01 | Una sombra en la oscuridad
Annabelle conocía a la perfección el trayecto de vuelta a casa. Lo había hecho en innumerables ocasiones desde que empezó a trabajar en la tienda de su tía Annette hace unos cuantos meses después de acabar la universidad e irse a vivir con ella al Barrio Francés. Salvo que en este momento iba sola.
El camino no era largo, pero podría resultar un poco intimidante debido a que apenas transitaba gente por la calle a esas horas de la noche, y más aún en esa época del año cuando el invierno todavía no había abandonado la ciudad. Una farola situada cada cien metros era la única señal de luz que podías encontrar. Y no todas funcionaban.
Cuando pasó por el cementerio se percató de que un grupo de chicos, seguramente de su edad, se hallaban sentados cerca de unas tumbas. Annabelle se detuvo a contemplar la escena con cierta curiosidad. Estaba a unos cuantos metros de ellos, pero no le fue complicado adivinar que se encontraban jugando a la Ouija. Nunca había realizado esa práctica, pero su amiga Elisa sí, y varias de esas veces trató de convencerla de que le acompañara, pero nunca cedió ante las insistencias de la chica.
—Venga, Belle, ¿por qué no lo pruebas? ¡Es muy divertido!
Annabelle contempló a su amiga. Estaba esperando una respuesta a su oferta, pero Elisa ya sabía que escucharía un «no». Y por mucho que insistiera, la respuesta siempre sería negativa, así que no entendía por qué se molestaba tanto en tratar de persuadirla.
—Porque no me gusta, Elisa.
—¿Cómo lo sabes si no lo has probado? —volvió a insistir la joven, pero esta vez apuntándole con el dedo esperando surtir un poco de efecto en Annabelle y que al menos se lo pensara.
Touché.
No necesitaba probar eso para saber que no le iba a gustar. Elisa siempre había sido una fanática de lo sobrenatural, Annabelle por el contrario no creía en nada de eso, y mucho menos en esos estúpidos juegos.
Los chicos del cementerio parecían concentrados, pero de un momento a otro una de las chicas pegó un brinco y se levantó del suelo encaminándose hacia la salida. Annabelle observó curiosa lo que estaba sucediendo. Un chico fue en su busca y le tomó del brazo. La joven se dio la vuelta para enfrentarle.
—Eres un idiota, Liam. —Le apuntó la muchacha con el dedo.
Se la veía verdaderamente cabreada. Un susto en mitad de un cementerio y a las tantas de la noche no debe de ser plato de buen gusto.
—Lo siento —se disculpó él arrepentido—. Ha sido solo una broma, no te enfades.
La muchacha no pareció muy convencida de la disculpa de su amigo, pero al final acabó cediendo y volvieron a entrar juntos al cementerio. Por eso Annabelle odiaba ese juego, no creía en él, todo era una estúpida broma para pasar el rato. Apartó la vista del grupo de chicos y volvió a retomar su camino. Miró la hora en el reloj que cubría su muñeca y se dio cuenta de que era más tarde de lo que pensaba.
No tenía que haberme entretenido.
Su tía Annette estaría esperándola. Cuando se fue de la tienda más pronto que de costumbre, le advirtió que no se entretuviera durante el camino, decía que era peligroso. Annabelle reía ante las advertencias de su tía, tenía muy claro los «peligros» a los que se refería esta y no estaba dispuesta temer cosas que ni siquiera existían.
De pronto un sonido captó su atención. Tenía la sensación de que alguien la estaba siguiendo. Se giró, pero no vio a nadie. Supuso que serían imaginaciones suyas, pero cuando otro sonido volvió a producirse ya no tuvo la seguridad de que estuviera tan sola.
Se dio la vuelta y echó un vistazo a sus alrededores. En un primer momento no vio nada, pero luego se percató de que en una de las callejuelas se hallaba una mujer observándola. Un escalofrío le recorrió el cuerpo cuando sus ojos hicieron contacto con los de esa extraña presencia. Tenía el semblante tranquilo, pero eso no consiguió calmar a Annabelle, pues sus ojos parecían querer ver más allá de su alma. Por una vez sintió miedo y se maldijo a sí misma cuando la voz de su tía advirtiéndole de que tuviera cuidado se hizo eco en su cabeza.
Apartó la mirada al sentirse intimidada por ella, pero aún sentía su presencia a lo lejos. Se giró de nuevo, pero se sorprendió al darse cuenta de que allí no había nadie. ¿Acaso lo había imaginado? Decían que el cansancio podía jugarte malas pasadas, pero todo se sintió demasiado real como para que se tratara de una simple ilusión de su mente. Borró de su cabeza todos los pensamientos que tuvieran que ver con la presencia de esa sombra y retomó el rumbo a casa.
Si Annette se enteraba de lo que había visto, empezaría con uno de sus sermones y Annabelle no estaba dispuesta a escucharla, porque en esa ocasión su tía sí tendría razón.
———♦———
Tenía muchísimas ganas de empezar a publicar esta historia y hoy por fin os traigo el primer capítulo.
Después de lo que habéis leído, me gustaría que me contarais un poco qué opinión tenéis respecto a los tres personajes mencionados: Annabelle, Annette y Elisa. ¿Cómo pensáis que es/será su forma de ser?
¿Se habrá imaginado Annabelle la sombra del callejón? ¿O realmente había una presencia observándola? Y si fuera así, ¿quién será?
¡Nos vemos en el próximo capítulo!
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