Capítulo 6
La dama tomó una gran bocanada de aire, sostuvo la carta entre sus delgados dedos y comenzó su lectura sin previo aviso.
—Querida Beth, la representación parece sencilla pero no es así. Una figura como esta conlleva muchas características, y quien elige la misma, debe mantener el pulso, no debe bajar los brazos — Explicaba mientras el ritmo de su respiración iba aumentando lentamente — Lo interesante es ver como el diablo se representa en tu vida, ¿no es así mi niña? Pues eso es lo que investigaremos. En primer lugar debes saber que... — Y repentinamente la anciana hizo un alto en el discurso, su boca pareció sellarse de un momento a otro acompañado por sus ojos color miel que comenzaron a mirar hacia sus espaldas.
— ¿Qué ocurre?— Pregunté desconcertada sin poder escuchar ni visualizar nada fuera de lo normal.
— No tenemos mucho tiempo — Contestó agitada al tiempo que su lengua rosada se asomaba avergonzada para humedecer los gruesos labios. — Escúchame con detenimiento: Esquina Riverside. Ven a verme dentro de... — Pero de forma inesperada la figura de un hombre se observó a través de aquel círculo cristalizado en la puerta. Éste se había detenido antes de ingresar a la sala dando lugar a que la mujer brincara rápidamente volviendo a su lugar original.
El médico abrió el paso y la dama desvaneció detrás del mismo biombo que nos separaba en un inicio. Traté de alcanzarla tomando de su mano pero fue inútil ya que me encontraba sujeta a la cama, simplemente roce mis dedos sobre los suyos por una milésima de segundo captando su calidez. Aquel movimiento había provocado que caiga desplomada sobre el suelo dando una fea imagen de mi persona. Fue así como mis glúteos rozaron levemente el frío piso blanco del hospital cuando el doctor corrió hacia mí para levantarme. Su musculatura parecía haber sido trabajada por un tiempo razonable ya que no emitió ninguna queja al ejercer la fuerza necesaria. Lo único que pude percibir fue un agradable perfume masculino que al ser captado emiten una sensación de seguridad lo cual me hizo olvidar un tanto a la anciana para comenzar a pensar en aquel golpe.
— Gracias — Comenté tratando de incorporarme mientras mi cuerpo estaba siendo guiado por sus esbeltos brazos. Subí las dos piernas temblorosas sobre la cama y quedé totalmente tendida en ella observando al nuevo acompañante. La vestimenta del doctor era típica de esta profesión, una bata blanca que dejaba ver un uniforme celeste por debajo, un estetoscopio metalizado colgando alrededor de su cuello ancho y unas cuantas lapiceras en su bolsillo derecho. A pesar de toda esta descripción, no portaba nombre ni identificación, cosa que me pareció extraño.
— No hay de que — Prosiguió mientras con una mano me daba una de esas planillas para completar donde se podía leer claramente : "Nombre y apellido" "grupo sanguíneo" "motivo de la visita" y con la otra me ofrecía un bolígrafo. Eran datos sencillos de brindar , con excepción al último y al parecer me detuve en ese renglón por unos minutos. — No te preocupes, tu motivo es rutinario. Tras semejante evento televisivo es necesario corroborar que te encuentres físicamente estable, sin rasguño alguno.
—¿Televisivos? — Pregunté tras su explicación arqueando mis cejas a modo de interrogante y él, sin emitir respuesta giró levemente, sacó de su bolsillo un control remoto de tamaño promedio y prendió la tele que se encontraba inmerso en la pared robusta color beige. Fue allí donde leí titulares atroces contando detalles totalmente ridículos e imaginarios. Me parecía totalmente inverosímil que puedan decir semejantes mentiras cuando ni siquiera habían sido parte del casamiento. El sonido del televisor estaba en mínimo por lo que escuchaba a lo lejos a los periodistas fabulando en mi contra mientras que las cámaras captaban a modo ilustrativo la puerta de la iglesia por donde había salido horas antes. Frente a lo que estaba observando intenté llevarme la mano a la cabeza pero las esposas me lo impidieron creando un ruido a caño que retumbó por las cuatro paredes que nos rodeaban — ¿Podrías pedir que me quiten esto? — Solicité al hombre que seguía de espaldas mirando las noticias con mucha concentración.
— Lo siento , las llaves la tiene el oficial que se encuentra en la puerta de esta habitación y aunque quisiéramos liberarte no podríamos ya que estás bajo custodia. Deben verificar que tu no hiciste nada de lo que cuentan estos periodistas — Contestó con el ruido de la TV de fondo — Entre nosotros... ¿lo has matado? — ¿Realmente creía que podría matar a alguien? Sus ojos verdes se abrieron de par en par sin perder la postura erguida que sostenía la planilla ya completa.
— No, jamás mataría a alguien que amo — Dije mirándolo fijo aunque a día de hoy, habiendo pasado tantas cosas en mi vida, no creería ser tan inocente como para no matar a alguien que aprecio.
— Lo creo señorita, lo creo... — Pronunció en tanto corría en biombo blanco que se encontraba a mi costado con suma lentitud para que el aire corriera con total independencia. La ansiedad por volver a ver a la mujer me había invadido nuevamente. Quería preguntarle muchas cosas, desde las cartas que me había mostrado hasta la fecha de nuestra próxima e hipotética reunión.
La luz de la ventana se reflejó en las sabanas bien tendidas de la cama demostrando absoluta soledad. Allí no había nadie, ni la mujer con polleras largas ni ningún otro paciente. Entonces , ¿quién era en realidad aquella señora?
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