Capítulo 4
Estoy mirando una fotografía de mi ex novia, la única que todavía conservo en mi teléfono. Y no, no estoy hablando de Vanesa.
¿Quién piensa en su ex novia cuando ya tuvo a alguien después de ella? Yo. Será porque Vanesa fue una amiga antes que mi novia.
Cometí muchos errores en mi relación con Vanesa por no superar, hasta el día de hoy, mi ruptura con Heydi.
Empezar una relación con ella fue el primer error. Porque, ¿qué haría una persona sensata en mi lugar? Tomarse un tiempo para superar el pasado. ¿Qué hice yo? Me embrollé con Vanesa.
La intención fue buena: Ayudarla a superar a Marco y yo... yo solo quise sentirme útil. Quise... sentirme amado.
Tal vez debí luchar por su amor. No, no pienses en tonterías, Armando. No tomes decisiones por miedo a estar solo.
¿No es esa una conclusión estúpida? ¿Por qué tienes que luchar por el amor de alguien? Te aman más que como amigo o no te aman. Simple.
Por eso decidí ponerselo fácil a Vanesa y alejarme. Ella tiene claro a quién le pertenece, y ver eso me ayudó a mí a darme cuenta que no puedes forzar las cosas y "hacer" que de un día para el otro alguien te ame.
Vanesa... quizá ella pueda ayudarne. La busco entre los contactos de mi directorio telefónico y le timbro.
—¿Estás llegando a Deya y ya me extrañas? —contesta.
Mejora mi humor escucharla.
—Supongo. ¿Te dejan hablar conmigo?
—Claro. Marco es un hombre maduro. ¿A que si, cielo?
Contengo mi risa al escuchar a Vanesa pasándole el teléfono a Marco. Solo ella haría algo así.
—Armandito... —me saluda él, amistoso. Demasiado amistoso—. Te extraño tanto, amigo. Taaanto.
—Yo también a ti, amigo.
—Gracias por llamar a Vanesa. Me encanta que sigas en contacto con ella, en serio. Es más, te voy a enviar mi agenda para que la llames y hablen por horas cada que yo esté ocupado.
Presiono un poco el puente de mi nariz. —No seas cavernícola, Marco. Solo le quiero pedir un consejo.
—¿A Vanesa?
Sí, ni yo me lo creo.
—Si no te importa.
—¿A mí? Por su puesto que no. Me ofendes, Armando. Si quieres la envío de viaje a Deya para que pase el fin de semana contigo.
Escucho un golpe, a Marco diciendo a "Ouch" y una vez más Vanesa está al teléfono.
—Dime para qué soy buena —me pregunta.
—De hecho... para meterte en problemas.
—Claro que no —ríe—. Bueno, sí.
—Por eso mismo necesito tu ayuda. Verás... —¿Cómo empiezo?— está la Consejera estudiantil de mi hermano.
—¿Es sexy? —pregunta.
Carraspeo. —¿Por qué me preguntas eso?
La escucho reír. —Por nada. Sigue.
—Y no dejo de meter la pata cada que estoy con ella y...
—Invítala a salir —me interrumpe, aconsejando.
—Te acabo de decir que es la consejera de mi hermano.
—Ajá. ¿Entonces por qué te importa lo que opine de tí?
—¿No está claro? —dudo—. No quiero que piense que soy incapaz de hacerme cargo de mi hermano.
—Buen punto, aunque... No importa, ¿qué tipo de metidas de pata tienes con ella?
¿Por dónde empiezo?
—Mira, en conclusión cree que soy un pervertido.
Escucho a Vanesa reír. —Dios, Armando, no te puedo dejar solo un minuto.
Juego un poco con mi cabello.
—Solo dime qué hacer.
—Veamos... Se me ocurre que la invites a comer.
A lo lejos, sentado en un banco de mi cocina, observo a Capitán pantaletas caminar de un lado al otro con el consolador vibrante en su hocico.
Maldición, le dije al moco que se encargara de eso.
—Vane... —Igual, de momento me interesa más el tema Paola.
—Déjame terminar —dice—. Que también los acompañe tu hermano. Simplemente deja que te conozca bien. Tú eres bueno con las palabras, Armando. Cambiará su opinión de ti. Créeme.
Admito que puede funcionar.
—Otro favor —pido.
—Te escucho.
—Ahora dime cómo me deshago de la mala suerte. Me hizo mal pasar tiempo contigo, creo —Vanesa suelta una carcajada y me pregunta dónde estoy—. En mi cocina —explico—. El moco no tarda en llegar del instituto y va a querer comer. Estoy descongelando una lasaña en el microondas.
—Bien... Camina hacia tu nevera y ábrela.
Hago lo que me dice. —Ya.
—Coge un huevo.
¿Es en serio?
—Listo.
Escucho a Vanesa intentar contener una risa. —Ahora pásalo por tu cabeza y después por todo tu cuerpo.
—Claro —digo, sarcástico, y regreso el huevo a la nevera.
—Buen, chico —ríe ella.
—¿De verdad lo hizo? —escucho que pregunta Marco.
¡Claro que no!
—Armando, cariño —me llama Vanesa.
Juego un poco con mis dedos. —Te escucho.
—Eres un encanto. Ya verás que ella se dará cuenta.
Interpretó mal todo.
—No he dicho que quiero salir con ella —aclaro, en lo que verifico si la lasaña se descongeló.
