Capítulo 32

A partir de hoy cada capítulo de Armando será una bomba, así que prepárense 👌. 

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Iara


Esta casa es silenciosa, esta habitación en particular lo es más cuando estoy ocupada en mi laptop, pues todas las noches procuro avanzar un poco con mi reseña. Cuando trabajo no escucho música o atiendo el móvil, necesito concentración; más si estoy tomando decisiones. Decisiones... Muevo mi cuello sintiéndome tensa, soy consciente de que nada es lo que esperaba, que Armando sea "buen tipo" complicó todo. Es más fácil hacer daño a alguien que se lo ha ganado. Armando en cambio...

Me frustra.

Me confunde.

Me...

Mi situación actual es esta: mi vecina me llamó hace una hora para informarme que guardó mi correspondencia, como hace cada que estoy de viaje; le pedí leerme lo que le pareciera más importante y son más advertencias por parte de los bancos. Estoy a un paso de que me demanden. Debo encontrar una solución ya.

Por eso estoy aquí, ¿no? La idea es recuperar mi empleo... Ansiosa, busco mi cajetilla de cigarrillos y enciendo uno.

—No estás haciendo nada malo —me digo—, solo buscas la verdad.

Tu error, quizá, fue involucrarte demasiado.

Llamé a mamá para recibir apoyo moral y únicamente volvió a aconsejarme que trabaje una temporada con mi hermana, y no. Eso no. Sería humillante cuando antes estuve en mejor posición que ella.

Debo tomar una decisión. ¿Mi empleo o Armando Calaschi?

Un empleo me ayudaría a organizarme, me liberaría de estrés y volvería a mi rutina y lujos de antes. Extraño comer bien, vestir bien... Estar bien.

Con Armando...

¿Por qué debe ser tan complicado?

Un hombre no lo es todo. No voy a depender de él.

Doy una última calada al cigarrillo y finalizo mi nota firmando Iara Lecuyer con letra cursiva. Tal como suele pedir Adela. Después hago tronar mis dedos, leo todo una vez más por si acaso se me fue un error de tipeo, busco mi móvil y le escribo a Felicia para contarle, para desahogarme; no obstante, ella me avisa que tiene información importante y me llama.

Adivina qué —empieza.

—No tengo idea así que habla.

Yo solo quiero fumarme otro cigarro.

Revisa la cuenta Instagram de Christian Calaschi ahora mismo —pide, sonando divertida—. Los comentarios de las últimas fotos en especial.

Ese "en especial" lo dice de forma maliciosa. Con dudas, hago lo que me pide y, entre más leo, más cae abierta mi boca.

—¿Qué diablos?

Al parecer el tipo se desubicó por completo y ahora tiene a grande parte de la población femenina exigiéndole respuestas.

—¿Con todas ellas mensajea? —pregunto estúpidamente mientras sigo leyendo los mensajes. Apenas puedo creerlo—. ¿A todas les prometió algo?

Y son las que se atrevieron a reclamar.

Es de lo peor, Iara —agrega Felicia en lo que yo continuo leyendo—. ¿Lo ves? Citó a muchas solo para dejarlas plantadas. Hasta ofreció hacerse cargo de un bebé.

—Armando, no puede...

Él no es capaz.

Me escribiste que no sabe utilizar Instagram —recuerda ella, sonando escéptica.

—No, no sabe.

Si yo quisiera evitar que me descubrieran diría lo mismo. Solo digo.

—Pero esas imágenes que publicó —comienzo a verlas—. ¡¿"Me gustaría que tuviésemos el valor de mirarnos a la cara y decirnos todo de una vez"? —leo.

La segunda es la más interesante.

—¿"Los silencios también hablan"? —Indago las imágenes una por una—. Son... deprimentes.

—Qué tal la de "Ni en un día se quiere. Ni en dos se olvida". ¿A quién le escribiría todo eso? —pregunta Felicia y pienso. No se me ocurre nada—. ¿No le ha pasado nada en particular?

Intento hacer memoria. —No...

—¿No habló con alguien ayer... hoy? —continua inquiriendo mi amiga y finalmente obtengo mi respuesta. Paola Durán.

Necesito otro cigarrillo. Mi mano tiembla mientras intento encenderlo al mismo tiempo que sostengo mi teléfono.

—Sí... —recuerdo, sintiendo quemar mi estómago—. Se encontró con una tipa hoy. Una que le interesaba... o interesa.

