Capítulo 21
—Alanna Raymond, la gran corredora clandestina, ¿quién lo diría? — dice una tercera voz detrás de mí.
Cuando me doy la vuelta me encuentro a nada más y nada menos que a Florian. Este tiene una sonrisa muy ebria adornando su rostro. Da un trago a su botellín y luego se carcajea. Al final sí que frecuentaba Sazón y una vez más he cometido otro error. Debería de haberlo estudiado mejor. Siento mi garganta secarse.
—Sabía que ocultabas algo pero pensé, será la típica niña pija que quiere hacerse la rebelde. Por eso te advertí que no vinieras aquí. Este no es tu mundo, solo míralo, ¡Apesta a mierda por todos lados! — dice señalando a su alrededor. Mis ojos escuecen y de verdad que quiero llorar. Todo se está yendo al traste— Joder, te hablé de este lugar como si fueses una maldita extranjera y resulta que eras como una local más. Luego soy yo el que está metido en movidas. Enhorabuena, Raymond, enhorabuena.
Después de soltarme todas esas palabras llenas de enfado, desaparece de mi vista. Esto era lo que quería evitar, un chico de mi entorno ha descubierto mi secreto. Genial, ¿alguien más que quiera descubrirlo? Porque parece que hoy todas las personas de mi vida están aquí. Sólo faltan los mellizos, Noel y Casia.
—Caleb, quería contártelo pero no sabía cómo. Estábamos tan bien que no quería me juzgases o algo así— Recuerdo su presencia. Este me observa con asco, como si no me conociera.
No obstante, él no parece querer escucharme. Está metido en el fondo del abismo, al igual que Nico. Ninguno de los dos va a querer escucharme, se están dejando llevar por el enfado.
— ¿Juzgarte yo, Alanna? ¿En serio? ¿Después de todo lo que hemos vivido? Podrías haber buscado una excusa mejor. Siempre hay tiempo para todo, ¿no es así? De verdad que me has decepcionado, te creía diferente.
Tras decirme eso desaparece entre la multitud y ni siquiera puedo ir detrás de él para explicarle. Cuando dejo de verlo, mis ojos van de lleno a Eder, quien parece disfrutar con todo esto.
—Parece que tu castillo se ha ido a la mierda, ¿no es así, pija?
No entiendo cuándo le hice algo malo a este chico. Ni siquiera le conozco como para que me deteste tanto. En ese momento viene a mi mente la noche de la fiesta en la cual le pillé mirándome el móvil cuando yo estaba de espaldas. Ese día hablaba con Caleb por mensajes así que probablemente fue ahí donde descubrió que él y yo teníamos una relación. Eso explicaría aquella sonrisa cínica que tenía adornando su rostro. Lo había invitado solamente para fastidiarme.
—Ya era hora de que esto sucediera, créeme. No puedes seguir ocultando quién eres en tu mundo de pijos. Se acabó el cuento, ¿lo entiendes?
No sé si fue el cabreo que tenía por haber dejado ir a Caleb, la decepción que sentía por las palabras de Florian, las miradas acusadoras de Ayo y Maya o el odio que sentía Nico hacia mí en ese momento, que le di un fuerte puñetazo a Eder en toda cara. No fui consciente de lo que hice hasta que cayó derribado al suelo.
— ¡Estás loca!
Rematé mi golpe dándole una fuerte patada en el estómago y cuando iba a continuar golpeándolo, Marcos me sacó de allí a rastras.
— ¡Déjame matarlo! ¡Descuartizarlo! ¡Hacerle comer su propia lengua! ¡Maldito seas, Eder!
Poco a poco fui viendo la escena cada vez más alejada. Marcos no me soltó hasta que estuvimos lo suficientemente lejos. Sazón se veía diminuto desde la distancia al igual que el sonido ensordecedor de la música. Mi corazón palpita a mil por hora, de tal manera que parece que se saldrá de mi pecho de un momento a otro. Siento la mano de Marcos tocar mi hombro con compasión.
