lo que sea que esa tía haya hecho tengo que saberlo.
Harto de escuchar su voz y sus quejas. Nicolas se gira ciego del enfado y grita con todas sus fuerzas.
— ¡Se ha ido! ¡Se ha ido Eder y no va a volver nunca más! ¡Me ha abandonado y ni siquiera me ha escrito para decirme que está bien, joder! ¿¡Necesitas que te lo aclare más!?
Las palabras de su amigo lo dejan helado. Sabía que esa chica estaba loca, pero tanto como para irse sin dejar rastro. Una vez más lo sorprendía otra vez. Por un momento, él llega a sentir algo de empatía por su colega, pero ya es demasiado tarde porque Nicolas se había montado en el coche y había desaparecido en el horizonte.
— ¿Por qué nunca dijo que creía saber el paradero de su hermana cuando sus otros hermanos tenían también curiosidad?— le preguntó la agente al siguiente chico.
—Mis colegas me habían dicho que la habían visto por Sazón una de esas noches en las que desaparecía. Yo no quise asimilarlo y me lo tomé a broma como cualquiera lo hubiera hecho porque ese es un barrio difícil dónde mi hermana no debería estar. También entiendo que se alejase de nosotros, éramos una basura con ella. Supongo que fui de los pocos que le permití ser libre... hacer lo que le apasionaba— decía Noel recordando aquel recreo en el que sus amigos, quienes habían comenzado a descarrilarse, le contaron que habían visto a su hermana entre aquella chusma.
Su hermana era feliz por segundos en aquel lugar, ¿quién era él para arrebatárselos? Sabía que ella no estaba contenta en el mundo que le había tocado vivir. Él tampoco se sentía afortunado por estar en él, pues era injusto y superficial. Pero lo había asimilado hacía tiempo, mientras que ella no.
— ¿Cree que ella le estará agradecida?
—...Dudo mucho que sepa que yo lo sabía antes de lo que vimos aquella noche. Yo no sabía que corría. Sólo que iba. Así que también fue una sorpresa para mí. Pero no creo que ella tuviese idea de todas las veces que traté de decirle que su secreto estaba a salvo conmigo...— dijo suspirando.
Salió de la sala apenado. Echaba de menos su presencia en la casa. Extrañaba escuchar sus gritos o sus impredecibles arrebatos contra los mellizos. Verla saltar por la ventana y hacerse el loco, e incluso todas esas veces que le guiñó el ojo haciéndolo cómplice de sus fechorías. Su habitación se había vuelto fría y ya había cogido polvo. Todo seguía intacto, nadie en su casa había sido capaz de tocar algo que fuese de ella porque aún había esperanza, esperanza de que volviera.
— ¿Con qué frecuencia discutías con ella?— le preguntó la agente a otro de sus hermanos, está vez a Gael.
—A todas horas, aunque solía discutir más con mi mellizo. Yo sólo era participe de sus peleas y trataba de mediar en todas y cada una de ellas. Era complicada de tratar, no sabías muy bien cómo iba a reaccionar y eso te mantenía tenso todo el tiempo. Tratábamos de hacerle ver que era afortunada y más de una vez la obligamos a permanecer en casa para que por un momento viese que lo que hacía estaba mal. No me gustaba ver como nuestros padres la castigaban o le gritaban, pero era la única forma de mantenerla a raya ya que nosotros éramos incapaces sin su ayuda— respondió con la mirada perdida.
— ¿Te preocupabas por ella?
—Pues claro, a fin de cuentas era mi hermana pequeña... Aunque discutiésemos yo siempre intentaba que ella estuviese bien. En el instituto estaba pendiente de ella a todas horas porque sabía que podían ser muy crueles a pesar de que ella no se dejase tocar. Ella pensaba que no nos importaba y que nos sentábamos con ella por dinero, cosa que en parte era cierto pero también era para asegurarnos de que estaba bien. Era un mundo que no sabías muy bien como estaba si no lo mirabas profundamente a los ojos.
—Tengo entendido que su bebé se llama Dayana porque ella quería llamarla así— le dice la agente leyendo en los papeles dónde estaba apuntando todo sobre el caso.
—Sí, Dana quiso ponérselo en su honor. Nació unos meses después de que ya sabe... se fuera — dijo tratando en seco y al mismo tiempo escuchando la risa de su bebé retumbar en su mente.
No era nada con la madre de su hijo, ella no quería saber nada de él en el ámbito sentimental a pesar de que en el fondo lo quería. Pero Gael le había demostrado lo poco considerado y lo egoísta que podía llegar a ser. Ahora mismo solo era el padre de su hija.
