Capítulo 29

Busco a Nicolas con la mirada pero no hay ni rastro de él en todo el lugar. Me bajo del banco donde me había subido y me adentro entre la gente con la esperanza de encontrármelo bailando con sus amigos o con Damián. Sigo andando y de repente choco de lleno contra alguien y de forma muy brusca se gira echándome de una forma muy estúpida el contenido de su bebida. Miro mi ropa asqueada y la separo de mi cuerpo al mismo tiempo que subo la cabeza para buscar al culpable.

—Oye mira que lo siento, la verdad es que no pensé que mi bebida te prefería a ti— me dice la culpable con un tono burlesco.

Su risa es muy parecida a la mía, por lo que me quedo petrificada mirándola. Yo he visto esa cara antes. Es delgada, muy delgada. Alta y va vestida completamente de negro. Su rostro me es familiar y diría que me estoy reflejando en un espejo con un par de años más. Quizás siete más que yo. Su cabello es igual de oscuro que el mío pero con un despeluzado flequillo cubriéndole toda la frente, las facciones de su cara son igual de imponentes y tiene mi mismo color de ojos café.

Ella parece darse cuenta de nuestro parecido y cierra la boca de golpe para mirarme de pies a cabeza. Aún sostiene el vacío vaso en su huesuda mano. La agarro cuando siento que se va a caer, pero rápidamente vuelve en sí.

—Joder, sí que me he emborrachado— murmura tocándose la frente.

Vuelve a tener esa especie de mareo y no sé porque la intento agarrar otra vez. No tengo este tipo de consideración por la gente borracha que va por ahí derramando su bebida en personas ajenas a ellas.

— Creo que necesitas que te dé el aire— digo y ella asiente.

La guío hasta el banco donde previamente había estado buscando a mi amigo y ella se sienta con mi ayuda. Esta chica no come prácticamente nada, está en los huesos. Su cara está consumida por las ojeras y apesta a marihuana.

—Puf... normalmente soy más resistente al alcohol— me dice subiendo la cabeza para mirarme.

Asiento y me siento a su lado derrotada. Por un momento parecemos estar ajenas a todo el barullo y se escucha un extraño silencio en la lejanía. Ella me está mirando completamente en shock. Definitivamente va muy fumada.

— ¿Cómo te llamas, niña?— me pregunta.

Desvío mi mirada de ella y juego con mis manos.

—Alanna.

Suelta un largo suspiro y se deja caer en el banco. Algo me dice que se ha dado cuenta de algo que no debería. Aunque pensándolo bien, eso no tiene mucho sentido. Se queda callada y tras varios minutos estando pensativa se pone en pie de lo más energética.

—Pues Alanna, teniendo en cuenta que voy bastante pedo y tú no pareces estar disfrutando de esta tremenda fiesta, te obligo a que me sigas y te lo pases bien— dice tendiéndome su mano.

La miro intentando no reír. ¿Por qué iba a pasar el resto de la fiesta con una completa extraña?

—No, pero gracias— digo mirando hacia otro lado.

Ella se pone a mi altura de cuclillas y me mira. Sus ojos están inyectados en sangre y seguramente mañana no recuerde nada de esto.

— ¿Cuántos años tienes?

La miro algo desconfiada y finalmente le respondo.

—Diecisiete.

Ella abre mucho sus ojos pero rápidamente vuelve a la normalidad.

— Bien, ¿y me vas a decir que con diecisiete años estás con esa cara en una fiesta así? Yo a tu edad me comía el mundo y a par de chicos, pero el mundo también— me dice haciéndome reír.

Poca gente lo consigue, así que la felicito. Aunque dejo de sonreír cuando la sonrisa de Caleb viene a mi mente. Había conseguido no pensar en él durante toda la noche, pero fallé. Lo he vuelto a recordar y también el hecho de que tiene pensado irse.

—Supongo que estás en pleno desamor, ¿no es así?— dice leyéndome la mente.

Mi silencio hace que se lo tome como un sí y se pone en pie pensativa.

