Capítulo. 26

Iara y yo estamos en supermercado comprando comida. Comida de verdad, no pizza y demás chatarra. Metemos al carrito pastas, salsas, cereal, hojuelas de avena, leche, embutidos...

Parece cualquier cosa, pero me resulta extraño. Siempre quise compartir con alguien de esta manera. Soy del tipo hogareño y serio, no me va pasar de aventura en aventura. Prefiero algo tranquilo que haga amena mi rutina. Una pareja formal. Sin embargo, con mi ex novia nunca fue así, ella era más de salir con amigos, viajar y aunque vivimos juntos prefería pagar a alguien para hacer este tipo de cosas que hacerlo nosotros dos. 

—¿Le dirás a Benja que estuvimos en su habitación? —pregunta Iara, evaluando las cantidades calóricas de dos diferentes marcas de mayonesa. Se toma su tiempo para escoger cada cosa. 

—Limpié y perfumé todo, se va a dar cuenta.

—Me parece tierno que esté enamorado —dice, metiendo al carritola mayonesa que eligió—. Creo que por ese lado podemos llegar a él. 

—Grabó vídeos de la chica haciendo todo tipo de cosas: hablando, jugando fútbol, entrando al instituto, saliendo del instituto... Tiene suerte de que no lo denuncie por acoso. 

—Tiene quince años, no la va a secuestrar o... algo. Creo que tú y la psicóloga exageran el comportamiento del chico.

—Aún no comprendo cómo conoces a Paola —digo y veo a Iara tornarse un poco incómoda—. Están en el mismo gremio, supongo —deduzco, tomando en cuenta lo obvio. 

—Me gusta hacer las compras contigo —dice, haciendo que sonría tontamente. Coge y me la lanza desde donde está—. Para que no pienses que sólo escogeré lechuga y espinacas.

—Está bien, mi ex novia... —Me detengo cuando me doy cuenta que intentaré hablar de Heydi.

Iara percibe mi incomodidad pero no se pone rara con eso. —Anda, cuenta. No me molestan las ex. No quiero ser la única, quiero ser la inolvidable.

Me gusta cómo suena eso.

—Pues te decía que mi ex novia prefería comer saludable.

—¿Y tú qué prefieres comer?

—Creo que —Sí, ¿qué me gusta comer?—. Pastas. Me gustan las pastas —digo.

—¿Tu sangre italiana asomándose?

Eso me hace reír. —Algo así.

Sin decir o preguntar más, Iara nos dirige al carrito y a mí a la sección de salsas y pastas. Ahí empieza a escoger muchas cosas. La observo y pienso que quizá me estoy apresurando, pero ella se ve cómoda con esto y me sonríe cada que tiene oportunidad. Lo que me hace sentir seguro sobre cómo se están dando las cosas entre nosotros. ¿Es la indicada?

Estoy por cambiar de dirección el carrito para avanzar al siguiente pasillo cuando me percato de que alguien está observándome, aunque huye rápidamente cuando le sorprendo Una mujer. Pero no cualquier mujer. Es Melissa. La reconozco por su cabello teñido con puntas color fucsia.

Sigue huyendo. Inútilmente intenta caminar veloz entre un pasillo repleto de clientes, pero su tamaño no le permite ir tan rápido. ¿Por qué me huye? 

—¡Hey! —le llamo.

Extrañado, le veo girar sobre sus zapatillas deportivas sintiéndose apenada por ser descubierta. 

—Hey —saluda, sin verme a los ojos directamente. 

Definitivamente necesito un manual para entender a las mujeres. 

Parpadeo nervioso por no hallarme bienvenido y suelto lo primero que se me ocurre:

—Olvidaste tu bufanda el otro día.

—Sí. Sí... —Melissa muerde con fuerza su labio inferior y se concentra en obligarse a mirarme. Ahora si estamos cara a cara-  

—Te intenté llamar pero...

—Te di mal mi número —dice, sin más, todavía mordiendo su labio.

—¿A propósito? —pregunto, esperando que lo niegue.

—A propósito —confirma.

—Wow. Nunca habían sido tan... directas.

Ella parece sorprendida. —¿Si te importó que te diera mal mi número? 

La miro sin comprender su reacción. —Claro.

—Oh —Ella se queda unos segundos con esa expresión de sorpresa a la que no se cómo responder.

—Tenía la intención de que saliéramos, pero... 

—Pero...

