Capítulo 10
Salgo del examen con satisfacción. Probablemente dentro de tres días ni me acuerde de nada porque lo hice todo tirando de la memoria y no razonando, pero tengo la certeza de que al menos aprobaré. Camino por los pasillos con las miradas de mis compañeros clavadas sobre mí, ¿esto nunca parará? Es algo que me pregunto mucho. Pensé que estando en último año el tema rumores pararía pero sólo se han intensificado.
— ¿Te ha salido bien el examen?
Miro incrédula a Apolo mientras él trata de entablar una conversación conmigo a pesar de haberle dado un buen golpe de realidad ayer. Este chico no se rinde.
—Sí, no estaba difícil.
Él me sonríe y asiente.
—Oye, en cuanto a lo de ayer, yo...— comienza a decir pensativo pero lo interrumpo.
—Todo olvidado— le aseguro yéndome lejos de su lado.
Me dirijo a la salida del instituto y llamo a Nicolas pues si mal no recuerdo hoy tenía horas libres y podía salir antes del instituto así que me huelo libertad por hoy. Suena tres veces y a la cuarta responde. El sonido del viento me hace saber que va conduciendo por lo que lo tendrá más fácil para venirme a buscar.
—Hola friki. ¿Vienes a buscarme?— le pregunto.
—Claro, dame diez minutos— dice justo antes de colgar.
Pasan exactamente diez minutos cuando aparece por el aparcamiento con Franklin recién lavado. Parece que hoy brilla más que nunca. Le silbo mientras frena a un lado de la acera. Entro en el coche y me giro para mirar hacia las puertas del instituto en las cuales Apolo está parado mirando hacia nosotros.
Esto ya se podría considerar acoso.
— ¿Y ese quién es?— me pregunta Nico dándose cuenta de lo mismo que yo.
—Apolo, un amigo de los mellizos— digo dirigiendo mi mirada al frente.
Nico lo atraviesa con la mirada justo antes de salir del aparcamiento. Nosotros comenzamos a callejear con una buena música de fondo mientras tomamos rumbo a ningún lugar en concreto. Esta es una de las cosas que más me gusta de estar con él. Siento que puedo hacer lo que quiera y ser quién yo quiero sin ser juzgada por ello. Podemos perdernos juntos que nada va a importar.
— ¿Y qué tienes con él?
—Nada. Pero últimamente se ha vuelto muy pesado y me persigue por todos lados— le cuento recordando las veces que se me ha pegado como una lapa.
Nico suelta una sonora carcajada y niega con la cabeza.
— Uhhh, parece que le gustas— se burla volviendo a codearme — Y dime, ¿no lo has mirado con esa mirada penetrante tuya?
Asiento.
—Todo el tiempo lo miro así. Pero no sirve de nada para que me deje en paz— digo mientras me río.
Ese chico no se rinde fácilmente y espero que no tenga la loca idea en la cabeza de que podamos llegar a ser algo o que acepte salir con él.
—Déjale las cosas claras si realmente te molesta. Siempre has sido buena siendo sincera con la gente y si no funciona me llamas a mí que lo solucionaré en un santiamén— dice burlesco, pero totalmente en serio. Golpeo su hombro amistosamente y este se ríe.
En cuanto a la sinceridad tiene razón. Creo que la sinceridad es la base de todo para poder entablar relaciones con las personas. Es necesario decir lo que piensas o lo que te molesta para que la cosa pueda fluir mejor y sin hipocresía o malas vibras.
—Intentaré quitármelo de encima lo antes posible. Ah y, ¿sabes quién apareció por mi habitación anoche?
Él me mira de reojo con curiosidad y es así como comienzo a contarle con todo detalle la visita de aquel ladrón anoche. En todo momento estuvo flipando por lo que le decía y no se podía creer que yo haya actuado de una forma tan pasiva. Omití la parte en la que lo golpeaba porque pensaba que era uno de Los Anteos, pero de resto fue todo con pelos y señales. Él me contó que su madre estaba respondiendo bien al tratamiento y que parecía más contenta por ello. Al cabo de un rato de conducción, donde llegué a la conclusión de que Nico sabía perfectamente que calles tomar caí en la cuenta de que ya tenía planes para nosotros.