—No te diré que hay muchos chicos o chicas en el mundo como para estar así por uno sólo porque está claro que no encontrarás a alguien así, pero si te diré que la vida es corta. Más corta de lo que piensas y la vida me ha enseñado muchas cosas, ¿y sabes cuál es una de ellas?— me dice.

Sus palabras llaman demasiado mi atención, así que subo la cabeza con curiosidad haciéndola sonreír.

— ¿Cuál?

— A no perder el tiempo pensando en algo que ya pasó. Nunca seremos más jóvenes que ahora, Alanna. Y te lo dice alguien que perdió mucho el tiempo y cometió errores. No desperdicies un día así por una persona. Así que, levanta ese culo redondo del banco y vamos a comernos el mundo juntas. Sólo por esta noche— me dice tendiéndome su mano una vez más— No te vas a arrepentir, te lo aseguro.

Me lo pienso por unos segundos y finalmente extiendo mi mano cogiendo la suya. Ella me ayuda a levantar y cuando estamos a la misma altura pasa una mano por mis hombros y con una gran sonrisa comienza a caminar. Nos volvemos a adentrar entre la gente y llegamos hasta un grupo de chicos y chicas de la misma edad que ella

—Joder, Layla pensamos que te habías ido— le dice una chica casi igual que colocada que ella.

Así que se llama Layla, un nombre bastante peculiar. Ella no aparta el brazo sobre mis hombros y todos se giran para mirarme cuando ella me pega más hacia sí. No me molesto en sonreír, está claro que ya han sacado sus propias conclusiones de mí.

—Toma— dice un chico dándole un cigarro medio consumido a Layla. Aunque más que un cigarro, parece un porro.

Ella lo acepta y le da una fuerte calada volviéndoselo a entregar. El olor a marihuana entra en mis fosas nasales e intento no toser. No soy muy amante de los cigarros y el humo. Cosa que también me recuerda a Caleb y a sus típicos cigarrillos cuando se agobia.

— Chicos, ella es Alanna, mi...— empezó a decir pero rápidamente rectifica, pues parece darse cuenta de que iba a decir algo incorrecto—... Nueva compañera de fiestas.

El chico que le había dado el cigarro me sonríe y me ofrece el porro casi a punto de terminarse. Miro el cigarro y luego a él, este asiente con la cabeza para que lo acepte y justo cuando voy a hacerlo pues no tengo nada que perder, Layla interviene tirándolo al suelo. Veo como lo pisa con sorpresa y como golpea en el pecho al chico.

¿Qué ha sido eso?

—No la metas en esta mierda, Gus— lo amenaza.

Este sube las manos con inocencia y se ríe.

—Déjala que se divierta, ¿quién eres? ¿Su madre?— se burla sacando otro cigarrillo del bolsillo de su chaqueta de cuero.

Ella lo fulmina con la mirada y después se gira para mirarme. Rápidamente cambia su cara de seriedad y me sonríe.

— Puedes divertirte, pero nada de porros— me amenaza apuntándome con el dedo.

—Wow, no te había visto tan responsable en toda mi vida— comenta su amiga entre risas— Y eso que te conozco desde que eras una mocosa de pelos cortos.

Ella la empuja y se ríe. La relación con sus amigos es bastante cercana. Parece la misma que yo tengo con Nicolas, lo que me recuerda que lo perdí de vista hace mucho tiempo.

—Es una niñata. Sería muy irresponsable por nuestra parte llevarla al lado oscuro— dice Layla en un intento de no sonar tan seria.

Sus amigos se vuelven a reír completamente colocados y ella se ríe con ellos. Si ella supiera lo tan metida que estoy en el lado oscuro, alucinaría. Todos dejan de reír cuando me acerco al chico de los porros y le quito uno que recién había hecho. Lo enciendo con destreza y le doy una profunda calada sin ni siquiera toser.

Todos me miran sorprendidos y no tardan en felicitarme entre risas. Layla me mira con una mezcla de sorpresa y decepción, pero no deja de sonreír. Una canción muy conocida rompe y todos, incluida yo, saltamos al son de ella entre toda la gente. Finalmente Layla se une a nosotros y baila comiéndose el mundo conmigo.

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