Capítulo 15
Entro en la cafetería y voy directa la mesa de siempre. Saco mi comida y no tardo en hincarle el diente. El día ha estado más tranquilo de lo normal y eso es algo que me extraña viniendo de mí. Mi vida es un caos y rara vez no pasa algo extraño. Además, ahora mismo todo es un desastre. Cada día va quedando menos para que me deje perder contra Marcos y poder conseguir todo el dinero para los Anteos. Sigo ocultándole a mis padres que van a ser abuelos y Gael parece no importarle en absoluto. Por último, Nicolas se va a cabrear conmigo a más no poder cuando descubra lo que le he estado ocultando.
De repente, el barullo que estaba formado en la cafetería se ve sumido en el silencio con la entrada de un chico en la cafetería. Todos los pensamientos se borran de mi mente cuando lo veo. Su rostro me es familiar pero no sé muy bien por qué. Su mirada examina todas las mesas y de repente, se fija en mí. Me quedo sorprendida cuando lo veo caminar muy seguro hacia mi mesa.
Todos lo miran como si estuviese loco, pero él sigue a lo suyo directo hacia mí. Cuando llega simplemente se sienta frente a mí y sonríe. Al cruzar mi mirada con la suya caigo en la cuenta de quién es.
—Vaya, vaya, pero si es el intento fallido de ladrón— digo dando un mordisco a mi sándwich con total tranquilidad.
Este se ríe y saca su comida.
— ¿Qué haces aquí?
—No sé. He preguntado quién es la más rara del lugar y me han dicho que eras tú, así que aquí estoy.
—Ja ja... muy gracioso. Pues déjame decirte que estás en el sitio equivocado porque nadie se sienta conmigo y si no quieres que empiece a soltar por la boca quién eres, más te vale mantenerte alejado de mí.
Dicho eso me pongo en pie y camino hacia la salida de la cafetería sin mirar a nadie. No sería capaz de expandir el rumor de que este tipo es un ladrón en prácticas, pero de algún modo tenía que quitármelo de encima. Además, creo recordar que tengo a unos tipos bastante chungos con intenciones para nada buenas contra mí. Puede ser un mandado de ellos, aunque aquella noche que entró en mi casa me lo haya negado.
No me niegues que no es raro que aparezca mágicamente en mi instituto y encima, se siente conmigo.
— Oye espera, ¿he dicho algo que no debía?
—Aléjate de mí— repito.
Él frunce el ceño y me mira sin comprender. Sigo mi camino pero una vez más me frena agarrándome por el brazo.
— Creo que he sido clara. No sé quién te envía pero sea quien sea dile que no va a conseguir nada así. Simplemente hundirse más porque no soy fácil de joder.
Me vuelvo a girar y esta vez salgo de la cafetería dando un portazo. Aunque, a pesar de mis palabras escucho a alguien venir por detrás. Cuando me giro irradiando bastante rabia chocamos de lleno y no puedo evitar abrir mis ojos con sorpresa al ver que es él otra vez.
— Joder, ¿en serio?
El chico va a hablar pero un fuerte portazo y rápidas pisadas lo hacen callar. En cuestión de segundos los mellizos están en medio de nosotros dos y Noel justo detrás intentando frenarlos.
— ¿Qué está pasando aquí? — exige saber Gael planteándole cara al chico.
Intento no reír ante el numerito de hermano protector que está montando cuando siempre me demuestra lo poco que le importo. No obstante, recuerdo que anoche lo ayudé con lo de Dana y quizás siente que me lo debe.
—No la fastidies ahora Gael, te lo suplico—le pido pues si lo tenía con el listón alto, ahora puede bajar.
— ¿Y tú quién eres? — pregunta el ladrón desafiándolo con un tono de burla.
Gael es capaz de darle un buen golpe con tal de quedar bien frente sus amigos y estoy segura de que Isaac, su mellizo, lo remataría con tal de apoyarlo en la causa. Sería su victoria contra el nuevo del barrio bajo porque dudo mucho que este chico sea de una familia marquesa o adinerada, no olvidemos que intentó robar en mi casa.
— Su hermano. Ahora responde a mi pregunta antes de que te parta la cara.
Lo que yo decía.
Los amigos de los mellizos salen de la cafetería armando un gran barullo. Sus silbidos y gritos de ánimo me chirrían demasiado al igual que al ladrón. Todos lo animan a que lo golpee y quedará muy poco para que aparezca un profesor. La verdad es que me parece una actitud sumamente Neanderthal por parte de todos los presentes en la escena, pues actúan como monos descerebraos en busca del macho alfa.
