Capítulo 12


La fiesta se pasó a uno de los apartamentos de uno de los corredores de Sazón. Han pasado dos horas desde que le respondí a Caleb y no he obtenido respuesta alguna de su parte. Cosa que, honestamente, me desespera. Nico desapareció hace casi una hora. Eder está por allí besuqueando a una chica desde hace más de una hora y Ayo charla animadamente con unos chicos en el fondo de la sala. La chica del pelo de color es la única que ha permanecido a mi lado todo este tiempo.

— ¿Alguna vez te has sentido atraída por una chica?

He dicho que está conmigo, no muy consciente, pero conmigo. Ha bebido muchísimo en el poco tiempo que llevamos aquí y es normal que esté así. Es una chica bastante delgada para tanto alcohol. Niego con la cabeza en respuesta a su pregunta y ella se carcajea.

— ¿Eres de esas que dice "Iugh, nunca estaría con una chica" o de las que va por ahí diciendo "Estoy abierta a todo"?— me pregunta haciendo comillas con las manos. Sus ojos inyectados en sangre me indican su estado de ebriedad, además de la tonta sonrisa que no abandona la expresión en su rostro y la manera en la que arrastra las palabras al hablar.

Me encojo de hombros. Nunca me había planteado algo así, siempre me he fijado en chicos pero eso no quita que un día llegue una chica y me pueda llegar a gustar. Soy una persona con sentimientos y, desde mi más sincera punto de vista, uno no elige de quién se enamora. Por lo que, tiraría más por la segunda opción.

—Supongo que estoy abierta a todo— respondo tras razonarlo.

Ella se ríe sin sentido alguno mientras golpea con cierta fuerza sus muslos. Luego, mira a su alrededor, donde decenas de personas nos rodean, antes de volver a hablar.

—Yo soy de las que le van las tías y sólo las tías.

Me cuenta para después volver a reírse. Asiento ante lo que me ha dicho y no puedo evitar sentir curiosidad por lo que está a punto de decirme. Su mano va a parar a mi rodilla y seguidamente, se acerca a mi oído para balbucearme algo.

—Mis padres nunca lo han aceptado y eso que se los dije cuando cumplí quince así que imagínate cuánto ha llovido desde entonces. Me dijeron, "estás enferma, Amaya". Pero eso no hizo que dejase de salir con ellas...— admite pensativa. Ella se separa de mí y fija su vista en la multitud—... Mira, ¿ves a esa chica de ahí?

Mis ojos van a parar hacia donde apunta con el dedo. La chica a la que se refiere, tiene exactamente el mismo tono de pelo que Maya, es decir, con esas tonalidades de verde. Ella habla entre risas con otra chica y parece estar más consciente que Maya.

—Es mi novia. Llevamos cinco meses saliendo oficialmente, pero hoy hemos discutido y ya ni sé por qué — me cuenta sin quitarle un ojo de encima.

—Parece buena chica— comento sin saber muy bien qué decirle. Pero no me juzgues, no he tenido una amiga en toda mi vida así que en temas de amor, estoy completamente perdida. Ni siquiera sé si soy buena aconsejando. Digamos que Nico nunca necesitó mis consejos en temas de relaciones por lo que, jamás practiqué este tipo de conversaciones.

—Lo es. ¿Puedes decirle que venga?

Los ojos casi se me salen del cuerpo cuando la escucho. ¿Por qué yo? Quiero decir, es su novia, ¿no? Debería ir ella, además, menuda vergüenza ir ahí e interrumpir la conversación que tiene con esa chica para decirle que su novia con la cual está enfadada quiere hablar con ella.

— ¿Para qué?

Ella se encoge de hombros y da otro gran trago a la bebida transparente de su vaso.

—Para pedirle perdón y así presentarle a mi nueva amiga heterosexual abierta a todo— dice tras tragarse el contenido del vaso. El olor a tequila entre por mis fosas nasales. No sé cómo es que todavía se mantiene en pie. Ha bebido demasiado. Ella se carcajea ante mi expresión de horror. Es que ni siquiera se inmutó al beberlo, ni una mueca se escapó de su rostro.

