final.

El último recuerdo que tenía Ariel no era haber caldo de la torre de astronomia, lo único que ella podía recordar era el rostro de Draco lleno de lágrimas y pensó que se sentiría realmente mal por eso.

Pero ella solo sintió paz.

Había algo en el aire que dejaba que Ariel pudiera respirar tranquila, ya no era doloroso respirar, ya no había dolor.

Solo tranquilidad. Y Ariel se sintió realmente feliz.

Cuando abrió los ojos pudo reconocer que estaba en un bosque, pero no era uno cualquiera. Era uno que Ariel reconocia perfectamente, era el bosque en donde vivia su padre.

El lugar nunca antes se había sentido tan pacífico como en ese momento.

Mirando hacia arriba, Ariel se preguntó si realmente estaba en el cielo, porque se sentia como si lo estuviera, todo estaba tan calmado y era el tipo de paz del que ella solo habia escuchado hablar en la iglesia.

Pero luego lo recordó.
Ella no podría estar nunca en el cielo, porque habia sido una pecadora. Si algo habia aprendido Ariel en la iglesia era que Dios era el único que tenía el poder sobre la vida y la muerte.
Entonces ella pensó ¿Acaso se encontraba en el infierno? pero inmediatamente su respuesta fue un rotundo no, ella no creía que el infierno se viera de tal forma.

Un árbol a su lado de sacudió y Ariel volteo para encontrarse con una mujer de cabellos blancos y una sonrisa amable.

—Toma mi mano —le dijo, ofreciendosela. Su voz era demasiado tranquila, tanto que Ariel solo hubiese querido cerar los ojos y pedirle que le cantará hasta dormir.

Ariel no lo penso, solo estiro su mano y ella le regalo una sonrisa antes de comenzar a caminar.

—Tu padre te esta esperando —le dijo— aunque no esperaba verte por aqui tan pronto.

La mención de su padre hizo que Ariel sonriera.

—¿Co-como te-te llamas? —le preguntó con curiosidad.

—Mi nombre es Lunae, y estoy aqui para ayudarte a densar —le dijo con calma— cuando era joven, me separaron de mi amado, y Zeus al verme con tanta desdicha me permitió ayudar a las personas a encontrar el camino hacia el amor. Eso es lo que me hace feliz, ayudar a los demás. Si me permites decirtelo, Ariel, tu amor es muy especial, el amor hacia la familía es fan único. El amor es la magia más poderosa del mundo y aunque quizás las cosas no terminaron como estaban destinadas a pasar, yo no soy quién para impedir que tu corazón se sienta lleno de dicha.

Lunae solto su mano lentamente y asintió mirando hacia adelante.

Fido Scamander estaba all sonriéndole.

Ariel corrió a su encuentro y lo envolvió en un fuerte abrazo. Ella lo habia extrañado tanto, pero la espera al fin había terminado, ella ya no iba a tener que llorar más ni sentirse sola, porque su padre estaba allí.

Fido le dio un beso en la cabeza antes de obligarla a separase de él para poder mirarla a los ojos.

El hombre Scamander siempre había sido muy apuesto, pero habia algo en su mirada que Ariel no pudo descifrar en ese momento. Pero los ojos de sus padre eran cálidos cuando la miraron, la miraron con amor.

—Lamentó haberme ido sin haberme despedido —le dijo, acomodando el cabello de Ariel detrás de sus orejas— lamentó haber sido un mal padre, lamento no haberme dado cuenta de todo lo que estabas sufriendo, te deje pasar por eso sola. Lo lamento tanto, Ari..

Ariel lo miró con lágrimas en los ojos y negó.

—No fu-fue tu cu-culpa —le dijo— yo nu-nunca quise de-decepcionarte, pensé que ya t-te daba de-demasiado ve-vergüenza que ta-tartamudeara, no quería que su-supieras que n-no tenía a-amigos... fue es estúpido no habertelo co-contado.

Fido la miró con cariño.

—Nunca senti vergüenza. Lo único que me haces sentir es orgulloso, fuiste tan valiente Ariel. No importa lo que haya pasado, ahora vas a ser feliz, hay tantas personas aquí que quieren conocerte.

—¿D-de ve-verdad? —preguntó Ariel con sorpresa.

—Si —afirmó Fido tomando la mano de su hija—Sirius esta emocionado por verte de nuevo. Aqui ya no hay dolor ni sufrimiento, todos estamos bien aquí, ¿Recuerdas la historia que te conte sobre la luna y el sol? —Ariel asintió— creo que ya te diste cuenta de quien es Lunae, ella se encarga de que todos estemos en paz. Nunca estarás triste aquí.

Ariel miró hacia el frente viendo como los árboles comenzaban a desaparecer y una luz intensa se expandía por todo lo que antes había sido un bosque.

—¿Va-vamos a ser fe-felices allí?

—Si, por supuesto, es todo lo que te mereces. Has sido tan buena toda tu vida, todo lo que mereces es la felicidad, Ari.

La rubia apretó la mano de su padre y ambos comenzaron a caminar hacía la luz, todo lo que Ariel sabía era que al final ella se sentía en paz consigo misma, ya no había inseguridades ni nadie señalando sus defectos.

Al final de camino la esperaba la felicidad que ella siempre habia deseado.

Por fin Ariel iba a ser feliz.

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