Imposible.

—¿La psicóloga con la que le dañaste la cita?

—Esa —siseo.

¿Todavía afecta esa tipa a Armando? Se veían cómodos mientras platicaban hoy temprano.

Sacudo ceniza de mi ropa. No me afecta, me digo. No me molesta que todavía pueda llegar a tener sentimientos por ella...

No me afecta.

¿Iara, estás ahí? —Me saca de mi transe Felicia. Parpadeo muchas veces, dándome cuenta de que estoy sujetando mi cigarrillo con los dientes.

No me afecta. No. Ni me está doliendo la posibilidad.

—Sí —balbuceo, devolviendo mi atención a la laptop. Abro ahí mi correo electrónico y adjunto el documento que contiene mi reportaje sobre Christian Calaschi—. Te voy a enviar lo que avancé con Calaschi —digo—. Es solo un borrador, ¿de acuerdo? Aún no tomes nada como un hecho. Sigo investigando.

Menos mal aclaras —dice ella, advirtiendo la pusilanimidad en mi tono de voz—, yo pensé que ya solo estabas acostándo...

—Cállate —la interrumpo, agitando mi cigarrillo sobre las sábanas de la cama—. Mi objetivo es el mismo —afirmo, dudando. ¿Cómo puede ser eso?—. Solamente necesito juntar información confiable para no arruinar todo.

Le escribí a algunas de las chicas que están molestas con Calaschi y, adivina —Puedo imaginar a Felicia sonriendo—, quieren confrontarle personalmente. Ahí está la nota. Podemos...

—Pero no estamos seguras de que él maneje la cuenta de Instagram —Mi voz es clara objeción.

—¿Y? Me estás preocupando... —La voz de Felicia es desafiante—. Podemos ajustar la información a modo de que la nota sean ellas, no él. Agrega ese Ellas en comillas, ¿sí? Es un mar de opciones, Iara... ¿O es que no quieres perjudicar a Calaschi? De ser así no estás siendo objetiva. Antes que tu acostón, es tu nota. Nuestra nota. Es tu pase para volver a Mujeres somos.

Cierro mis ojos con dolor. —Solo dame un poco más de tiempo. Estoy casi segura de que alguien más maneja esa cuenta...

—¿Y?

—¿Y? —repito.

—Sí... O sea, que se joda.

—Pero debe ser alguien que tenga acceso a la información de Armando —Debo convencerla—, alguien que lo conozca bien... alguien que maneje redes sociales, alguien que... —Mi duda está en el aire ahora... Esto... Cielo santo, esto es una revelación. ¿Acaso... Sí, si es capaz

¿Por qué no lo pensé antes?

Benja.

Si no es Benjamín, y tomando en cuenta que, según Armando, nunca ha puesto información privada en Facebook y demás, tiene que ser alguien cercano. Muy cercano.

¿Alguien más cercano que Benja? ¿Daniel Saviñon? Imposible. Ese tipo le huye a la social media.

—Te llamo luego —aviso a Felicia y salgo de la cama con la duda carcomiéndome.

¿Será?

No suena estúpido si valoro la forma de ser de Benjamín. Porque es capaz. Lo es. Quizá lo toma como un juego. No mide las consecuencias... Ahora la pregunta es ¿Por qué? ¿Qué gana jodiendo a Armando? ¿Simplemente joderlo?

Paso una mano sobre mi cara y giro sobre mis talones pensando qué hacer. No puedo simplemente preguntarle.

Estoy en pijama, sin zapatos, por lo que así, descalza, con mi móvil en una mano, abro mi puerta con mucha cautela; salgo y recorro con precaución el pasillo. Escucho ruido de teclas en la sala. Llego al final del corredor y saco mi cabeza a modo de husmear quién teclea... Es Benja sentado en un sofá con una laptop sobre su regazo.

¿Ahora cómo confirmo que él es Christian Calaschi?

En mi móvil abro la supuesta cuenta de Armando en Instagram. Más mujeres le están enviando comentarios de odio ahora mismo, pero el móvil de Benja, puesto con desgana a un costado suyo, no recibe ninguna notificación. ¿No tiene abierta la cuenta? ¿Desactivó las notificaciones?

Piensa, Iara, piensa.

Tal vez sí...

¿Qué si le escribo al mismo Benja? ¿Qué si lo confronto haciéndole creer que sé quién está detrás de la cuenta? Es un riesgo. ¿Tendrá él una cuenta propia en Instagram? Lo busco y... sí. Incluso lo sigue Aylin. ¿Qué si...

