El eterno castigo
La noche se alzaba solemne sobre un pueblo del interior de Córdoba, el silencio hacía de majestad ocasional y todo ser vivo presente daba oído a sus órdenes. Pero en contraste, todo ser desprovisto de un corazón de carne, la noche se figuraba como un rey al cual burlar. La oscuridad y el mutismo estrellado, se volvían en un campo de diversiones para las criaturas despreciadas por su omnipresente creador.
Algunas de estas criaturas poseían formas que ni la más hórridas de las pesadillas humanas han osado imaginar, pero otras, con especial astucia, mantenían la forma más celestial con que el alfa y el omega los había moldeado. Semejantes al hombre, pero muy diferentes a éstos. Sus necesidades básicas no eran ni el alimento ni el refugio; y el sueño y el descanso, les eran prácticamente ajenos.
En un principio, la primordial misión con la que habían sido pensados fue el servicio desinteresado y absoluto a su propio creador y amo; y, en segundo lugar, el servicio entregado a la raza nacida del polvo que caminaba a sus anchas por el segundo cielo, del que estaban excluidos hasta ser enviados por El que todo lo sabe, por El que todo lo ve.
Pero cuando tentados eran por la desobediencia, el único motivo que daba razón a sus existencias, se desvanecía frente a sus ojos y eran arrastrados al más profundo de los abismos a la espera del eterno castigo. Pero la espera no era gratuita y pronto debían servir a un nuevo amo y con ello un nuevo propósito.
—Si Dios fuera argentino no hubiera sido tan amargado. —comentó un caído con figura de hombre, figura que gozaba de especiales rasgos hegemónicos: cabello lacio y rubio y ojos tan verdes como el césped en el verano—. ¿Y ahora qué hago? ¿Qué me espera? —preguntó a otro ser del abismo que se hallaba sentado sobre una roca junto al río.
—Lo mismo que hacemos todos los días… —respondió el ser con forma de gato callejero.
—Ajá… ¿Qué es lo mismo que hacemos todos los días, pelotudo? ¿Tratar de conquistar al mundo? —replicó con un notorio acento argentino y una referencia demasiado humana para ser una criatura sin sangre.
—Usualmente gusto de preguntarles a los nuevos cuál ha sido la desobediencia que los ha condenado a la eterna desesperanza, pero con sólo oírte chillar, creo tener una respuesta. —dijo moviendo su larga y peluda cola.
—Solo decidí irme y vivir entre los humanos para aprender de ellos… por unos quinientos años nada más, ni siquiera fue mucho. Pero un Querubín botón me descubrió y ya le fue con el chisme a lo más alto, viste.
—Han condenado a mis compañeros por mucho menos… —susurró otro demonio de apariencia humana, aunque este presumía de largos cabellos negros y una piel tan tostada que semejaba estar creada por el mismisímo astro solar.
—Ahora la verdad me chupa un huevo, soy un ángel caído, ya está, ya fue, solo quiero saber qué hacer… —volvió a insistir con más desánimo que antes.
—Lo mismo que hacemos todos los días… —repitió el gato en un lento parpadeo que ocultó sus bermellones iris por un instante.
—¿Son así de boludos o es cosa tuya? —inquirió el rubio demonio.
—Lo mismo de todos los días es buscar gente para que nos acompañe en ese castigo eterno… pelotudo. —explicó el ser de piel tostada.
—¿Y eso cada cuánto o cuántos?
—¿Por qué sabes tan poco de todo esto? —preguntó el demonio animal.
—Porque yo sólo era un ángel del coro. A mi no me hacían llegar casi nada de información. Solo llegué a escuchar la música humana porque un día el Todopoderoso me convocó en su altar y allí pude oír las alabanzas de sus fieles.
—Ya veo, entonces sólo tienes que saber que aunque sea debes corromper una a tres almas cada semana o al menos unas cinco cada mes. Si no cumples con esa cuota, el eterno castigo lo vivirás antes y creeme que no quieres.
—Pero si es tiempo lo que quieres…
—Tiempo… —repitió expectante.
—Si, si no quieres trabajar tanto, puedes buscar esas almas enemigas de Lucifer, lucero de la mañana.
—¿Almas enemigas?
—Si, son todas aquellas que purifican las almas que nosotros corrompemos. —explicó el pelinegro— Si logras tomar un alma así, tendrás hasta tres siglos libres de la cuota mensual.
—¿Y hay por acá un alma así? —indagó genuinamente interesado.
—¿En Argentina? Podrías buscar en cualquier parte del planeta. —sugirió un poco extrañado.
—Si, no quiero irme, he vivido aquí por cuatro siglos.
—Ahora entiendo tu acento —comentó el gato demonio—.
—Bueno, da igual, estás de suerte, hay un alma de ese tipo en el siguiente pueblo… —continúo el pelinegro.
—Pero está custodiado por un arcángel… —interrumpió nuevamente el gato.
