Capítulo 13
Salgo de clase de literatura después de escuchar el tremendo discurso del profesor Ventura sobre lo importante que es el uso de preservativos en la adolescencia. La verdad es que no sé cómo pasamos de hablar de Gabriel García Márquez y su obra Cien años de soledad a hablar de preservativos. Cada día se me confirma más la falta de cordura de este profesor.
He de admitir que aunque esté físicamente presente aquí, mi mente está flotando en cualquier otro lugar. Fue demasiado interesante pasar aquel rato tan largo con Caleb. "No te conozco lo suficiente. Pero lo poco que sé de ti me encanta, Alanna Raymond". Sus palabras aún retumban en mi cabeza y danzan entre sí como si hubiese música resonando en mi interior. No sólo pude saber más acerca de él, sino que también olvidé por un momento el gran problema que tengo encima.
Camino por el pasillo a reventar de alumnos cuando diviso a Gael hablando con quien creo que es su novia desde hace unas semanas. Hace un tiempo los vi juntos, pero bien acaramelados, no discutiendo como lo están haciendo ahora. Él agita sus manos frenéticamente en el aire mientras ella llora en un intento de que nadie la vea. Sin embargo y por desgracia, yo ya la he visto.
Paso junto a ellos y nuestras miradas se cruzan fugazmente. Tiene miedo. Lo he sentido entre esa corriente de sentimientos que irradia a través de sus ojos. Gael sigue gritándole y aunque no sea propio de mí pongo mis oídos en su conversación. Normalmente me suele dar igual todo esto, sobre todo porque se trata de mi hermano, pero la chica ha tocado esa fibra sensible que trato de ocultar.
—No puedes hacerme esto, ¿estás loca? Sin duda el golpe te ha afectado muchísimo. Piensa en mí también y deja de comportarte como una niñata— le dice. Cuando Gael está ofuscado, nervioso o enfadado suele hablar y hacer cosas sin pensar. Se deja llevar por sus impulsos, aunque nunca se arrepiente. — ¿Qué crees que pensará la gente de ti viendo cómo engordas? ¿Y de mí?
—T-tienes que entenderme, quiero que t-tenerlo...— le intentaba decir ella entre balbuceos.
— ¡No puedes! ¡Eres una maldita egoísta! ¡Nos vas a hundir a los dos!— exclama justo antes de propinarle un puñetazo a la pared justo a la altura de su oreja.
Por el rabillo del ojo la veo sobresaltarse y llorar aún más. Me freno en seco y siento una lucha interior la cual hacía tiempo que no sentía. ¿Debería intervenir? Sea lo que sea ella se lo ha buscado y no debería de haberse liado con mi hermano sabiendo como es. Pero, otra parte de mí me grita que la ayude porque no es capaz de sobrellevar la situación.
Finalmente, dejo a un lado a la Alanna insensible que siempre he mostrado en estos pasillos y voy directa hacia ellos. Justo cuando mi hermano va a agarrarla de los hombros me meto entre ambos en un intento por protegerla.
— ¿Qué crees que haces, animal?— digo empujándolo lejos.
Escucho a la chica sollozar en mi espalda y siento cómo mi corazón se ablanda aún más.
Maldita sea.
Varias personas se han parado a mirar la extraña situación en la que por primera vez, estoy yo involucrada. Gael parece no salir de su asombro al verme a mí en su contra.
—Lárgate de aquí, Alanna, no pintas nada— exige acercándose amenazante a mí. Casi se parece a su mellizo Isaac cuando se enfada.
Niego con la cabeza y lo desafío con la mirada para darle a entender que no le tengo ningún miedo.
—Eres un insensible y ojalá te des cuenta de ello— le digo cuando se rinde y aparta la mirada. Seguidamente, me doy la vuelta para confrontar a la chica. Ella me mira esperanzada. — ¿Te encuentras bien?
Ella asiente y agacha la mirada avergonzada. Mi hermano parece que se desmayará en cualquier momento y aunque no entiendo la razón de su dichoso enfado creo que se está comportando como el inmaduro que siempre he pensado que es. Todos observan la escena como si fuese la producción de una película.
