Capítulo 3

Toco dos veces la puerta de Benjamín y al no escuchar respuesta entro. Sigue dormido...

—Hora de despertar, moco.

Benja abre mucho sus ojos y, asustado, se sienta al escucharme.

—Eh, sí... sí —bosteza—. Oye, ¿qué haces aquí tan temprano?

—Tengo que ir a la reunión con tu consejera —le recuerdo y camino hacia su escritorio para guardar mi laptop en su bolso—. ¿Algo que decir antes de que hable con ella?

—Los profesores me odian —dice el moco, rascando su axila. Todavía está un poco dormido—. La traen contra mí, Armando.

Excusa típica a esa edad.

—¿Hiciste lo que te pedí? —pregunto, ignorándolo y señaló la laptop.

—Seee. Te dejé ahí una copia de mi tarea.

Termino de acomodar la laptop dentro de su bolso protector y camino de vuelta hacia la puerta. Debo llegar temprano con la consejera.

—¿No te vienes conmigo de una vez?

—No —lloriquea—. Mi primera clase es media hora después de que te citaron. Quiero dormir diez minutos más.

—Bien.

No discuto. Benjamín se acomoda una vez más sobre su cama. Y aclaro que no discuto porque las quejas no son sobre llegadas tarde. Y yo mismo no quiero llegar tarde a la reunión.

En el vestíbulo encuentro a Capitán pantaletas saltando de un lado al otro alrededor del consolador.
No puede ser...
Este todavía está vibrando.

—¿Aún tiene batería esa cosa? —pregunto, colocando mis brazos en jarras. Estoy molesto.

Capitán pantaletas me gruñe al anticipar que intentaré quitarle el consolador.

—¡Eso no es juguete! —lo regaño—. Bueno, sí lo es... pero no para perros.

Él trata de morderme cuando trato de coger el objeto y se apodera de él primero.

—¡No, dame acá! ¡Dame acá eso!

Es tarde. El chihuahua se aleja llevando el consolador vibrante en su hocico.

—Más tarde me encargaré —gruño.

Salgo de la casa y abro la cochera para averiguar si puedo utilizar el viejo Toyota de mi abuela. Que la suerte esté de mi lado esta vez, Dios.
Afortunadamente este prende rápido y no da señales de problemas mecánicos.

Procurando no ensuciar mi traje, limpio con un trapo viejo la capa de polvo que está sobre el Toyota y, una vez el motor calienta lo suficiente, entro.

Echo un vistazo a mi reflejo haciendo uso del espejo retrovisor: Para hacerle olvidar a Paola Durán la mala imagen que seguramente tiene de mi, me vestí con un traje completo color café y corbata. Mi cabello también luce mejor que como lo peino normalmente.

Echo a andar el coche y llego al instituto media hora antes.
Y estoy ocupado estacionando cuando dos estudiantes se acercan a mí para entregarme dos panfletos sobre "Cómo mal influenciar a adolescentes".

—El título es sólo un gancho —me explican, pidiéndome que abra el panfleto—. Dentro hay recomendaciones para evitar ser mala influencia.

—Interesante. Gracias.

Cuando se van cojo el bolso de la laptop del asiento trasero del coche, cierro el coche y camino hacia la entrada del instituto.
Algunos estudiantes empiezan a llegar.
En la entrada dos profesoras me observan como si quisieran comerme. Y es que mi problema con las mujeres, en parte, no es el físico... sino el dinero.

Parece sencillo elegir a alguien por sus sentimientos más que por sus ingresos. No obstante, cuando rondas los treinta, a la hora de elegir pareja tomas en cuenta la seguridad emocional y la financiera. Sumemos a eso que, como bien señaló Benja, desde que asistí a universidad de prestigio me rodeo de tipos con mejor físico y mejores bolsillos junto y me es difícil competir.
Sin embargo, ver a esas profesoras tan atentas a mí, me hace pensar que quizá tenga más posibilidad de tener éxito en lugar como Deya, donde no importa tanto el estatus social.

—Buenos días —las saludo. Ellas sonríen coquetas—. ¿Me podrían indicar por dónde encuentro la oficina de la consejera estudiantil?

