Capítulo 24
A la mañana siguiente, Noel me despierta recordándome que tenemos que ir a clase. Cuando sale de mi habitación, me visto con rapidez para bajar a desayunar pues anoche ni siquiera cené. Abajo, no hay ni rastro de nuestros padres, así que desayunamos en silencio.
—Anoche tus gritos me despertaron— le dice Casia malhumorada a Noel mientras se toma su batido de frutas.
Él baja la cabeza y no le dice nada. Supongo que no querrá dar explicaciones a nadie acerca de ello. Finalmente, terminamos de desayunar y como robots programados vamos directos hacia el coche. Hoy tengo pensado ir a hablar con Nico ya que, no voy a estar toda la vida esperando a que se le quite el enfado. Y menos a él, que suele ser un cabezota.
—Así que nuestra hermanita tiene novio, uhhhhhh— dice Gael. Desde la parte delantera del coche, se ríe junto a su mellizo.
La mirada de Casia se clava en mí con cierta sorpresa. Supongo que no se lo esperaba, aunque sea una gran mentira. A mi lado, Noel me da un ligero codazo para que me muerda la lengua y no diga nada que caliente el ambiente dentro del coche, sin embargo no puedo callarme.
—El próximo que vuelva a hablar de mi supuesto novio, lo ahorco con el cordón de mi zapatilla, ¿queda claro?
Gael y Isaac se miran horrorizados, mientras que Casia y Noel se ríen por lo bajo como si estuviese mal hacerlo a los cuatro vientos. Yo me cruzo de brazos mirando por la ventanilla, sin embargo, logro ver a Gael tocando su cuello atemorizado por la idea de que pueda poner mis manos ahí. Llegamos al instituto y en cuestión de minutos ya estoy en la clase del profesor Ventura.
— ¿Estás mejor, Alanna? — Pregunta antes de que la clase se llene, yo asiento y camino hacia mi mesa. Cuando dejo todo ahí, vuelvo a mirarlo. Él parece mejor que la última vez.
— ¿Y usted?
—Te hice caso— dice llamando notablemente mi atención— Ayer se me apeteció tomar unas copas. Así que llamé a un par de amigos del instituto y terminé en un bar del centro hasta arriba de tequila y whisky.
No puedo evitar reírme, pues lo dice con tremendo orgullo y cierta inocencia.
— ¿Y se sintió bien?
—Demasiado diría yo.
Las horas pasan lento, pero sin pausa. Cuando menos me lo espero, ya estoy de nuevo en casa almorzando con mis hermanos. De mis padres aún no sabemos nada, por lo que supongo que habrán ido a comer por fuera.
—Mm...
Va a decir Gael mirándome, pero subo mi pierna mostrándole mis zapatillas recordándole lo que pasaría si volviera a nombrar a Caleb. Mientras tanto, no dejé de comer. Este traga en seco y baja la cabeza hacia su plato.
— ¿Has conseguido información?
Miro sorprendida a Noel.
—Me lo dijiste anoche, obvio que no. Pero tranquilo, esta tarde haré algo— le aseguro por lo bajo. Aunque noto la mirada de Isaac clavada en nosotros.
Este asiente y en ese momento, nuestros padres llegan a casa cargados con bolsas. Ninguno preguntamos que son, estamos algo acostumbrados a que vengan cargados de materialismo. Aurora, nuestra madre nos saluda algo apagada y ni siquiera mira a Noel cuando se agacha a darnos un beso a cada uno.
— ¿Cómo les fue el día?— pregunta nuestro mi padre.
—Muy normal.
Y con eso, no decimos nada más. Para que se note bien la comunicación que hay en esta gran familia. Nótese mi sarcasmo. Recojo mi plato y lo meto en el lavavajillas al igual que el resto. En ese instante, Gael habla.
—Ahora que estamos todos aquí, me gustaría que está noche cenáramos todos juntos.
Genial, lo que faltaba ya. Que Gael soltase la bomba del embarazo con el enfado que tiene nuestra madre con lo de Noel y su padre.
— ¿Para qué, hijo? Al final nunca nos presentaste a la chica esa.