—Ay, ajá... Solo hazme un favor.
—¿Qué?
—Por lo que más quieras, no le digas desde la primera cita que la amas —Me sonrojo. Supongo que es un buen consejo—. Antes haz campaña de expectativa. No cometas los mismos errores que conmigo.
—Pero yo no quiero tener una relación romántica con ella.
No suena a buena idea.
—Sigues sin responder si es sexy o no.
—Lo es —admito, recordando cómo es físicamente la señorita Durán.
—Y a mí me va tan bien de Cupido... Pregúntale a Carolina.
Ay no.
—Ya... yo solo quería evitar meter más la pata y enmendar las estupideces que ya hice.
¿Por qué sale humo del microondas?
—Ya te dije. Mueve bien ese huevo, Armando.
Paso una mano sobre mi cara. —¿Me estás albureando?
—Chico listo.
Reímos y, tras prometer que la mantendré informada sobre cómo voy con Paola pese a que mi intención, repito, no es enamorarla, nos despedimos y colgamos.
Reviso el horno. Jesús... Al diablo con la lasaña y el microondas. Pediré comida a domicilio.
Nota mental: Leer las instrucciones sobre qué meter y qué no meter a un microondas.
Invitar a comer a Paola...
Busco en uno de los bolsillos de mi saco y cojo el panfleto en el que ella anotó su número de teléfono. Pidió que únicamente la llame para algo que tenga que ver con el moco y mi intención, claro está, es mejorar mi imagen con ella por bien de él... De él.
La añado a los contactos de mi teléfono y automáticamente me aparece la opción para hablar con ella por WhatsApp.
Entro...
Tiene una foto de perfíl, como todos. Me da curiosidad verla...
¿Por qué no? No le hago daño a nadie al ver una simple fotografía.
Oh no, por intentar ver la foto la estoy llamando.
¡LA ESTOY LLAMANDO!
¡Cuelga! ¡CUELGA, ESTÚPIDO!
Debo estar dando un gran espectáculo al saltar de un lado al otro en medio del humo que todavía emana de la lasaña quemada.
Cuelgo rápido y dejo caer mi teléfono a un lado, como si de una bomba se tratara.
Eres un idiota, Armando.
Aún así, timbró dos veces. ¿Será que...
Oh Dios, Paola me está llamando de vuelta.
¡Ahora contesta, imbécil!
Cojo el teléfono, me doy una bofetada y me armo de valor para responder.
Debo sonar casual. —¿Sí? Diga.
—Dígame, usted —replica ella—. Fue quien llamó primero, ¿no?
Cierto. Una vez más sostengo el puente de mi nariz entre mis dedos. —Eh si, yo...
—¿Quién habla? —pregunta.
Claro, ella no me tiene entres sus contactos.
—A-Armando Calaschi —digo, tartamudo. También aflojo un poco el nudo de mi corbata.
Paola guarda silencio. No sé cómo interpretar eso.
—Ya veo —dice por fin, aunque críptica—. Lo escucho.
¿Me escucha? ¡Ah, claro! Yo la estoy llamando. Eres un estúpido.
—Bueno, sí, es que... —¿Para qué la estaba llamando?—. Yo... yo quería saber si usted está bien.
¿Si usted está bien? ¡No, no, no! ¿Dónde hay puente para que me tire?
—Déjeme ver si entendí —dice ella, cogiendo paciencia. Vas de mal en peor, Armando—. ¿Usted me está llamando para saber si estoy bien? ¿Si yo estoy bien?
¡Compónlo ya! ¡Anda, rápido!
—En parte, sí —digo. Mis manos sudan—. Es que...
—Sí, estoy bien. ¿Qué otra cosa necesita, señor Calaschi?
Suena molesta.
—Invitarla a comer... Pero por Benjamín, no por nosotros —aclaro, rápido—. Es una comida de trabajo. Enteramente profesional.
—Gracias por aclarme tan categóricamente eso último —responde ella con tono burlón y me averguenzo de mi mismo.
Pensará que soy un cretino. No haces nada bien, Armando.
—Quiero decir...
—Señor Calaschi... —me interrumpe.
—¿Sí?
—Simplemente dígame a qué hora y qué lugar propone.
—Bueno...
—¿Puede ser en su casa la comida enteramente profesional? Me queda cerca.
Tengo una mano sobre mi cara. —Sí, sí. Aquí la espero para cenar.
—Hoy estoy ocupada. ¿Quedamos para mañana?
—Sí, mañana está bien.
Necesito colgar ya.
—Bien. Ahí nos veremos.
Ella cuelga antes de que yo añada algo. Me odia. Suelto un suspiro de derrota y camino de regreso a la nevera para sacar el huevo.
No anoto una con Paola.
A tiempo escucho el Ding Dong de mi puerta. ¿Quién será? No espero a nadie y todavía no llamo para pedir la comida.
Camino a hacia la puerta principal y al llegar miro por el ojo de gato. Es un grupo de ancianas.
¿Qué quieren?
--------------------------------
El siguiente capítulo estará genial xD Esto sigue tomando forma. Pronto nos quedará claro por qué es "Armando entre faldas"
Me despido recordándoles que, por cualquier cosa, me encuentran en Tatiana M. Alonzo - Libros (Grupo en Facebook) ♡
Instagram: TatianaMAlonzo
TikTok: TatianaMAlonzo
Twitter: TatianaMAlonzo
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top