Y aunque los tiernos ojos de Melissa me están pidiendo que termine de explicar. Por el rabillo del ojo veo a Iara caminar hacia el carrito y miro de Melissa a ella y viceversa. La comprensión llega pronto a los ojos de Melissa al notar que comparte mi atención con la mujer rubia a pocos metros de nosotros.

—Yo...

—Ya veo —dice, un poco apenada. La presencia de Iara le ha cohibido otra vez. 

—No es mi novia, es sólo que...

—Yo entiendo... Yo entiendo... Y no colaboré dándote mal mi número, es sólo que —Se mueve como si quisiera ir al baño—. Ay, no. Ahora estoy asumiendo que me ibas a llamar para invitarme a salir o algo.

—Es que sí lo iba a hacer —confirmo.

De pronto Melissa empieza a respirar rápido sin dejar de verme. Primero con su nariz, después con su boca entreabierta y a continuación con resoplidos. Parece estar teniendo un ataque de asma. 

—¿Está bien? —pregunto, alarmado.

Ella asiente con la cabeza muchas veces, sin embargo su condición empeora un poco cuando ve a Iara instalarse junto a mí. 

—Nos vemos otro día, Armando —se despide, prácticamente huyendo.

—¿Hice algo? —pregunta Iara, mirando preocupada a Melissa abriéndose paso entre paneles y clientes. 

—Nada —niego, recordando algo importante—. ¡Tu bufanda! —alcanzo a gritar lo más alto que puedo.

Melissa se detiene, duda unos segundos, y aunque no se vuelve a virar si dice una última cosa:

—Quédatela.

A continuación huye. ¿Qué le hice?

—¿Es tu amiga o algo? —pregunta Iara.

Niego con la cabeza viendo el camino por el que se fue Melissa y regreso mi atención a Iara.

—¿Qué nos falta? —pregunto.

—Creo que nada. ¿Nos vamos?

—Sí. Creo que si nos apuramos podemos pasar por Benjamín al instituto.

Al llegar al Toyota de mi abuela metemos todo dentro del baúl y subimos al coche. 

—Perdón por pasearte en esta reliquia pero mi coche está en Ontiva —me disculpo.

—Este...

—Era de mi abuela —aclaro.

—¿Y tú qué tipo de coches tienes? —pregunta, mostrando graciosa curiosidad.

—¿Coches? En singular, por favor. Coche. Sólo tengo uno. 

—¿Ah, sí? ¿Y yates y eso?

Rio tanto que tengo que echar mi cabeza hacia atrás. —No, nada de eso. Créeme, hace poco terminé de pagar mi camioneta. 

—Tampoco un Jet privado o casa con piscina.

No puedo parar de reír. 

—No, nada de eso. ¿Por qué? ¿Le importa mucho?

Ella sonríe sin verme. —Sólo curiosidad.

Iara

Cuando Armando coge su teléfono para atender una llamada que parece de trabajo, yo saco de mi bolso mi propio móvil. La investigación no avanzó mucho, pero avanzó.

Iara: Lo niega todo. 

Felicia: ???

Iara: Que tengan varios coches, yates y un jet privado. ¿Por qué lo niega si su modus operandi es apantallar a las mujeres con su dinero?

Felicia: A las mujeres que le interesan.

Iara: Fingiré que ese comentario no afectó a mi ego.

Felicia: Ampliaré mi respuesta: A mujeres que le interesan en Instagram. Mujeres que no le van a pedir que les muestre todo eso. O al menos no inmediatamente. Sabe que a ti no te puede engañar. Por ello, tu función, amiga, es atraparlo haciendo todo eso.

Iara: Pero no tengo idea de cómo.

Felicia: Historiales de computadora, grabaciones sin que se de cuenta, confesiones borracho. Te estás oxidando, querida. 

Veo a Armando, quien todavía habla por teléfono utilizando el manos libres, mientras conduce hacia el instituto. Me dirige una sonrisa y continúa atendiendo a su cliente. Yo continúo poniendo al día a Felicia. 

Iara: Lo acompañé al supermercado. Hicimos las compras.  

Felicia: ¿Tú estrategia es intentar ganarte su confianza? Porque si es así vas genial. 

Iara: Me complica todo a decir verdad.

Felicia: ???

Iara: Si fuera pedante, amargado o abusivo sería fácil, pero es...

Felicia: Maldita sea, no te enamores. 

Iara: ¡No! Yo tengo claro a qué vengo, es sólo que...

Felicia: Encuentra pronto lo que necesitas y aléjate, Iara. No estás lista para estar cerca de un hombre. Estás desempleada, no tienes dinero, te sientes sola, a tu ex le va bien... Eres presa fácil para caer en manos de cualquiera que te sonría. 

