Capítulo 8


Iara

Periodista y columnista en Mujeres somos

Me parece interesante y preocupante la cantidad de mujeres que se sienten identificadas con Vanesa Salcedo, una persona tan nefasta como Vanesa Salcedo, si me permiten agregar. Porque antes de tomar un poco de mi preciado tiempo para escribir esta nota, tomé más DE MI PRECIADO TIEMPO para leer "Me voy a follar a mi jefe", novela supuestamente erótica que esta mujer escribió sobre su jefe, el empresario Marco Maldonado. 

¿Hasta cuándo permitiremos que bodrios como "Me voy a follar a mi jefe" nos hagan creer que está bien denigrarse como mujer para complacer a un hombre? 

Contacté a Salcedo antes de empezar a escribir mi columna. Le escribí lo siguiente vía correo electrónico:

Señorita Salcedo,

Siendo el caso de  que usted es la autora de Me voy a follar a mi jefe, ¿qué opinión le merece que muchas mujeres se sientan indignadas por cómo se dieron las cosas entre usted y su jefe? Pues consideran que su novela, como otras tantas, nos rebajan.

A lo que la señorita salcedo respondió con un amable: Me vale madre :p 

¿Es ésa la respuesta de alguien que aspira a ser escritor publicado? ¿Qué opinaría Simone de Beauvoir de alguien como Vanesa Salcedo? Que por cierto, es importante agregar, actualmente está embarazada de su jefe, y que en redes sociales incluso ha insinuado que pretende casarse con él.

Le quise dar otra oportunidad y envíe un nuevo correo a Salcedo:

Marco Maldonado ha sido señalado como gerente con poca capacidad empresarial, pero que, contrariamente, es muy bueno para engatusar mujeres. 

¿Qué opina al respecto?

A lo que Salcedo respondió: ¿Me folla a mí o a ustedes?

Yo: A usted, claro está.

Salcedo: Entonces dejé que yo me preocupe por eso.

Yo: Es un mal ejemplo para otras mujeres.

Salcedo: No tengo porque ser un buen ejemplo para nadie. Excepto para mis hijos, que en su momento también estarán preparados para elegir un camino igual o diferente al mío.

Yo: Usted es una de tantas mujeres que escriben bajo la influencia del fenómeno romántico-erótico Cincuenta Sombras de Grey.

Salcedo: Usted es una de esas tantas mujeres que se la pasa criticando a mujeres que únicamente hacemos lo que se nos venga en gana hacer.

Yo: ¡Lea a Simone de Beauvoir y aprenda a escribir con la cabeza!

Salcedo: ¿Quiere leer novelas influenciadas por Simone de Beauvoir? :O

Yo: Por supuesto.

Salcedo: ¿Con mujeres que se comporten como usted quiere que se comporten?

Yo: Así es. 

Salcedo: Escríbalas usted :) 

Yo: Ese no es el tema. 

Salcedo: Si la publica en Wattpad, envíeme el link. Si me gusta, la votaré, ¿de acuerdo? Pase feliz tarde. 

¡Ese, señores y señoras, es un claro ejemplo de arrogancia e ignorancia! Puesto que, en este caso, la arrogancia va de la mano con la ignorancia. ¿Hacia dónde va la literatura de continuar permitiendo que mujeres como Vanesa Salcedo se sientan libres de publicar basura?

Claro que mi opinión importaría si al MENOS MI EX JEFA ME PERMITIERA PUBLICAR LO QUE ME DE LA GANA Y NO SOLO LO QUE ELLA QUIERE LEER!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!

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Furiosa, borro todo lo que escribí. ¡Maldita sea! Igual no es la primera vez que echo abajo una investigación en la que invertí tiempo y dinero. 

Me odio. Me siento tan reprimida y usada... 

Buscando algo en qué distraer mi mente y olvidar así un rato mis desprovistos, me alejo de mi ordenador y camino hacia mi cocina para prepararme algo. Porque lo que si puedo hacer, y sin ayuda de nadie, es engordar. Eso se me da fácil. 

Mi teléfono de casa suena, pero no tengo prisa en contestar. Los únicos que me llaman son los cobradores de tarjetas de crédito y no estoy de ánimo para lidiar con ellos, con nadie. Dejo que la contestadora haga su trabajo.

Escucho un bip y "¿Ya estás de pie?", pregunta alguien. Es Felicia, ¡Felicia! Vuelvo sobre mis pasos y me apresuro a coger el teléfono.

—Hey —digo, cambiando de una mano a la otra el teléfono. 

Sí, ya estás de pie —dice.

—¿Qué quieres? —pregunto, fingiendo que no me emociona su llamada. Voy por la vida evitando causar lástima.  