— ¿Ahora eres su amiga? ¿Qué más vas a hacer para joderme la vida, Dana?— le dice a la chica acercándose a nosotras.
Sin duda alguna está muy enfadado. Nos acorrala a ambas contra la pared y ella vuelve a sollozar asustada. Me siento aprisionada e intento alejarlo de nosotras pero es más fuerte.
—Déjala en paz, la estás agobiando, Gael— pido poniendo ambas manos en su pecho para alejarlo. Hasta yo me estoy sintiendo agobiada.
Sorprendentemente este cede y se aleja un poco por lo que yo aprovecho para respirar. Me estaba quedando sin oxígeno. Este me mira desafiante una vez más y yo subo la cabeza con firmeza. Llevo toda la semana ignorándolo a él y al resto de mis hermanos. Desde la gran pelea con Isaac hace unas noches y el encontronazo con el de los Anteos no he querido volver a hablar con ellos.
— ¿Acaso te estás viendo? No estás pensando con claridad, por dios, mira a tu alrededor— digo acercándome peligrosamente a él.
Todos los presentes en el pasillo nos miran expectantes. Aún no hay rastro de ninguno de nuestros hermanos y eso me parece extraño. Es ahora cuando deberían aparecer para evitar que le parta la nariz de un piñazo.
—Es todo tu culpa, absolutamente tuya— suelta con furia a la tal Dana.
Veo que para maltratar psicológicamente a una persona es todo un experto, pero es incapaz de sobrellevar una situación como esta. Ella tiene todo el maquillaje corrido y sus manos sostienen una carpeta verde pistacho en un intento por protegerse. Creo que ya me voy haciendo una idea de qué va esto y si es lo que pienso, no pinta nada bien.
—Gael, escúchame...— pide ella armándose de valor pero él niega con la cabeza y después de mirarla con cierto desprecio, desaparece de allí.
Me giro hacia ella cuando desaparece de mi vista y me centro en socorrer a la chica, quién parece que se desmayará en cualquier momento. Antes de ayudarla, miro a mi alrededor. Todos miran y cuchichean pero nadie hace nada.
— ¡Piérdanse de mi vista ya!— chillo haciendo que el agobiante círculo se disperse.
El profesor no tarda en llegar pero le aseguro que todo está bien y guío a Dana hacia los baños de chicas donde espero no encontrar a nadie. Por suerte, estamos solas. Ella pone ambas manos sobre los lavamanos y rompe a llorar. La verdad es que la admiro, no todo el mundo es capaz de llorar en público o frente a alguien. Es más, me incluyo en ese grupo.
—Mira sé que no es de mi incumbencia, pero puedes desahogarte conmigo— digo sin saber muy bien qué decir.
Es la primera vez que me veo en una situación así.
—Estoy embarazada.
Lo que yo justamente imaginaba. Ahora entiendo por qué el mellizo actuó así. Es un palo bastante grande y más teniendo sólo dieciocho años. La chica camina hacia la pared más cercana y se deja caer hasta el suelo apoyada en la misma. No quiero agobiarla, menos hacerla sentir incomoda, así que no la abrazaré ni le daré mi hombro para que llore en el pero sí que me sentaré a su lado.
—Creí que me entendería y me apoyaría. El problema es que es el típico inmaduro del que he intentado alejarme toda mi vida. Dice que lo mejor es que aborte y me olvide del tema. Pero es que quiero tenerlo. Sé lo que supondrá y cómo afectará a mi vida, pero no podré vivir sabiendo que podría haber tenido una diminuta personita caminando a mi lado— ella sonríe nostálgica.
La entiendo.
Asiento. Siempre he sido muy partidaria con lo de ser libre. Creo que todos deberíamos ser libres a la hora de tomar nuestras decisiones, de decidir lo que queremos hacer con nuestra vida. Pero la sociedad en la que vivimos se encarga de atrasarnos. Nos ata. Nos impide decir lo que pensamos por el temor a ser juzgados. Nos impide ser nosotros mismos. El qué pueda pensar la gente frena a Dana a tener al bebé, cuando debería ser libre de hacer lo que quiere sin pensar en el resto.