Iara: Sí... Supongo que sí. Pero, ¿y si no esconde nada? ¿Y si realmente es buena persona, Felicia?

Felicia: Mira, ya lo estás justificando. ¿Sabes qué? Cada que tengas ese tipo de dudas abre el perfil en Instagram de Christian Calaschi, mira lo que publica y cuenta hasta veinte mientras sientes cómo le vuelves a odiar. 

Iara: Bien. Tengo prohibido acostarme con él, ya entendí. 

Felicia: lol ¿Por qué? ¿Qué edad tiene? ¿13? Jajajaja

Iara: Obvio no. 

Felicia: ¿Está casado? Aunque ya te acostaste con un hombre casado. 

Iara: Mmm

Felicia: Amiga, si quieres follar, dale. Pero mantente enfocada. 

—Perdón por eso —dice Armando, colgando su llamada—. Estamos a dos cuadras del instituto de Benja, creo. ¿Todo bien? —pregunta, mirando que estoy entretenida con mi móvil.

—Sí... Sólo son chismes de mujeres.

—Oh.

Iara: Mjm.

Felicia: Todo por el bien mayor pero nada de meter al corazón en la cama. No sé, yo también extrañaría follar si llevara tanto tiempo soltera. Así que dale. 

Iara: .I. 

Felicia: ¿Qué? Tú fuiste la que sacó el tema.

Iara: Es que si está guapo. 

Felicia: ¿Y el dildo?

Iara: Pues si quiere lo usamos.

Felicia: JAJAJAJAJAJAJAJAJAJA MALDITA

¿De dónde demonios salió eso? Cuando levanto la mirada de la pantalla de mi móvil me encuentro virando sobre el estacionamiento del instituto. Los adolescentes están empezando a salir y Armando estaciona el coche a modo de que el asiento del conductor esté del lado de la puerta principal. Sospecho que eso no le hará gracia a Benja. 

Esto se siente tan extraño. Es como si fuéramos una pareja que viene a traer a su hijo y no sé cómo sentirme al respecto. Nunca he sido del tipo que sueñe con formalizar. Pero extrañamente  esto se siente bien.

¡No!

Felicia tiene razón, no es buena idea ver todo desde la perspectiva de una persona que siente que lo ha perdido todo. Si todavía tuviera un empleo, ahorros y novio ni siquiera estaría aquí en primer lugar. 

No debo pensar en Armando como una opción. No

Armando

Cuando Benjamín ve al Toyota, hace mueca y se acerca lo más rápido que puede, viéndose entre molesto y abochornado. 

—Anda, sube al coche —le mando, señalando con un gesto el asiento de atrás. 

—¿Por qué viniste por mí? —exige saber, mirando hacia todos lados, preocupado de que nos miren—. ¿Qué edad crees que tengo? ¿Cinco?

—Tienes razón —digo, exageradamente pensativo mirando de él al volante. Puedo jugar su propio juego—. Creo que ya estás en edad para que, incluso, te compre tu propio coche.

Benja entreabre ligeramente sus ojos, abre la puerta y se sienta en el asiento trasero tal como le indiqué. Mi sorpresa por tan repentino cambio de actitud aumenta cuando me rodea con sus brazos para abrazarme.

—Armando, te extrañé —dice.

—Sí, yo también, pequeñin —digo, dando palmaditas a sus manos colocadas sobre mi pecho. 

Es un interesado, pero es mi hermano menor y solo me queda soportarlo. 

Iara ríe al ver la escena que montó el moco y propone que comamos fuera. Muestro estar de acuerdo y Benjamín nos guía hacia el McDonald's más cercano.

Le dejamos escoger el lugar por hacerle pasar vergüenza al atrevernos a venir por él al instituto.

Exagerado. 

...

Al entrar a la casa tanto Iara como Benjamín se dirigen a sus respectivas habitaciones. 

—No quiero verte el resto de la tarde con ese teléfono —advierto a Benja que entorna sus ojos. Mientras Iara y yo platicábamos durante la comida, él se la pasó pegado a ese aparato. 

—No bajes todavía las cosas del supermercado —me pide Iara, abriendo su puerta—. Me pongo cómoda y te echo una mano, ¿vale?

—Bien. 

No puedo evitar sonreír. 

Benjamín, con mochila y teléfono en mano, también está abriendo su puerta. No obstante, se detiene al oler algo. Algo que huele bien. Y no sólo su nariz percibe un cambio, sus ojos también inspeccionan su habitación sin él atraverse a entrar.

