Capítulo 14
Después de pasar toda la tarde con Nico, llego a mi casa antes de la cena. Subo directa a la planta alta y cuando paso por delante de la habitación de los mellizos escucho un golpe. Seguido de otro y sucesivamente otro. No pensaba hablar con Gael hasta mañana pero creo que no podré aguantar.
Toco su puerta un par de veces y al no obtener respuesta por su parte me tomo la libertad de abrir. Sólo está él, no hay ni rastro de Isaac. Está sentado sobre su cama con la cabeza entre las manos. Es una estampa bastante triste, sin embargo no pienso consolarlo a él. Va en contra de mis principios de enemiga.
—Piérdete Alanna, no quiero verte— dice sin mirarme.
Por esto mismo.
Lo ignoro y camino hasta estar a unos escasos metros de él. Mis playeras pisan los restos de cristales rotos en el suelo y me doy cuenta de que falta la lámpara de su mesilla de noche. Eso fue lo que se rompió. Me quedo ahí petrificada frente a él. Este sube su cabeza y me quedo estática cuando me percato de que ha estado llorando.
Dana le importa.
— ¿Esto es lo que querías ver? ¿Mi sufrimiento? Pues bien, Alanna, lo has conseguido— suelta poniéndose de pie.
Camina directo hacia mí y una vez más me encara. ¿Es que no se cansa? Me cruzo de brazos y lo miro igual de amenazante. Esto es lo que paga una cuando intenta ayudar a alguien para que no se vaya a pique. Todo sea por Dana y sus ojos de corderito.
—Pensé que eras más maduro. Pero viendo la escena que montaste hoy, creo que no. ¿Tan malo es afrontar un error? Nadie te va a matar por cometer uno por una vez en tu vida, Gael.
Mis padres son expertos en inculcarnos valores de este tipo, equivocarse desde su punto de vista no es bueno. Debemos ser perfectos en todo lo que hagamos y sin cometer errores. Pero creo que se olvidaron de que somos humanos y los humanos, por naturaleza, somos capaces de tropezarnos dos veces con la misma piedra. Mis palabras parecen llegarle, pues se sienta derrotado en el borde de su cama. Siento un alivio interior pues me olía que esto acabaría en pelea.
—No lo entiendes. Ella dejó de tomarse sus pastillas, fue su error no el mío. Y ahora pretende tener a ese niño, ¿es que está loca o qué le pasa?
— ¿Cuándo te dijo que las dejó de tomar? ¿Cuándo gritabas sin dejarla hablar o cuando golpeaste la pared como un loco? Además, tu participaste en ese momento así que no cargues todas las culpas sobre ella — digo alzando mis cejas. Él cubre su mano magullada con la otra. Está bastante destrozada.
Hace una mueca de dolor ante ese acto, por lo que dudo mucho que se haya parado a curar esa mano. Me tomo un momento para asimilar lo que voy a hacer. Cojo con cuidado su mano y analizo los golpes. Tiene los nudillos en carne viva y ensangrentados. Además de morados y verdes. Salgo de la habitación en silencio y me dirijo al baño. Luego vuelvo a entrar con el botiquín de primeros auxilios.
— ¿Qué haces?— pregunta sorprendido cuando ve que voy a curarlo.
—Deberías aprender a golpear, así sólo te haces más daño— es lo único que digo pasando un algodón con desinfectante sobre las heridas.
Este suspira.
— ¿Es que acaso tú sí sabes?
Sí, sé. Pasear por Sazón es tarea complicada, hay que estar preparada para cualquier tipo de situación. Además, dar golpes a cualquier cosa relaja un montón.
—Lo sabe cualquiera, menos tú por lo que veo— comento.
Lo escucho gruñir y sonrío.
—Pues tendrás que enseñarme algún día, doña experta en todo.
Sonrío aún más por su enfado. Los Raymond somos bastante competitivos y Gael lo es todavía más. No olvidemos que es de los mejores del equipo de baloncesto.
—Sí, mira. Se golpea así, no así.
Dicho esto cierro mi puño y con un movimiento ágil golpeo su brazo provocando que este se aleje de mí dejando caer a un lado. Sus ojos son como dos planetas de lo abiertos que los tiene.
— ¡Auch!
Ruedo mis ojos. Le he dado flojo, lo juro.
—Tienes que girar el puño, no dejarlo firme— digo encogiéndome de hombros siguiendo con mi cura.
Tras un largo silencio, él vuelve a hablar.
— ¿Crees que me pasé?— pregunta.
Pues claro que sí, parece que se olvidó de cuando lo llamé animal.
—Sólo creo que deberías escucharla. Ella es la que va a tener esa criatura creciendo en su interior durante nueve meses, no tú. Sólo has pensado en ti y cómo afectará a tu vida. Pero no te has parado a pensar en ella y en todos los cambios a los que deberá enfrentarse...
—Es también mi decisión, ¿o es que acaso sólo puede decidir es ella?— dice a la defensiva.
Aprieto el algodón con fuerza sobre la herida y este se queja. Sonrío para mis adentros. Hoy está siendo un día muy raro pues estoy hablando con uno de los mellizos sin lanzarnos cosas y gritarnos, he ayudado a una compañera de clase con un problema y he tenido una conversación acerca de Caleb con Nico.