— ¿Sabía usted que Alanna le había guardado el secreto de a ver comprado las respuestas de un examen de matemáticas?— le preguntó la agente al otro mellizo.
Isaac no quería seguir respondiendo sus dichosas preguntas. Su hermana se había ido y no iba a volver jamás, así que, ¿qué más daba todo aquello? Nunca pudo descubrir que más ocultaba, ¿por qué iban a encontrar su paradero? Estaban mejor sin ella en la casa. Estaban tranquilos y se respiraba paz, aunque en el fondo se extrañaba su presencia por todos lados. La casa estaba demasiado silenciosa sin ella y todos los problemas que traía.
—Sí, la vi cuando estaban dándomelas pero ella me hizo creer que no había visto nada pero yo supe que no fue así... Fui a hablar con ella y por suerte no dijo nada. He de admitir que se comportó como una buena hermana, aunque sabía lo que había hecho.
— ¿Y por qué nunca le devolvió el favor de guardar silencio?
Le preguntó la agente sabiendo que su respuesta era desconocida. Era el hermano que más odio acumulaba hacia ella. Y probablemente, ella ahora mismo no estaba pensando precisamente en él.
—Porque lo mío era una estupidez en comparación con lo suyo. Su vida corría peligro y llegaba demasiado tarde a casa, nuestros padres debían estar al tanto de ello.
La agente García suspiró. Según su punto de vista, pagar a un chico para que te de la respuesta de un examen en un instituto de tan alto estatus no era una estupidez. Era algo grave, algo que merecía un castigo.
—Tengo entendido que discutían muy seguido, ¿es cierto?
Asintió con la cabeza bien alta y soltó una frívola carcajada.
—Continuamente. Pero no por diversión, sino porque quería saber qué hacía, con quién estaba y dónde estaba. Sólo pudimos descubrirlo aquella noche, pero sé que había más. Yo sólo quería que entrase en razón y frenarla. Aunque le cueste creerlo me preocupaba por ella— respondió muy seguro de sus palabras.
Él salió de la sala y se reunió con sus padres haciéndoles saber que había sido del todo sincero con la policía. A su lado pasó Casia con la cabeza gacha cabizbaja. No comprendía porqué su hermana los había abandonado. No podía creer que ella había sido capaz de dejarla sola siendo la única chica del clan ahora. Aunque Layla fuese su hermana también.
— ¿Tenías buena relación con tu hermana?— le preguntó la agente mirando a la chica.
Ella se miraba las uñas pintadas de rosa chillón mientras pensaba en qué responderle a la agente. Era obvio que se llevaba bien con su hermana, pero no tenía la misma relación que sus amigas con sus hermanas mayores. Con Alanna todo era diferente.
—Era la única que creía realmente en mí, ¿sabe? Ella sabía que yo era capaz de hacer más cosas de las que hacía. Siempre intentaba orientarme en silencio cuando yo le pedía consejo. Creía que yo no me daba cuenta cuando elegía mis vestidos pensando que así cambiaría un poco la visión que tiene el resto sobre mí. Su vida en sí era un enigma. Nunca llegó a confiar en mí del todo. Sólo aquella vez que me habló del chico de tatuajes... La verdad es que no me puedo quejar cuando le digo que era una buena hermana. Estaba pendiente de mí aunque no me lo demostrase día a día. Era una incomprendida y la admiraré siempre. Creo que no podría haber tenido una hermana mejor— dijo sonriendo a la agente.
Ella le sonrió de vuelta. Aquella chica había devuelto su ilusión para volver a involucrarse en el caso. Acaba de llenar la sala de esperanza otra vez.
— ¿Y qué me dice de Layla?— preguntó antes de finalizar la conversación con la chica.
Ella se quedó en silencio. Pensativa.
—Parece buena chica pero creo que tiene muchas cosas que mejorar. Para empezar ese flequillo necesita desaparecer de una vez por todas y creo que debería meterse en el gimnasio para...
La agente la interrumpe en un intento de no reír.
—Me refiero a que si la aceptas en tu familia aun sabiendo lo que hizo— aclaró haciendo que ella se sonroje.
—Supongo que sí. Todos cometemos errores y ella no es una excepción. Fue valiente con lo que hizo y últimamente pasa mucho tiempo por casa. Al menos la llena un poco de vida ahora que Alanna se fue. Es como un clon de ella, no sólo en la forma de reír sino físicamente. Es como si la viésemos a ella con un par de años más, a pesar de que falte su verdadera presencia— le respondió ella.