Sal de la duda de una buena vez.

Abro la misma cuenta que he utilizado con él. ¿Me reconocerá entre tantas?

Linda: ¿Si te escribo a esta cuenta si me vas a contestar?

Al terminar de escribir observo a Benja y escucho que su móvil vibra. ¿Será mi notificación? Le veo tomar el aparato, desbloquearlo, revisar y, por último, poner cara de alarma.

Bingo.

Me apresuro a escribir algo más:

Linda: Eres quien maneja la cuenta de Christian Calaschi, ¿no?

La cara de Benjamín se retuerce en diversas muecas que celebro y también murmura "Mierda". Lo pillé. ¡Bien! No es Armando quien maneja la cuenta, es Benja. Prácticamente estoy bailando de felicidad.

Y... tiene sentido. Las últimas publicaciones que hizo pudieron deberse a lo que vive con Aylin. Sí, todo encaja perfecto. ¡Bien!

Lo tengo. ¡Bien!

—¿Pasa algo? —La voz de Armando me saca de mi burbuja personal... Me atrapó espiando a Benja.

—No...—Siento mi rostro ruborizarse pero busco una buena excusa—: Estoy preocupada por Benjamín —señalo, tratando de lucir segura—, creo que hasta lo escuché llorando.

—¿Llorando? —Armando saca su cabeza para ver él mismo a su hermano desde el final del pasillo—. Nah, él siempre tiene esa cara —A tiempo, observo, una nueva notificación le llega a Benja, que le hace retorcer su rostro en otra mueca—. ¿Ves? —me señala Armando.

¿Qué perturbaría esta vez a Benja?

—Igual deberías hablar con él —digo a Armando.

—Sí —Él suspira con pesadez—. Lo mismo dijo la señorita Durán.

Me obligo a no dejar de sonreír pese a que en cualquier momento enloquezca.

—Hay que hacerle caso en eso entonces.

—Claro... ¿Te aviso cuando esté lista la cena o vienes? —me pregunta, señalando la cocina.

—Voy en un momento..., solo tengo que —Obligar a Felicia a bajarle de revoluciones, pienso—... hacer algo.

—No hay problema —Armando acaricia con ternura mi mejilla y se despide, caminando esta vez, hacia la cocina. Yo me giro hacia el lado contrario—. Por cierto... —Le vuelvo a dar mi atención cuando parece querer agregar algo más— bonita pijama —añade, guiñándome un ojo y ahora si continua su camino.

Miro mi pijama. Es el rostro de Homero Simpson exclamando "D'oh", la que le dije que no mostraba a nadie, ni a mi ex, a menos que...

Oh, Dios.

—¿Vas a cenar, Moco? —escucho que le pregunta a su hermano, deteniéndose a un costado del sofá.

—Seee. Pizza.

—No, hoy será comida de verdad —amenaza Armando en respuesta.

—¿Y qué es la pizza, según tú, Armando? ¿Mierda?

No puedo evitar reír un poco. Sí, ese niño es capaz de joderlo en Instagram.

—Un día de estos te voy a lavar el hocico con lejía —apunta.

Miro a Benja alzar sus hombros para un segundo después dejarlos caer otra vez. —Meee da igual —canturrea.

Niego con la cabeza sin poder creer hasta qué punto llega Benjamín.

—O puedo desconectar el internet —amenaza esta vez Armando.

—Tengo datos.

—Se tienen que acabar.

—Te odio.

Armando arquea una ceja. —Mejor.

Y tras decir eso, finalmente entra a la cocina.

Yo aún estoy sonriendo. Es la discusión más absurda que he escuchado, pero vuelve a confirmar mis sospechas; además que me hace sentir... Puedo sonar estúpida, pero me hace sentir parte de algo.

Es así. Me hace sentir como hace no mucho pensé jamás sentirme. Por eso no me importa mostrarme frente a ellos vistiendo mi pijama favorita. Me siento en confianza. Los siento parte de mí.

Los empiezo a ver como mi familia.


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¿Quiénes ya aparecieron en los capítulos? :p Faltan, eh. Por cierto, que loca esa tipa de los nudes :/

En fin. Posiblemente haya otro capítulo hoy. Esto si termino de editar, de lo contrario fijo mañana ♥

GRACIAS por votar y comentar :') 

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