Capítulo 17

—A ti te gusta llamar la atención, ¿verdad?

Ruedo los ojos en dirección a Florian mientras entramos en clase. Este se ríe ganándose las miradas de algunas chicas quienes estoy segura que piensan lo guapo que es.

— ¿Por qué piensas eso?

—No lo sé, ¿intuición quizá?

Le saco mi dedo medio y me despido de él para ir a mi primera clase en la cual tengo un examen. Entro en ella donde todos mis compañeros ya tienen los pupitres separados. Para mi sorpresa, Apolo está sentado en mi sitio.

— ¿Qué haces? Ese es mi sitio— le recuerdo.

Él se encoge de hombros.

—He decidido que no me levantaré de aquí hasta que aceptes salir conmigo— suelta de repente.

Noto las miradas de sus amigos en el final de la clase pero hago como que no les he visto. Me cruzo de brazos y suelto un largo suspiro. Este chico es muy pesado.

—Pues espera sentado. Hay asientos de sobra— dicho eso camino hacia uno libre en la otra punta de la clase. Sus amigos se carcajean de él en su cara y este les saca el dedo enfadado.

Conmigo no funciona, Apolo, pienso.

Las clases se pasan volando y cuando menos me lo espero ya está sonando el timbre de salida. Voy directa hacia el baño pues ningún profesor me ha dejado ir en las otras horas y de camino a él veo una escena a través de la ventana bastante comprometedora. Florian está apoyado en un muro exterior del instituto y habla con un chico de primer curso. Su mochila gigante y esa diminuta estatura lo delatan. Me quedo helada cuando veo que este le da dinero y él le entrega una pequeña bolsa plástica con un contenido verde.

No me creo que este haciendo trapicheos en el instituto.

Él se da cuenta de que lo he visto y viene directo hacia donde estoy como si nada hubiese pasado. Cruza el patio y entra en el instituto hasta llegar a mí. Va a pasar la mano por encima de mis hombros, pero se lo impido.

—Has escapado loco de que no te expulsaran, y ¿ahora vendes drogas a niñatos de primero?

Florian suelta un largo suspiro y se aleja un poco de mí. Es la única persona capaz de hacer mis días menos miserables en esta cárcel, así que lo último que deseo es su expulsión.

—Es dinero fácil, además tengo mis motivos. Así que no me juzgues, ¿sí? No todos tenemos la vida resuelta como tú Alanna.

Dicho eso se aleja de mí dejándome aquí plantada como una tonta. Será imbécil. Camino detrás de él para replicarle, pero veo el coche de Nico aparecer en el aparcamiento. Sin pensármelo dos veces corro hacia él y entro. De reojo puedo ver a Florián haciendo aspavientos ante mi acción. Para mi suerte, mi querido amigo me recibe con una grata sonrisa y obviamente, me revuelve el pelo.

—Te echaba de menos— digo golpeando amistosamente su hombro. La última vez que nos vimos fue cuando me soltó aquella charla sobre Caleb con quien, de hecho, no he vuelto a hablar.

—Ya, lo siento... He estado un poco liado.

Asiento comprendiéndole y tomamos rumbo a Orbe. Un restaurante bastante juvenil al que solemos ir a comer. Por el camino le cuento a Nicolas lo sucedido esta semana. La llegada de Florian, el drama en mi casa con Gael y su "nueva novia", además de lo pesado que se ha vuelto Apolo en clase.

—Joder, y a mí que no me ha pasado nada importante esta semana— dice atónito.

Me río. Me gustaría creerlo, pero desde que vi aquello en la fiesta, sé que tiene algo que contarme.

—Mi vida es un drama ahora mismo, créeme.

Él se ríe por lo bajo sin apartar la vista de la conducción. De repente, su móvil suena con una sucesión de mensajes y lo cojo para ver quién es y poder leérselo.

Tenemos que repetirlo. Llámame cuando veas esto.

Tras leer eso, no me da tiempo leer el nombre de la persona que se lo ha enviado pues él me arrebata el móvil de las manos con demasiada brusquedad.

—No vuelvas a hacer eso nunca más.

Me mira con tanto enfado que me encojo en el asiento. No me puedo creer que haya reaccionado así. Nunca nos ha importado leer los mensajes del otro, normalmente porque no tenemos nada que ocultar. Pero veo que algo ha cambiado y sí hay secretos entre nosotros.

— ¿Y eso por qué? ¿Qué ha cambiado ahora Nico?

Él parece arrepentirse de haberme hablado así y su expresión se relaja. Sospechaba que a lo mejor me ocultaba algo porque últimamente actúa raro y su paradero suele ser bastante desconocido. También entiendo que esté pasándolo mal por la enfermedad de su madre, pero creo que le he dejado claro que puede confiar en mí.

—No quiero que cojas mi móvil, eso es todo.