—Eso es algo que solo le concierne a él…
_____________
El recién demonio llegó hasta una vieja puerta de eucalipto, no podía negar que se encontraba algo asustado. Recordaba a los arcángeles como demasiado imponentes con aquellas armaduras de plata y oro. Estaba más que informado de que estando allí en el plano terrenal, el ángel de guerra no tenía permitido hacerle daño a menos que atacara a su protegido, pero aún así, el temor estaba presente.
—Solo debes tentarlo… —susurraba para sí mismo—. Los humanos son fáciles de corromper. —se intentaba convencer mientras esperaba que aquel humano de alma especial saliera de su hogar, ya que por el momento, aquel territorio le pertenecía al guerrero del cielo.
Pasaron varias horas antes de que aquella persona se paseara en frente suyo, percibió a la distancia como una figura celestial observaba cada uno de sus movimientos con intimidante atención, pero aún así continúo con su cometido.
A mitad de camino, vió cómo el joven muchacho de cabellos castaños y ojos grises saludaba a las personas del pueblo con gran cariño y familiaridad. Todos lo respetaban y pedían su bendición, podía deducir que el joven humano representaba alguna creencia religiosa. Comenzaba entender el porqué aquella alma destacaba entre las demás, pero persistía en aquella naturaleza vanidosa y soberbia de la criatura erguida que con graciosa ignorancia cree haber prosperado sin su creador.
Cuando se sintió preparado, llevó a cabo el primer asalto, el cual era simple, consistía en dejar caer a sus pies una billetera hinchada de billetes de gran valor. Si la tomaba y la guardaba debajo de su colchón, solo era cuestión de tiempo antes de que la avaricia carcomiera su alma y su unción tan solo fuera un borroso recuerdo de una película vieja.
Pero, para su desgracia, el joven humano rápidamente llevó la cartera a la improvisada comisaría del pueblo, estos agradecieron su servicio a la comunidad y apenas abandonó el lugar, los oficiales repartieron el botín entre los presentes sin siquiera reparar en los datos de contacto cocidos a uno de los lados de la billetera.
El demonio humanizado rápidamente se agarró de los cabellos con gran frustración desde el techo de la comisaría. Los demonios que antes compartieron con él se rieron de manera disimulada alejados de él, estaban ansiosos por ver su siguiente movimiento.
Al siguiente día tuvo lugar el segundo ataque, en su camino orquestó una escena que haría enfurecer a cualquiera. Una señora de avanzada edad era insultada por su inmaduro hijo como si fuera menos que un trapo de piso. Pero, nuevamente, el muchacho con gran sabiduría y una templanza digna de sacerdotes, se acercó a ambos con palabras de amor y los ánimo a reconstruir sus lazos. El plan había ido peor de lo que esperaba, ahora había dos almas salvadas y por su culpa.
El demonio de peculiar acento argentino no desistió en su cometido, y probó con cada pecado capital en su distintas versiones e interpretaciones. Pero nada parecía perturbar ese mar de quietud que era aquel alma especial. Sin poder percibir el paso del tiempo por su propia condición sobrenatural, no estaba al tanto de que ya había intentado corromper al muchacho por más de un trimestre.
Finalmente, cuando se sacó de sus casillas, poseyó a un joven hombre rubio de barba pronunciada y barriga ancha, de brazos grandes y nariz pequeña. Necesitaba de un cuerpo visible para romper con un palo grueso el auto de una inocente víctima de su ira. Aunque nunca contempló la posibilidad de ser descubierto en tal acto por su presa, quien enseguida corrió hacia él y detuvo su accionar.
—Dejame pelotudo, vos no sabes lo que me pasa. —espetó con visible enojo.
—¡Vamos! ¡Van a meterte preso si te encuentran! ¡Aprovecha que no hay cámaras en este pueblo! —le pidió el joven para su sorpresa. Estaba ayudándolo a escapar, a no recibir su castigo justo por un acto vandálico. ¿Qué estaba ocurriendo?
—No tengo a donde ir… —se animó a decir a pesar de saber muy bien quién era el tipo al que estaba poseyendo.
—Si no tienes problema, podi ir por ahora a mi casa, vivo solo. —respondió el joven especial con su mejillas tan rojas como unos rozagantes tomates de quinta familiar.
El demonio rubio estuvo a punto de gritar hasta hacer explotar los pulmones de aquel cuerpo que había usurpado, pero no podía hacerlo, porque al fin había dado en la tecla. El muchacho era gay, pero sus gustos no eran genéricos, ya que había intentando que un joven apuesto lo invitara a salir y lo rechazó rotundamente sin provocar la más mínima emoción. A él lo movían los chicos barbudos y gorditos, los conocidos “osos” dentro del porno gay.
Estando ya ambos en la intimidad de una habitación, no dudó en aprovecharse de la situación y, entre gemidos y ruidos obscenos, le hizo acariciar el infierno. El arcángel a las afueras del cuarto se apagó lentamente, su protegido ya no era digno de él, el sucio demonio que había estado tanto tiempo rondando en su hogar, había dado con su cometido. Lucifer se regocijaba en tal victoria, envió a varios de sus demonios a felicitar a su nuevo prodigio. Pero el demonio rubio estaba lejos de tener algo de interés en toda aquella fanfarria, solo quería el tiempo libre prometido.
