Capítulo 16
Llego a mi casa cuando está a punto de caer la noche. Lo cierto es que Florian es más divertido de lo que pensaba. Es una persona alegre y sin prejuicios. Nada más entrar, escucho fuertes pisadas en la planta alta y mi madre no tarda de aparecer en el zaguán.
—Dame una sola razón para que no te castigue por todo un mes, Alanna.
Frunzo mi ceño sin entender su cabreo. Pero todo se confirma cuando Isaac y Gael aparecen desde la cocina. El mellizo odioso número uno tiene el pómulo hinchado y teñido de diferentes tonalidades moradas y verdes.
— ¿Ya te han contado su versión?
Ella asiente con firmeza sin quitar esa cara de perro.
—Bien, ¿y me vas a dejar que te cuente la mía o harás como siempre he ignorarás mi justificación?
Eso la deja completamente descompuesta, aunque su expresión de enfado no cambia ni siquiera un poco.
—Has permitido que un macarra golpee a tu hermano y encima has tenido el valor de defenderlo. ¿Es que acaso lo conoces de algo como para no defender a tu familia?
—Mamá, ellos no tenían por qué meterse en mi conversación con él. Gael apareció allí como si fuese el rey del mundo plantándole cara e insultándolo y luego Isaac fue a hacerse el duro y se la llevó. Ese chico sólo quería hacer amigos porque llegó nuevo hoy.
Sorprendentemente, mi madre me escucha. No obstante, eso no le hace cambiar de parecer pues la mejilla enrojecida de mi hermano es excusa suficiente para que no me crea.
—Me da igual si ese chico llegó hoy o si lleva toda la vida ahí. Es un macarra sin modales que no pinta nada en una institución como esa. ¡Por dios! Tú espera a que hable con la directora. — dice. Está histérica. — Y tú, Alanna Raymond, estás castigada.
Suelto un fuerte gruñido y la ignoro caminando hacia la escalera para subir a mi cuarto. Pero Isaac me corta el paso junto a su clon quién parece haberse olvidado de nuestro secreto el cual podría ser una gran bomba de relojería para esta familia.
— ¿No tienes nada qué decirme?
La sonrisa que me sale es realmente cínica.
—Sí, ojalá Florian te hubiese dado más fuerte.
Dicho esto paso por su lado golpeando con fuerza su hombro y subo corriendo hacia mi cuarto. Debería dejar de meterme en movidas y empezar a centrarme en lo verdaderamente importante: Los Anteos. Este viernes será la carrera contra Marcos en la que me tendré que dejar perder. Por ahora lo tengo difícil para salir de casa sin que me descubran, pero como siempre, lo conseguiré.
El director ha llamado a mi padre. Mañana tiene que hablar conmigo. Me huelo la expulsión. Pero por lo menos espero haberle dejado un buen recuerdo a tu hermano.
No puedo evitar reírme ante el mensaje de Florian. Sabía que mi madre tomaría medidas ante la ausencia de mi padre por temas de trabajo. Siempre se pone dramática cuando no está él. Termino de responderle y salgo de mi habitación para ir a cenar. Cuando bajo, las miradas acusadoras de todos los presentes de mi familia me hacen sentir pequeña. Aunque no se los demuestro.
Para mi sorpresa, mi padre acaba de llegar de una larga jornada de trabajo en el quirófano. Pensé que volvería mañana, pero no. Ruedo mis ojos ante su presencia y me siento para cenar. Odio cuando comemos todos juntos. Pues la cena se resume en mis padres hablando del maravilloso futuro universitario que tendrá Isaac y todos los partidos de baloncesto que ganará el equipo de Gael; las miradas penetrantes de Noel intentando sacarme algo de información sobre cualquier tipo de tema y los absurdos comentarios de Casia acerca de ropa que ha visto por internet.
Un completo caos.
—La mejor forma de que mejores es que te vayas a Inglaterra, Isaac. Sabes que ahí están las mejores universidades...— le repetía mi padre por milésima vez.
A veces pienso si él no se cansa de escuchar eso una, y otra, y otra vez. Finalmente, terminamos de comer y todos nos ponemos en pie para recoger la mesa. El sonido de voces y la cubertería moviéndose de un lado para otro se ve interrumpida por la voz nerviosa de Gael.
—Mm... Me gustaría que en la próxima cena familiar pudiéramos incluir a alguien más.
Lo miro sorprendida por su atrevimiento. No me creo que vaya a presentarle a Dana a la familia, la pobre podría salir muy espantada de aquí. Mis padres lo observan con detenimiento y el resto de hermanos no parecen entender a quien se refiere. Él se ha preocupado por mantener oculta esa relación con Dana.
— ¿Quién es, hijo?
—Dana, una amiga.
Isaac no tarda en reírse por lo bajo al escuchar el nombre de la chica. Lo fulmino con la mirada pero no parece darse cuenta. Me está ignorando por completo. Casia sonríe al caer en quién es al igual que Noel.
— ¿Conocemos a sus padres?
Él hace un gesto de indiferencia.
