Capítulo 2.2: entre lazos y el deber

Un derrumbe ocurrió cerca del sexto piso del castillo tras unas fuertes explosiones en el exterior, mientras diez soldados bloqueaban a los invasores.

—¡Lleven a mi Lady a un lugar seguro! —gritó un guardia. Y cuatro de ellos acataron la orden.

—¡Lady Crissa, venga con nosotros! —le dijo uno de ellos.

La joven pelirroja de vestido azul hasta los tobillos y con hombrera de cuero, quien portaba un bolso terciado y tenía a un grifo pigmeo en sus brazos, asintió decidida. Así, fueron escoltados por los pasillos alfombrados e iluminados con algunas lámparas de aceite.

Mientras ella huía, el corazón le palpitaba desenfrenado por el miedo y la angustia. Su grifo lo sabía; pues en el zarandeo del momento, escondió la cola entre las patas, agitó las alas y chilló bajito con las orejas agachadas.

—Sssh, tranquilo, Lynu... Todo estará bien —le murmuró, pero lo dijo más para sí misma.

Crissa, procuró no desesperarse al escuchar a la distancia el choque de metales, gritos y gruñidos. Tenía que mantener la calma. Lynu gimoteó encogido, aceptando el estado de su ama. Él tenía el tamaño e inteligencia de un cuervo adulto; parecía una combinación de gato montés en la parte inferior, una codorniz en la superior; de pico diminuto, patillas largas y facciones de ardillita.

Siguieron su camino y cuando pasaron por un pasillo que daba a un balcón, ella se detuvo viendo el sorprendente escenario de la ciudad envuelta en llamas y humo.

—Erold... —su voz se le quebró. Tragó saliva y sus ojos avellana se centraron en la mano derecha donde tenía un anillo de compromiso junto a su anillo de obediencia. Lynu chilló con las orejas caídas al notar su reacción.

—Mi Lady, hay que continuar —indicó un soldado que le tomó del brazo y le hizo caminar otra vez.

Ella salió de su trance y se dejó llevar, no sin antes, rogar en su interior a la diosa Elett por el bienestar de Erold y todo su pueblo.

Avanzaron hasta que abrieron una puerta que daba a un salón más interno y tras bloquearla, se toparon con dos criadas que llevaban lámparas portables que también se disponían a escapar.

—¡Por Elett! —exclamó Crissa en voz baja—. Ritha, Annia, qué alegría de que estén bien.

—¡Lady Crissa, qué dicha que esté a salvo! —respondió Annia, apoyando una mano en el antebrazo de su ama, su amiga. Crissa sonrió agradecida, mientras que Ritha también asintió y añadió:

—Creímos que usted ya estaba resguardada con mis señores.

—Sí, es verdad —lamentó Crissa—. Ruego a Elett de que padre y mis hermanos estén a salvo en las catacumbas.

—Mi Lady, nos dieron orden de escoltarlos fuertemente a todos; incluyendo a Su Excelencia, el Duque y al marqués Theodor. No se preocupe —añadió uno de los soldados.

—¿Qué hay de mi hermano Dimolt? —preguntó Crissa.

—A mi Lord lo perdimos de vista en el tercer piso —comentó otro soldado e intercambió miradas con sus compañeros.

—Mi Lady —dijo el primer soldado y fingió un carraspeo para romper la tensión—. Disculpe, pero no nos queda mucho tiempo. Tenemos que avanzar.

—Sé dónde hay un camino más cor...

Ritha fue interrumpida de repente por Lynu quien graznó alerta. Segundos después, se sintió un alboroto tras ellas y otra de las puertas fue atravesada por un soldado que cayó de espaldas con una espada clavada en el cuello.

Crissa ocultó a Lynu con su cuerpo cuando percibió a los seis bandidos, quienes al percatarse de la presencia de las chicas y los soldados, se pusieron a la defensiva.

El combate no tardó en estallar; al ser superados en número, los soldados comenzaron a perder su posición y uno de los bandidos, enfocado en acabar con el linaje del Duque, marchó hacia las mujeres. Ritha, fiel a su señora, alejó a Crissa con un empujón y fue cortada profundamente en la espalda. La otra criada gritó de horror al ver a su amiga desplomarse con todo y lámpara.

