De esas cosas que pasan los 21 de septiembre...

El interior del colectivo se vio lentamente invadido por el aroma dulce que desprendía el ramo de flores amarillas en las manos de un joven muchacho rubio, con unos ojos tan verdes como la primavera misma, los cuales resaltaban en su pálida piel blanca de pinceladas rojizas, algunas en sus mejillas, otras en sus manos. Con una sonrisa ancha y boba, esperaba con ilusión su parada. El sol acariciaba su figura y más de uno estaba sorprendido de que hubiera tocado un 21 de septiembre tan cálido y no frío como siempre.

Detenido el transporte público entre 27 de abril y General Paz, bajó el joven con su ramo floriciento en su mano izquierda. Más de una muchacha al paso suspiró enamorada de tan lindo hombre en tan romántico acto. Pero él, ignorando las miradas ajenas, emprendió su caminata hacia el Palacio de Justicia donde se encontraría con el dueño de sus afectos a las dos y media de la tarde, cuando concluyeran sus prácticas de asistente jurídico.

El semáforo se puso en rojo, justo antes de cruzar hacia La Cañada. Escuchó algunos bocinazos y puteadas mientras esperaba la luz verde, y un colectivo de la línea Ersa le tapó la vista hacia las escalinatas de la Plaza de la Intendencia. Allí, un Manuel cansado y con un cigarrillo en mano, se sentaba en uno de los escalones a ver distraídamente la gente pasar a su alrededor, esperando al único que podría sacarle una sonrisa luego de un horrible día entre abogados y fiscales altaneros y engreídos.

Una horda de taxis y remises bañó las calles de Córdoba de un amarillo chillón y un verde manzana dulce. Aunque sus ojos no repararon en aquel paisaje urbano a sus pies, sí lo hicieron en las flores rojas y azules debajo de los faroles del parque. Le gustaba mucho lo radiante y sano que se veían los pétalos, se notaban cuidados por los jardines profesionales de la zona. De tanto verlas, le dieron ganas de en ese momento de tener una entre las manos para pasar lentamente la yema de sus dedos por la suavidad de aquellas hojas florales.

«"Ella sabía que él sabía/ Que algún día pasaría/ Que vendría a buscarla/ Con sus flores amarillas"», entonó una voz argentina, barítono y melodiosa cerca de su oído derecho. Manuel se sobresaltó un poco. Pero luego se sonrió al notar a su novio inclinado hacia él esperando un beso. "Que eri weón..." —susurró antes de concederle ese piquito sobre esos labios rosados y húmedos que tantos suspiros podían llegar a provocarle en una misma hora.

—Ahora te mereces un regalo por ese beso tan lindo que me diste —dijo antes de extender su brazo izquierdo que había estado oculto detrás de su espalda. A Manuel se le iluminaron sus ojos cafés al ver tan precioso ramo amarillo de tulipanes, margaritas y girasoles envueltos por el más delicado celofán rosado.

—No teníai que... Yo... —El chileno sentía su corazón latir con tanta fuerza que casi dolía en su pecho, jamás había recibido flores para el día de la primavera, y mucho menos de una pareja. No sabía cómo responder con palabras y su cuerpo reaccionaba de forma extraña, tenía ganas de llorar de pura felicidad o de reír como una hiena alejada de su jauría. Pero al final terminó haciendo todo a la vez, lloraba mientras se reía escandalosamente llamando la atención de los transeúntes al paso.

—¡Sos tan lindo! —exclamó Martín sintiendo una profunda ternura por esa respuesta involuntaria de Manuel—. Vos sabes que te amo un montonazo, ¿no? —le preguntó agarrandolo de la cintura para rozar su nariz con la de su pareja.

—No sé, si no me lo dices, no sé —respondió abrazando su cuello para mantener el ramo a salvo de ser aplastado entre sus cuerpos.

