Capítulo 23


— ¿Los has leído todos?

Digo pasando la yema de mi dedo índice por los libros de toda una estantería. Algunos son más nuevos que otros, pero no dejan de quedar perfectos en la habitación. Caleb se posiciona detrás de mí, pensativo.

—No todos, pero sí la mayoría. Digamos que es la biblioteca de mi vida. Hay libros que los tengo reservados para diferentes momentos de mi vida.

—Esto sí que no me lo esperaba. ¿Y para qué momentos de la vida los tienes reservados?— inquiero.

Este se encoge de hombros y se sienta en la cama.

— ¿Un desamor, quizá? O un viaje, un momento de euforia, una mala racha...

Asiento ante sus palabras mientras ojeo los títulos de los libros hasta que leo uno que me llama realmente la atención, "El Club de los Poetas Muertos". Me tomo la libertad de sacarlo de la estantería y veo su portada. Es antiguo, tan antiguo que sus páginas están de un tono amarillo apagado. Tiene páginas seleccionadas con diferentes marcadores de colores naranjas y verdes. Me siento junto a Caleb y este sonríe al ver el libro.

—Uno de mis favoritos.

— ¿De qué va?

—En dos palabras, Carpe Diem.

El hecho de que el libro trate el tema de aprovechar el momento presente, me intriga demasiado. Así que lo abro con ansias de leer que tiene por depararme. Sin embargo, es Caleb el que lo toma de entre mis manos.

— ¿Quieres que te enseñe las frases que más me gustan?

Asiento y este se hace para atrás apoyándose en la cabecera de la cama con las piernas estiradas. Yo imito su acción, pero me tumbo de lado apoyando mi cabeza sobre sus muslos mirando hacia el techo. Escucho como pasa las páginas, y así, comienza a narrar todas y cada una de las frases del libro que le apasionan:

"Toma las rosas mientras podáis,
veloz el tiempo vuela,
la misma flor que hoy admiráis,
mañana estará muerta".

— ¡Ya están los macarrones!

El grito de su padre rompe la burbuja en la que llevábamos metidos más de una hora. Si por mí fuera me pasaría todo el día aquí escuchándolo recitar citas del libro, pero el mundo exterior nos reclama. Me siento sobre la cama y cuando pienso que Caleb va a meter el libro en la estantería de nuevo, este me lo da.

— ¿En serio?

—Léetelo, así te acordarás de mí.

Sonrío como si fuera la noche del día de Reyes, lo abrazo y seguidamente me besa. Este chico va a acabar conmigo. Juntos bajamos hasta la planta baja y allí, Omar tiene la mesa preparada para los tres. No sé muy bien que pasó con su madre, simplemente tengo entendido que se fue.

— ¿Te gusta? Los he preparado con extra de queso.

Asiento entusiasmada mientras me los como. Creo que no me he comido un plato hecho con tanto amor como este. Pasamos el resto del almuerzo entre risas y anécdotas en las que la mayoría de las veces Caleb se sonrojó. Porque, ¿para qué está un padre si no es para avergonzar a su hijo frente a una chica?

—Vuelve cuando quieras, pequeña rebelde— me dice Omar dándome un cálido abrazo. Ya es hora de irme, se ha hecho bastante tarde.

—Dalo por hecho.

Él se va de la puerta y voy junto a Caleb a su coche para que pueda llevarme a casa. Entramos en el coche y este no tarda en arrancar.

—El amor que tiene mi padre hacia ti me da miedo— admite riéndose.

— ¿Y eso por qué?

— ¿En serio me preguntas eso? ¿Será porque te tiene hasta un apodo cariñoso? Ni a mí me habla así de bien— dice rodando los ojos.

Me río y niego con la cabeza. Han sido muchas tardes en su taller mientras él trataba de descubrir cosas sobre mí. No le cuadraba que siempre llevara el coche hecho un desastre teniendo dieciséis años. Finalmente, llegamos a mi casa y no sé por qué pero me deprimo al instante.

— ¿Nos vemos otro día?

Asiento y abro la puerta del coche.

—Me leeré el libro— le aseguro. Y eso que en mi vida me he leído uno entero, a no ser que fuera uno de lectura obligatoria del instituto porque siempre terminan aburriéndome. Creo que tendré suficientemente tiempo para leer cuando sea vieja.

Él sonríe y asiente mirando sus manos golpear el volante. Tengo ganas de besarlo, pero algo dentro de mí me lo impide. Quizás las mariposas que danzan en mi interior o mi falta de coraje ante estos temas. Hago un amago de salir, aunque me freno. ¿Voy a ser cobarde frente a los sentimientos? ¿Desde cuándo soy yo cobarde en algo? Al final, reúno todas mis fuerzas interiores y me acerco a él para darle un beso. Al principio se sorprende, pero después no tarda ni dos segundos en corresponder cosa que agradezco enormemente. Nos separamos con una gran sonrisa y salgo del coche.

—Hasta pronto.

Él sin palabras, simplemente asiente. Entro en casa y es ahí cuando se va de allí. Para mi sorpresa, cuando entro en casa mis padres no aparecen en el zaguán. Dejo la mochila de clase en el suelo y voy a la cocina extrañada. No hay nadie por lo que subo directa hacia mi habitación sacando de la mochila el libro que me dio Caleb.

— ¿Cómo te fue el día?

Me giro encontrándome con Noel comiéndose una manzana. Está calmado y casi diría que se acaba de levantar.

—Bien, ¿y a ti?