Ruedo los ojos y finalmente, me pongo en pie para complacerla. No tengo nada mejor que hacer así que iré. Además Caleb, a quien desagraciadamente le estoy cogiendo un cariño especial, no me responde y ni siquiera sé cómo consiguió mi dichoso número de teléfono. No recuerdo habérselo dado.

—Mm... Maya quiere hablar contigo— digo por encima de la música.

Ambas chicas se giran al unísono para mirarle y luego, fijan su vista hacia donde yo señalo con mi dedo. Allí está Maya sonriendo ampliamente mientras mueve su cabeza al ritmo de la música.

— ¿Eso te ha dicho?inquiere en un tono tremendamente cortante.

Asiento.

—Pues dile que venga ella a mí. No soy yo la que se tiene que disculpar— me dice y después, vuelve centrarse en la chica con la que hablaba.

¡Menuda grosera! Las ganas de chillarle resurgen de mi interior, pero me contengo pues no es que me incumba mucho lo que Maya haga o deje de hacer con su pareja. Me giro sobre mis propios pasos y camino con las mejillas sonrosadas hacia el sillón donde Maya me espera con la esperanza de que le diga algo positivo.

—Dice que vayas tú.

La sonrisa se le borra totalmente de la cara. Ella deja el vaso sobre la mesa con tanta brusquedad que el poco contenido que le quedaba sale disparado. Me sobresalto ante el golpe y observo cómo camina decidida hacia su novia. En ese momento mi móvil vibra dentro del bolsillo de mi chaqueta vaquera. Con torpeza lo saco y veo la pantalla encendida.

Es un mensaje de Caleb.

Como cualquier noche. ¿Quieres que nos veamos?

Sonrío y le respondo un simple, "sí". Lo que yo le había respondido con su primer mensaje fue "Intensa, ¿y la tuya?". Creo que él ni se imagina dónde puedo estar en estos momentos y probablemente si lo hiciera pensaría diferente sobre mí porque este lugar no es que tenga muy buena fama. Me levanto del sillón y miro por última vez a Maya la cual está discutiendo con su novia mientras hace espavientos al aire.

En ese momento me doy cuenta de que Eder llevaba todo este tiempo detrás de mí y que sus ojos estaban clavados en mi móvil. ¿Habría leído mi conversación? Lo atravieso con mis ojos lo más que puedo y él se aleja poco a poco de mí sin dejar de sonreír. ¿Qué demonios había sido eso?

Camino entre el mar de personas con la esperanza de encontrar a Nico y poder avisarle de que me voy para no matarlo de un susto como la última vez. Por suerte, lo encuentro hablando, en uno de los rincones de la gran sala, con un chico. Lo cierto es que no lo había visto en mi vida pero parece ser muy cercano a mi amigo ya que, su mano está posada sobre su muslo. Cuando me acerco más a ellos Nico se percata de mi presencia y aparta la mano del chico con brusquedad. Ignoro ese extraño gesto y me acerco a su oído.

—Me voy, ¿vale?

Me separo de él y lo examino para ver su reacción. Diría que está pálido si no fuera por la luz tan mala que hay en todo el salón. Parece haber visto un fantasma o algo así y no entiendo por qué.

— ¿A dónde?

Se pone en pie para estar a mi altura y escucho al chico preguntarle que a dónde va. Este me toma de la mano y nos aleja de allí hacia la salida. Su aliento no huele a alcohol, pero sí desprende ese característico olor a tabaco.

—Con Caleb, quien de la nada ha conseguido mi número— suelto cuando estamos lejos de todo el mundo. Por suerte, en esta zona se puede apreciar un agradable silencio. Él sonríe ampliamente y me revuelve el cabello.

—Tú no tendrás algo que ver con eso, ¿no?