Los soldados que bajaron la guardia por esto, fueron degollados y atravesados.

Crissa no tuvo tiempo para conmocionarse, su grifo se zafó de su agarre con un aleteo desesperado y ella aprovechó para sacar una daga del bolso y proteger a su otra criada, poniéndola detrás de ella mientras retrocedían juntas. Lynu se oculto con el vestido de su dueña, sintiéndose amenazado.

—¡Deténganse! ¡O me veré obligada a usarla! —advirtió temblorosa con la daga al frente.

—Miren eso, una mujer tan bella y descocada —dijo uno entre risas— ¡Eso no se ve a menudo!

Los hombres se carcajearon, no hicieron caso omiso a la intimidación y Crissa aseveró su semblante.

En ese instante, Lynu no toleró más a los intrusos y se colocó delante de ellas; echó hacia atrás sus orejas al tiempo que empezó a graznar, irguió la cola mostrando sus plumas erizadas y estiró las alas batiéndolas de forma agresiva.

—¡Esperen! —dijo uno de ellos deteniéndose—, es un grifo Lyncornis —murmuró sorprendido.

—Deberíamos liberarlo, seguro lo tienen como un puto gato. Y ella tiene uno de esos anillos somete-bestias, debemos matarla —manoteó indignado otro de los hombres.

—Calma, eso lo sé —dijo otro alzando una palma. Después se agachó hacia el grifo y le extendió una mano—. Tranquilo, chiquillo —le susurró al pequeño que seguía graznando—. Puedes venir con nosotros, te quitaremos el sello de obediencia.

Annia y Crissa los observaron incrédulas por lo que pasaba. ¿Cómo osaban a usurpar propiedad ajena en sus narices? ¿Por qué no atacaban? Les dio igual, seguían siendo una amenaza.

—¡Ni se atrevan a tocarle una sola pluma o se verán con toda la familia Terandi! —advirtió Crissa.

—A la mierda tu maldita familia, ¡danos al grifo! —uno de ellos amenazó con la intención de atacarla.

Pero sin esperarlo, el pasillo se empezó a incendiar, lo que hizo que los hombres dieran un paso atrás, como también que Lynu se asustara y saltara al resguardo de Crissa. Ella tuvo una idea en ese momento y susurró algo solo para Annia.

Aquella situación provocó que los sujetos se irritaran más.

—¡Entrégalo!

—¡Me rehúso!

Y en ese entonces, Annia aventó su lámpara y el piso estalló en llamas. Aprovechando esto, Crissa guardó su daga y ellas echaron a correr.

Los infiltrados, enfurecidos, no les importó traspasar el fuego como espíritus malignos y las persiguieron, esto ya era personal.

Ellas se metieron por cuanto pasillo se les permitiera para descender al primer piso. En una ocasión, uno de los sujetos tiró un cuchillo que pasó cerca de Crissa, pero este terminó clavado en el marco de una puerta.

Y cuando creyeron que los habían perdido, otros tres las hostigaron. Hasta que, por suerte, las chicas pudieron entrar por fin a una habitación y colocaron seguro.

Crissa trató de encontrar algo para bloquear la puerta, su mascota chilló ansiosa y subió a su hombrera para que ella tuviera las manos libres.

—Gracias, Lynu. Saldremos de esta —dijo y se dirigió luego a Annia—. Por favor, ayúdame a mover ese aparador de allí.

—Sí, mi Lady —dijo entre lágrimas la chica y caminó hasta llegar al mueble para quitar el florero y empezar a rodarlo.

Crissa supuso lo mal que debía estar su criada que ni ganas tenía de tirar el jarrón al suelo, así que se aproximó a ella y le puso una mano en el hombro para consolarla.

—Sé fuerte, Annia... Sé cómo se siente, pero no es momento para llorar a nuestros muertos.

La criada asintió apenada. Con una mano se limpió las lágrimas y los mocos.

—Perdone, mi Lady, tiene razón.

Crissa asintió con los ojos aguados y Lynu le frotó su carita en la mejilla para darle fortaleza. Este momento también era muy difícil para su ama, pero tenían que seguir adelante.