Layla no vivía con ellos, pero era como si lo fuera pues pasaba horas y horas en casa conociéndolos a todos un poco más. A sus hermanos les hacía recordar a Alanna aunque no fuese su voz o su persona. Ella sabía que en el fondo sólo llenaba una parte del vacío que su hermana había dejado en aquella familia que resurgía del naufragio.
—El profesor Ventura está cada día más pesado hablándonos de Madame Bovary. Dice que ya no es por recordar a Alanna pero yo sé que sí. La extraña y en general todos, sólo ella era capaz de decir todas aquellas cosas que nosotros éramos incapaces de decir. Él y Alanna tuvieron una conexión especial, parecía como si ella sólo lo comprendiera y según tengo entendido, él en más de una ocasión le recordó lo joven que todavía era... Tengo que admitir que me parece de hipócrita por parte de muchos compañeros a ver llenado de flores, dedicatorias y fotos la mesa en la que ella se sentaba. La gran mayoría de esas personas sólo conocían rumores de ella o eran los que los creaban y son de esos que la miraban mal por los pasillos haciéndole creer que ser diferente era un problema. Cuando en realidad era lo que la convertía en alguien tremendamente especial— le decía desenfrenadamente Apolo a la señora García.
Ella asentía a todo lo que él le contaba, se notaba que en el fondo la quería aunque nunca tuvo la oportunidad de decírselo pues según había llegado a sus oídos, Alanna amaba a otro chico.
— ¿Usted la quería?
La pregunta tomó por sorpresa a Caleb. Habían sido unos días muy oscuros en su vida como en la del resto. Extrañaba a todas horas a Alanna y se arrepentía por no haber vivido más momentos a su lado. En ese momento, un recuerdo fugaz de hace unos meses llegó a su mente. Paseaba a Titán por las calles desiertas en mitad de la penumbra a la espera de que entre esta apareciera Alanna con sus ojos color miel llenos de vida y pura locura. Tenía esperanza de que aquello sucediera. Entonces, llegó a ese lugar. Al lugar donde se tumbaron juntos a ver las estrellas. Pero algo había cambiado, la acera estaba diferente. Se fijó bien y lo vio, pintado con letras negras había escrito Carpe Diem en grande. No pudo evitar que se le escapara una sonrisa. Por eso se tumbó sobre aquella letras sintiéndola cerca y pasó allí toda la noche hasta que las estrellas desaparecieron. Fue ahí cuando se dio cuenta de que aunque no la tuviera a ella, la luna seguía recordándole a su esencia.
—Ella fue lo que me sacó de la monotonía, la que me dio alas para seguir adelante y vida. Aunque ella crea que sólo yo le aporté cosas, es todo lo contrario.
— ¿Qué cosas te aportó?
— Creo que podría escribir un libro con todas ellas. Pero la principal fue escucharme a mí mismo, ser egoísta por unos segundos y pararme a pensar en lo que realmente quería. Compartimos momentos realmente únicos juntos. Ella era una caja de sorpresas, muy espontanea, ¿sabe? Creo que eso fue lo que hizo que me enamorase de ella hasta las trancas— sonrió. Recordando el viaje a Noruega o las noches juntos bajo la luz de la luna— Es introvertida cuando la conoces de primeras, no deja que entres en su vida. Pero conmigo fue simplemente... diferente.
Caleb se sentía impotente pues, en la última noche que pasaron juntos, Alanna le había prometido que no lo destruiría. Sin embargo, no cumplió con su promesa.
— ¿Cree que ella volverá?
— ¿Sinceramente? No, no creo que vaya a volver. Es lo suficientemente cabezota como para no volver a dar señales de vida, se lo aseguro. Lo único que sé es que esa coraza que rodeaba su corazón está rota. La armadura se ha caído y sé que el mundo por fin está conociendo a la verdadera Alanna Raymond. Esa que se ríe por todo, es bastante bruta y bromista. Esa que tiene un corazón enorme y una gran ristra de lecciones y anécdotas por contar... Estoy seguro de que se está comiendo el mundo. Así que creo que todo aquel que la esté conociendo es muy afortunado, tremendamente afortunado.
— ¿Cómo está tan seguro de ello? ¿Qué se supone que ha cambiado ahora?
—La armadura que rodeaba su frío corazón se ha hecho añicos. La he roto, la hemos roto y ella la ha roto. ¿Cómo? Creyendo en ella misma y siendo ella misma porque por fin se ha dado cuenta de que ser uno mismo es lo que realmente importa. Y espero que sepa donde quiera que esté, que estoy orgulloso de ella porque sé que además de ser ella misma y estarse comiendo el mundo, está aprovechando el momento presente.
FIN
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