Se encoge de hombros y dirige la mirada hacia el libro que tengo en la mano. Con curiosidad, me lo quita de las manos para ojearlo.

— ¿Desde cuando lees?

Está vez soy yo la que se cruza de brazos.

—Desde hoy— digo arrebatándoselo de las manos.

—Ese chico del mediodía te está cambiando, ¿era tu novio o algo así?

Pongo los ojos en blanco y abro la puerta de mi habitación negando con la cabeza.

—No, Noel, no. Sólo somos amigos— digo tratando de no sonar borde.

— ¡Alanna tiene novioooooo!— aparece gritando de la nada Gael saliendo de su habitación.

Es tan cotilla que estaba escuchando por detrás de la puerta. Lo fulmino con la mirada y este se acerca a mí. Como Noel, se queda mirando el libro, pero en vez de quitármelo con cuidado, lo hace con cierta brusquedad.

— ¿Te lo ha regalado tu novio? Uhhhhhhhhhh— dice abriéndolo y haciendo sonidos raros con la boca.

—Eso explica porque rechazaste a Apolo. Tenías que serle fiel al macarra número dos— afirma Isaac apoyándose el marco de la puerta de su habitación.

—Dámelo— digo ignorando al mellizo odioso número uno.

Mi tono calmado pasa a histérico cuando este se pone de puntillas y estira el brazo para que no alcance a cogerlo. Las ganas de estrangularlo aumentan en mí pero me resisto.

—Ya Gael, déjala en paz— salta mi padre por sus espaldas quitándoselo de las manos.

Me da el libro y después desaparece de allí guiñándome un ojo. ¿Desde cuándo él me defiende de mis hermanos? Hasta ellos se han sorprendido por semejante acción. Es más, ¿alguien me explica por qué nadie me ha echado la bronca por no haber llegado a la hora del almuerzo? El mundo me la está jugando otra vez.

¡Que lío!

Entro en mi cuarto y pierdo la noción del tiempo leyéndome el libro. Es realmente bueno y con grandes lecciones, como la de vivir el momento presente, aprovechar las oportunidades o hacer lo que realmente te apasiona. No obstante, vuelvo a la tierra cuando escucho gritos provenientes de la planta baja.

— ¡Dame una buena razón para creerme eso!

Le gritaba Noel a mi madre desde el salón. Me quedo en silencio en la bajada de la escalera y aunque no puedo ver nada, logro escucharlo todo.

—Noel no es como tú te crees, además, ¿para qué quieres conocerlo? — la voz de mi madre sonaba a rota. Está en otra de sus crisis existenciales.

— ¡Porque es mi padre biológico! ¡Tengo derecho a saberlo!

Abro mis ojos con sorpresa. Esto sí que es un buen cotilleo. Noel nunca había presentado indicios de tener curiosidad sobre la existencia de su padre porque Carlos, el mío, se encargó de hacerlo sentir como uno más. Mientras mi madre lloraba por las esquinas por haber engañado a su marido y haberse quedado embarazada un mes después de haberme tenido a mí.

— ¡Ese hombre no te merece Noel! ¡Créeme! ¡Te querrá embaucar ahora que estás más mayor para que te vayas con él!

Isaac y Gael aparecen por dónde estoy yo y se unen al cotilleo en completo silencio. No sé dónde está mi padre, pero espero que no esté escuchando esto.

— ¿En serio crees que si lo conozco me iré con él? Estás siendo muy egoísta, mamá.

—Sí, pero es por tu bien. Así que te prohíbo verte con ese hombre, ¿me oyes?

— ¡Estás muy equivocada si crees que no indagaré!

Lo siguiente que escuchamos son pasos. Así que como si viniese un monstruo a comernos, corremos como despavoridos hacia nuestras habitaciones. Me tumbo en la cama y me cubro con las sábanas hasta arriba. Esto sí que es un drama familiar. De repente, escucho la puerta de mi habitación abrirse y seguidamente pasos. Me quedo quieta esperando un movimiento más, hasta que siento el colchón a mi lado hundirse ligeramente.

Es Noel.

Me giro para mirarlo y este ya se está tapando con mi edredón. No logro ver muy bien su cara debido a la oscuridad, a pesar de que hay una hilera de pequeñas luces con peras adornando la cabecera de la cama.

— ¿Estás bien?

Este suelta un largo suspiro girándose para quedar cara a cara conmigo aún tumbados. En sus ojos saltan chispas quizás de ira o de tristeza. No sé muy bien como describirlo.

—Necesito saber quién es y saber por qué nunca quiso saber nada de mí y no me digas que no es normal porque cualquiera querría saber quién es su verdadero padre— me dice entre susurros.

—Ya, yo también querría saberlo si fuera tú.

Él vuelve a suspirar.

—No sé cómo conseguir información porque está claro que mamá no me la va a dar.

En eso está en lo cierto. De pronto, se me enciende la bombilla y El Oscuro pasa por mi mente. Ese hombre lo sabe absolutamente todo y puede descubrir cualquier cosa en cuestión de minutos.

—Yo puedo conseguirte información, si quieres.

Sus ojos se abren con asombro y rápidamente asiente.

—Pero con dos condiciones.

Él me mira con atención.

— ¿Cuáles?

—Que no me hagas preguntas sobre cómo la conseguí y que por muy guay que sea tu padre no nos abandones, ¿vale?

Noel asiente y luego se ríe por aquello último.

— ¿Y cómo lo harás?

—Sólo dame tiempo.

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