En eso, se oyeron gritos y empujones detrás de la puerta, ellas se alertaron y continuaron con su plan. El mueble no era tan pesado, por lo que no demoraron mucho en colocarlo en la puerta y ejercer presión. A pesar de ello, aquello no resultaría suficiente. Se rompió la puerta y el aparador fue lo único que los separó. Sin embargo, en ese momento también se escuchó un disparo ensordecedor y los hombres cayeron entre el denso humo que este dejó.

—¡¿Crissa?! —dijo una familiar voz masculina y luego tosió.

—¡Dimolt! —gritó Crissa de la emoción.

—¿Están heridas? —preguntó Julius, el otro soldado.

—¡No, estamos bien! —añadió Annia.

Al disiparse el humo, ahí estaban ellos: Julius, el corpulento moreno portando un arcabuz y que tenía terciado un cinturón con frascos llenos de pólvora; y un pelirrojo de patillas largas, que tenía el brazo derecho inmovilizado y empuñaba una espada con el otro. Ellas quitaron rápido el aparador y Crissa abrazó con cuidado a su hermano, quien le devolvió el gesto. Lynu le silbó alegre en el hombro de su ama y Dimolt lo ignoró para hablar con ella.

—Vayámonos de aquí.

Ya en la primera planta del castillo, después de encontrarse a varios forajidos en el camino, los cuatro iban a paso rápido por un largo corredor mientras que Annia alumbraba con una nueva lámpara de aceite, pues se habían apagado algunas que estaban en las paredes. Los ecos de los disparos de cañones se oían con más frecuencia. Algo que inquietaba al grupo.

Crissa, quien cargaba a Lynu en un brazo, le preguntó a su hermano:

—¿Crees que Erold esté bien? Hay ataques en toda la ciudadela y temo por todos allá afuera.

—Ese zopenco se sabe cuidar solo, sabrá qué hacer. Por ahora solo podemos concentrarnos en...

Crissa hizo detener a todos al agarrarle a Dimolt la parte trasera de su uniforme militar y le obligó a verla.

—¡¿Qué te ocurre?! —masculló él—, ¡¿qué no ves que estamos en medio de un maldito asedio?!

—¡Es tu mejor amigo y tu futuro cuñado! No deberías referirte a él de ese modo.

—Detente, ¿quieres?

—No —insistió y miró fijo a sus ojos azules—. Tienen que aclarar sus diferencias. Los quiero a ti, a Erold y a los grifos por igual. Incluso a padre y a Theodor —dijo ella.

Lynu tenía las orejas abajo, mientras que los dos acompañantes estaban sin saber qué decir. Dimolt miró inseguro a los lados, era obvio que no era el momento ni el lugar adecuado para discutir, pero no pudo evitar seguirle el hilo.

—Si fuera así... —no dejaban de sonar explosiones, eso le aturdía. Abrió la boca varias veces, pero no le salían las palabras—. Olvídalo, sigamos —Se volteó.

—Dimolt —Le tomó del brazo y cerró sus ojos por un instante por otra explosión—. Siento que no habrá un mejor momento. Así que, perdón—se sinceró y él le vio de reojo—. Soy una pésima hermana menor. Debí haber dicho más hoy en la tarde, luego de que padre te hablara de esa forma frente a todos. Eres un Lord valioso y madre estaría orgullosa de ti, así como yo lo estoy.

Crissa agachó el rostro con nostalgia, mientras que su hermano tuvo que tragar saliva y desviar la mirada. Ninguno dijo otra palabra, las cosas estaban tan tensas como para estropearlo más y Dimolt lo sabía. Tanto Annia como el otro soldado se sintieron incómodos, pero la criada intentó animar las cosas.

—Amm, mi Lady, por esas escaleras llegaremos más rápido a las catacumbas —Señaló ella con la lámpara.

—¡No! —exclamó Dimolt y moduló la voz—. Mejor, mejor vamos por un lugar más seguro.

—¿Por qué? —inquirió Crissa alzando una ceja.

Dimolt se quedó en silencio, pero Lynu irguió las orejas; se inquietó chillando bajito y el soldado Julius notó algo en los dos extremos del pasillo.

—¿Mi Lord? —Esperó la orden.

Eran más infiltrados, al menos una docena de ellos. Todos advirtieron el peligro. Los hermanos se dieron un último vistazo y asintieron decididos. Solo había una opción.

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Sofia C. G. e Irisa_Studios.

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