Asiento para no presionarlo más y vuelva a reaccionar de igual forma. En realidad, yo también le oculto cosas: mi problema con los Anteos es algo que desconoce. No obstante, lo hago por su bien. Tiene suficiente en su vida como para preocuparse también por mí.

—Ayo, Maya y Eder están yendo para allá ahora. Si quieres podemos comer con ellos— sugiere rompiendo el silencio incómodo que reinaba en el coche.

Lo miro y noto como sus nudillos están blancos de apretar con ganas fuerza el volante. Ni siquiera sé cómo reaccionará mañana cuando me vea perder. Es astuto como para saber cuándo miento.

—Claro.

Al cabo de un rato en completo silencio, llegamos al restaurante. Cuando entramos en él, diviso la, ahora, cabellera azul de Maya en el fondo del establecimiento. A su lado Ayo nos mira con emoción y Eder con esa cara de perro mal adiestrado de siempre.

—Nuestra corredora preferida— dice Ayo poniéndose en pie para saludarme.

En la fiesta de después de la carrera hicimos buenas migas, hasta que tuvo que irse y me quedé con Maya. Ella se levanta también y sorprendentemente me abraza. He de admitir que todo esto se siente reconfortante.

— ¿Qué tal con tu novia?

Ella sonríe por lo que le he dicho y es Ayo el que niega repetidas veces con la cabeza. Parece que fue ayer cuando tuve que meterme entre ellas para que se reconciliaran.

—Ya no somos nada. Ahora estoy conociendo a un chico.

Su respuesta me deja bastante confusa, más que nada porque pensaba que estaba perdidamente enamorada de ella. Asiento y de repente, todos en la mesa se ríen en toda mi cara. Incluido Nico. Lo miro sin entender y él alza las cejas.

—Te está tomando el pelo, Alanna. Obvio que sigue con su novia. Ella no sería capaz ni de tocar con un palo a un tío— me dice riéndose con sus amigos.

—Lo siento, es que te vi con cara de susto y pensé que te haría gracia— se excusa ella pasando una mano por encima de mis hombros.

Trato de sonreír pero me sale una mueca. No me hace mucha gracia que digamos, sin embargo, para ellos parece el chiste del año.

— ¿Vas mañana a Sazón?

Ella niega con la cabeza.

—No puedo, está vez me toca cuidar de mi hermano el fin de semana.

—Dirás que lo cuidas siempre porque tú madre no es que esté mucho por casa— le corrige Ayo poniendo los ojos en blanco.

Según tengo entendido, Ayo llegó como migrante con su familia  hace un par de años tratando de buscar una vida mejor y por suerte, la encontró. De Eder no sé absolutamente nada, aunque tampoco es que me haya esforzado mucho por enterarme de algo. Por otro lado, de Maya sólo sé que tiene novia y que está muy loca. Además de que tiene buen gusto para los colores.

—Mi madre vive atrapada en la adolescencia desde hace mucho. Yo me ocupo de mi hermano mientras ella está por ahí de fiesta con sus novios y sus continuos abortos— me cuenta Maya.

—Sí, y debería hacer algo para librarse de eso, pero la muchacha no quiere hacer nada— replica Ayo quién parece molestarle bastante hablar de este tema.

Maya suelta un largo suspiro y mira hacia otro lado.

—Déjala, sabes que todo eso no es fácil— la defiende Nico haciéndole gestos a Ayo para que calle. Él levanta sus manos en son de paz y se echa una mirada apenada a su amiga.

— ¿Y tú Eder?

Él me mira sorprendido cuando le pregunto.

— ¿Y tú pija?

— ¿Vas a estar siempre llamándome así?— inquiero irritada.

Eder sonríe aunque no puede ocultar su sorpresa.

—Es lo que eres. No puedes huir de ello, pero tranquila, yo también me compadecería de serlo. Estar todo el día oliéndoles el culo a tus padres, estudiando para ser los reyes del mañana y criticando a los mortales como nosotros con tus amigos debe ser durísimo.

Una oleada de adrenalina mezclada con impotencia resurge en mi interior haciendo que golpee la mesa con toda mi alma y el puño bien cerrado. Eso sobresalta a todos los presentes, incluidos los que están al margen de esta conversación. Me pongo en pie y el sonido de mi silla crujir contra el suelo hace eco por todo el restaurante.

—No sabes de lo que hablas. Ni te imaginas cómo es mi vida así que no te permito que hables así de ella, ¿lo entiendes?

—Cierra la boca ya— le espeta Ayo cuando va a replicarme algo más.

—No me la trago. ¿Por qué soy el único que no ve lo falsa que es? Sólo es una niñata pija que quiere sentirse rebelde saliendo con nosotros y con el de tatuajes.

Nico lo fulmina con la mirada, pero no dice nada. Quizás sí piense eso de mí, al igual que Ayo y Maya. Me siento apartada al instante, como si fuera una intrusa. Así que simplemente me voy de allí.

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