¿Qué tal la vida de desempleada?

Ruedo mis ojos. —Una mierda. ¿Qué quieres, Felicia?

Que vuelvas.

No puedo evitar reír. —Imposible. Adela me odia. Me odia. ¿O qué le sigue al odio? Porque Adela únicamente quiere verme muerta. 

Qué raro —responde Felicia, sarcástica—. A todos nos gusta que nos digan cómo hacer nuestro trabajo.

—Lo único que hice fue sugerirle dejar publicar reportajes sobre moda, famosos y más cosas con contenido vacío —bufo—, y centrarnos, en lugar de eso, en cosas más sustanciales.

Se lo gritaste, Iara.

Rasco mi cuero cabelludo. —Está bien, se lo grité —acepto—. Tuve un mal día. Yo... 

Y enfrente de todos.

Suelto un suspiro de derrota y continuo mi camino hasta mi cocina. 

Aquí te odian, sabes —agrega Felicia. Ella es lo que más extraño de trabajar en Mujeres somos. 

Nada nuevo. Voy por la vida haciendo que la gente me odie. 

Sintiéndome patética abro mi nevera y saco unas uvas. —No aguantan nada —gruño.

Lo sé, pero tengo una idea

Suspiro asumiendo de que se trata. —Sí, ya envié mi Hoja de vida a la competencia de Mujeres somos. 

No, yo quiero que vuelvas —dice Felicia, sonando decidida.

—Imposible. Adela es orgullosa.

Mi desanimo es palpable. 

Pero ama los reportajes escandalosos —Puedo imaginar a Felicia sonriendo de forma malévola tras decir eso. 

—A ver, explícate.

Me siento en un banco y escucho atenta. Felicia y yo nos compartimos nuestras primicias antes de comentar algo con cualquier otro. 

¿Cómo va el reportaje sobre Salcedo? —pregunta, tentadora.

Un tema que no quería tocar.  —Lo borré todo —suspiro, cogiendo una uva para mordisquearla—. No le estaba dando el enfoque que Adela aprueba.

Y Salcedo es nota pasada. Aceptémoslo. 

—Aún vende —defiendo—. Periódicos y revistas continúan comentando su estúpida novela. 

Sin embargo es hora de darle un nuevo giro a la nota, ¿no crees?

—¿Cómo qué?

Ya pusimos de cabeza a Salcedo —dice Felicia—. Pero no hemos tocado a  sus afectados.

—¿A sus afectados?

Al novio que le puso cuernos, por ejemplo.

Gruño. —No sabemos su nombre —El silencio de Felicia me indica que eso cambió—. Eres una maldita —digo, cogiendo otra uva—. Ya lo sabes, ¿no?

Armando Calaschi —ríe.

Resoplo. —Suena a actor porno de cine italiano.

Felicia suelta una carcajada. 

Bajaré un poco el tono de mi voz para contarte lo que sigue —dice—. No quiero que las gordas de maquetación me escuchen —La espero, atenta—.  Adivina dónde trabaja Calaschi —dice, sutil. 

—¿Dónde?

Es abogado.

—Ay, no sé. ¿Un bufete?

Pero no cualquier bufete. S&T, Iara. Nada más y nada menos que S&T. 

Silbo. —Es un abogado importante.

Tienes mala memoria —me reclama—. S&T, Iara —repite. 

—Ajá, ¿qué?

Es el bufete de la familia Saviñon. Sa-vi-ñon.

Empiezo a reír. —¡No inventes!

Ya lo pillaste, ¿no? Armando Calaschi, amiga mía, es uno de los abogados que defendió a Daniel Saviñon

—El tipo que intentó matar a su prometida —recuerdo. 

El mismo

Menudo escándalo. —Maldita sea, Felicia.

Pero eso no es lo mejor —Ella no deja de soltar risitas—. Ve a tu ordenador.

Dejo caer mi manojo de uvas y corro de vuelta a mi habitación. Al llegar acomodo mi silla y sobre esta mi trasero. —Ya estoy acá. Habla.

Busca "Calaschi Abogado Instagram" en Google. Las tres palabras juntas.

Lo hago. 

—¿Qué es esto? —suelto, al ver los resultados de la búsqueda.

Tengo a un tipo que presume sobre la vida que tiene. 

Las notas del caso Saviñon únicamente mencionan a un abogado que se apellida Calaschi —dice Felicia—, buscar en redes sociales me llevó a ese perfíl de instragram. Chistian.Calaschi.

—Este tipo tiene complejo de dios —digo, mirando lo que publica Calaschi—. No, no, no —niego, asqueada—. Pero es otro Calaschi, ¿no? Armando. Christian. ¿Tiene dos nombres? Estoy confundida. 