—¿De Paola Durán? —pregunta una de las profesoras, usando un tono seductor. Definitivamente tengo las de ganar aquí. Asiento—. Sigue recto y gira a la izquierda, donde está el rótulo "Dirección" —señala—. La oficina de Paola está junto a la del señor Camejo, el director.

En cuanto me alejo de ellas empiezan a comentar algo sobre mi trasero. Jesús, en Ontiva soy nadie y aquí le hago competencia a Robert Downey Jr.

El corredor principal del instituto continua tal como lo recuerdo, excepto por la gran cantidad de afiches sobre drogas y acoso escolar.
Eso es triste.
Y por ir distraído mirando todo, tropiezo con una mujer mayor y resbalo cayendo de tal manera que apoyo mi cabeza en su trasero.

Empezamos mal ya.

—¡Oh, perdona, muchacho! —se disculpa ella, apenada—. Olvidé colocar el aviso de "Piso mojado".

Alejo mi cabeza de su trasero y la observo. En sus manos tiene un trapeador y junto a ella una cubeta.
Es la conserje.

—Disculpe, usted. Yo... —intento ponerme de pie, pero vuelvo a caer.

—Cuidado, estoy encerando.

Ya me di cuenta.

Me ayuda a ponerme de pie y recoge el bolso donde guardo mi laptop. A continuación, sin que se lo pida, me ayuda a sacudir mi ropa...
Me está ayudando demasiado en realidad. Sus manos se apoyan una y otra vez sobre mi pecho, sobre mis caderas, mis gluteos, mi...

Señora, yo no me ensucié eso.

—Pero mira nada más cómo quedaste —lamenta y me obliga a darle la espalda. Ahí continua "sacudiéndome"—. Deja, te ayudo.

Lo bueno es que ahora puedo decir "Si no te manoseó la conserje no tuviste infancia".

—Creo que ya estoy bien —digo, volviéndome otra vez a mirarla—. Ya... ya me siento limpio —balbuceo.

—¿Seguro? Yo te iba a quitar la camisa para también sacudirla

—Seee, estoy bien —me apresuro a decir. Jesús—. Me tengo que retirar ya. Disculpe.

Me despido con un gesto amable y continuo caminando. A lo lejos la escucho ronronear "Ñam, ñam".

Llego al rótulo en el que se lee "Dirección" y busco la puerta de Paola. "Consejera estudiantil", leo. Aquí es. Miro mi reloj. Estoy llegando cinco minutos antes. Perfecto.

Toco la puerta y al escuchar "Adelante" entro.

La oficina de Paola es pequeña. Dentro únicamente hay un archivo que no puede cerrar por tanto que tiene dentro, un escritorio de metal con una silla modesta a disposición de Paola y otras dos sillas para visitas.
No hay ventanas.

—Siéntese, señor Calaschi —pide, acomodando sus gafas. Está ocupada leyendo algo escrito en una carpeta.

Acomodo el bolso que contiene mi laptop y tomo asiento.

Paola se ve fascinante con ese toque intelectual. Es seria, sí, pero atractiva. Fisicamente me recuerda a Emily Blunt. Y a mí me encanta Emily Blunt.
Pero mejor no decir eso mientras me considere el idiota con calzoncillos de Cars.

—¿Qué tal su mañana? —pregunto, ya que ella continua absorta leyendo.

—Ocupada —responde, tajante, y sin mirarme.

Incómodo, observo mis manos.

—Vine presentable —destaco, para que ella lo note.

Ella me pidió venir vestido adecuadamente.

—¿Está insinuando que debo felicitarlo por vestir decentemente? —pregunta, mirándome.

—Oh no, no... sólo decía.

Qué vergüenza. Por otro lado, no recuerdo haber tenido profesoras gruñonas. O al menos las más jóvenes no lo eran.

Ella va al punto:
—Lo cité porque me preocupa Benjamín —empieza, haciendo a un lado lo que está leyendo—. Su hermano no demuestra interés en socializar.

—Quizá se debe a que es selectivo —sugiero.

—¿Intenta justificarlo?

—No. No. Digo que...

—Señor Calaschi —me interrumpe— de ser selectivo tendría al menos un amigo o amiga. A Bejamín únicamente le interesa pasar tiempo con su teléfono o tablet.

—Quítele todo aparato electrónico que lo encuentre utilizando. Le doy mi autorización.