—En parte Gael tiene razón. Afectaría a nuestras vidas y salpicaría a nuestros padres de una forma bestial— dice indecisa.
Ahora es cuando debería decirle que todo saldrá bien y que él entrará en razón. Sin embargo, no estoy tan segura de ello. Lo único que puedo hacer es ser yo misma y quizás decirle lo que a mí me gustaría escuchar si estuviese en su lugar. Apoyo mi cabeza en la pared de azulejos rosas y me centro en el techo blanco. Neutro. Como mis sentimientos normalmente.
—A veces nos sentimos condicionados por la sociedad, ¿sabes? Es una mierda, lo sé, porque yo me veo condicionada por ella todos los días del mundo. No poder ser tú mismo da impotencia y no poder hacer lo que deseas es todavía peor, créeme...— realmente no sé si me está escuchando, pero sus sollozos han cesado y quizás eso sea una buena señal. — Antes solía cumplir con lo que la sociedad me dictaba. Hacía lo que el mundo quería ver de mí y realmente sentía que eso no era lo que mi corazón me pedía. Por eso, un día me paré a pensar y dije, ¿qué quieres hacer? ¿A dónde quieres llegar? Y aunque todavía no tengo respuesta para eso, sé que quiero hacer lo que deseo. Lo que el cuerpo, la mente y mi corazón me piden a gritos. Me escuché a mí misma. Así que eso es lo que tú deberías hacer. Escucharte a ti misma. ¿Quieres tener al bebé? Tenlo. Sé tú y has lo que te pide tu yo interior, ¿sabes? Confía en mí.
—N-no sé cómo hacer eso.
Suspiro y trato de pensar una buena respuesta a eso pues la verdad es que no me la esperaba.
—Está bien, ya lo has hecho antes. Te escuchaste a ti misma y dijiste que querías tenerlo, ¿no es así?— ella asiente algo dudosa— Pues ahora es lo mismo pero ignorando todas esas voces que te comieron la cabeza. Así que cierra los ojos— Dana me obedece y los cierra al mismo tiempo que suelta un largo suspiro. De repente, el silencio se hace presente y creo que no podría ser el mejor momento. — Bien, ahora trata de ignorar, de olvidar, de borrar todos y cada uno de esos fantasmas que te han atormentado acerca de este tema.
Ella asiente sin decir nada. Parece concentrada, por lo que continúo.
—Ahora sólo escúchate a ti misma y sabrás qué quieres hacer.
Ella abre sus ojos desconcertada y me mira de lo más confundida. Supongo que esperaba más conversación, pero la cosa es tan simple como esa.
— ¿Y ya está? ¿Cerrar los ojos y olvidar?
Asiento apretando mis labios para no reír.
—A mí me funciona. Sólo tienes que ponerle un poco más de empeño.
Finalmente lo vuelve a hacer cerrando sus ojos en completo silencio. Al cabo de un largo rato en los que estuve pensando si realmente estoy haciendo el bien con todo esto, ella abre sus ojos y sorprendentemente me sonríe con la seguridad que estaba deseando ver.
—Quiero tenerlo.
Sonrío aliviada y me quedo helada cuando de repente me abraza con cierto entusiasmo. Menudo cambio de humor tan repentino, cuando yo lloro tardo un día entero en recuperarme.
—No era tan difícil, ¿eh? — digo tratando de no atragantarme con alguno de los pelos de su cabeza. Luego, doy varios toques sobre su espalda.
Ella niega con la cabeza en respuesta a lo que le he dicho y se separa de mí volviendo a su sitio. Me siento aliviada por saber que de algún modo la he ayudado.
—El problema es Gael, no creo que quiera volver a hablar conmigo— dice volviendo a su estado anterior.
El mellizo odioso número dos es un cabezota en toda regla y una persona bastante difícil de convencer pero si realmente aprecia a Dana y la escucha, quizás cambie de parecer.