— ¿Te está molestando?— interviene Gael al ver que el chico no le va a responder.
De sus ojos saltan chispas de furia cosa que no termino de comprender. ¿Qué les ha hecho el nuevo para que sean así de protectores? Ruedo mis ojos y miro al intento de ladrón quién me observa detenidamente como si estuviera esperando algún gesto por mi parte.
— Pues claro que no.
Tras decir eso intento acercarme a él para llevármelo lejos. No obstante, Isaac tiene otros planes y motivado por los ánimos de sus estúpidos amigos me aleja del chico con un simple empujón para acercarse más a él.
—Déjalo en paz. Todo esto es innecesario, Isaac— digo intentando acercarme otra vez. Sin embargo, Gael me apresa con sus brazos impidiendo que me pueda mover. No conozco al ladrón, pero no me gustaría ver cómo le pegan una paliza por mi culpa.
— Acabas de llegar nuevo así que no quiero que te lleves una mala impresión nuestra. Pero aléjate de mi hermana o te las verás conmigo, ¿entendido, niño? Ella no necesita que la corrompas con las costumbres de tu barrio bajo.
Eso lo vio en una película, créeme. Lo más gracioso de toda esta situación es que ya yo estoy más que corrompida por "las costumbres de los barrios bajos", incluso diría que me he convertido en una de ellos. El mellizo odioso número uno nunca diría algo así y menos trataría de defenderme. Intento zafarme del fuerte agarre de Gael pero me es imposible. Está claro que el baloncesto ha dado sus frutos porque sus brazos son como morcillas.
— Creo que tu hermana ya es lo suficientemente mayorcita como para decidir si se quiere juntar conmigo o no. Además, no te conviene meterte conmigo, no sabes lo que soy capaz de hacer— habla con un tono para nada amistoso. Vaya, casi me había creído que sería un chico inocente, no obstante, sus palabras sonaron realmente amenazadoras.
Creo que ninguno de los presentes en la sala se esperaba esa respuesta, incluida yo. Sonrío ampliamente cuando mi hermano traga en seco. Se ha asustado.
—Mira el flipado este— dice en dirección a sus amigos. Estos se carcajean. —Estás en mi territorio. No lo olvides, paleto.
Ese nombrete que le ha puesto espontáneamente causa todavía más gracia a sus amigos quienes simplemente aumentan más su ego. Pero eso no parece importarle al ladrón, pues da un paso firme hacia el frente encarándolo. Teniendo en cuenta que este chico logró entrar en mi casa y probablemente sea un infiltrado de los Anteos para hacerme algún tipo de daño, mi hermano no tiene nada que hacer contra él.
— ¿Cómo me has llamado?
Dicho esto levanta su puño bien cerrado y en un abrir y cerrar de ojos le da un buen puñetazo en toda la cara, el cual resuena por todo el desértico pasillo. El mellizo se desploma en el suelo sosteniendo dolorido su mejilla enrojecida mientras Gael trata de socorrerlo. Y pensar que quien empezó todo esto fue Gael y no Isaac y ahora el malherido es este último.
— ¡Joder!
El grito desgarrador de Isaac retumba por todo el lugar. Sin embargo, antes de que se levante y se abalance sobre él corro hacia el chico como si de un buen trozo de pizza se tratase. Este sonríe triunfante, pero no le dura mucho cuando lo cojo del brazo y lo obligo a correr lejos de allí. El profesor de guardia no tardará en llegar y obviamente mis hermanos saldrán victoriosos de esta a pesar de que ellos empezaron.
— ¡Cógelos!
Nosotros seguimos corriendo directos hacia la salida e ignoro el hecho de que probablemente se me esté viendo todo con la falda del uniforme. El chico corre junto a mí con una gran sonrisa en su rostro, de fondo se escuchan las pisadas de los amigos de los mellizos persiguiéndonos. Cuando por fin salimos al exterior, él corre hacia el aparcamiento y del bolsillo de su chaqueta saca unas llaves. De repente, las luces de una moto roja se encienden. Sin pensármelo dos veces avanzo hacia ella, nos montamos con bastante rapidez y salimos disparados de allí entre risas por la adrenalina del momento.
—Menuda bienvenida me han dado estos pijos. Si lo hubiese sabido habría llevado mi navaja— bromea cuando nos paramos.