Es que hay más. Daniel Saviñon no tiene redes sociales. Al menos no personales —continua Felicia—. Las del seudónimo Alexander Donoso las maneja su agente.

—No puedo creer que me perdí esa primicia —gruño. 

Ya sé. Ahora cualquier imbécil puede ser escritor. El caso es que él no maneja nada de eso. Sin embargo, su prometida, que, oye esto, resulta ser amiga de Salcedo...

—¿Qué? —Estoy boquiabierta. 

Lo que oyes. Ella tiene sí tiene redes sociales. Lo mismo Salcedo. Y ambas han publicado fotografías con el mismo tipo que ves en las fotos de la cuenta Christian.Calaschi.

—Entonces sí el mismo.

Continuo leyendo lo que publica Calaschi en Instagram, aprovechándose de su estatus para flirtear con mujeres. Muchas mujeres. 

—¿Cómo es posible que un abogado de prestigio se comporte de una forma tan... —Me siento indignada— has leído sus conversaciones en Instagram, Felicia?

—ríe ella—, pero oye esto: Él no tiene el nombre "Christian".  Armando Calaschi, ex pareja de Salcedo y amigo de Saviñon, únicamente está registrado como Armando.

—No inventes.

Soy una perra, sí. Pero una perra que va a ayudarte a recuperar tu trabajo.

No quepo de la emoción. —Hiciste bien tu tarea, Felicia.

Stalkeo y un par de llamadas a las personas adecuadas. 

—Aunque... —No quiero ser pesimista, pero hay que evaluarlo— pueden estar usurpando sus fotos. Tendríamos que comprobar que Calaschi, Armando Calaschi —enfatizo—, si está detrás de esto.

Mi teoría es que como Armando Calaschi es un abogado respetado y como Christian es un playboy que está formando un harén, porque míralo, todas parecen conocerlo bien

—¿Las frecuentará?

O solo las ilusiona —propone ella. 

—¿Es que cómo...

Ahí está tu nota —me interrumpe Felicia—. ¿Qué diría Adela de presentarle esto: El abogado Armando Calaschi, que en su momento defendió a un hombre que trató de agredir a una mujer, estafa mujeres en la red social Instagram? 

—Eres una maldita genia —susurro, pensativa, pero mi emoción es palpable. 

Súmale a eso que el tipo está relacionado con Vanesa Salcedo. Una mujer que promueve que mujeres se rebajen por un hombre que tiene dinero. Porqué, por lo visto —agrega Felicia, mientras yo curioseo una por una las fotos en Instagram—, Calaschi tiene mucho dinero. 

—¡Lo tenemos! —suelto, golpeando ligeramente el teclado de mi ordenador y acomodando mi cabello. Me siento como si estuviera renaciendo. 

Con esta nota, Iara, unes el caso Saviñon, el caso Salcedo más Calaschi y su necesidad de tener a muchas mujeres elogiándole. Adela, sin dudarlo, te devolvería tu trabajo de ofrecerle esa primicia para Mujeres somos.

Sonrío. —Cualquier otra revista me daría trabajo, Felicia.

Oye, yo te extraño —gruñe ella. 

—Lo sé —digo, agradecida—. Y es que en realidad es tu nota, Felicia. Tú... tú solo me estás ayudando. Eres una gran, amiga. Lo sabes. Me estás regalando tu investigación. Una investigación suculenta diría Adela —río—. Porque con esto podemos hundir otra vez a Saviñon, a Salcedo, a Calaschi... A todos. 

Tú también eres buena en tu trabajo. Solo necesitas otro impulso. Y este es un gran impulso. Anda, investiga a Calaschi y descubre si realmente está detrás de ese perfil. 

—No se me ocurre cómo empezar —acepto.

Fácil —dice Felicia, dejando la idea en suspenso unos segundos—. Haz una cuenta en Instagram para, digamos, saludarlo

Saludarlo. Bingo.

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A que no se esperaban esto :O Por eso siempre repito que no asuman nada. *acaricia sus cuernitos de diablito* Ya saben que me gusta hacer creer que vamos en X dirección y cambiar todo de un momento a otro.

No olviden que a pesar de que un autor escriba sobre X personaje no quiere decir que piense como este.
Hay mujeres que piensan y actuan como lo hace Iara. Muchas de ustedes se sentirán de alguna manera identificadas con ella. La cosa es que si logró enojarlas, cumplió su misión.

Seguimos pronto :)

Meme compartido  por Stephanie Moran en el grupo de Facebook Tatiana M. Alonzo - Libros 

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