Recuerdo que Gael lo propuso un día, pero supongo que se arrepintió. O Dana le dijo que no quería venir y la comprendo, nuestra familia da miedo.
—Por eso mismo quiero proponer esta cena, ella y yo tenemos que comunicarles algo.
Mis padres asienten no muy convencidos por las palabras del mellizo, creo que no se hacen a la idea de cómo cambiará sus vidas esta noche. Cuando me dispongo a salir de la cocina, mi padre habla dejándome helada de pies a cabeza.
—Pues si vamos a preparar una buena comida podrías decirle a ese amigo tuyo que venga a cenar a casa.
Casi me atraganto al ver que sus ojos están posados en mí y que no habla con otro de mis hermanos. Ellos me miran atónitos porque esto es un acontecimiento histórico.
— ¿Te refieres a Nicolas?
Él se queda pensativo y niega con la cabeza tras mirar a mi madre en busca de alguna repuesta. No obstante, ella se mantiene al margen. Aunque le dijera a Nico de venir, no vendría, más que nada porque estamos peleados y básicamente no me habla.
—A ese ya lo conocemos, me refiero a ese tal Florian con el que pasas tanto tiempo en el instituto— dicho eso no puedo evitar quedarme callada.
Los mellizos comienzan a reírse por lo bajo y veo como Noel me hace señas para que reaccione ante la pregunta.
—A Nicolas no lo conocen, sólo lo han visto cuanto, ¿dos veces?
Mi padre resopla rendido y mira a mi madre buscando ayuda. A Nicolas no lo conocen de nada, simplemente vieron los tatuajes que rodean su piel y lo juzgaron. Eso no es conocer, es creer hacerlo. Además, después de mi enfrentamiento hoy con él no pienso pedirle que venga a mi casa.
—Queremos conocer a ese chico con el que te juntas y si quieres trae a Nicolas a casa también.
Gruño cruzándome de brazos. Sólo quieren comprobar que no me estoy juntando con gente como Nico otra vez.
—Mm, lo que les tengo que contar es bastante personal como para que venga cualquiera a casa hoy— replica Gael.
Con eso se gana una mala mirada por parte de nuestra madre, parece que conocer a mis compañías es más importante que la notica del mellizo. Este se calla resignado rindiéndose ante la extraña batalla de miradas. La verdad es que ni siquiera me acordaba de que todo esto era por él y su dichoso intento por contarlo frente a todos.
—Lo contarás después hijo, vamos a aprovechar el momento, ¿sí?
Gael asiente. Aunque no me parece justo, es su momento, no el mío.
—Ninguno de los dos va a venir porque la cena es para Gael, no para mí. Así que lo siento pero las críticas hacia mis compañías deberán pasar a la lista de lo que nunca sucederá.
Mi padre rueda sus ojos y mi madre no dice nada más. No les daré el gusto de conocer a mis amigos. Además, Nico nunca querría pisar esta casa ya que sabe muy bien que no es bienvenido. Lo que me recuerda a que tengo que ir a hablar con él. Sólo espero que me perdone y podamos hacer las paces.
—Gracias— me responde Gael refiriéndose a lo de antes.
—Es tu momento y el de Dana, así que aprovéchenlo — le digo dirigiéndome a la puerta principal de la casa.
— ¿A dónde vas? — interviene mi padre apareciendo en el zaguán justo antes de que pueda salir.
Pienso una buena respuesta.
— ¿A correr?
Dicho eso salgo de allí a toda prisa. Llamo a un taxi y cuando estoy en él, le indico a donde quiero ir. Necesito creer que está ahí, solemos ir muchos días así de despejados. Tras llegar, le pago al taxista y me bajo pisando la tierra colorada. Nuestro sitio es un mirador casi abandonado desde donde se ve toda la ciudad. Es alucinante, sobre todo de noche. Como me esperaba, Nico está aquí. Además de Franklin.
— ¿Cómo sabías que estaba aquí?
— ¿Intuición?
