El sonido es mucho más agudo, el pitido del agua hirviendo, sonidos suaves del líquido descargarse en la taza, una suave melodía tarareada por la voz femenina de su madre.

Los pasos pesados de la figura paterna, una tras o otro, seguido de un trastabilleo de pasos, un gruñido más ninguna palabra escuchada, esa era la rutina caóticamente normal que podía percibir en las mañanas, al menos aquello era lo que ella recordaba de sus principios o inicios de vida.

Su rutina para ir a clases siempre fue: despertar, escuchar esos detalles en convivencia a su alrededor para luego solo perderse y abstraerse en concentración a su entorno más cercano, que lejano.

Sus manos acariciando suavemente la tela y colchón de cama, hacer esfuerzo mínimo pero justo para levantarse, buscar torpemente donde había dejado aquella vara firme de madera y mango suave, una vez encontrado ese objeto de confianza dejaba caer sus piernas al costado de la cama, hacia la orilla hasta que sus pies tocarán el suelo. Una vez conseguido aquello, solo era cuestión de tiempo y recuerdo para no tropezar con su entorno, sus ojos sólo mostraban un ambiente puro de luz, mas no detallaba su alrededor.

Con ayuda del bastón, se guiaba com golpes al suelo y demás para llegar calculadamente a su cómoda, sacar una ropa que previamente su madre había dejado encima de otras, se imaginó un uniforme escolar por la tela tan suave y áspera, prosiguió en tomar su toalla, para luego ir a su baño. Sus días eran regidos por el tacto, el aroma y los sonidos, sin ellos estaba completamente perdida.

Aquella era la rutina simple de la joven de cabellos rubios y de puntas color marrón claro, ojos color grises y piel pálida tan suave y delicada como una muñeca de porcelana, su nombre era hermoso puesto por su madre, que la bautizó como Haruno Aruna.

Un caótico suceso la dejaron ciega a temprana edad, su madre seguía trabajando continuamente para conseguir más información acerca de los motivos por el cual su bebé seguía en esas condiciones, mientras que el padre se sentía tan desgraciado por haber sido castigado doblemente, hundido en la tristeza e ira inculpando siempre a la pequeña girasol, hubiendose todos los días en bebidas alcohólicas que hacían más llevadero su vida.

"La vida no siempre es color de rosa" , pero la pequeña girasol ya no recordaba siquiera como interpretar dicha frase, ya ni recordaba los colores sólo se imaginaba más nunca podía colorear su mundo, no luego de aquel trágico suceso.