Capítulo 27

Llego a mi casa en la madrugada por lo que no me queda otra que escalar hasta mi ventana y de alguna manera abrirla para entrar. Trato de hacer el menor ruido posible, pero fallo en el intento pues las luces de mi habitación se encienden al instante. Intento adaptarme a tanta luz y para mi sorpresa, fue Gael quien la encendió. Este está tumbado en mi cama tranquilamente.

—Estaba por llamarte, ya me estaba preocupando...— dice demasiado alto.

Corro hasta él obligándolo a que baje la voz, ya que si nuestros padres o Isaac se despertaran sería un doble drama. ¿Puede alguien explicarme porque siempre vienen a dormir a mi habitación las personas que tienen problemas? Noel hace lo mismo.

— ¿Qué haces aquí?

Me tumbo en la cama aturdida. Me está empezando a doler la cabeza y eso es mala señal porque significa que mañana tendré resaca. Dichoso sea Damián y su increíble carisma que me hizo beber a más no poder. Gael a mi lado se acerca para olerme. Acto seguido me alejo de él y lo miro mal.

— ¿Estás borracha?

Resoplo y me tapo hasta arriba con el edredón.

—No, Gael, no. ¿Me vas a decir qué haces aquí ya? ¿O te echo como a agua sucia?

—No te creo, pero prefiero no discutírtelo porque discutir contigo es como provocar una tercera guerra mundial. Sólo estaba esperándote para despedirme.

Sus palabras me dejan helada. Rápidamente me destapo y lo miro buscando explicaciones.

— ¿Qué dices? ¿A dónde?

—Con Dana a dónde nos acepten.

Madre mía, esto es peor de lo que pensaba.

—A ver Gael, necesitas descansar y dejar a un lado ese cabreo que tienes, ¿vale? Mañana verás todo con otros ojos, ya verás...

Él me interrumpe muy seguro de sus palabras.

—Sabes muy bien como son papá y mamá. Contigo siempre han sido duros y nunca han cambiado de parecer, así que, ¿qué te hace pensar que lo harán conmigo? Me harán abandonar a Dana y al bebé o cumplirán eso de, "no nos haremos cargo". Así que para soportar eso, me voy.

Me siento en la cama frente a él y lo miro fijamente a los ojos. Va muy enserio con lo que dice.

— ¿Y dónde vas a vivir? No tienes dinero, ni trabajo ni madurez suficiente para sobrevivir ahí fuera. Por dios, piensa con claridad Gael porque se te están nublando las ideas...

—Dana tiene un tío en el sur, dice que podemos ir a vivir allí con él. Pero no puedes decir nada, ni siquiera Isaac lo sabe, ¿vale?

Suspiro. Más secretos para mí. Un día reventaré por ocultar tantas cosas, ya verás. Además, nuestros padres no se quedarán quietos viendo como su hijo desaparece de la nada.

— ¿No crees que deberías decírselo a tu mellizo? Le dará algo cuando despierte y no vea tus cosas.

Se encoge de hombros.

—No lo comprenderá tanto como tú. Los incomprendidos nos comprendemos entre nosotros. Es cosa de nuestra naturaleza o algo así leí— murmura poniéndose en pie— Espero que no dejes de ser así de rebelde, ¿eh? Sigue sacando a papá, mamá e Isaac de quicio porque creo que la casa no sería nada sin eso y confía más en Noel, te quiere más que a cualquiera en esta familia, créeme.

Asiento algo aturdida. El poco alcohol que había en mis venas ha ido desapareciendo con tanto drama. Lo siguiente que hace Gael me deja de piedra, pues se acerca a mí y me da un abrazo. Uno bastante nostálgico desde mi parecer.

—Gracias por ayudarme. No eres la piedra que muestras ser, hermana, y espero que algún día veas que eso no es malo— dice separándose de mí.

Me lo tomaré como un halago a pesar de que acaba de llamarme piedra con todas sus letras. Tras mirarme una vez más se dirige hacia la puerta de mi habitación. Pero antes de que salga, decido hablar.

— ¿Y qué diré cuando mañana vean que no estás?

Se encoge de hombros.

—Tú no me has visto.

Sonrío cuando me guiña el ojo.

— ¿Me escribirás?

Vuelve a girarse algo sorprendido y asiente.

—Por supuesto.

Al verlo ir no puedo evitar sentirme mal pues si fuese otro de mis hermanos haría lo que fuera por no dejarlo marchar. Pero siendo yo, le dejaré ir libre. Si el cuerpo o las circunstancias lo impulsan a marchar que se vaya. Al fin y al cabo es su vida y nadie que no sea él mismo tiene derecho a decidir sobre ella. Además, sabiendo cómo es Gael, no tardará en volver cuando se vea sin todos sus caprichos.