—¡Al fin puedo continuar con mis investigaciones en el sur de Argentina! —exclamó sentando en la ventana del cuarto del nuevo pecador estrella, quien dormía plácidamente con una gran sonrisa en sus labios abrazado con fuerza a su ahora amante. El cual al despertar estaría muy confundido de encontrarse allí, pero que gustosamente guardaría silencio por continuar acurrucando esa belleza extranjera entre sus grandes brazos.
El demonio rubio estaba dispuesto a desaparecer de allí y a continuar con su eterna existencia, pero al bajar su mirada, se encontró con el arcángel que antes se había limitado a observar desde una distancia prudente. Ahora podía ver más que solo luz, oro y plata. Ahora veía su piel tostada, sus ojos miel, su cabello castaño y su expresión triste. La culpa lo asaltó de pronto, ni siquiera había sentido remordimiento al ser condenado por su mismísimo padre, pero aquella mirada dolida le penetraba su inexistente corazón.
—¿Y vos quién sos? —inquirió con cuidado acercándose a él.
—Manuel, mi nombre terrenal es Manuel. —respondió el guerrero con un acento peculiar que llamó su atención.
—Yo soy Martín, alguien me puso ese nombre. ¿Te gusta? —preguntó el demonio rubio casi con inocencia regalándole una gran sonrisa.
—Tu eri el que estaba en el coro… —murmuró el ser celestial más para sí mismo que para el demonio enfrente suyo —. ¿Por qué estás aquí, weón? Tu cantabas mejor que todos.
Martín, el demonio rubio, se sorprendió. No creyó encontrar a alguien en el segundo cielo que recordara sus días en el paraíso, y en especial su voz.
—Digamos que por curiosidad. Me quedé viviendo en Argentina. —contó bajando su mirada y jugando con una piedrita en el suelo. La cual a ojos humanos estaba moviéndose sola, por lo que el niño que pasó enfrente de ellos salió llorando a las faldas de su madre que no creyó su relato de la roca embrujada—. ¿Y vos? ¿Por qué hablas con acento chileno? —agregó volviendo a mirarlo a los ojos.
—Porque la familia que protegí durante tres siglos era chilena. Aunque ahora has condenado el alma del último descendiente de ellos.
—Perdón, no sabía…
—¿Por qué te disculpas, weón? Eri un demonio, ese es tu misión. No niego que por un instante sentí la necesidad de tomar mi espada y partite a la mitad, pero también estaba feliz de que podría volver al cielo a escucharte… —confesó ahora siendo él quien bajaba su mirada.
—¿Escucharme?
—Quería volver al paraíso a escucharte cantar. Pasé mi tiempo allí escuchando tus canciones día tras día, tu voz es única en toda la creación.
Martín no supo qué responder, las cosas que decía el arcángel castaño lo estaban incomodando de una manera linda, sus mejillas comenzaban a colorearse y creía que aquello era imposible, no estaba vivo en realidad. Solo existía, existía sin más, pero el otro ser sobrenatural de pronto ponía más significado a ese existir sin razón, más significado a esa voz que hacía tanto no utilizaba.
Abrió su boca dispuesto a agradecer por esas hermosas palabras, pero sin querer, su mano derecha rozó la ajena y el ser celestial saltó por la sorpresa. Su rostro se había vuelto tan rojo como la sangre que los había creado. Preocupado, apoyó su mano sobre su hombro y de pronto, un fuego ardiente los cubrió a ambos por un instante que obligó al demonio rubio cerrar sus ojos.
Al rato, cuando logró volver a ver, se encontró con el ser castaño sin la armadura de plata y oro que antes cargaba, ahora su cuerpo era únicamente cubierto por una túnica negra. Asustado, tomó su rostro para verificar que estuviera bien, pero antes de poder preguntar, el ser llamado Manuel robó un beso rápido de sus labios.
—Perdón, hace muchos siglos que quería hacer eso… —murmuró al separarse de su rostro.
Martín nuevamente se quedó sin palabras, comenzaba a entender la situación. El arcángel había sido juzgado y ahora debía esperar el eterno castigo junto a él. No solo los humanos eran fáciles de corromper, sino que también los seres celestiales parecían tener cierta facilidad para dejarse arrastrar por simples emociones o por una primitiva curiosidad.
Las creaciones del Todopoderoso eran así, imperfectas, porque Él era el único perfecto, y a toda su creación solo le esperaba el eterno castigo. Pero aunque lo único que quedaba por delante era un interminable sufrimiento, teniendo entre sus manos el rostro de un ex ser celestial con los ojos más preciosos que había visto en sus quinientos años sobre la tierra, no parecía tan malo.
________________
Nota:
Gracias a Kris y Milki que me bancaron toda la madrugada en el servidor ArgChi para terminar este one-shot. Son unas grosas. 🙏💕
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top