Capítulo 4
Las esposas me imposibilitaban cualquier tipo de movimiento brusco por lo que parada paralelamente a la cama con los brazos estirados a más no poder traté de alcanzar al biombo que nos dividía.
Llegué a sentir cada vena tensándose y estirándose, pero tal sensación no iba a dejar que la intriga me carcomiera lentamente. Mis delgados dedos rozaron un pequeño pliegue arrugado cuando tiré con fuerza hasta que la mitad de la camilla dejara ver a mi acompañante.
— Era preferible que me invitaras a pasar a tu parte de la sala — Dijo en tono de burla mientras observaba que la mujer se encontraba pacíficamente sentada sobre la cama sin esposas ni ataduras en sus manos. — Querida... — Esbozó un tanto triste mientras se acercaba con lentitud a la vez que yo apreciaba sus facciones. No era más que una mujer mayor, de aproximadamente sesenta años o quizá setenta y cinco, no lo podría decir con exactitud — Se que te ha sucedido, pero tranquila, todo saldrá bien, esta será tu nueva vida — Expresó con seguridad en tanto yo tomaba asiento desconcertada de sus dichos.
Manteniendo el silencio caminó hasta el baño donde con su delgados pero cortos dedos llenos de diferentes anillos dorados tomaron un pedazo de papel para luego mojarlo con un par de gotas que salían del grifo. Con ello, hizo un pequeño bollo y retomó rumbo hacia mí dando unos pequeños pasos torpes ya que sus zapatos se enredaban en la larga pollera que llevaba.
Se inclinó un tanto y su mano izquierda tomó mi mentón con rapidez refregando así aquel papel sobre el maquillaje corrido para de esta forma quitármelo. Al tenerla cara a cara pude observar sus delicados y pequeños ojos color miel que se encontraban bien contorneados por largas pestañas curvadas, pero que al mismo tiempo eran acompañados por algunos pliegues o arrugas a sus costados, las famosas "patas de gallo". Su ondulado pelo oscuro a la altura de sus omóplatos resaltaban sus labios que estaban pintados de un color intenso, como lo es el rojizo. A simple vista no parecía ser una paciente ni menos estar padeciendo algún tratamiento hospitalario.
Probablemente las agujas del reloj estarían marcando las doce del mediodía cuando la ventana de la sala dejó entrar diferentes rayos solares acompañados por una brisa fría. Tal situación hizo que comenzara a temblar y la piel se erizara en menos de dos segundos.
— Elizabeth, ¿tienes frío? — Dijo quitándose una de sus prendas que poseía ya que ella pudo sentir el temblor en mi cara que era transmitido a través de sus manos. ¿Cómo era posible que sepa mi nombre? Jamás había visto a esa dama en mi vida.
— Disculpe, ¿la conozco? — Pregunté anonadada por lo acontecido mientras aceptaba la chalina color violeta oscuro que me ofrecía.
Frente a tal pregunta, la señora se sentó junto a mí manteniendo el papel sucio entre sus dedos— Querida, lo sé, sé todo lo que necesito. Incluso sabía que te iba a encontrar aquí... — Pronunció la mujer emitiendo una sensación de misterio. Mi semblante cambió por completo, lo que me estaba comunicando era totalmente extraño.
Arremangándose el saco negro que vestía dejo ver algunas pulseras que chocaban entre si emitiendo un ruido que producía eco en la habitación. Buscó algo en su bolsillo izquierdo que se encontraba en la parte interna del abrigo y como si estuviera haciendo algo ilegal dejó ver un mazo de cartas. Al principio me costó comprender a qué tipo de juego se refería, pero luego, al observar rápidamente el doblez de la baraja, me dí cuenta... estaba frente a una profeta o adivina.
Mezclo una y otra vez, pasando de un lado a otro cada carta para que pierdan el orden, dividió en dos, volvió a unir y las desplegó en línea recta boca abajo sobre la cama donde nos encontrábamos, justo en el espacio que había entre nuestros cuerpos. Tomó mi mano y me brindó cierta tranquilidad.
— ¿Sabes que es el Tarot? — Preguntó mientras se acomodaba algunos mechones de pelo detrás de sus orejas adornada por diversos tipos de aros llamativos. No sabía que responder con exactitud por lo que moví mi cabeza de un lado a otro sin dar respuesta alguna — Te contaré.. introduce a las personas en los diferentes misterios del antiguo oráculo para que a través de sus imágenes estás descubran claves tanto para entender el pasado, como para comprender mejor el presente y descubrir hacia dónde debería dirigirse en el futuro. Así que sin tanto preámbulo, toma tres cartas de este mazo, las que más te atraigan — Terminó la mujer mientras mantenía su mirada penetrante sobre mis ojos.
Pasé mi mano sobre ellas, intentando buscar alguna que produzca alguna sensación de calidez pero ninguna tenía ese efecto sobre mí. No quería dejar en manos del azar aquel evento así que busqué con ansias algún tipo de atracción sobre alguna de las cartas. Deslicé mi dedo una y otra vez sobre el torso robusto hasta que una parecía adherirse a mi dedo índice, como por arte de magia las dos restantes me brindaron aquella sensación que buscaba.
— ¿Qué significa? — Le pregunté a la mujer tratando de encontrar respuesta inmediata en tanto le mostraba el dorso de las cartas elegidas. Mis pocos conocimientos solo veían dibujos aleatorios pero las facciones de mi compañera cambiaron en absoluto al observarlas con detenimiento.
— Mi niña... — Esbozó acariciando su frente arrugada como si estuviera tratando de tranquilizarse a ella misma. — Esto es malo...
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