— ¿A dónde vamos exactamente?
Él sonríe sin apartar la vista de la conducción.
—He quedado con unos colegas y quiero que los conozcas. Obviamente puedes decirme si te cayeron bien o no después— me cuenta.
Debido a mi falta de socialización con la gente, sólo tengo de amigo a Nicolas. Probablemente ahora pienses que eso está bien y que lo importante no es la cantidad sino la calidad, pero si es verdad que debería ser un poco más extrovertida. Conocer mundo y más personas. Sé que hay gente por ahí con cosas nuevas que ofrecerme. Sólo tengo que encontrarlas y ¿qué mejor manera de hacerlo que ahora? A lo mejor me venga bien.
Finalmente llegamos a la entrada de una cafetería, por lo que ambos nos bajamos del coche para poder entrar. Siento un cosquilleo en mi interior cuando este me abre la puerta del establecimiento.
—Están deseando conocerte. Les he hablado de ti y no dudaron en decirme que querían verte— me explica entusiasmado mientras entramos en la cafetería.
No hay mucha gente, sólo hay un par de mesas ocupadas con parejas y personas solas junto a su ordenador. Se respira paz y un aroma a café que es realmente gratificante por todo el lugar. En uno de los laterales, hay tres personas sentadas mirando directamente hacia nosotros, lo que me confirma que esos son los amigos de Nico. Son dos chicos y una chica. Pero no una cualquiera, ella tiene el cabello de diferentes tonalidades de verde cosa que ya de primeras, me encanta.
—Hey hermano, cuánto tiempo— le dice uno de los chicos poniéndose en pie para darle un amistoso abrazo. Este tiene la piel oscura y diría que es extranjero por su forma de hablar.
Noté algo de sarcasmo en su tono, pues seguramente se hayan visto esta mañana en las únicas horas de clase que tuvieron. Los tres saludan a Nico y después me miran a mí.
—Alanna, ellos son Ayo, Amaya y Eder— los presenta señalándolos uno a uno para después reírse.
—Encantada—digo a lo que ellos responden acercándose a mí para darme dos besos en cada mejilla.
El tal Eder me mira con una especie de picardía que no termina de gustarme. Mientras que Ayo y Amaya me observan entusiasmados por conocerme.
—Puedes llamarme Maya— me dice la chica guiñándome un ojo.
Asiento y trato de sonreír aunque más que una sonrisa seguramente habrá parecido una mueca. Nos sentamos en la mesa y ellos comienzan a hablar sin parar acerca de algunos cotilleos sobre parejas de su instituto. En todo momento me mantengo en completo silencio hasta que Eder habla refiriéndose a mí.
—Nico no nos habías dicho que tú amiga, con la que literalmente pasas las veinticuatro horas del día, era una de las pijas tontas de Vacuo— suelta con descaro y un cierto tono despectivo.
Los pocos intentos que había tratado de parecer amable ante él, se van al traste cuando escucho sus burlonas palabras las cuales aunque probablemente no hayan sido a mal me han molestado terriblemente.
—Él tampoco me dijo que tenía un amigo hueco e irritante— contraataco cruzándome de brazos.
Ayo, quién tengo entendido que es procedente de África, me mira incrédulo y Maya, por otro lado, con la boca completamente abierta. Nico suelta un largo suspiro y se cubre la cara con las manos avergonzado.
— ¿Cómo me has llamado?
Me acerco más a él desde mi posición en la mesa, la cual casualmente es en frente suya y entrecierro mis ojos sin apartarlos de los suyos color azul. Puedo ver claramente su molestia por la forma en la que me mira.
—Creo que no he podido ser más clara.
