xxvi.
capítulo veintiséis
—¿Quieres decirme por que no te encontré cuando terminó el partido? —le preguntó Draco tomando a Ariel del brazo en el pasillo, separándola de Elizabeth.
La pelirroja frunció el ceño y se acercó a ellos, mirando a Draco de la forma mas asquerosa que podía.
—Oye, sueltala. Si quieres hablar con ella puedes solo decirle, no es necesario que la tomes asi de una forma tan brusca.
—Tú no te metas, mestiza asquero...
—Dra-Draco —lo cortó Ariel, entrecerrando los ojos.
—Oh, déjalo terminar —sonrió Elizabeth con gracia— ¿Mestiza asquerosa? Pues para tu información prefiero ser todo eso que dices antes que un orangutan refinado que solo sabe...
—E-Elizabeth —Ariel también la cortó— ¿Po-por que no nos de dejas solos?
—Si, vete, Potter —la respaldo Draco sonriendo con satisfacción
La pelirroja miró a Ariel por última vez, pero antes de irse se inclinó hacia Draco y gruño, haciéndolo retroceder unos pasos.
— ¡Que hurón tan asustadizo! —se burlo Elizabeth antes de irse.
—No m-me sentia bi-bien —dijo Ariel contestando la pregunta que Draco le había hecho antes— lu-luego hable co-con Dumbledore y creo que a-ahora ya me si-siento me-mejor.
Draco alzó una ceja en su dirección.
—¿Como Dumbledore pudo hacerte sentir sentir mejor? Yo podría haberte ayudado ¿no? Si me lo hubieses dicho en el mañana del partido yo te hubiese ayudado, Ariel. Puedes contarme todo lo que quieras lo sabes, ¿no?
—P-padma y Helena me-me a-acusaron de haber u-usado una po-poción de a-amor en ti-ti.
El rubio solto una risa que llamó la atención de las demás personas que estaban en el pasillo.
—¿Y a ti que te importa lo que digan esas idiotas? ¿No eres inteligente, Ariel? Diferencia que personas valen la pena y cuales no.
Ariel estaba a punto de agachar la cabeza pero Draco se apresuro a tomarla por la barbilla y la hizo mirarlo a los ojos.
—¿Lo entiendes, Ariel?
La chica asintió y Draco se inclinó para cerrar la distancia entre ellos, Ariel penso que todos los besos que iba a compartir con Draco iban a ser iguales, pero claramente se había equivocado, porque ese beso había sido lento y casi tímido.
—Ven aquí —le dijo Draco alejándose un paso de ella y estirando su mano para que la chica la tomará— demos un paseo.
Antes de aceptar su mano Ariel se aseguró de limpiarla contra la falda de su uniforme.
—¿Hay algo que te preocupa, no? —le preguntó Draco, luego de caminar un rato en silencio— no estas tan relajada como siempre.
—Le-le he e-enviado una ca-carta a mi p-padre —le contó Ariel en voz baja— le he en-enviado mu-muchas cartas y n-no me ha re-respondido ni-ninguna. El e-esta tra-trabajando en a-algo importante y s-se que qui-quizas no te-tenga el tiempo su-sufiente para co-contestar mis tontas ca-cartas, pero el so-solo podría enviarme u-una re-respuesta corta, me-me co-conformaria con eso.
—¿No lo sabes? —le dijo Draco frenando y mirándola con confusion.
—¿Sa-saber que? —respondió Ariel, luciendo más confundida que él.
—Bueno —los ojos de Draco vagaron por todo el pasillo antes de posarse en ella— se que mi hermana esta en la orden del Fénix con todo esos, la descubrí y supongo que pronto nuestros padres van a hacer lo mismo. Pero cuando la enfrente sobre eso ella me dijo que no tenía tiempo para darme explicaciones porque estaba muy ocupada rastreando el paradero de Fido Scamander. ¿Es tu padre, no?
Ariel no respondió por un momento, intentando tranquilizar su respiración.
—E-es mi pa-padre —dijo Ariel.
—Quizás si no te dijeron nada es porque ya lo encontraron —intentó tranquilizarla Draco, soltandole la mano para acariciarte el brazo— no deberías preocuparte, pronto te dirán algo.
De repente los ojos de Ariel se llenaron de lágrimas y miró la mano de Draco que descansaba en su brazo.
—Oh, no debería habértelo contado, Ariel —se arrepintió Draco, acercándose a ella para abrazarla.
—Me-me he co-comportando como una i-idiota. Estuve p-pensando en mi to-todo este ti-tiempo co-como una e-egoista y nu-nunca me pre-preocupe por mi p-padre —lloró Ariel— No-no pense que el po-podría haber e-estado en pro-problemas y a-ahora el lo esta. ¿Po-por que na-nadie me lo ha co-contado, Draco?
El rubio no sabía exactamente que responder ni que hacer. Él no era bueno para consolar a las personas, pero acarició la espada de Ariel torpemente intentando consolarla de alguna forma.
—Vamos, Ariel. No conozco a tu padre pero dicen que todo en tu familía son testarudos ¿no? El no va a dejarte sola, no sin luchar antes, esta en la orden del fenix porque es enfermizamente valiente y leal... Tontos Gryffindors y Hufflepuffs, siempre tratando de ayudar
—Le en-envie una ca-carta co-contandole que había da-dado mi primer be-beso —murmuro Ariel enterrando su nariz en el cuello de Draco.
—Ah —sonrió el rubio— ¿Fui tu primer beso?
La chica estaba a punto de soltar una risita, pero antes alguien se aclaró la garganta, haciéndola separarse de Draco y limpiandose los ojos con la manga de su túnica.
—Señorita Scamander —la llamó McGonagall, mirando a Draco de reojo— el profesor Dumbledore quiere verla en su despacho ahora.
Ariel asintió y siguió a McGonagall hasta el despacho de Dumbledore. En ningún momento alguna de las dos hablo, pero las manos de la rubia temblaban terriblemente porque ya se imaginaba de lo que el director quería hablar con ella, pero Ariel no estaba segura de querer escucharlo.
—Ah, Ariel, pasa pasa —la invitó Dumbledore, levantándose de su lugar, detrás del escritorio— puedes irte Minerva, gracias.
—¿E-es sobre mi pa-padre? —se atrevió a preguntar Ariel.
—Me temo que si —afirmó Dumbledore, mirandola con lástima— tienes que volver a Grimmauld Place ahora, Sirius te va a estar esperando allí.
Ariel se limpió la nariz y Dumbledore se acercó hasta ella, llevando con el una tetera de aspecto viejo.
—Es un traslador —le avisó antes de que la chica lo tomará.
Ariel notó una fuerte sacudida en el estómago y el suelo desapareció bajo sus pies, pero seguía sosteniendo a la tetera con ambas manos, en medio de un torbellino de colores y una fuerte ráfaga de viento fue arrastrada por la tetera... hasta que tocó bruscamente el suelo con los pies y se le doblaron las rodillas; la tetera cayó al suelo junto con ella.
La rubia se levantó lo más rápido que pudo del suelo y se encontró en el salón, frente a ella estaba Sirius sentado en el sillón. Pero cuando Ariel lo miró de cerca noto que sus ojos estaban llenos de lágrimas y lo comprendió al instante.
Su padre estaba muerto.
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