Parte ocho

¡Pum!

Un eco rebotó por los pasillos del blanco Cabildo de Luján, producto de un fuerte golpe contra una puerta de madera que estaba ubicada en una de las celdas de la cárcel del Cabildo.

"¡Saquen a Manuel de ahí! ¡Rápido!" — Gritó a la nada, no era escuchado por nadie, frustrado, dió otro golpe a la puerta.— "Manu…"

Un mal gusto le vino a la boca, aquel sabor amargo dominó todo dentro de sí, formando una mueca en sus labios, cansado, se dejó caer. Provincias Unidas sentía una gran preocupación, la salud de su abogado estaba muy deteriorada.
El intento de José por retener a Belgrano fue en vano, las insistencias del poder central que exigían su presencia le obligaron a tomar la decisión de marchar, y junto con él, un gran dolor, una fuerte puntada en el estómago.  

En todo momento el pequeño se mantuvo pendiente de todo quejido y movimiento del mayor, y ahora, Manuel estaba encerrado como si fuese un delincuente.

— "Le seré sincero, no estoy del todo bien, pero, no es necesario que usted, mi pequeño, siga aquí." — Habló desde el otro lado, con su mano derecha en su pecho y la izquierda se apoyaba en la puerta — " Le quiero demasiado, no le deseo problemas con Buenos Ayres."

— "¡No me interesa! Necesito estar contigo hasta que te recuperes… no puedo irme así porque sí, créeme, sé que tengo obligaciones como patria y una de ellas es encargarme de mis ciudadanos, y tu eres uno de ellos… uno que luchó y se juega a muerte por mí y los demás… quiero ser responsable y cuidarlo como usted lo ha hecho."— Abrió su corazón con palabras, con cada una de ellas expresó lo más guardado, su cariño por él.

Cerró sus ojos, y sonrió, con dulzura, aún en su peor momento, cuando más está sufriendo.

— "Agradezco tales palabras, pero no las merezco, un desgraciado como yo no las merece. En lo más profundo de mi ser, sé que pude haber hecho más."

— "No seas perfeccionista, lo hiciste bien, más que bien, pregúntele a cualquiera que lo valore como se lo merece, y verá lo importante que fue… "  — Apoyó su frente en la madera, como si estuviesen frente a frente sin aquella molesta puerta.— "San Martín y Lamadrid no negaría lo que digo… aunque Dorrego sí…"

Soltó una pequeña carcajada — "Definitivamente él sería el menos apropiado para preguntarle sobre mí." — Acarició la textura del material, con ternura, con cariño y calidez, intentando transmitir de alguna forma sus sentimientos.— "¿Sabes que me haría felíz en este momentos?"

"¿Qué te haría felíz?"

—" Que te retires"

— ma- MANUEL — Exclamó enojado, sin comprender el porqué de su respuesta.

"Déjame terminar" — Aclaró su garganta, ahogando una divertida risa que amenazaba con escapar.— "Debes dejarme aquí y continuar tú ¿puedes hacer eso por mí? Ya no estoy luchando, si te quedas perderás el tiempo, eres una pequeña nación, tienes cosas importantes que hacer."

"¿Nos volveremos a ver?" — Preguntó casi perdido, sí, él se sentiría sólo, aunque no era solo eso. Cuando vuelva a la capital ¿lo volvería a ver? Su mayor temor era que sus caminos no se vuelvan a cruzar o que algo le retenga y no poder verlo más.

"Sí, lo haremos. Confía en mí."

— "Entonces lo haré, confío en tí, padre"

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