Capítulo 20
Volver fue un golpe duro para ambos. Tenía como veinte llamadas perdidas de Nicolas y diez de mis padres. He estado desaparecida por un día completo así que me caerá una buena. Pero ahora mismo no hay nada que arruine lo vivido. Me despido de Caleb y tomo rumbo a mi casa. Hoy es viernes, es decir, el día de la gran carrera. Cuando llego a mi casa no hay nadie. Eso se debe a que mis hermanos siguen en clase y mis padres trabajando. Almuerzo antes que todos y me tumbo en mi cama cayendo en un profundo sueño.
— ¡No puede ser verdad!
Los gritos de mi madre me despiertan de golpe. Cuando abro los ojos me encuentro con las penetrantes miradas de mis padres e hermanos. Todos me miran estupefactos.
— ¿¡Dónde has estado!? ¿¡Se te ha ido la olla?!
Me tapo los oídos en un intento por despertarme bien, pero eso no frena que mi madre me agarre con fuerza las manos y me obligue a mirarla.
—Por ahí con Nicolas. — le respondo tratando de zafarme de su agarre. No obstante, no puedo.
— ¡Eso es imposible!
Frunzo el ceño. Sí que es posible, es el único que ellos conocen.
—Vino a casa anoche preocupado por ti porque no respondías a sus llamadas— me explica mi padre con el tono de voz casi neutro. Mi madre me suelta de una manera tan brusca que me mareo.
Será idiota el Nico. Me acaba de fastidiar todo el plan. ¿Cómo se le ocurre venir hasta mi casa? Sabe que no es bienvenido y aun así vino. Mi padre podría haber llamado a la policía o algo peor.
—Está bien, estaba con otro amigo. Mi móvil murió de batería y me quedé a dormir en su casa. Eso es todo.
— ¿Y eso es todo? ¿Es que te estás oyendo?
Ruedo mis ojos. Entiendo su preocupación pero tampoco era para tanto. Sólo salí del país por un día, no es que me haya ido a la otra punta del mundo. Aunque eso ellos no lo sepan.
—Estás castigada hasta que nosotros te quitemos la pena, ¿me oyes?
—Y más te vale no desobedecernos más porque ya hemos mirado un reformatorio en la otra punta del país. Así que ya sabes. Como vuelvas a escaparte de casa, a faltar a clase otra vez o volver a desobedecemos, te vas de cabeza a ese lugar y sabes que voy muy en serio, Alanna.
Dicho eso todos salen de la habitación irradiando la misma ira e impotencia de antes. Si tuviera suficiente dinero para sobrevivir sola, me iría de mi casa. Pero mis padres no tardarían ni dos segundos en mandar un equipo de búsqueda. Veo como todos desaparecen de mi vista con esas típicas miradas de decepción, mientras que Casia se queda parada observándome.
—Me diste un buen susto, hermanita.
Para mi sorpresa, me da un cálido abrazo. Sin darme cuenta de lo que hago, lo correspondo rodeándola con mis brazos. Nunca hacemos esto. De hecho, me atrevería a decir que la última vez que hicimos esto fue cuando jugábamos a las casitas en la sala de juegos. Suspiro separándome de ella.
—Estoy bien. Siempre lo voy a estar. Así que, despreocúpate por mí.
Ella asiente y mira el brillante reloj de su muñeca. Luego me mira con atención.
—Tú amigo de tatuajes estaba muy preocupado. Le importas mucho, Alanna... Creo que le debes una explicación porque obviamente ni él sabía de tu paradero.
Tiene toda la razón. Nico merece una explicación porque esto nunca nos ha pasado. Quiero decir, no informar al otro de lo que vamos a hacer. Pero no olvidemos que él también me oculta cosas. Casia vuelve a soltar un largo suspiro y se cruza de brazos ojeando mi habitación. Noto como su mirada se queda fija en un marco de fotos sobre mi mesilla de noche. Allí salimos Nico y yo, en una las innumerables fiestas a las que hemos ido.
— ¿Te gusta?
Su pregunta me deja tan descolocada, que casi me atraganto con la saliva. Por un momento pensé que sabía algo acerca de Caleb.
— ¿Quién?
Ella sonríe y rueda sus ojos.
—El chico de tatuajes.
—El chico de tatuajes tiene nombre, y es Nicolas. Y no, no me gusta, sólo somos buenos amigos.
¿Por qué le cuesta tanto entender a la gente que porque dos personas de sexos contrarios salgan por ahí no tienen que ser novios? Nadie comprende eso. Nico no tiene por qué ser mi novio si salgo por ahí con él. Parece que las únicas amistades creíbles son las de personas de un mismo sexo. Cosa que me enerva a más no poder.
—Pues creo que él esta colado por tus huesos— dice finalmente saliendo de mi habitación con una estúpida sonrisa en su cara de piel perfecta y suave.