—Lo terminarán entendiendo. Sólo dales tiempo para masticarlo todo.
Me giro para encararlo. Diría que todo esto es por su maldita culpa, si no le hubiera pedido ayuda a esos tipos todo estaría como siempre. Pero eso sería mentirme a mí misma porque también tengo parte de culpa.
— ¡No van a entender nada! ¡Todo se ha ido a la mierda, Marcos y ni siquiera tenemos todo el dinero!
Él frunce el ceño y rebusca en el bolsillo interior de su chaqueta. Saca de esta un fajo de billetes y comienza a contarlo. Pensaba que si discutíamos frente a todos y casi todo el mundo apostaba por mí reuniríamos el dinero para que Marcos se lo diera a los Anteos. Se suponía que un noventa y ocho por cierto de las personas que asisten a este mundo clandestino confían que una chica gane una carrera de coches. Pero me equivoqué, el machismo sigue estando a la orden del día, incluso aquí.
—Faltan quinientos euros— dice echándose manos a la cabeza.
—Sí, y no nos van a dar más tiempo. Además, no se andan con juegos— digo recordando como uno de ellos casi me entierra su navaja al completo.
Marcos palidece y cuando pienso que se va a desmayar, se sienta en el suelo. Este plan sólo ha servido para manchar más mi nombre en estas calles y para enemistarme con mis amigos.
— Pensaremos a-algo mejor, ¿vale?
Ahora es él quien trata de dar ánimos, aunque está claro que esta vez no hay esperanza. Esto va a tener serias consecuencias sobre nosotros.
—No, Marcos, nada va a salir bien ahora.
Sin mirarlo me alejo del barrio tratando de no bajar la cabeza en tiempos tan oscuros. Por el camino de vuelta a casa, llamo a Nico. Pero no obtengo respuesta por su parte, simplemente me salta el contestador. Así hasta cinco veces. Repito la misma acción con Caleb. Sin embargo, él tampoco responde. Llego a mi casa justo cuando comienza a chispar. En este lugar no suele llover con mucha frecuencia. El tiempo está bueno casi todo el año. No obstante, precisamente hoy tenía que llover. En vez de escalar hacia mi habitación, me dirijo hacia el jardín. La lluvia cae sobre mi rostro con fuerza, empapándome por completo. Me tumbo sobre el césped y cierro mis ojos.
No sé cómo voy a solucionar esto. Por primera vez en mi vida no tengo un plan B ni C y menos un D. Encima parece que el tiempo es la pura expresión de lo que siento en estos momentos. Sólo quiero llorar y aunque deteste hacerlo, me permito derramar lágrimas mientras la lluvia sigue su curso, como la vida misma.
— ¿Alanna? ¿Qué haces ahí? Entra vamos, vas a pillarte un resfriado.
Abro mis ojos y giro mi rostro hacia la entrada trasera de la casa donde hay dos grandes puertas de cristal. Tras ellas Isaac me mira expectante junto a su mellizo. Mientras, Noel trata de comprender qué se supone que hago.
—Cada día está más loca, tío.
Escucho decir a Isaac mientras me levando del mojado césped. Aún siento el dolor punzante de la herida en mi costado, lo que me recuerda que tengo que curármela cuánto antes. Camino hacia la entrada y es ahí cuando Noel me coloca una manta para entrar en calor. Ni siquiera le miro, sin decirle nada a ninguno de los tres, me dirijo hacia mi habitación.
—La he visto llorar, me debes veinte— le murmura Isaac al mellizo odioso número dos.
Pero como estoy tan cansada, decido no decirle nada y seguir mi camino. Cuando llego a mi habitación, me desprendo de la ropa húmeda y cojo el botiquín para curarme. En ese momento, Gael entra en mi habitación pillándome con la cura.
—No preguntaré cómo te lo has hecho, pero por lo menos déjame ayudarte— dice caminando hacia mí.