—¡Estuviste dentro! —me acusa.

Cruzo mis brazos sobre mi pecho y trato de mantenerme firme. —Olía peor que una pizzería de mala muerte y parecía zona de guerra. Ahora todo está ordenado.

Mi hermano se remueve de forma dramática. —¡No tenías derecho!

No estoy para rabietas. Me acerco a él y lo miro de forma significativa. 

—Tenemos visita, ¿recuerdas? —digo, haciendo un gesto hacia la puerta que acaba de cerrar Iara. 

—¿Yo la invité? —pregunta Benja, consiguiendo que lo zapee. 

—Y sacate ese uniforme —le mando, sin dejarlo cerrar su puerta—. Prometí a la señorita Durán que te vigilaría.

—Los odio a ambos. ¡A ambos! 

—Eso quiere decir que vamos bien. Anda, vistete y vamos a revisar juntos qué te dejaron de tarea.  

—Maldita sea, Armando...

—¡Ya!

A partir de hoy seré firme. 

Observo a Benja sacarse el súeter y camisa del uniforme mientras deja caer su móvil sobre su cama. Este todavía está encendido y muestra una fotografía. Una linda fotografía de... 

No puede ser.

Silbo un poco y cojo el móvil mientras Benja busca ropa limpia en su armario. Sigo sin creerlo. Es una foto de Aylin.  Y abajo de esta aparece un corazón, una nube de diálogo y un avión de papel. Selecciono el avión de papel y salta la opción Enviar a. Selecciono la nube de diálogo y me lleva a la sección de comentarios. Hay muchos. 

Eres linda. 

Te ves bien, Y. 

Estoy suspirando fuerte.

La chica tiene muchos seguidores. Tiene mucha competencia el moco. 

Por último, selecciono el corazón y automáticamente este se tiñe de color rojo. Que bonito. 

Cuando Benja encuentra qué ponerse, se gira y me ve con su teléfono en mano.

—¿Qué haces? —me pregunta, tratando de no sonar alarmado, creo. No sabe que ya sé de Aylin. 

—Viendo —digo de forma casual y suavizo mi mirada al verle, para que se sienta tranquilo. No lo molestaré con el tema Mujeres. 

Los ojos del moco se estrechan y su boca se abre como si quisiera decir muchas cosas a la vez. Pero no sale nada. Lo único que hace mientras aún sostiene la camiseta que se va a poner es ver cómo sigo seleccionando cosas en el teléfono.

—¿Qué-qué-qué estás haciendo, Armando? —consigue decir. Su voz sale con dificultad de su garganta.

—Que genial esto —lo felicito.

—¿Instagram? 

—¿Eso es?

—No-no-no tocaste nada, ¿cierto? —pregunta, haciendo algunas muecas de dolor y acercándose un poco a mí y al teléfono. 

—No le hablé si eso es lo que te preocupa —lo tranquilizo.

—Ah —dice, liberando un poco de aire.

—Lo único que hice fue seleccionar este corazoncito —digo, mostrándole la foto—. No más nada.

Observo a Benja mientras el color abandona su rostro. Está mirando el teléfono. A continuación, desplaza su mirada al vacío y observa todo como si esperara respuestas de Dios hasta que finalmente se deja caer cual peso muerto sobre su cama. 

—¿Qué? —pregunto.

—Sólo pasame un cuchillo —susurra, mirando su techo sin realmente verlo.

Cuando Iara llega con nosotros le estoy dando aire a Benja con uno de sus cuadernos.

—¿Qué pasa? —prregunta Iara.

—No sé, sólo seleccioné el corazoncito —insisto, sin entender y le señalo el teléfono. 

Iara lo coge, lo enciende y observa la foto. —A una fotografía de febrero de 2015 —anuncia, viéndome como si hubiera matado a alguien.

—Ajá.

—¡Armando, esto es instagram! —insiste, preocupada, y mira con angustia al moco mientras yo le sigo echando aire. 

—Pero si yo solo...

Antes de que vuelva a intentar explicarme, Iara me pide el cuaderno para continuar echando aire ella a Benja, que practicamente está desmayado, y me indica que vaya por algo dulce a la cocina para dárselo a él de comer para reanimarle. 

Cielo santo, pero si yo solo seleccioné un corazoncito. 

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Jajajaja Empecemos. ¿Por qué huyó Melissa? Y desde ya les digo que no tiene que ver con Iara.

Por otro lado, pobre Moco xD Si publican en el grupo de Facebook pongan aviso de Spoiler. 

Foto de Aylin a la que Armando dio Me gusta:





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