Esto no está bien. La dichosa armadura se está empezando a resquebrajar y definitivamente tengo que volver a tapar los huecos.
—Sólo te pido que la escuches. Tiene mucho que contarte y no va a cambiar de opinión por mucho que le comas la cabeza con tus paliques.
Él suspira comprendiéndolo.
Jamás pensé que sería capaz de aconsejar a alguien de esta manera. Me estoy luciendo y espero que Gael no se acostumbre a esto porque le golpearé.
— ¿Gracias?— murmura cuando guardo todo en el botiquín y me pongo en pie.
—Como le cuentes esto a alguien te arrepentirás— le advierto mientras camino hacia la salida.
Justo en ese momento Isaac abre la puerta y su expresión pasa de seria a sorprendida. Esto era lo que me faltaba ya. Miro a Gael en busca de ayuda pero él desvía su mirada hacia otro lado.
— ¿Qué está pasando aquí?— exige saber Isaac cruzándose de brazos.
Le dejo la historia de la herida a Gael. Ya se le ocurrirá una buena mentira o quizás, le cuente la verdad. Lo esquivo y justo cuando voy a irme definitivamente de allí, escucho la voz de Gael. Me giro para mirarlo y él traga en seco.
— ¿Lo dejamos en nuestro secreto?— pregunta a pesar de que Isaac está presente y parece que se le van a salir los ojos del cuerpo.
Vuelvo a asentir y salgo de allí para irme a mi habitación. No creo que mis padres lo acepten y seguramente exijan que ella aborte. Sería horrible para la popularidad de los Raymond que uno de sus hijos tenga un bebé con diecinueve años. Así que creo que mi hermano lo tiene difícil para solucionar esto sin dañar a uno de los dos bandos.
— ¿Qué le has hecho a Gael?— me suelta Isaac entrando en mi cuarto sin ni siquiera tocar la puerta.
— ¿Qué haces en mi habitación?— digo cruzándome de brazos— No puedes entrar así como así, ¿quién te crees?
—Responde a mi pregunta, Alanna— exige con un tono autoritario.
Patético.
—Responde tú a la mía— exijo con el mismo tono.
Finalmente y entre suspiros me contesta.
—Gael tiene la mano vendada y está muy raro así que algo tuviste que hacerle— me explica su conclusión.
Ruedo mis ojos.
— ¿Por qué iba a golpearlo y luego curarlo, Isaac? Por dios sácale lógica a las cosas por una vez en tu vida— digo con la mano en la frente. Este chico me saca de quicio.
—Respóndeme, sé que sabes algo. Además ¿a qué vino eso de nuestro secreto? Ustedes se llevan fatal. No tiene ningún sentido y tú nunca te preocupas por nadie que no seas tú misma.
Retengo los impulsos por golpearlo y en silencio lo saco a empujones de mi habitación. He hecho mi acción del día, no pienso permitir que Isaac me lo fastidie. Después de ponerme el pijama, bajo a la planta baja en busca de algo para comer.
—Vaya, por fin te vemos el pelo. ¿Cómo fue tu día?
Me enojo de hombros ante la pregunta de mi madre y saco un yogur de la nevera. Ella se está tomando una copa de vino con el maquillaje corrido alrededor de sus mejillas mientras mi padre, a su lado, parece un mueble más de la sala. Seguramente mi madre habrá tenido alguna de sus típicas crisis existenciales, si no, no estaría así frente a mí. de hecho, diría que hace años que no la veo en pijama.
—Supongo que bien.
Aurora asiente sin ni siquiera mirarme y justo en ese momento, Gael baja corriendo las escaleras de la casa como si se hubiese dado cuenta de algo importante. Lo miro sin comprender y cuando me mira, sé que va directo a hablar con Dana.
— ¿A dónde irá a estas horas?
Me encojo de hombros. No soy yo la que le tiene que decir que serán abuelos en unos meses. La puerta principal se cierra por lo que vuelve a reinar el silencio en la casa. Subo a mi habitación de nuevo cuando veo que mis padres no tienen pensado dirigirme más la palabra. Me tumbo en mi cama y cierro mis ojos haciendo una recapitulación de momento del día.
Han sido muchos.
De repente y justo cuando por fin voy a caer en los brazos de Morfeo, la puerta de mi habitación se abre de golpe dejándome ver a Gael.
— ¿Te he despertado?
Suspiro y me siento en la cama. A pesar de la oscuridad, puedo ver bien su media sonrisa.
—Para nada— murmuro irónica.
—Sólo venía para decirte que serás tía— suelta de golpe.
Trato de no abrir mucho mis ojos por la sorpresa, pero sonrío. Me alegro por Dana, ha hecho lo que le gritaba su yo interior. El problema serán sus padres, aunque eso es otro capítulo por contar de esta larga historia.
—Me alegra oírlo. Has subido de nivel, Gael.
Ya no es el inmaduro que pensaba, ha crecido desde mi punto de vista.
— ¿Qué quieres decir con eso?
—No lo sé. Piénsalo tú.
Dicho esto vuelvo a tumbarme dejándolo ahí pensativo. Finalmente se va de allí derrochando esa felicidad de libertad que nunca había visto en él.
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¿Qué les parece?
Voten y comenten <3
¡Nos leemos pronto!
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