Ignoro el hecho de que estoy en sujetador y dejo de me desinfecte la herida. En silencio la va curando. No puedo evitar soltar algún quejido de dolor.
—Llorar no es malo, Alanna, no deberías avergonzarte de ello.
Desvío mi mirada hacia otro lado. Por supuesto que se nota que he llorado, pero lo detesto. Me hace lucir débil y yo no lo soy. De repente, hace más presión de la cuenta en la herida y suelto un quejido cerrando los ojos con fuerza.
— ¿Estás bien?
No, pienso. Mi vida se resume en un huracán que tiene pinta de que va a durar muchos días. Sin embargo, asiento mirando hacia otro lado para calmarlo. Él suspira por mi incomprensión. No estoy siéndole sincera.
—Esto ya está y si quieres puedes contármelo cuando estés preparada. No es bueno callarse las cosas y sé que no te has tropezado, esto ha sido intencionado. Y sabes que puedes decirme quién fue, podemos...— dice, pero se calla. Parece que hasta él sabe que soy una causa perdida— Bueno, por lo menos ya estamos en paz.
Eso me recuerda a cuando le curé los nudillos por los golpes que le dio a la pared tras enterarse que iba a tener un bebé. Nunca le contaría la razón de la herida. Sería descubrir el otro mundo con el que me relaciono y aunque ahora nos llevemos más o menos mejor, no voy a convertirlo en mi confidente. Más que nada porque podría contarle a los demás donde paso las noches.
Al verlo salir de la habitación me dejo caer sobre la cama pensando en lo mucho que quiero que pase este día.
— ¡Alanna! ¡Despierta de una vez!
Abro mis ojos de golpe y seguidamente miro el reloj. Genial, llego tarde al instituto. Mi madre me mira cabreada desde la puerta de mi habitación, pero la ignoro.
—Tus hermanos ya se han ido, así que te llevará papá.
Bien, comenzamos perfectamente el día.
Me visto con el uniforme del instituto y voy a lavarme la cara. Tengo unas grandes ojeras que delatan lo mucho que he estado llorando. No obstante, decido no hacer nada con ellas. El maquillaje no es lo mío.
—Buenos días.
Digo una simple "hola" a mi padre y entro en el coche. Este no tarda en acelerar y tomar rumbo al instituto. El silencio no es incómodo, todo gracias a la radio que suena de fondo con un poco de música. Voy a subirla con intención de escucharla mejor, pero mi padre se adelanta y la apaga.
— ¿Cómo te va en el instituto, Alanna?
Miro a mi padre incrédula, nunca suele preguntarme acerca de estas cosas. Antes solía hacerlo, pero cuando crecí un poco más dejó de hacerlo. Como si sólo le importara la vida de mis hermanos.
—Bien, supongo.
— ¿Ya has hecho amigos? Tus hermanos me han dicho que ahora pasas tiempo con el chico nuevo.
Asiento. El intento fallido de ladrón.
—No quiero tener nada que ver con esos pijos, papá. Florian es el único diferente ahí.
Él asiente sin apartar la vista de la carretera. En el fondo sé que está pensando que decir ahora, suele meditar mucho sus palabras a la hora de hablar conmigo.
—Te entiendo, sé que no tienen que caerte bien pero a lo mejor podrías ser más simpática y ganarte su amistad.
Ruedo los ojos y me muerdo la lengua para no soltar todas y cada una de las cosas que están pasando por mi mente ahora mismo.
—No necesito su amistad, ni siquiera su aceptación así que quítate esa idea de la cabeza.
Escucho como suelta un largo suspiro a mi lado. Nunca seré lo que él quiere que sea. No soy Isaac o Gael, ni Casia o Noel y sonará triste, pero le toqué yo.
— Mm, ¿y ese tal Florian es el chico con el que te fuiste ayer?
Niego con la cabeza. No entiendo a qué viene tanto interrogatorio desde tan pronto.