—No lo sé, pero eso no es lo importante aquí. Los dos tenemos que anunciarles algo importante.
Dicho eso, a mi madre parece querer darle un desmayo en cualquier momento. Quizás crea que se quieran casar, pero lo dudo mucho. La tensión sobresale en el ambiente. Gael me mira aterrorizado pero miro hacia otro lado. Creo que no ha sido el mejor momento para decirlo.
—No me asustes, cariño, ¿de qué se trata?
—Sólo esperen un poco, ¿sí?
Ambos asienten y él me mira a la espera de que haga algo. Yo asiento tranquilizándolo cosa que Isaac logra darse cuenta pues nos mira a ambos con una ceja alzada.
Al día siguiente, me levanto y me visto con rapidez para ir al instituto. Salgo de mi habitación y bajo corriendo las escaleras donde mis hermanos me esperan para salir. Corro a por una tostada y salgo comiéndomela mientras vamos hacia el coche. Nos montamos en silencio e Isaac toma rumbo al instituto. Por el camino ojeo unos apuntes para un examen que tengo ahora al mismo tiempo que ellos charlan sobre algunos chismes del centro.
— ¿Podrías pisar más el acelerador? A este paso no llegaremos— replico cortando su estúpida conversación.
Noel, quien vive tratando de que no me meta en más peleas con los mellizos, me da un ligero codazo para que me calle, pero ya es demasiado tarde. Isaac me mira por el espejo retrovisor como si pudiese matarme con la mirada. Escucho a Casia suspirar a mi lado pues ya sabe por dónde va a terminar eso.
—Qué sabrás tú de acelerar y de velocidad. Voy a la velocidad adecuada para esta carretera, maldita enterada.
Suelto una risita por lo bajo que parece irritarlo.
—Cualquiera sabría qué vas pisando huevos.
Dicho eso, un coche nos adelanta con agilidad haciendo que Isaac se dé cuenta de su lentitud. A pesar de eso, no tiene pensado acelerar más.
—Los coches son lo nuestro, Alanna, sabemos lo que hacemos— me dice Gael con obviedad.
A mi lado escucho a Noel reír y lo miro. Él rueda los ojos y yo le guiñó un ojo con complicidad. Eso parece molestar todavía más a Isaac.
—...Me duermooooooooo...— canturreo refiriéndome a la falta de velocidad.
Para mi sorpresa, Isaac frena el coche en mitad de la carretera y se gira como un completo psicópata para mirarme con rabia e ira. Que poca paciencia tiene, como yo. Sonrío vencedora pues lo he hecho enfadar.
— ¡Si tanto sabes, conduce tú!
Eso sí que no me lo esperaba.
—A ver, déjenlo ya. Está claro que aquí parados no llegaremos a ningún lado— dice Noel intentando calmar la situación. Siempre hace lo mismo.
—No, no, tiene toda la razón. Saca el culo de ahí que te enseñaré cómo se conduce de verdad.
Dicho eso, Isaac se baja hecho una furia del coche y yo hago lo mismo. Intercambiamos miradas de odio mientras nos cambiamos de sitio. Él se sienta en el medio donde estaba yo, y yo en el asiento del conductor. Gael me mira horrorizado mientras me abrocho bien el cinturón y ya Casia se ha tapado los ojos.
—Esto es una muy mala idea.
Ignoro las palabras del mellizo odioso número dos y me ajusto el asiento con destreza al mismo tiempo que tomo la palanca de cambios y doy un fuerte acelerón.
— ¡Ni siquiera tiene carnet de conducir, por dios!— chilla Casia cuando cogemos velocidad.
Sonrío triunfante al escuchar a Isaac gruñir al ver cómo tomo las curvas.
— ¡Vamos a morir!— sentencia Gael abriendo la ventanilla para coger aire.
Tras varios giros y adelantamientos llegamos antes de lo previsto al instituto. Las miradas de los alumnos se centran en nosotros cuando nos ven llegar, pues las ruedas del coche de los mellizos chirrían en cuanto freno. A lo lejos puedo distinguir a Florian apoyado en su moto a unos metros de distancia de nosotros. Todos se bajan horrorizados del coche y yo de lo más victoriosa.
— ¿Cómo es que sabes conducir así?— me pregunta Casia con una mano en el pecho.
Me encojo de hombros y le muestro las llaves a Isaac quién me mira con odio. Noel a su lado trata de recobrar la respiración junto a Gael.
— ¿Nada que decir?
—Mira no sé cómo es que sabes conducir así, pero créeme que lo descubriré— sentencia Isaac arrebatándome las llaves.
— ¡Con un gracias me bastaba!
Él me fulmina con la mirada y sigue caminando junto a su mellizo a reencontrarse con sus amigos. Miro a Noel y le guiño un ojo al mismo tiempo que camino hacia Florian.
—Eres un gran misterio, Alanna.
Ruedo mis ojos cuando escucho las palabras de Noel. No me gusta que me llamen así. Decido no contestarle y sigo mi camino hacia mi nuevo amigo. La verdad es que la cosa pinta bien para la carrera de pasado mañana, pero será una pena tener que perderla.
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