21 | En el punto de mira

Las semanas pasaron y poco a poco la amistad de Annabelle y Elisa volvió a consolidarse, pero esta última sentía que estaba traicionando a su amiga al ocultarle su plan. Un par de veces estuvo a punto de confesar, pero después contemplaba la sonrisa en su cara y se asustaba en el momento de decir la verdad. Temía que su amistad se rompiera de nuevo.

Tal vez su única opción era robar el collar cuanto antes.

No tuvo oportunidad de hacerlo hasta que Annabelle la invitó a su casa para una maratón de películas nocturnas, justo entonces pensó que sería un buen momento para conseguirlo. Pero Annette Leblanc estaba estaba siempre alerta, y era consciente de que su presencia no ayudaba mucho. Tendría que esperar a que esta abandonara la casa.

Se hallaba sentada en el sofá mientras su atención estaba centrada en una noticia que había visto en facebook, cuando la tía de Annabelle irrumpió en el salón. Levantó la vista del teléfono y observó a la mujer. Iba arreglada y eso le hizo sospechar que saldría de casa esa noche. Tuvo que disimular la alegría que sintió cuando fue consciente de que sin Annette de por medio, el collar sería por fin suyo.

—Voy a salir —dijo mientras rebuscaba algo en el bolso. Cuando dio con ello, levantó la cabeza y miró a Annabelle dedicándole una pequeña sonrisa, pero esta desapareció en cuanto sus ojos hicieron contacto con Elisa.

Annabelle se levantó del sofá para acompañar a su tía hasta la puerta de entrada. Esta pareció susurrarle algo al oído que hizo que la muchacha le dedicará una mirada de advertencia.

—No te preocupes, Ette, voy a estar bien —contestó antes de depositar un beso en su mejilla—. Pásalo bien con Nairobi, y mándale saludos de mi parte. Espero verla pronto.

Annette tomó el abrigo de la percha del recibidor y dando una última mirada hacia el interior de la casa, habló:

—Lo harás.

—Siento que tu tía me atraviesa con la mirada cada vez que me topo con ella. Es realmente aterrador —habló Elisa.

Annabelle rió ante el comentario de su amiga, aunque era consciente de que tenía razón. Annette no soportaba a la joven, es más, en varias ocasiones le había mostrado su reticencia a la amistad que mantenían y le había advertido que Elisa no era una buena compañía, pero ella siempre ignoraba las quejas de su tía.

—Supongo que son cosas del pasado —contestó sin hacer mención a la historia que envolvía a su tío Mathieu con Ava Dumont—. Tampoco le des mucha importancia.

Elisa la observó con curiosidad y estuvo a punto de preguntar a qué se refería con eso de "cosas del pasado" pero prefirió no ser entrometida y decidió cambiar de tema.

—¿Harry Potter? —Señaló la estantería repleta de películas situada al lado del televisor.

—¡Genial! —exclamó Annabelle levantándose del sofá—. Ve poniéndola, que voy a ir a la cocina a preparar algo para tomar.

Elisa asintió y se dirigió hacia la estantería, pero justo cuando estaba programando la película, Annabelle se asomó por la puerta de la cocina.

—Tenemos un pequeño problema —dijo entre risas—. No hay bebidas, así que me va a tocar salir a comprarlas. No creo que tarde mucho en volver.

—Tranquila —contestó Elisa—. No me moveré de aquí.

Annabelle había salido de casa en busca de bebidas, y Elisa vio entonces una oportunidad clara para hacerse con el collar. Era ahora o nunca, porque no sabía cuándo se volvería a dar la ocasión y no quería arriesgarse. Su madre no había desistido en su plan, además, había hecho un trato con las brujas del Sol, y según le había contado su abuela Lina, un trato era un trato.

Si fallabas, estabas muerta.

Buscó por toda la casa, en todos los lugares posibles, pero no dio con él. Seguramente Annette lo tenía muy bien escondido. Cuando ya estaba cansada de caminar de un lado a otro y con los ánimos por el suelo al ver su oportunidad perdida, tuvo la idea de realizar un hechizo de localización. Tan solo necesitaba algo que tuviera relación con el collar y justo las brujas del Sol le había dado una para ayudarla en su búsqueda.

Volvió al salón y tomó la mochila que había traído. Revolvió en ella hasta que dio con la foto. La tomó, y mientras la frotaba, pronunció:

—Invenire res.

Al principio no cambió nada, pero pasado un minuto una fuerza pareció empujarla hacia una estantería situada a unos metros de distancia. En el interior reposaba un pequeño cofre, y aunque no vio el collar por ningún lado, algo le decía que se encontraba dentro. Lo cogió y cuando fue a abrirlo se maldijo mentalmente. Annette Leblanc no era tan ingenua como para dejar algo de tanto valor al alcance de cualquiera.

El cofre tenía un hechizo de protección y no se podía abrir.

¿Qué iba a hacer ahora? Después de meditarlo unos segundos, optó por guardárselo en la mochila, ya resolvería más tarde el cómo abrirlo. Al menos el collar ya estaba en sus manos, lo que eso significaba que su amiga Annabelle no corría peligro alguno.

Se felicitó al lograr su cometido sin haber sido descubierta, pero no se dio cuenta de que no se hallaba sola. Unos ojos curiosos lo habían observado todo sin pasar por alto el más mínimo detalle.

Justo afuera de la casa, y apoyado en el borde de una ventana, se encontraba Gauvian.

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