—Estás empezando a asustarme con tanta pregunta, ¿has puesto micrófonos o algo así para luego analizar mis respuestas junto a mamá?
Mi padre, Carlos, niega con la cabeza de lo más tranquilo. Por fin, frena el coche frente del instituto. Cojo mi mochila con rapidez y abro la puerta para salir disparada de allí. Sin embargo, él me para posando una mano sobre mi hombro.
—No le diré nada a mamá si es lo que te preocupa. Creo que podrías empezar a confiar en mí. Fui joven como tú y muy parecido a ti aunque te cueste creerlo Alanna, yo... Era tan rebelde como tú. Y créeme cuando te digo que el tiempo cambia a las personas a pesar de que las huellas del pasado siempre estén presentes...— asiento mirando en dirección al instituto— Solo piénsatelo, ¿sí?
Ruedo mis ojos y cierro la puerta con fuerza. Cuando él sale del aparcamiento camino hacia la entrada desierta del instituto. Todos están en clase ahora mismo, y falta bastante para que empiece la segunda hora. Llego a la plaza central que luego da pie a la entrada del instituto y me encuentro al profesor Ventura. Tiene la mirada perdida en la lejanía. Así que no dudo en hacerle compañía.
—Declarando otro acto de rebeldía, señorita Raymond— dice nada más verme. Dejo caer la mochila en el suelo y me siento a su lado. Me atrevería a decir que tiene las mismas ojeras que yo. Se le ve derrotado. — ¿No debería estar usted en clase?
Ruedo mis ojos.
—Lo mismo le tengo que preguntar yo, profesor.
Este sonríe débilmente.
—Tengo guardia, pero no hay ninguna clase que requiera de mi ayuda así que he decidido salir a tomar el aire... A veces uno necesita respirar, ya sabe.
Asiento mirando un árbol. Recuerdo el primer día de instituto, el árbol lo acababan de plantar y era diminuto. Se veía indefenso y débil alrededor de los otros que eran fuertes y enormes. Sin embargo ahora ha crecido brutalmente, es casi tan alto como el resto. Destaca entre los demás no sólo por su notable juventud, sino por el deslumbrante verde de sus hojas.
— ¿Y qué hay de usted? ¿Estaba por ahí haciendo de las suyas?— rápidamente dejo de mirar ensimismada el árbol para prestar total atención en él.
—Me quedé dormida— digo recordando su pregunta y seguidamente me encojo de hombros.
Este suelta una risa por lo bajo mientras niega con la cabeza sin quitar esa sonrisa de su cara mirando hacia el frente pensativo. No sé qué hice en su momento para caerle bien, pero es increíble lo diferente que es conmigo ahora que estamos solos aquí afuera.
— ¿Sabe qué? El final del curso está a la vuelta de la esquina y estoy seguro de que será de esas alumnas que me cueste olvidar. Siempre habrá algo que me recuerde a usted, Alanna y yo tengo la dichosa manía de buscar a alguien similar a las personas que de un modo u otro me han llegado al alma. Aunque creo que con usted lo tendré difícil, es muy especial.
Sonrío por sus ocurrencias. Creo que especial no es precisamente la palabra que me definiría. Cuando acabe el curso ningún profesor recordará a esa chica del ceño fruncido que no participaba en ninguna de sus clases y casi siempre se escapaba.
—Los bichos raros como yo son fáciles olvidar, créame.
Este se ríe y niega con la cabeza.
—Precisamente son los bichos raros los imposibles de olvidar. Además, pocas alumnas tienen ese espíritu aventurero e enigmático dentro de ellas. Usted irradia rebeldía allá por dónde va y la verdad es que a veces me gustaría ser como usted o quizás retroceder en el tiempo. Ser libre, sin preocupaciones y viviendo la vida loca.
Al escuchar sus palabras no tardo en reírme hasta tal punto de que me sale la lágrima, aunque dejo de hacerlo cuando él me mira seriamente, como si fuese enserio con sus palabras. Lo que me confirma, que los prejuicios son muy perjudiciales.