Maya y Ayo no aguantan y comienzan a carcajearse en la mesa como si todo esto fuese una broma cuando realmente voy muy enserio con este tema. Por otro lado, Nico fulmina con la mirada al imbécil de su amigo.
—Será mejor que te calles porque no sabes con quién hablas. Además, ¿quién te has creído que eres? ¿La reina de España? Vete por ahí a pintarte las uñas y a maquillarte con tus amigas. Seguro que es lo único que sabrás hacer bien.
Esa es la gota que colma el vaso. Si ya odiaba los prejuicios, imagina cómo detesto los estereotipos. Los pasatiempos de las mujeres no son pintarnos las uñas o maquillarnos. Podemos hacer mil cosas más aparte de eso que por cierto se nos da bastante bien. Estoy cansada de escuchar esos comentarios sexistas hacia nosotras. ¿Es que acaso la gente no sabe que las mujeres estamos aquí para comernos todavía más el mundo?
—Y tú podrías volver a la máquina del tiempo de la que te has escapado y retroceder a los años correspondientes con tu mentalidad de mierda. ¿En serio crees que eso es lo único que sé hacer?
Asiente y se acerca todavía más a mí en un intento de intimidarme.
— ¿Me estás llamando retrógrada?
Está vez soy yo la que asiente.
—Neanderthal creo que te quedaría mejor, pero no soy la que pone esos nombres. Te lo has puesto tú solito junto con tu estúpido comentario.
Antes de que pueda responderme con esa boca repleta de bichos, Nicolas se interpone entre ambos en un intento de volver a crear la paz que anteriormente estaba en la mesa.
—Eder creo que te has pasado, no tienes ni idea de quién es— dice dándome la razón a mí.
Ese es mi amigo.
—Sólo hay que verla. Además, ya has visto cómo me ha tratado— se excusa cruzándose de brazos y dejándose caer sobre la silla.
En ese momento, noto una especie de brillo en los ojos de Nico y seguidamente me mira para después guiñarme un ojo, lo que me confirma que se le ha encendido la bombilla.
— ¿Se acuerdan de la corredora que vieron ganar el viernes pasado?
Lo voy a matar. La forma en la que lo fulmino con la mirada en estos momentos es completamente desgarradora. Él lo ha notado. Todos en la mesa se vienen a arriba y comienzan a recordar precisamente mi victoria.
— ¿Cómo olvidarla? Fue brutal aquel giro final que dio— dijo Ayo recordándolo.
Tiene toda la razón porque la verdad es que fue épico, pero ese no es el caso porque si no me estoy equivocando Nico está a punto de revelar mi identidad. Nadie puede saber que corro ilegalmente en Sazón, pero vivo en Vacuo, el vecindario más adinerado de toda la isla.
—Pues esa chica es Alanna— sentencia Nicolas señalándome.
Todas y cada una de las miradas van directas hacia mí en la mesa. Nadie parece creer que yo pueda ser esa chica. Eder empieza a reírse sin ningún tipo de gracia de por medio y Maya lo mira amenazante.
— ¿Cómo puedes ser tú? Las niñas de papá de Vacuo no paran por Sazón. Les queda demasiado lejos— comenta secándose las lágrimas ficticias de la risa.
Le odio.
Y quiero dejarlo plasmado aquí.
—Oye pues si va a ser verdad que eres tú. Creo que por eso me eras tan conocida. Sólo que en Sazón vas muy diferente que ahora— dice Maya con toda la amabilidad del mundo.
Le sonrío en modo de agradecimiento. En Sazón no llevo el ridículo uniforme del instituto.
—Yo no me lo creeré hasta que lo vea— dice Eder con aires de superioridad.
—Te lo demostraré y verás que tanto yo como muchas mujeres somos capaces de hacer más cosas de las que crees.
Maya suelta un largo silbido y me hace chocar los cinco con ella.
—Me caes bien, demasiado diría yo— dice entusiasmada.
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