Abro mis ojos con lentitud adaptándome a la claridad... Para ser jueves estoy bastante desmotivada. Me visto con la ropa del instituto y bajo a desayunar. En la cocina ya están mis hermanos a excepción de Isaac y mi padre. Tiene el rostro demacrado y supongo que será por la cantidad de bajadas que está teniendo la familia ahora que Noel quiere saber quién es su padre y Gael soltó la bomba del bebé. Al final sus hijos no eran tan perfectos como ella pensaba.

—Buenos días— me dice Casia tomándose su vaso de leche.

Le sonrío y cojo el mío de la mesa. Ahora que lo pienso, los días están pasando y de alguna manera tengo que conseguir la contraseña de la caja fuerte de mis padres. Marcos está cada vez más nervioso y sé que impotente por no poder hacer nada.

—Gael no está.

Todos subimos la cabeza de nuestros platos para ver a un serio y neutral Isaac vestido con la ropa del instituto. Mi madre lo mira extrañada y se pone en pie. En ese momento, nuestro padre entra en escena ajustándose la corbata. Este al ver tanta seriedad y escuchar tanto silencio frunce el ceño.

— ¿Estás seguro de que no salió a correr o algo así?

Isaac asiente con la cabeza ante la pregunta de Casia y luego mira a nuestros padres. Yo por mi parte sigo comiendo mis tostadas intentando estar al margen de la situación.

—Ni siquiera están sus cosas y también dejó esta carta sobre mi mesilla de noche— murmura abriéndola— No podía irme sin decirte adiós. Me voy a un lugar donde acepten mis decisiones. Espero que lo entiendas. Te quiere, tu mellizo...— lee.

Suspiro. Será dramático el Gael.

—Este niño se ha vuelto loco— sentencia mi padre saliendo de la cocina.

—Haremos que vuelva, ustedes vayan a clase, ¿sí?

Dicho eso, mi madre preocupadísima lo sigue para buscar juntos una solución. Seguramente pidan la ayuda de la policía para encontrarlo. No tardarán en hacerlo porque está isla no es tan grande y los rumores vuelan tan rápido como el viento.

—Sabiendo cómo es Gael, no tardará en volver— asegura Noel para suavizar la situación.

Isaac enfadado, arruga la carta tirándola al suelo y sale de casa dando un fuerte portazo. Cojo mi mochila y sigo al resto de mis hermanos para ir al instituto. Ya allí, cada uno toma su camino y me encuentro con Florian. Este se come una manzana mientras ojea un libro viejo.

— ¿Qué lees?

Él sube sus ojos para encontrarse con los míos y sonríe encogiéndose de hombros.

—No sé, se lo he robado a una de las mil novias de mi padre así que me he dicho, ¿por qué no leerlo? Aunque es una mierda. Es una cursilada de amor verdadero y lujurias desdichadas— dice con dramatismo cerrándolo.

Ruedo los ojos y me río mirando a mí alrededor. En la entrada del instituto logro divisar al mellizo discutiendo con Apolo quien no para de agitar las manos al aire y de repente, me señala.

—Seguro que es por lo de ayer— me dice Florian dándose cuenta de lo mismo que yo. Luego comienza a andar.

Asiento y lo sigo. Cuando pasamos por su lado, todos me miran con seriedad, incluido Isaac quien me fulmina con los ojos. A lo que yo respondo sacándole mi dedo medio.

—Muy grosero por tu parte, señorita— murmura mi amigo para después carcajearse como loco. Me río junto a él y entramos en clase.

El día pasa rápido y cuando menos me lo espero ya estoy en casa completamente sola. Bueno, con Noel y sus amigos en el salón. Pero en estos momentos sola. Cierro el chat con Nico en el que me recuerda lo del dinero y me dirijo al enorme vestidor de mi madre. Ahí es donde esconde la caja fuerte de la casa. Compruebo que Noel está entretenido con sus amigos y cierro la puerta tras de mí encerrándome en el vestidor. Quito con destreza par de vestidos que cubren la caja negra y me encuentro con los números que la abren.

¿Cuáles pueden ser? Hay billones de combinaciones.

Lo primero que pienso es en la fecha de aniversario de mis padres, pero no es la correcta. Luego pienso en las fechas de nacimiento de mis hermanos así que haciendo bastante memoria comienzo a ponerlas una por una. Sin embargo, ninguna es correcta. Entonces, me viene a la mente la mía y aunque creo que es una locura la pongo. Para mi sorpresa, la caja fuerte hace un sonido diferente y se abre.

Así que la contraseña es mi fecha de nacimiento. ¿Puede ser eso normal? Si me detestan.

Además de joyas y antigüedades de valor de la familia hay dinero. Saco un fajo y cuento hasta llegar a quinientos. Tras metérmelo en el bolsillo, cierro la caja y lo recojo todo de manera que todo quede tal y como estaba para que nadie sospeche de que ha habido alguien aquí. Salgo de la habitación dando saltos de alegría pues de una vez por todas, he saldado mi deuda con los monstruos que me atormentaban.

Y se siente genial.

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