Paola toma un respiro. Parece cansada de escuchar eso.

—Eso han sugerido algunos profesores —explica, hablando en un tono más bajo—. Pero no soluciona nada. Yo considero que debemos indagar y descubrir cuál es el problema, y atacarlo de raíz. De esa manera Benjamín se apartará él solo del teléfono. Eso es mejor que castigarlo.

—Sí. Me parece bien.

Ella sonríe al ver mi dispocisión. Un pequeño logro.

—Anoche lo vi animado con una tarea —digo. Quizá me felicite.

Que patético suenas, Armando.

—¿Ah sí? ¿Qué tarea?

Le pido a Paola un minuto y cojo el bolso donde tengo guardada mi laptop y la saco. Después la coloco sobre el escritorio de Paola a modo de que ambos podamos verla y la enciendo.

—Mi pidió fotos —explico.

Paola luce desconcertada.

Cuando la laptop muestra la pantalla principal, busco en mi historial el último archivo Word guardado y lo abro. El documento lleva por nombre "Mi hermano favorito". Es un poco cursi el moco.

—Aquí está —digo, mostrando a Paola el contenido.

Hay un pequeño texto en el que Benja explica por qué soy su hermano favorito y a este lo acompañan tres fotos mías bastante presentables.

—¿Su hermano favorito?

—Soy su único hermano —carraspeo—, pero lo importante es que Benja hizo su tarea.

—Interesante...

—Claro.

Paola juega un poco con sus dedos y continua con sus observaciones:
—Preparé un listado de actividades en las que sugiero participen ambos —dice, evaluando mi reacción—. Son cosas sencillas que pueden hacer juntos.

Río un poco. —¿Quiere que pase tiempo con mi hermano?

Ella, por el contrario, se muestra seria:
—¿Por qué? ¿Hay algún problema?

—No, no, para nada —aclaro. En definitiva no puedo bromear con ella—. Es sólo que, ya sabe, pensé que me pedirían castigarlo o algo.

—Antes quiero intentar esto —continua ella, sacando una hoja de un cajón de su escritorio—.Tomé la idea de un ensayo escrito y publicado por el Dr. Melvin Ruíz, afamado especialista en conducta adolescente.

—Suena bien.

—Lo es. Búsquelo —sugiere ella, señalando mi laptop—. Quiero que lo lea más tarde.

Obediente, abro mi navegador de internet, en el que ya está predispuesta como página de inicio: Google.

—Escriba "Tratando con adolescentes, por Melvin Ruíz" —indica Paola.

Utilizando mi dedo, coloco el puntero sobre la barra de búsqueda de Google. Al instante se despliega mi historial de búsqueda:

Pelirrojas calientes.

Asiáticas cachondas.

Gordas pechugonas.

Mejores páginas para ver vídeos porno: enanitos + africanas.

Conocer chicas fáciles.

Solteros y sedientos.

Me vuelvo lentamente hacia Paola. Su boca es una línea dura.

—Puedo explicarlo. Yo...

—Limítese a buscar lo que le pedí, señor Calaschi —pide ella, resoplando.

Maldito moco.

Sintiendo enrojecer mi cuello, hago lo que me pide y prometo leer en casa al Dr. Ruíz.

—Entre las actividades que sugiero hay visitas al cine, un acuario... ver juntos una serie.

—Me parece bien —digo, todavía avergonzado.

En punto de las siete y media Paola me indica que es todo y que ya puedo irme.

—Una cosa más, señorita Durán
—digo, nervioso. Ella me mira sin tratar de ocultar su molestia—. Puedo ver que tiene una mala opinión de mí, sin embargo le puedo asegurar que...

Alguien toca la puerta.

—Adelante —indica Paola.

¿Perdí mi oportunidad para explicarle todo? Molesto, maldigo en voz baja.

—Buenos días, Licenciada Durán —saluda un señor. A él lo acompaña la conserje—. Lamento interrumpir.

—El señor Calaschi se estaba despidiendo, señor Camejo —aclara Paola, mirándome.

¿Señor Camejo? Es el director.

—Vengo a molestarla porque hace poco me fueron a buscar para quejarse de que hubo un espectáculo pecaminoso en el corredor principal del instituto —dice el señor Camejo, también mirándome—, protagonizado por su visitante y... la conserje.