Estamos en una especie de mirador a las afueras de la ciudad. Hemos huido bastante bien diría yo porque aquí no nos encontraría nadie. Él soba su mano enrojecida por el golpe y masculla algo que no logro escuchar.
—Y dime, ¿eres adoptada o algo por el estilo? Porque déjame decirte que no te pareces en nada a tus hermanos— me pregunta.
—Desgraciadamente, somos hermanos de sangre así que no, no soy adoptada— le respondo. Él chasquea su lengua y niega con la cabeza. Entonces, caigo en la cuenta de que ni siquiera me sé su nombre— ¿Cómo te llamas?
—Florian, y yo me supongo que tú serás la famosa Alanna, ¿no es cierto?
Asiento dándole la razón.
— ¿Cómo es que te sabes mi nombre?
—En Baladí corren rápido los rumores. Fue pisar ese instituto de mierda y empezar a escuchar cosas sobre ti. Así que me dije, ¿qué tendrá esa Alanna de especial?
Ruedo mis ojos y me cruzo de brazos mirando al horizonte. Si ellos supieran lo normal que soy, dejarían de lado todos esos falsos rumores acerca de mí. Pero la sociedad se encarga de crear leyendas y aumentar el dramatismo para que la gente no se aburra.
—Pues aquí me tienes y soy muy normal como podrás observar —digo. Sus ojos me escanean de pies a cabeza y después, la sonrisa se ensancha en su rostro.
—Digamos que veo muchas cosas— dice y sinceramente, no le entiendo. De repente, veo que sus ojos están posados sobre mis pechos totalmente cubiertos por la horrenda camiseta de botones del instituto y es ahí cuando me doy cuenta de a lo que se refería. Suelto un carraspeo para llamar su atención y por fin, sus ojos se conectan con los míos. — Yo no veo tan claro eso de que seas normal. Cualquiera habría defendido a su propio hermano. Así que eres una caja de sorpresas, Alanna Raymond.
Parece avergonzado de haberlo pillado mirando donde no debía y ahora que me fijo bien, es bastante atractivo además de alto y larguirucho. Su cabello es rubio y repleto de tirabuzones, su piel es tersa y pálida, y sus ojos son marrones. Varias pecas adornan sus mejillas y desprende aires de picardía con su forma de hablar.
—Fue divertido ver cómo le dabas lo suyo, no podía perder semejante oportunidad de verlo así—me excuso. Creo que resalta a la vista mi mala relación con los mellizos.
Él asiente dándome toda la razón. —No podía permitir que me pisaran, nunca permitiría que un pijo me despreciara así.
La misma frase que dice Nico.
—Oye, y en cuanto a lo de la cafetería puedes estar tranquila. Tu secreto está a salvo conmigo.
Tras escuchar eso me quedo congelada. Nadie de mi vida cotidiana, es decir, la gente del instituto, sabe acerca de lo que hago en Sazón. Al igual que nadie de Sazón sabe de mi vida ni de mi familia. Siempre me encargué de mantenerlo oculto, más que nada porque si ambos mundos se juntaran mi vida se convertiría en una pesadilla. Por eso, la idea de que alguien como Florian lo sepa, me aterra. Sin embargo, me tranquilizo cuando comienza a carcajearse como un loco.
— ¡Oye tranquila que era una broma! Joder, si es que te pusiste hasta pálida y todo—dice tronchándose de la risa en mi cara.
Lo fulmino con la mirada y golpeo su hombro con fuerza. Todavía estoy tratando de recuperarme por semejante susto. Será imbécil.
—A ver si va a ser verdad que la pija oculta cosas y todo— suelta pensativo sin quitarme un ojo de encima.
—Cierra el pico, yo no oculto nada y si lo hiciera, jamás lo descubrirías— le advierto. Eso sí, debo estudiarlo mejor porque podría ser uno de esos que pasan tiempo en Sazón y me viera allí, estoy perdida. — Además, deberías ser tú el que esté asustado porque si mal no recuerdo, intentaste robar en mi casa— lo apunto con el dedo.
Él me observa con picardía, disfrutando de este momento. Luego, se encoge de hombros.
— Solo fue una estúpida apuesta, ¿vale? No te vayas a creer especial porque intenté robar en tu palacio. Fue la primera casa que nos encontramos al entrar en el barrio— se excusa. — Pero la verdad es que no nos salió muy bien la jugada porque me descubriste— me cuenta con total sinceridad.