—Hablaré con él e intentaré hacerlo entrar en razón ¿vale? Cómo habrás notado no tenemos una muy buena relación, pero trataré de que me escuche. Luego tú podrás hablar con él, pero dale tiempo.
Ella asiente secando las lágrimas de sus mejillas las cuales no han terminado de brotar de sus ojos. Saco mi móvil para marcar el número de Nicolas. Queda una hora para que acabe el instituto y está claro que ninguna de las dos vamos a ir tranquilamente por los pasillos. Tras llamarlo, ambas salimos del centro casi a hurtadillas para no ser vistas por ningún profesor. Ella parece estar nerviosa y emocionada al mismo tiempo por estar haciendo pellas.
Realmente no sé porque hago todo esto por ella. No la conozco y ella a mí menos. Pero ha conseguido llegar a mi corazón, así que no podía dejarla así como así.
—Te llevaré a casa— le digo cuando veo a Nico aparecer por el aparcamiento.
Dana camina junto a mí con los brazos cruzados en señal de protección mientras nos aproximamos hacia el coche. A lo mejor no se siente cómoda con esto, pero créeme cuando te digo que yo tampoco. Desde aquí puedo ver la cara de confusión de mi amigo. Yo no tengo amigos aquí y si los tuviera, no les dejaría montar en mí coche.
—No digas nada. Sólo arranca— le pido antes de que empiece con sus preguntas.
Él asiente y mira por el retrovisor a la devastada chica. Tiene todo el maquillaje de los ojos corrido y las mejillas sonrosadas de tanto llorar. Rezo para que no diga alguno de sus comentarios absurdos, aunque me ignora olímpicamente.
—Vaya, no sabía que en Baladí la nueva moda era ir con el maquillaje en plan mapache— suelta de repente mirando a la chica.
Ella abre sus ojos sorprendida y rápidamente frunce el ceño. No le ha hecho la gracia que Nico había querido, pero igualmente sigue siendo simpático con ella.
—Soy Nicolas.
Con cierta destreza extiende su mano sin soltar el volante para saludar a la chica. Ella no duda en aceptarla con educación. Me sorprendo cuando veo que esboza una sonrisa.
—Dana.
El resto del trayecto vamos en completo silencio cosa que agradezco. Quizás no haya sido buena idea que Dana conozca a Nicolas. Nadie de mi entorno lo conocía. Hasta ahora. Aunque a lo mejor es buena señal, así si le llega uno de esos rumores sobre mi terrorífico amigo de tatuajes ella pueda contraatacarlo. Por fin, llegamos a su gigantesca e alejada casa en mitad de la nada.
—Gracias por todo, Alanna. Eres una buena amiga.
Con confusión ante sus palabras, acepto su mano al mismo tiempo que le sonrío y ella sale del coche para dirigirse a su casa. Cuando cierra la puerta, Nicolas no tarda ni dos segundos en mirarme acusador.
— ¿Desde cuándo tu ayudas a alguien de tu instituto, le sonríes y dejas que te toque? Me asustas — dice agarrando el volante.
Ruedo mis ojos. Hasta yo misma me sorprendo de mis propias acciones. Cuando me centro en el atuendo de Nico, recuerdo el momento de la fiesta en la que aquel chico tocaba con total confianza su muslo. ¿Debería preguntarle sobre el tema? Algo me dice que tiene que contarme nuevos acontecimientos en su vida, pero al mismo tiempo, no se siente preparado para ello.
—Esa chica tocó mi fibra sensible, ¿qué querías que hiciera? Está embarazada de mi hermano y él se comportó como un idiota con ella— le cuento reprimiendo las ganas de preguntarle sobre el chico misterioso.
Es ahí cuando me comprende.
—La compadezco en todos los sentidos de la palabra, ¿es de Isaac?
—No, de Gael— respondo asqueada.
Él resopla.
—Por lo menos no es el mellizo odioso uno, sino el dos. ¿Y qué se supone que harás?
Me quedo pensativa.
—Hablar con él e intentar que lo acepte cosa que veo muy difícil de conseguir.
