Capítulo 31


Seguía llegando gente a aquel encuentro inesperado de las carreras ilegales. Jóvenes de toda la isla asistían a presenciar la gran carrera, pues se había corrido la voz y la pasada noche había dejado un sabor adictivo a todos. Los habitantes del barrio sabían que hoy escucharían el rugir de los motores más que nunca y eso les inquietaba.

Alanna se reía junto a su amigo en un intento de entrar en su mundo. De pasar más allá de lo que a simple vista se veía. Sabía que su amigo se estaba cerrando en banda por su madre. Alanna no quería que él hiciera lo mismo que había hecho ella en su día para que nadie pudiese dañarla, conocerla. Nicolas intentaba aclarar sus pensamientos y sentimientos pues lo que sentía por Damián cada vez se hacía más fuerte. Desconocía esa parte de él y eso le aterraba.

—Ahí está el extranjero— le dice él a su amiga. A la única persona que sabía que permanecería en su vida para siempre.

Los ojos de ella brillaron con ilusión al ver a aquel hombre de tez blanca. Quería lucirse ante él. Que viese de qué estaban hechas aquellas calles que la habían definido como persona. Ambos se acercaron a saludar, pues El Oscuro les había hecho disimuladas señas para que se uniesen al encuentro.

Por otro lado, en un lugar remoto de esta historia, los hermanos de Alanna, Isaac, Gael y Noel trataban de decirle al taxista que recordase por donde se había ido aquel coche negro que llevaban siguiendo desde que su hermana había salido de casa con su amigo. Ellos querían saber a dónde iba cada noche, qué hacía y con quién estaba. Sobretodo Isaac, quién se había empeñado en seguirla y había ideado todo aquel plan para que ella en ningún momento se diese cuenta de sus movimientos, por eso habían pedido a un taxi que los llevase. Así ella no se percataría.

—Es aquí— les dijo el taxista con malhumor.

Gael le dio un par de billetes y los tres salieron rapidez y torpeza del taxi. Isaac miró a su alrededor con sorpresa. Edificios sucios y empobrecidos, basura en la calle, coches de mala muerte, gente rara y cierto ambiente ilegal.

— ¿Sazón? ¿Qué hay aquí para que ella quiera venir tanto?— preguntó en alto Isaac sin entender.

Vivían tan ajenos al mundo real que no eran conscientes de lo que pasaba ahí día tras día. Ellos vivían en su mundo de reyes y fiestas. No sabían que había más allá y tampoco por lo que pasaba otra gente de otro estatus. Eran muy ingenuos. Menos Noel, él ya sabía a qué venía su hermana aquí, a Sazón. Incluso había tratado de frenar a los mellizos para que no siguiesen aquel coche. Tenía más conocimientos sobre el mundo más allá de lo que sus padres les habían pintado. Además, se sentía derrotado tras haber descubierto que su verdadero padre era un hombre feliz criando otros hijos.

—Busquémosla, pero sin que se dé cuenta— ordenó Isaac comenzando a caminar hacia la muchedumbre.

Para ser las nueve de la noche todos estaban ya lo suficientemente colocados. Alanna seguía hablando con el extranjero, quien pensaba que ella era alguien muy interesante. Al mismo tiempo, sus hermanos seguían buscándola sorprendiéndose cada vez más con las cosas que veían. Hacía un largo rato que El Oscuro había desaparecido y nadie se había percatado de ello.

—Tienes que alejarte de ella o sabrá la verdad— le decía al desperdicio de chica que había frente a sus ojos.

Ella sonrío cínica y le saco el dedo dándole otra calada a su cigarro.

— ¿Crees que no sé qué hice mal?— le replicó a aquel hombre que tanto había cuidado de ella cuando no tenía a donde ir— Yo no la busqué. Fue obra del destino que me la puso justo delante. Te lo juro... fue como si hubiese caído del mismísimo cielo. Además, deberías haber visto su cara cuando me vio. Estaba flipando y fue tan buena conmigo que tenía que pasar al menos una noche con ella.

Él negó con la cabeza y se apoyó en la húmeda pared que había a su espalda. No podía creer que Layla había caído. La creía más lista y sabía que Alanna era lo suficientemente cabezota y astuta como para encontrarla de nuevo.

—No volveré a verla si eso es lo que te asusta. Sólo quería pasar una noche con ella, ¿tienes idea de todo lo que soñé con poder conocerla? Hablar con ella y echarnos unas risas. Es mi puto clon, todo en ella es mi reflejo y sé que no es bueno porque sólo tienes que mirarme, pero fue increíble.