Le escribo un mensaje diciéndole que estoy bien y que nos vemos esta noche para la carrera. Tras eso, vuelvo a quedarme dormida. Pasar toda la noche de fiesta es agotador. El tiempo pasa rápido y cuando menos me lo espero, ya estoy saltando por la ventana de mi habitación para irme a hurtadillas de casa. Sé que mis padres me tienen amenazada con mandarme a un reformatorio, pero esto es mucho más importante. La vida de Marcos y la mía corren un grave peligro.
— ¿Se puede saber dónde has estado?
Eso es lo primero que me dice Nicolas cuando me ve llegar. Suspiro ante el notable enfado que tiene y a lo lejos veo a sus amigos. Sus manos van a parar a mis hombros y casi tengo que agarrarme a algo para no caer.
—Con Caleb. ¿Cómo has estado? — digo tratando de sonar calmada.
Él abre sus ojos atónito por mi respuesta y su boca se abre para hablar pero de ella no salen palabras. Está en shock. Pero no tardará en explotar porque Nico es así.
— ¡Muy preocupado porque no respondías a mis llamadas! ¡Pensé que te había pasado algo malo! ¡Maldita inconsciente! ¡Es que eres tan egoísta! — Me lo merezco. Él me da un ligero empujón y después, le da una patada a una enorme piedra del suelo. Su rostro está desencajado.
Asiento e intento acercarme pero él se aleja cabreado de mí. Nunca lo había visto actuar así conmigo. Ninguno de sus amigos interviene en nuestra discusión. No obstante, noto sus miradas desde la distancia. Están atentos a todo.
—Vale Nico, ya está... Estoy bien, ¿no es eso lo importante?
—Olvídate de mí por hoy, ¿me has oído? No te quiero ni ver.
Dicho eso, desaparece entre la multitud junto a sus amigos. Para mi sorpresa, Maya se queda parada frente a mí. Se acerca a mí y para mi sorpresa, me abraza.
—Dale tiempo, solo está preocupado por ti— me dice restándole importancia.
Asiento dándole la razón, sin embargo, sé que está discusión se alargará porque hoy voy a arruinarlo todo todavía más. Digamos que... Convertiré el caos en más caos.
—Sé que estuviste con Caleb y no me preguntes cómo lo sé porque me tienen prohibido decir nada— suelta de repente con una sonrisa pícara— Me pregunto si la mismísima Alanna está enamorada de Donovan...
Niego con la cabeza haciendo que se ría.
—Puedes confiar en mí. Somos amigas, ¿no?
Suspiro. Realmente no sé de qué conoce a Caleb, pero supongo que será del instituto. El caso es que necesito hablar de esto con alguien, quizás así me aclare un poco las ideas.
—No sé qué siento por él. Es todo muy confuso. Me vuelve loca en todos los sentidos de la palabra y me encanta pasar tiempo con él, ¿sabes? Hace que la vida se vea menos miserable y con más... color. No sé si me entiendes.
Ella asiente comprendiéndome. Se siente bien tener una amiga, antes solo tenía a Nico. Es cierto que sé poco acerca de Maya pero siento que puedo confiar en ella.
—Eso de lo que hablas es amor y juraría que estás empezando a enamorarte— dice con entusiasmo. Ella da palmadas al aire. Sus pestañas se mueven con frenesí.
Frunzo el ceño. Siempre había relacionado ese tipo de amor con ataduras y me gusta pensar que soy una persona libre.
—Pero no te agobies, simplemente déjate llevar. Deja que tus sentimientos fluyan como tu relación con él.
Sonrío.
—Lo haré y, gracias...
En ese momento, me doy cuenta de que ya es hora de que comience la carrera. Me despido de Maya y camino hacia Franklin entre suspiros, mi mente es una mezcla de pensamientos. Antes de poder entrar en mi coche, El Oscuro aparece en mi campo de visión.
—Todo esto de tu pelea con Marcos me huele a podrido. Los dos son muy malos actores. Por eso quiero que sepas que puedes contar conmigo para lo que sea. Sé que tienes algo entre manos, Alanna. Te conozco.
Asiento tragando en seco. A este hombre no se le pasa ni una. Sin embargo, no puedo implicar a nadie más en el tema de los Anteos. Esto lo tenemos que solucionar Marcos y yo.
—Ah y suerte— me desea dándome un cálido apretón en el hombro. Yo le sonrío en forma de agradecimiento.
Finalmente llego a mi coche y cuando por fin creo que voy a entrar en él, escucho una voz.
— ¿Lista para perder?
Me giro para ver a Marcos. No parece tan nervioso como la última vez que lo vi, de hecho, diría que se ha arreglado más de la cuenta para saborear su victoria.
—Sí, y no te acostumbres a esto, marqués. Sólo lo hago para salvarnos el culo.
Él asiente algo incómodo por mi respuesta y al fin, entra en su coche al mismo tiempo que yo. Los observadores se colocan para ver bien la carrera y distingo a Nico con sus amigos entre ellos. Su ceño sigue igual de fruncido que antes. Sus palabras retumban en mi cabeza, así que trato de centrarme simplemente en la carrera.