Nico asiente en mi dirección y me desea suerte en el tema. Solo espero no tener que golpearlo por ser un imbécil. Nosotros nos dirigimos a un restaurante para comer y es ahí cuando aprovecho para preguntarle sobre su encuentro con Caleb.
—Oye, ¿y desde cuándo tú le hablas a Caleb de mí? Gracias a ti ahora tiene mi número— lo acuso haciéndome la ofendida. No obstante, una parte de mí se alegra de que lo tenga.
Mi querido amigo esboza una sonrisa como si estuviese recordando ese encuentro.
—Me lo encontré en el supermercado y no pude evitar acercarme tras recordar que últimamente pasas mucho tiempo con él— me explica sin apartar la vista de la carretera. Estamos volviendo a la civilización pues Dana vive en una zona lejana a todo— Simplemente le dije que tuviera cuidado con cómo te trataba porque eras mi mejor amiga y si te hacían daño era capaz de matar a cualquiera— me dice tratando de sonar inocente.
— ¡Pero Nicolas! — exclamo horrorizada ante sus palabras— ¡Eso no era necesario! ¡Seguro que lo asustaste!
Este se troncha de la risa en toda mi cara y por un momento, casi parece un buen tipo con todos esos tatuajes adornando su piel. Casi me imagino la cara de traumatizado de Caleb ante la amenaza de Nico.
—Claro que era necesario, ¿crees que no me he dado cuenta de lo feliz que estás últimamente desde que mágicamente te lo encuentras por ahí? Eres una de las personas más importantes de mi vida y Caleb no es el trigo limpio que aparenta ser— me cuenta. Se ha puesto serio— Tiene un pasado un tanto jodido y es muy inestable, ¿vale? Mañana puede estar aquí, pero pasado puede desaparecer de tu vida sin dejar ningún tipo de rastro. Lo último que querría es que te hiciera daño. Tu corazón es muy valioso Alanna, no puedes simplemente dárselo a cualquiera.
Pero Caleb no era un cualquiera, era alguien especial o por lo menos, eso era lo que me había demostrado con sus ocurrencias tan fuera de lo común.
—Lo dices cómo si me hubiese enamorado de él o algo por el estilo— le digo con el ceño fruncido.
—Sé que luchas con todas tus fuerzas contra la palabra amor, pero también sé que puede llegar el día en el que alguien traspase esa dura armadura que has puesto entre el mundo real y tu corazón y, por mucho que me alegre de que estés cambiando y mejorando, me aterra la idea de que te hagan daño porque te juro que no podría vivir con ello— las palabras de Nico me dejan sin habla. Sé que se preocupa por mí, pero no veo necesario tanto drama. Es Caleb, ¿Qué podría pasar? — Miénteme y dime que no has llegado a plantearte la idea de que quizás, y solo quizás, Caleb sea la persona perfecta para ti. Solo mírame a los ojos y dilo.
Pararnos en un semáforo le dio la posibilidad de poder mirarme fijamente. Con valentía, lo encaro e intercambiamos miradas. La sobriedad en su voz me confirma que va muy enserio con lo que dice.
—Puede que lo haya pensado, ¿vale? Pero eso no significa que vaya a caer en sus brazos como una tonta — me sincero pues ni un millón de años sería capaz de mentirle a Nico. Él suspira aliviado y parece querer creerme— Simplemente me está permitiendo que lo conozca y disfruto de su compañía, ¿vale? No permitiré que me haga daño.
En todo caso, la única que podría llegar a hacerle daño soy yo. Principalmente porque tengo esa capacidad de destruir todo lo que toco, todo lo que quiero. Así que el único que debería de estar preocupado es Caleb, ya sabes, por si de un momento a otro convierto su vida en un caos porque es exactamente esa mi especialidad.
—Pues por eso mismo le advertí, para que se lo pensara dos veces antes de querer jugar contigo. — zanjó él la conversación— Luego me pidió tu número y me imaginé tu cara de ilusionada si leías un mensaje suyo, así que se lo di.
Sonreí, más que nada porque estaba en lo cierto.
Leer aquel mensaje suyo había hecho mi día y quizás eso no era muy buena señal.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top