— ¿No me digas? ¿Qué clase de ladrón entra en una casa haciendo tanto ruido? La próxima vez trata de ser más silencioso porque podrían haberte detenido— digo para después reírme en su cara. Me parece absurdo que por una estúpida apuesta se la haya jugado tanto porque si hubiese entrado por otra ventana, mis hermanos o mis padres no habrían sido tan generosos.
Él rueda sus ojos y se cruza de brazos.
—Oye solo es cuestión de práctica, ya le cogeré el tranquillo. Y tú deberías de actuar diferente la próxima vez, ¿quién sería capaz de no llamar a la policía cuando ve un ladrón literalmente entrando en su habitación? Ni siquiera gritaste.
Sonrío.
—Te vi inofensivo así que no me alarmé— admito recordando aquella noche. Su torpeza habría llamado la atención de los demás.
Florian suelta un grito de sorpresa y se pone una mano en el pecho dolido.
— ¡Pero si iba con un pasamontañas! Pretendía sembrar el terror entre los pijos y me tuve que topar con la pija loca del bate de béisbol— dice y acto seguido se ríe junto a mí.
Este chico me supera. Sé que él tiene preguntas hacia lo que a mí respecta porque ya tenía una idea preestablecida sobre quien era yo. No obstante, no podrá solucionarlas porque no tengo intención de contarle sobre mi vida. Para él seré la chica pija a la que intentó robar pero le salió mal y además, le planta cara a sus hermanos. Siempre y cuando, no me pille en Sazón.
—Y dime, ¿no me vas a decir qué haces por aquí a estas alturas del curso?
Florian se queda pensativo por unos instantes y luego, suelta un largo suspiro. En realidad me da igual qué hace en el instituto, solo quiero saber si frecuenta las zonas por las que voy con Nico.
—Digamos que mi padre dio el braguetazo con una mujer que trabaja para el instituto y como él siempre le saca provecho a sus relaciones, consiguió que ella me inscribiera allí— me cuenta con cierto cansancio.
— Qué típico. ¿Y por qué no te negaste? ¿Tus amigos no están en la pública?
Él asiente. Ojalá suelte algo acerca de Sazón.
—Sí, y los veo casi todos los días así que para mí eso no supone un problema. Quería ver cómo era estar en un instituto de pijos y por ahora está siendo realmente interesante.
— ¿Y por dónde sueles salir con tus amigos? Me pica la curiosidad saber qué hacen las personas normales y corrientes— le digo haciéndome la tonta. Este parece tragárselo, pues sonríe.
—Pues hacemos lo mismo que los pijos pero sin tanto dinero. No sabría decirte por donde salgo y tampoco te recomendaría salir conmigo. Pero cómo te veo curiosa, te recomendaría que no pisases Sazón. Es una zona peligrosa donde chicas como tú, desaparecerían en cuestión de segundos.
Eso está claro. Asiento y me hago la sorprendida ante lo que me ha dicho. Con esas palabras no me ha confirmado si frecuenta Sazón o no, pero sí me ha hecho ver su visión de mí la cual espero que no cambie.
— Tranquilo, jamás iría a un lugar cómo ese— le aseguro y él sonríe.
— Te veo como la típica niña pija que se quiere hacer la rebelde rompiendo un par de reglas, simplemente por eso te lo he advertido. No me gustaría que te pasase algo malo — trato de no rodar los ojos, pero fallo. Si él supiera... Él parece analizar sus palabras, pues rectifica — Ya sabes, eres la única que conozco ahora mismo en el instituto. No querría verme solo o que tus hermanos me acusasen de asesino.
Me río. Él vuelve a esa posición relajada cuando se da cuenta de que no me lo he tomado a mal.
— Tienes razón. Mis hermanos te meterían preso— le aseguro — Y en cuanto a lo de querer ver la vida de los pijos, no te recomiendo que te juntes conmigo porque tampoco es que cumpla con eso de ser pija, así que, si quieres ver como es la vida de un pijo, mejor júntate con otras personas porque conmigo lo llevas bastante fastidiado— le aconsejo mirando el horizonte.
Florian vuelve a reírse y me mira.
— ¿Sabes que, Raymond?
Lo miro con atención a la espera de que diga algo interesante.
—Creo que tú y yo nos llevaremos muy bien.
Dicho esto, él pasa una mano por encima de mis hombros y caminamos hacia el horizonte. Florian comienza a contarme cosas acerca de su vida y no puedo evitar pensar que quizás se me ha abierto otra puerta a la amistad.
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