La sonrisa que se crea en su rostro confirma mis sospechas.

—Me lo pidió y se lo di. Así que, de nada— dice encogiéndose de hombros.

Golpeo su hombro provocando que se carcajee en mi cara. ¿Cómo sabía Caleb que Nico era mi amigo? Supuse que él tenía algo que ver con todo esto. Me despido de él y le insisto que no es necesario que me lleve pero finalmente me obliga a entrar en Franklin. Cuando llegamos al destino, le doy un fugaz abrazo y salgo corriendo del coche. Puedo ver a Caleb apoyado en una farola y al mismo tiempo humo desvaneciéndose en el aire.

—Gruñona—dice cuando llego.

Tira el cigarro al suelo y lo pisa. Yo ruedo mis ojos por el mote con el que me ha dejado, pues ya le había dicho mi nombre. Además, detesto ese gesto de tirar el cigarro al suelo en vez de llevarlo a una papelera. Él me da un tierno beso en la frente, acción que no me esperaba así que trato de que no se note mi sorpresa. Creo que nunca me había besado alguien en la frente.

—Chico que va pidiendo números de teléfono por ahí—digo cruzándome de brazos en un intento por sentirme protegida. Su intensa mirada sobre mí, me intimida.

Este sonríe y entre la penumbra puedo ver sus hoyuelos decorar todavía más su rostro.

—Tenía que conseguirlo de alguna manera y no sabía si me lo darías— se sincera— Además, tu amigo Nico me hizo saber que eras su amigo así que aproveché y se lo pedí a él.

¿Qué le habrá dicho Nico de mí? Evito preguntarle sobre el tema pues quisiera que fuera Nico el que contase y sonrío.

—Buena observación por tu parte y ahora que estamos aquí, ¿qué tienes pensado hacer?

Él se queda pensativo durante un momento y de repente, comienza a caminar dejándome bien claro lo raro que puede llegar a ser. Sin embargo, es justamente ese carisma lo que me gusta o atrae de una forma que nunca había llegado a experimentar.

— ¿A dónde vamos?

—No lo sé, ¿Qué te parece si caminamos hasta que nuestras piernas aguanten?

Sonrío. No podía haber mejor plan. Al cabo de estar bastante tiempo paseando entre chistes y risas, subo mi rostro en dirección al cielo encontrándome de lleno con la luna. Solo se ve una parte de ella, pero luce hermosa.

—Te gusta, ¿eh? — dice Caleb interrumpiendo mis fantasías sobre semejante joya del cielo.

Asiento sin quitarle un ojo de encima.

—Es tan misteriosa y a la vez tan bonita que asusta. He leído muchas cosas sobre ella, es pura fantasía e influye mucho sobre nosotros, sobre la tierra. Ella sí que es misteriosa.

Caleb sonríe. En ese momento me doy cuenta de que lleva todo este tiempo mirándome con detenimiento. Como si quisiera guardarse ese recuerdo para toda la vida.

— ¿Qué pasa? — le pregunto dándole un ligero codazo en el costado. Él se encoje de hombros.

—Simplemente me parece curioso que a un misterio le interese otro muy parecido— admite ensimismado.

No me creo que me haya comparado con la luna. Nada puede compararse con ella, es simplemente imposible.

—No me puedes comparar con la luna.

— ¿Y eso por qué? — inquiere frunciendo el ceño.

Me quedo pensativa. Nunca nadie me había comparado con ella así que como siempre, Caleb me deja sin palabras.

—Porque es imposible, ella es el gran misterio, no yo.

Puede que sea difícil descifrarme pero, a fin de cuentas, soy un ser humano y por mucho que me cueste admitirlo, tarde o temprano alguien logrará traspasar mis muros y ni siquiera seré capaz de impedírselo.

—Raymond, la luna es tan misteriosa como tú, ambas forman parte de ese gran misterio y no es nada malo, yo diría que es completamente increíble. 

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