Un chico se coloca frente a los dos y cuando sube su mano a lo más alto ambos aceleramos con fuerza creando un gran estruendo. Me encabezo en la carrera pero voy frenando permitiendo Marcos que, de una forma un tanto disimulada, me adelante. Él hace una ágil maniobra y se pone delante de mí. De esta manera estamos durante todo el recorrido y aunque intento alcanzarlo, no lo consigo. Finalmente, él llega a la meta proclamándose por primera vez ganador.
Esto ha sido una mala idea.
Golpeo el volante con frustración mientras escucho al público felicitar entre gritos y aplausos a Marcos. Me bajo del coche con la cabeza bien alta. Pero alguien no tarda ni dos segundos en bajármela. Un chico, quién diría que es uno de los Anteos, se abalanza sobre mí y me acorrala contra Franklin.
—Se acabó el tiempo, niñata. Es hora de pagar— me dice pegándose peligrosamente a mi oído. Es el mismo chico que intentó atropellarme en el instituto.
Nadie parece percatarse de la situación, cosa que agradezco enormemente. Todos siguen clamando al ganador, quién parece estar flotando sobre una nube. Me atrevo a mirar al hombre a los ojos y en ese momento, siento algo punzante picar mi costado. Lleva una maldita navaja.
—Aún no han pasado los seis días, animal. Así que suéltame— escupo con enfado sin demostrarle miedo. Sin embargo, en el fondo me estoy haciendo pis en los pantalones.
— ¿Ah, no?
Dicho esto, aprieta más la cuchilla contra mí y sin poder evitarlo, suelto un inaudible quejido. Siento algo caliente bajar por mi costado, confirmándome que es sangre. No me puedo creer que después de haber hecho todo este montaje, vaya a morir igualmente. Dichoso seas mundo.
— ¡Aléjate de ella, joder! — Vuelvo a respirar con normalidad cuando Nico coge el chico con si fuese un muñeco de trapo y lo empuja lejos de mí. — ¡Cómo te vuelva a ver cerca de ella, te mataré! — Él tipo me dedica una mirada de odio y se va de allí corriendo.
Subo mi camiseta con disimulo y veo la herida. Es pequeña, pero escuece. Un hilo de sangre desciende por mi cintura. Trato de no hacer una mueca, pero fallo pues Nico se da cuenta y aparta mi mano del lugar de la herida.
—No me jodas, ¿en qué estás metida Alanna?
Como si no pudiera controlarlo, las lágrimas se agolpan en mis ojos. Aunque no les permito caer.
—E-es una larga historia Nico, yo...
— ¡Me tienes harto con tanto secretísimo! ¡Dime ya que está pasando y por qué ese tipo te ha apuñalado!
Sus ojos irradian enfado. Vuelvo a cubrirme la herida, pero él me aparta la mano y la agarra con fuerza obligándome a que lo miré.
— ¡Dime ya!
Sus gritos sólo empeoran más la situación, pues Ayo y Maya parecen darse cuenta de ello. Además del resto de presente, parece que todos van a presenciar la caída en picado de la mismísima Alanna, la gran corredora clandestina.
—Sé que ese era uno de los Anteos, así que dime por qué estás hablando con esa gentuza. Sabes muy bien que no son trigo limpio — escupe en mi cara con enfado. Realmente me odia y me odio a mí misma por ello.
— ¿M-me vas a dejar hablar?
Cuando parece quedarse callado, Marcos interviene en la conversación metiéndose entre ambos.
—Alanna no tiene la culpa de nada. Fui yo el que nos metió en este lío pero gracias a ella está todo solucionado— le dice intentando tranquilizarlo. Aunque con eso sólo lo empeora todo más.
— ¡Encima se lo confías a este imbécil antes que a mí! ¡Estoy flipando, Alanna! — chilla completamente histérico. Maldito seas, Marcos— ¿Cuándo fue que llegamos a este punto? ¡Dímelo!
Ni siquiera me deja hablar, Maya y Ayo se acercan a nosotros para apaciguar la situación y tras escucharlos me queda claro que no han entendido nada acerca de nuestra conversación ya que, tratan de consolarme por haber perdido.
—Tranquila, amiga. Seguirás siendo nuestra ganadora.
Voy a responder a eso en un intento por hacerle creer que estoy así por eso. Pero me quedo complemente helada al ver a una persona. Eder se acerca a nosotros junto a un atónito Caleb. Sí, no le había contado nada acerca de este mundo. Más que nada porque pensé que él estaba bien apartado de él. Este hace contacto visual conmigo y noto la sorpresa en su mirada. Siento un pinchazo en el pecho y por un momento, me da la sensación de que me voy a desvanecer.
— ¿Alanna? ¿Qué haces tú aquí?
—Ah, ¿qué no te lo había dicho? Ella es la famosa corredora de la que te hemos hablado— le informa Eder sin quitarme un ojo de encima.
Y con eso. Rematamos el caos del día, el cual dudo mucho que tenga arreglo.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top