Seguidamente me siento a su lado. El cielo se está tornando rosa con tonos anaranjados, así que seguramente habrá un buen atardecer. Me sorprende que Nico no me haya respondido mal. Quizás se haya pensado perdonarme.
—Iba a quedar aquí con alguien, pero me ha dado plantón.
No puede ser.
— ¿Ibas a traer uno de tus ligues a nuestro sitio? Esta piedra es intocable Nico.
Él no me mira, simplemente rueda los ojos.
—Lo era hasta que empezaste a ocultarme cosas.
Touché. Lo cierto es que él también me oculta algo, pero decido no echárselo en cara pues no es momento para abrir otro debate.
—Lo hice por tu bien, tenías lo de tu madre aquel día y no quería preocuparte más.
—Bien, pues ahora que yo estoy bien y ella mejorando, ¿me vas a decir por qué haces pactos con los Anteos y planes con Marcos? Pensé que te caía mal.
Y lo hace. Pero era cuestión de vida o muerte y cuando uno se ve una situación así, no importa quién sea esa persona. Lo importante es salir con vida de ello.
— ¿Te acuerdas de aquel día que hicimos una carrera con Marcos y la policía nos persiguió?
Él se queda callado durante un momento y luego me dice que sí.
—Pues Marcos los llamó a ellos para que los distrajera. Se suponía que había que pagarles, pero metieron en prisión a la mayoría de ellos y no supimos más de aquello...
— Y ahora han salido y quieren cobrar— finaliza por mí.
Asiento.
—Joder, ¿te hicieron daño el otro día?
Niego con la cabeza y le muestro la herida. Está casi cicatrizada, ya ni siquiera me duele. Si él supiera que trataron de atropellarme hace unas semanas.
—Ideé un plan con Marcos para conseguir todo el dinero, pero fallé y todavía nos faltan quinientos. Así que no fue una buena idea dejarme perder.
—Pues claro que no lo fue. Fue una gran estupidez. No puedes dejarte pisar de esa manera y si me lo hubieras contado te habría dado alguna idea mejor.
Asiento dándole la razón.
— ¿Se te ocurre alguna ahora?
—Puf... ¿Cuánto tiempo tienes?
Ni siquiera lo sé yo, aunque por el intento de dañarme del viernes sé que poco.
—No lo sé, pero muy poco.
—Pues en ese caso, ¿no crees que deberías tirar del de tus padres?
Abro mis ojos con sorpresa y niego rotundamente.
—Eso nunca.
—Alanna, te estás jugando la vida. No vas a morir por tal estupidez, ¿o sí?
Tiene razón. Pero, ¿cómo les quitas quinientos euros a tus padres de la cartera sin que se den cuenta?
—Tienes que adivinar la clave de la caja fuerte y ahí lo tendrás todo. Luego, en la próxima carrera lo repondrás sin que se den ni cuenta... ¡Es perfecto!
—Joder, a veces envidio tu mente pensante.
Este ríe y me revuelve el pelo. La verdad es que echaba de menos que hiciera eso.
— ¿Entonces me perdonas?
—No podría estar más de tres días enfadado contigo, Raymond— dice pasando su brazo tatuado sobre mis hombros. — Eso sí, si vuelves a ocultarme algo así, te partiré las piernas.
Apoyo mi cabeza sobre su hombro y cierro mis ojos. Su amenaza no me asusta pues sé que no sería capaz de volver a mentirle. Han pasado pocos días desde que discutimos, pero casi parecen años.
—Oye, mis padres querían que vinieras esta noche a cenar a casa.
Su cara me deja claro lo sorprendido que está. Él sabe que mis padres no lo toleran, aunque tampoco es que les importe mucho. Me aparto el cabello del rostro al mismo tiempo que Nico abre la boca para hablar.
— ¿Qué clase de droga les diste para que dijeran eso?
Me río y niego con la cabeza.
—Créeme cuando te digo que no les di nada. Pero les dije que tú no querrías venir. Es el momento de que Dana y Gael digan que serán padres.
—Tampoco hubiese ido, tener a tu padre con esa cara de "te odio" y a tu madre mirando con desprecio mis tatuajes no es la cosa más cómoda del mundo.