Layla no paraba de recordar una y otra vez su reencuentro con aquella chica. Se sentía un poco estúpida al estar tan emocionada por una niñata que había visto una noche para los veintiséis años que tiene. Pero sentía que había sido obra del otro mundo, el de las casualidades.

—Tienes que irte porque ella está aquí y no tardará en encontrarte— le cortó El Oscuro.

Ella rodó sus ojos y tiró el cigarro del suelo, expulsando el humo que quedaba en su interior. Se puso la capucha de su chaqueta negra y le sonrió. El Oscuro sabía que ella era igual de cabezota que Alanna y no se daría por vencida fácilmente.

—Quiero verla correr. Déjame verla ganar una vez más y me iré— le pidió.

Él entrecerró sus ojos y ella le sonrió haciendo un puchero.

—Por favor, no me verá te lo juro— suplicó.

Finalmente el suspiró en modo de rendición.

— Si te encuentra y conoce un poco más sobre ti no tardará en enterarse de tu pasado y sabes qué conllevará eso— dijo antes de alejarse de su lado aun sabiendo que eso no le impediría irse.

Layla agachó la cabeza y se perdió entre la multitud para poder presenciar como su amiga de fiestas ganaba una vez más.

—Oye tú, ¿quién es ese hombre que habla con esa chica?— le exigía saber Isaac a un chico probablemente de unos dieciséis años que hacía botellón con sus amigos.

El chico miro hacia donde se refería aquel chico y vio a la famosa corredora junto a El Oscuro hablando animadamente. Sabía poco sobre ellos, era su tercera vez en esas calles. Pero con eso era suficiente.

— Es El Oscuro.

Isaac lo miró sin entender. Eso sonaba a nombre de película de terror y justo cuando iba a amenazar al chico una vez más Noel se metió entre ambos.

—Es su apodo, seguro que no sabe su nombre real. Sólo míralo, es solo un niño— le hizo entrar en razón. A él no le hacía gracia estar aquí. Pero la curiosidad lo atraía más pues por fin iba a descubrir algo del gran misterio que era su hermana.

—Está bien, ¿y conoces a la chica que está al lado?— le preguntó con más delicadeza al asustado chico.

Él no paraba de recordar las palabras de su madre diciéndole que no debía ir a ese barrio porque había malas personas allí. Ahora entendía el por qué.

—Es Alanna, la gran corredora clandestina— respondió para después irse corriendo de allí con sus amigos.

Los tres se quedaron perplejos ante la respuesta del chico. Miles de posibilidades abarcaban su mente pero ninguna encajaba con la que realmente era.

— ¿La corredora? ¿A qué se refería con eso?— dijo en alto Gael sin comprender.

—Creo que ya lo vamos a saber— murmuró Noel al percatarse de que todo el mundo miraba hacia donde rugían unos motores.

Los tres corrieron hacia el lugar y se abrieron paso entre la gente para llegar a la primera fila. Allí una hilera de coches se preparaba para salir. Ellos no tardaron en reconocer el coche de Nicolas, el amigo de su hermana. Sólo que está vez lo iba a conducir Alanna.

—No puede ser— fue lo único que dijo Isaac cuando la vio entrar en el coche con aires victoriosos. Este se echó manos a la cabeza.

Nicolas gritaba entre la multitud con emoción viendo a su amiga entrar en el coche. Sabía que ella ganaría. De repente, a su lado llegó Damián. Ese chico no podía dejar de pensar en el de tatuajes, en la forma que lo trataba y era él mismo. A pesar de sus altibajos, habían seguido con aquella extraña razón que todavía no tiene un futuro prescrito. Le tapó los ojos y se pegó a su oído haciendo que mariposas revolotearan por su interior.

— ¿Me echabas de menos?

Nicolas reconoció su voz al instante y sintió su bello erizarse. Era increíble lo que aquel chico le hacía sentir en cuestión de segundos. Pero rápidamente recordó donde estaban y que cualquiera podría verlos, por lo que se alejó de él. Damián no podía entendía esa brusca acción por su parte, pero cuando vio que miraba hacia ambos lados supo que no quería que todavía no se sentía preparado para hacerlo público.

— ¿No crees que ya va siendo hora de salir del armario?— le dijo con sorpresa.

Pensaba que un chico tan fuerte y seguro como él no tendría miedo de abrirse al mundo. O por lo menos eso le había mostrado la noche en que se conocieron.

—No empieces con eso otra vez, Damián. Esto no es tan fácil como crees, solo dame tiempo, ¿sí?— le suplicó.