—No vivo la vida loca, no soy tan libre como cree y concretamente mi vida no es tan fácil y menos ahora que se me ha venido todo encima. Estoy segura de que la suya es mucho más sencilla.
Mis palabras casi ineludibles salen de mi boca, pero Ventura es capaz de escucharme a la perfección porque me observa detenidamente. Ahora es cuando me doy cuenta de que realmente no lo está pasando bien, tiene el rostro apagado.
—Todos tenemos nuestras batallas interiores, Alanna. Tú realidad es muy distinta a la mía y no olvides cada persona que ves tiene un mundo problemático en su interior... Incluido yo— dice con cierto cansancio.
—Ah, ¿sí? Pues dígame algún problema suyo que le carcoma la mente.
Él sonríe mirando hacia el frente una vez más.
—Soy muy ansioso, ¿sabe? Mi madre tiene Alzheimer desde hace unos años y mis hermanos son incapaces de hacerse cargo de ella así que he sido yo el que ha estado ahí siempre para ella. Por eso no he tenido tiempo de vivir. Soy un hombre de treinta años que vive todavía en la casa de su madre y que es incapaz de entablar una conversación con una mujer sin tartamudear.
Suelta una risotada y no dudo en sonreír a pesar de que lo compadezco mucho porque eso es una gran mochila que cargar durante años y todavía más si tienes tantas ganas de comerte el mundo como este hombre.
—Está hablando ahora conmigo sin tartamudear, así que en cuanto a eso despreocúpese. Y no me hable tan formal, nada de usted y esas cosas, parezco una vieja.
Él esboza una pequeña sonrisa y suelta una carcajada.
—Eres mi alumna, es diferente que con ya sabes... Una mujer de mi edad— me dice por fin tuteándome.
En parte lo entiendo, yo soy una niña para él, se refiere a cuando está frente a una mujer y con otras intenciones. Así que no puedo evitar sentirme estúpida tras mis palabras anteriores.
—Igualmente creo que pensar en mí como ejemplo no es buena idea, no es que sea el trigo limpio del instituto o algo así.
—Pero eres mi Madame Bovary y eso nunca nadie lo va a cambiar.
Por un momento siento que sus palabras atraviesan esa coraza que continuamente obligo a mi corazón tener. Creo que nadie me había dicho eso jamás. Cualquier chica sonreiría o le agradecería por su halago, pero estamos hablando de mí, de Alanna Raymond, y eso no va conmigo. En ese momento, suena el timbre de clase así que rápidamente cojo mi mochila del suelo y me la cuelgo. Al final no era tan pesado como imaginé, incluso me resulta agradable su compañía.
—Ve a cumplir con tus obligaciones, Raymond— dice cruzándose de brazos aún sin levantarse del banco. Algo me dice que quería que me quedara un poco más.
Asiento siendo obediente por primera vez en mucho tiempo.
— ¿Quiere que le dé un consejo? Viva la vida, todavía es joven como para venirse abajo de esta manera y tampoco es un troll así que estoy segura de que si sale a ahí fuera conseguirá a una mujer que lo quiera. Sólo tiene que tener paciencia y no desesperarse porque como dice mi amigo, todo llega. Tarde o temprano, pero llega... Mientras tanto viva el momento presente, viaje por ahí y haga alguna travesura porque algo que sí sé a la perfección, es que la vida lo está esperando con los brazos abiertos.
Dicho eso me alejo de él en dirección a la entrada del instituto esperando que nadie se haya percatado de que llevamos todo este tiempo de palique. Cuando ya estoy lo suficientemente lejos lo escucho hablar con un tono rasposo y quizás curioso.
—Gracias, lo tendré muy en cuenta... Y, Alanna, ¿será nuestro secreto verdad?
Pues claro.
— ¡Téngalo asegurado!
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top