—Ah, mira vos, así que según vos no te lo dije, aunque yo creo que ya te lo dije una decena de veces —rebatió arrugando el puente de su nariz.

—No, estai equivocado, weón, a mi nunca me lo has dicho —decía con una sonrisa juguetona sin importarle lo muy cursi u homosexual que se estuvieran viendo.

—Bueno, entonces vamos con un primer "te amo mucho y me vuelvo pelotudo cada que te reís como si te fueras a quedar sin aire, por eso me gusta decir estupideces y hacerte cosquillas en tus lugares más sensibles":— Y tras confesar aquello, dejó un beso en su mejilla derecha. Luego continuó con la izquierda, pero a ello le sumó el segundo "Te amo"—. Te amo porque desde el primer día vos fuiste el único que podía ver más allá de lo que yo quería mostrarle al mundo para evitarme preguntas innecesarias e incómodas.

—Ya po, me vai a hacer llorar —le advirtió cuando ya se encontraba con el rostro húmedo por aquellas lágrimas de felicidad que solo Martín Hernádez le podía provocar.

—Vos me dijiste que no te había dicho cuánto te amo, así que vos sos el culpable.

—Teni razón, yo me mandé la cagá. ¿Debería darte muchos besitos a cambio?

—Me parece justo.

Manuel esbozó otra sonrisa radiante, de esas que a uno solo se le hacen cuando se está perdidamente enamorado y se sostiene un ramo de flores amarillas un 21 de septiembre. Por lo que, ignorando al resto de la gente, se acercó más al cuerpo de su novio, inclinó su cabeza y se dejó llevar por un encuentro lento y suave entre sus labios, como si estos se descubrieran por primera vez, como si no se hubieran explorado ya por más de cuatro años.

Un colectivo frenó de golpe a causa de una moto que se metió imprudentemente entre un remis y un pibe distraído con su celular. Alguno de los tres estuvo a punto de morir ese día, pero de milagro todo quedó en más puteadas y bocinazos coléricos de los muchos autos que aguardaban detrás del transporte público y el privado. Al mismo tiempo, una señora atónita por el casi accidente soltó la correa de su perro y éste salió corriendo despavorido hacia quién sabe dónde; pronto lo estaría buscando por Facebook. Por otro lado, un grupo de jóvenes extranjeros se tomaba fotos con La Cañada de fondo y un motochoro los estudiaba a lo lejos. En ese instante había tantas cosas sucediendo a la vez en la ciudad de Córdoba, que parecía increíble cómo el tiempo y el espacio parecían detenidos y condensados en esas parejitas enamoradas que paseaban por la Plaza de la Intendencia. (Aunque yo la conocí como El Paseo de la Sobremonte, pero hace unos meses le cambiaron el nombre o tal vez años, creo que no he estado saliendo demasiado últimamente).

—¿Y si nos vamos al depa para seguir con esto en otras condiciones? —propuso Martín con una sonrisita que lo decía todo.

—¿Tu queri que vayamos a comer sopaipillas pasadas? ¿Esas serían esas "otras condiciones"?

—Pasada es la que te voy a...

—¡Ya entendí, Rucio! —. Y le tapó la boca con ambas manos antes de que su novio comenzara con sus guarangadas que lo avergonzaban y excitaban a partes iguales.

Tomados de la mano y sin haberse enterado de todo lo que estaba ocurriendo en el centro de Córdoba, caminaron hasta ese nidito de amor que habían construido en lo alto de un edificio en la calle Caseros. (Y podría decirles todo lo que festejaron este 21 de septiembre, pero no encuentro una lapicera decente en esta casa y ya se me acaba esta verde que encontré debajo de la cama).

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Nota:

Hola! Espero les haya gustado este oneshot improvisado, y tengo otro dos en proceso que estaré subiendo pronto como pequeños aportes a la ArgChi Week. Aunque no me gustaron los prompts de este año, así que son ideas al azar que tengo en mente.

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