En eso tiene toda la razón, sería una situación realmente incomoda. El silencio vuelve a reinar en el ambiente. Hasta que él lo rompe.
— ¿Y se puede saber a dónde demonios te fuiste cuando saliste del restaurante esa tarde? Desapareciste de la faz de la tierra, pensé que te había pasado algo malo.
Llegó el momento de contarle la verdad sobre Caleb. No le he contado nada de ese viaje, ni de los besos o el hecho de que me gusta.
—Lo siento mucho de verdad... Me fui con Caleb y...
—Pero, ¿a dónde? Nadie los había visto en todo el día y luego apareciste en Sazón con esa cara de satisfacción que parecía que habías hecho un viaje a la luna— dice pensativo. — Juro que casi me matas de un infarto, Raymond, me imaginé lo peor cuando no contestaste a mis llamadas.
—Nos fuimos a Edimburgo y créeme cuando te digo que fue una locura— le suelto la bomba provocando que él abra exageradamente sus ojos y seguidamente sonría.
— ¡¿Qué?!
Me tomé mi tiempo en contarle la historia. Le hablé del viaje, de nuestra obsesión con el Carpe Diem y de mi tatuaje de la media luna en el cuello. Luego le conté sobre mis sentimientos encontrados hacia él y de lo mucho que me gustaba pasar tiempo a su lado. En todo momento Nico me escuchó y de vez en cuando hacía alguno de sus burlescos comentarios o me recordaba que tampoco me encariñara mucho de Caleb pues, según él, es una persona muy cambiante.
—Sabía que estabas loca pero no tanto. Un tatuaje, un viaje clandestino, Caleb y tú ¿en serio? ¿Pero ustedes dos se lo han...? — inquiere haciendo gestos con sus manos.
Cuando me doy cuenta de a qué se refiere, niego con la cabeza. A tanto no llegamos.
—Me gustaría que me lo dijeses si pasa, así tendré más motivos para estrangularlo— me dice y yo me río. Supongo que se lo contaría.
Pasamos el resto de la tarde charlando sobre cualquier cosa y echándonos unas risas. Justo como solíamos hacer antes de que todo se convirtiera en un caos y dejásemos de ser solo "Nico y Alanna".
Me despido de mi amigo dándole un ligero empujón en el hombro y salgo de allí a toda prisa. Cuando entro en casa percibo un olor que rara vez suele estar presente por estos pasillos, el olor a hogar. Sin duda alguna se han tomado enserio esto de la cena con la invitada de Gael. Entro en la cocina siguiendo el rico olor a pollo asado que está haciendo mi padre.
Esto sí que es una sorpresa.
La mesa ya está preparada a la perfección cosa que también me causa una gran impresión. Mi padre no parece percatarse de mi presencia, está demasiado ocupado en sacar el pollo del horno. Hacía tiempo que no olía tan bien este lugar. Él deja el pollo sobre la encimera y cuando se da la vuelta estiro mi mano para intentar probar un trozo.
—Aparta tus manos sin lavar del pollo, Alanna— habla él estando aun de espaldas. ¿Cómo demonios me ha visto? ¿Tiene ojos en la espalda o qué? — La cena estará dentro de poco así que ve a vestirte.
Ruedo mis ojos y rendida, salgo de allí. Al cabo de una media hora mi madre nos llama para que bajemos a la cocina pues la comida ya está lista. La primera en llegar soy yo por lo que no tardo en sentarme en la mesa con la boca hecha agua por los olores que da la comida. Creo que la última vez que prepararon algo así, fue en Navidad. Mi padre me pide que vuelva a llamar a mis hermanos, camino hacia la subida de la escalera y les grito que bajen a cenar. Rápidamente me siento en mi sitio de siempre a la espera de recibir mi trozo aunque no vaya a comer nada hasta que todos lleguen. Dejo de mirar al pollo humeante y es ahí cuando me percato de que hay una silla y un plato de más en la mesa además del de Dana. No me creo que hayan invitado a algún amigo de la familia. Aunque, esa idea se borra de mi pensamiento cuando veo a Apolo.
¿En serio?
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