Abro mi boca y miro a la conserje. Ella evita mirarme.

—Yo... —intento explicarme, pero no me sale nada.

Paola Durán me observa sobre sus gafas.

—Fue concensuado, señor —explica la conserje al director. ¿Que fue QUÉ?—. Ambos somos adultos y...

—Pero no es algo para hacer aquí, doña Bertita —le gruñe el señor Camejo con tono conciliador. Debe tenerle consideración a doña Bertita debido a su avanzada edad—. Agradezca que los estudiantes no habían llegado.

—Prometemos ser más prudentes la próxima vez, ¿cierto? —dice Bertita, mirándome cual cómplice.

Paso una mano sobre mi cara. Esto es... increíble. Busco la mirada de Paola pero me está ignorando.

—Sí, lo prometemos —digo, para no dejar mal a doña Bertita frente a su jefe.

—Entonces... aquí no ha pasado nada —dice el señor Camejo—. Puede continuar con su trabajo, licenciada Durán. Usted también, doña Bertita

Paola asiente y se despide del director y de doña Bertita, que vuelve a ronronear "Ñam ñam" al despedirse de mí.

Cuando ellos se van, vuelvo a la tarea de intentar explicarme:

—Señorita Durán, le juro que...

—A mí únicamente me interesa la vida de Benjamín, no la suya, señor Calaschi —me corta—. ¿Tiene dónde anotar?

Rayos.

Me apresuro a buscar dentro de mis bolsillos y saco lo primero que encuentro.

—Esto servirá —digo, entregando un planfleto a Paola.

Ella frunce el ceño al mirar la superficie de este. Desde donde estoy puedo leer "Cómo influenciar mal a los adolecentes".

¿Por qué yo?

Paola alza sus cejas y anota su número de teléfono.

—Juro que eso también tiene explicación lógica... —empiezo, pero ella me interrumpe con su mano.

Nunca me deja hablar.

—Imagino que ya sabe que vivo en la misma calle que ustedes.

—Sí —digo, molesto porque no se me permite defenderme.

—Aún así, si es mucho esfuerzo para usted ir a tocar mi puerta puede llamarme —dice ella.

—¿Quiere que la llame?

—Por si tiene alguna duda referente a la hoja de actividades de Bejamín —aclara, mirándome significativamente.

Por supuesto.

Acepto la hoja que me entrega. Me siento muy avergonzado.

—Nos veremos otro día para dar continuidad a lo que hablamos hoy—dice, despidiéndose.

—Gracias... gracias por todo.

Estrechamos nuestras manos y salgo de su oficina... Esa mujer cree lo peor de mí.

Desanimado, golpeo mi cabeza contra la pared de ladrillos junto a su puerta. Qué desastre, Armando. La golpeo una y otra vez.

Y como estoy entretenido comportándome una vez más como un idiota, no me doy cuenta de que Paola salió de su oficina y me está mirando.
Dejo de golpear mi cabeza al verla.

—Yo... —Ahí voy otra vez.

Ella aclara su garganta y me entrega el bolso con mi laptop:

—Olvidaba esto —dice.

Cojo el bolso y me largo de ahí maldiciendo. Eres un idiota, Armando.

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Pobre Armando u.u' Jajajajaja xD

Como pudieron ver, esto va tomando forma.

Dudas respecto a Christian Calaschi:
-Como ya pudieron constatar muchas de ustedes, la cuenta sí existe. Benja... digo, "Christian Calaschi", incluso ya saludó a varias :O ♡

-De acuerdo a la novela, este personaje se llama "Christian" debido a que el actor favorito de Armando es Christian Bale. Sin embargo, y lo aclaro porque me lo han preguntado, también se puede tomar como una parodia de Christian Grey. P.D. Yo amo a Grey, así que, tranquilas, será una parodia respetuosa :) y con mi toque.

-Algunas me han dicho "Tati, hoy si te volaste la barda" xD Jajajaja Sólo les diré que:

Es broma xD
Ya saben que mi complejo de payaso siempre busca entretenerles ♡

-Última aclaración: ¿Participarán los personajes de Carolina entre líneas y Vanesa entre líos?
Sí :) Los protagonistas participan más adelante.

¿Hay más dudas? Me las dejan por aquí, porfis.
Saludos ♡

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