Damián no se enfadó, le gustó todavía más porque había sido sincero. Sólo le gustaba molestarlo con eso, tenía suficiente paciencia como para esperarlo. Deseaba que se armase de valor y mostrase al mundo quién era.

—Te voy a esperar, de verdad que lo haré, pero entiende que me duela fingir ser solo amigos— dicho eso se alejó de él perdiéndose entre la multitud. ¿Estaba enfadado? ¿Qué había significado aquello?

Nicolas volvió a la realidad debido a los gritos ensordecedores de su alrededor, su amiga iba ganando la carrera y todo el mundo estaba eufórico. Los hermanos de Alanna no podían creer lo que sus ojos veían. Su hermana corría en carreras ilegales y lo hacía una manera inhumana. Todas las piezas del puzle comenzaban a encajar en sus cabezas repletas de ingenuidad. Por eso sabía conducir tan bien a pesar de no tener carnet, Nicolas iba con ella a todos lados y por la noche, llegaba a casa tan tarde, agarraba el bolso con tanta fuerza y desaparecía mágicamente... Ahora todo tenía sentido.

Todo ese tiempo se había dedicado a eso.

—E-ella es...— iba a decir Gael pero Isaac le interrumpió.

—Papá y mamá deben saber esto— dijo sacando su móvil para comenzar a grabar, pero Noel se lo quita de las manos.

—No seas capullo, sabes lo que le caerá por ello— le recordó. Su hermana acababa de llegar la meta proclamándose ganadora y todos estaban como locos— ¿Es que no la ves? Este es su mundo, está haciendo lo que le gusta, ¿quiénes somos nosotros para arrebatárselo?

Nunca habían visto los ojos de su hermana brillar ni ese rostro rebosante de felicidad. Era todo un asombro verla así de feliz. Realmente adoraba lo que hacía. Gael no podía parar de mirarla estático. Esa chica no parecía su hermana, con la que había tenido tantas peleas.

—No sé qué demonios están haciendo aquí, pero lárguense antes de que les vea— escucharon una voz a sus espaldas.

El amigo macarra de su hermana los miraba intentando ocultar su sorpresa. No dejaba de preguntarse, ¿qué hacían ellos aquí? ¿Cómo habían llegado? En ese momento, los mellizos sintieron la necesidad de echarle la culpa a alguien y, ¿quién mejor que el chico de tatuajes? Ese con el que su hermana prefería pasar el tiempo antes que con ellos. Ese chico que conseguía intimidarte con una sola mirada.

—Has sido tú el que la ha metido aquí y tú serás el culpable si le pasa algo, ¿me entiendes?— exclamó amenazante Isaac. Estaba cien por cien seguro de que había sido él. — Ella no estaría metida en todo esto si tú no te hubieses acercado en su momento.

Nicolas sabía que tenía razón, Alanna nunca habría conocido aquel mundo si él no hubiese aparecido en su vida, sin embargo, él había tratado de ocultárselo con todas sus fuerzas hasta el día en el que los rugidos de aquellos motores la encontraron a ella. Y, ¿qué más podía haber hecho él? Si su amiga había encontrado su razón de ser.  Lo único que podía hacer era apoyarla y cuidarla para que nada ni nadie de ese lugar la pudiera dañar. 

—Piérdete de aquí ahora mismo o atente a las consecuencias. Te recuerdo que esta vez estás en mi territorio, Raymond — exigió reprimiendo sus impulsos por no golpearlo. No podía olvidar que estaba frente al hermano favorito del clan Raymond. 

Noel lo jaló para llevárselo de allí y con una última mirada amenazante hacia aquel chico de tatuajes desaparecieron del lugar. Aunque Noel volvió sobre sus pasos donde Nicolas todavía seguía en shock pues esto iba a ser una gran bomba para la familia de Alanna si sus hermanos decidían no mantener el secreto.

—No diremos nada, si tú no le dices que lo sabemos— le dijo y él asintió sin mirarlo.

Nunca le había mentido a su amiga. Está iba a ser la primera vez y con algo que sabía que la dañaría más que nunca. Sus hermanos sabían a lo que se dedicaba y sus padres no tardarían en enterarse de su lado oscuro, ¿cómo iba a poder solucionar aquello? Por otro lado Alanna seguía eufórica gritando entre la multitud al ritmo de la música. Nada la frenaba ahora. Layla la observaba desde lo lejos con una sonrisa de oreja a oreja, sabía que no la volvería a ver y eso la apenaba, pero tenía fe en que algún día volvieran a encontrarse y ella podría contarle sobre su pasado.

Alanna pensaba que nada podría ir mejor, pero en realidad ahora todo iba de mal en peor.

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