20 | Detén todo esto, Regina
Elisa apenas se sorprendió cuando Annabelle le confesó que era una bruja. Su madre le había contado hace unos años que los Leblanc, al igual que ellos, llevaban la magia en las venas, así que no era una noticia nueva la confesión de su amiga. En cambio, Annabelle sí se sorprendió al ver el semblante tranquilo de Elisa, pensó que quizá no le había escuchado bien.
—¿Has oído lo que he dicho?
Elisa asintió.
—Claro, que eres una bruja, al igual que yo.
Annabelle aún seguía algo contrariada por la reacción de la muchacha. Si Elisa se hallaba tan tranquila, era porque conocía esa información mucho antes que ella, lo que volvió a generarle cierto rechazo hacia su tía por no haberle contado la verdad antes.
—Ya lo sabías —murmuró consciente de que era la única que había vivido al margen de la magia desde que tuvo uso de razón.
Elisa pareció meditar unos segundos antes de responder.
—No sé... —dudó. Habían pasado tantos años desde que Coraline le habló de su procedencia, que ya apenas recordaba el momento exacto—. Tal vez cuando tenía cinco años, quizá seis. No estoy muy segura, la verdad. ¿Por qué me preguntas eso, Belle?
—¡Increíble! —exclamó—. Creo que soy la única idiota de esta casa que no tenía ni idea de nada. Ni mis padres ni mi tía me lo mencionaron nunca.
Elisa comenzó a reír, y eso causó que Annabelle le diera con un cojín en la cabeza para acallar sus risas. A ella no le resultaba graciosa la situación, se seguía sintiendo traicionada por su familia por haberle ocultado la verdad durante tantos años.
—No es gracioso, Eli —la reprendió—. Mis propios padres me han mentido.
—Quizá lo hicieron para protegerte —Se encogió de hombros. Coraline le había contado muchas veces que la magia podía ser muy peligrosa, qué irónico que ahora estuviera cayendo en las garras de la magia negra y estuviera dispuesta a matar a... Decidió borrar ese pensamiento de su cabeza, no era momento de pensar en el disparatado plan de su madre—. Los padres son así, Belle, harían cualquier cosa para proteger a sus hijos.
—Lo sé, pero no soy una cría. Tengo derecho a saber.
—Te entiendo. Bueno, si te sirve de consuelo, mi madre sí que es verdad que me lo contó hace tiempo, pero su historia no fue muy bonita.
—¿Y eso? —preguntó Annabelle. Lo poco que conocía a Coraline se reducía en que para ella, era una mujer fría y calculadora. No eran sus palabras las que hablaban por ella, sino sus gestos. Coraline no necesitaba ninguna palabra para conseguir helarte la sangre.
—Según ella, la magia justifica todo. Es un don, una herramienta valiosa para obtener todo aquello que queramos.
—¡Tu madre está loca! —exclamó Annabelle entre risas.
Elisa le dedicó una mirada que esta no logró descifrar. Iba más allá del conocimiento de Annabelle sobre su madre, por eso cuando habló, la muchacha no entendió el gran significado que ocultaban sus palabras.
—No te imaginas cuánto.
Hacía ya unos cuantos años que Nairobi no veía a su hermana pequeña, Regina. Pero ahora, tal y como se encontraban las cosas necesitaba ponerse en contacto con ella para tratar de calmar las aguas y lograr que cesara en su empeño de lucha. Se acordó de Gauvian cuando buscó de nuevo en el pequeño armario del salón las hierbas necesitaba para realizar el hechizo de proyección.
Pasados unos minutos y una vez obtuvo el permiso de su hermana, pues la casa de esta contaba con una barrera de protección que ni siquiera un hechizo de ese estilo podía llevarse a cabo, se proyectó. Lo primero que vio en la estancia fue a Regina sentada frente a un escritorio de madera. Un par de libros cubrían la mesa, pero no alcanzó a ver de qué se trataban. La mujer de cabellos largos se levantó y se situó a escasos metros del holograma de Nairobi.
—¿A qué debo tu presencia, hermana? —No pasó por alto el retintín con el que pronunció la última palabra. Regina le consideraba una traidora por unirse a la familia Leblanc.
—Tienes que parar. Una guerra entre brujas no le hará bien a nadie. Incluso a vosotras. Detén todo esto, Regina.
Regina estalló en carcajadas.
—¿Vienes a mi casa a ordenarme lo que debo hacer? ¿Con qué derecho? ¿Quién te crees que eres, Nairobi?
—Nuestro padre se avergonzaría al ver...
—¡No te atrevas a mencionar a nuestro padre! —exclamó Regina. Su semblante se había tornado serio, como si la simple mención de su padre le perturbara la paz que reinaba en ella—. No lo uses para tratar de convencerme con tus estúpidas ideas.
—Estás deshonrando su memoria —dijo con la decepción tiñendo su voz. Miraba a su hermana y le resultaba difícil de creer cómo había cambiado, la persona en la que se había convertido. La avaricia de poder le consumía las entrañas, le iba devorando por dentro como un incendio, temiendo el día en que de ella solo quedaran unas simples cenizas.
Los ojos de Regina se llenaron de rabia ante el comentario de su hermana. La odiaba, recordaba su traición cada vez que veía su cara, sentía que no se merecía llevar el apellido Devant, y aún así allí estaba, desafiándola como si pudiera hacerle cambiar de opinión. Nairobi no tenía ningún poder sobre ella, nunca lo había tenido.
—Recuerda una cosa, hermana —escupió la última palabra con verdadero asco—. Cuando estés al borde de la muerte, cuando necesites mi ayuda para ser salvada, cuando lo pierdas todo por tu ignorancia al rodearte de personas sucias y sin valor, ahí recordarás mi rostro y comprenderás que pudiste haber elegido una vida mejor para ti, pero entonces ya será tarde. Me regodearé en tu tumba, y será la última vez que te dedique unos minutos de mi tiempo.
Nairobi por primera vez en su vida sintió miedo de Regina. Jamás se había imaginado la magnitud del odio que le procesaba su hermana. Pero justo en esos momentos comprendió que no podía hacer nada para cambiar eso.
Regina seguiría adelante con su plan, fueran cuales fueran las consecuencias de sus actos.
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Espero que os haya gustado el capítulo. Deciros que tan solo quedan 5 capítulos para el final de la novela.
Muchas gracias por leer 💚
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