Capítulo 6: Penitencia


Lorenzo abrió los ojos con brusquedad al escuchar unos estridentes alaridos perforarle los oídos. Se removió nervioso cuando se percató de que aquello, no era lo que sus pensamientos hicieron pasar por un macabro sueño.

Trató de librarse del amarre de sus muñecas y de sus tobillos con tal violencia, que sintió un latigazo punzarle el hombro en uno de sus convulsos movimientos. El sudor que comenzó empapándole la frente, se resbalaba ahora por sus mejillas deslizándose por su cuello.

Fue el murmullo de unas voces aproximándose, lo que provocó que Lorenzo tensase sus músculos. Distinguió la voz tosca y ruda de un hombre, entremezclándose con la suplicante y desgarradora voz de una mujer.

A medida que las voces fueron ganando intensidad, Lorenzo consiguió darle forma a sus palabras.

-Sergio, ¡por favor! ¡Deja que me marche, no se lo contaré a nadie! -Algo en la voz de la mujer, le resultó a Lorenzo tremendamente familiar.

-¿Marcharse? ¡Aún queda lo mejor! No se puede marchar ahora, profesora.

-¿Profesora? -Antes de que a Lorenzo le diese tiempo a hilar sus pensamientos, la puerta del sótano se abrió de golpe.

Los ojos ambarinos de Sergio se clavaron en los de Lorenzo, al tiempo de que este lograse reconocerlo.

-¡Pero mira quién ha despertado por fin! -Se acercó entre zancadas esbozando una siniestra y tenebrosa sonrisa. Lorenzo no perdía de vista el cuerpo de la mujer que el hombre sostenía entre sus brazos-. Reconozco que me excedí un poco con el cloroformo. Le ruego que me disculpe, padre Lorenzo.

-¿Padre Lorenzo? -La mujer se revolvió, lo que sus dislocadas articulaciones le permitieron, entre los brazos de Sergio. Sus ojos, se humedecieron al reconocer a su compañero.

-¡Silvia! -Un sinfín de recuerdos asaltaron de forma atropellada los pensamientos del hombre. Vacíos fueron sus días desde aquella tarde que se fue, protagonizando desde entonces todos y cada uno de sus desvelos.

-Es obvio que sobran las presentaciones. -Tras soltar una carcajada, cuyo eco retumbó entre las paredes de ladrillo de la habitación, Sergio depositó con brusquedad a Silvia sobre la tabla de madera que había situada a escasos metros de Lorenzo.

-¿Por qué estás haciendo esto, Sergio? - El aludido, continuó comprobando el amarre de las sujeciones de la mujer, mientras Lorenzo le miraba con compasión. Sus ojos lograron fijarse en las placas de metal que cubrían parte de su cráneo-. La vida no te ha tratado bien, pero nosotros no tenemos la culpa de ello.

Sergio soltó un bufido. Cerró los puños y se aproximó hasta el hombre, escupiendo sus palabras con rabia:

-Déjeme decirle un pequeño secreto, padre. -Acercó su boca al oído del antiguo sacerdote-. Son los únicos culpables de lo que me ha ocurrido, y van a pagar por ello.



N/A: ¡Hola lectores!

Tengo una estupenda noticia, ¡he conseguido pasar a la siguiente fase del desafío! Y, aunque cada vez es más complicado ajustarse a las indicaciones y los textos que nos dan, estoy disfrutando de cada etapa. Espero que vosotros también estéis disfrutando leyéndola.

Ya solo quedan dos etapas para terminar, ¡qué emoción!

¡Gracias a todos los que me leeis!


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