9. Trabajo Practico (#ArgChiWeek2021)
(Día uno: universitarios)
—Me tiene harto la palabra "educación". —susurró un fastidiado Martín mientras su compañero le cebaba un mate. —Si tanta crítica a la educación convencional que leemos y estudiamos, por qué mierda todavía no hay ningún cambio en las escuelas como las conocemos. ¿Cuándo se va a dar esta "resocialización" de la institución canónica?
—Y no sé, la verdad me chupa un huevo. —respondió Sebastián esperando que su primo le devolviera el mate y dejara de usarlo como micrófono.
Ambos se encontraban muy cansados, desde comienzo del nuevo semestre habían estado rindiendo trabajos prácticos y parciales de diversas materias, pero especialmente las que pertenecían al programa del profesorado, en las cuales sus bibliografías parecían casi exactamente iguales. A más de uno les contaba diferenciarlas y más de uno no diferenciaba siquiera las cátedras a cargo y terminaban rindiendo en cualquier lugar con cualquier profesor.
Uno de sus tantos confundidos era Manuel, un estudiante de intercambio de Chile. Al principio había optado por un intercambio virtual debido a la pandemia, pero atraído por los paisajes que ofrecía Córdoba, se decidió por el intercambio presencial. Pero ahora se arrepentía un poco, porque no tenía en quién apoyarse cuando le rechazaron un trabajo al equivocarse de materia, y encima nadie se tomaba el tiempo de orientarlo y la virtualidad no le permitían hacerse de un compañero o compañera que pudiera ayudarlo. Los grupos de whatsapp tampoco ayudaban demasiado, estaban tan confundidos como él, apenas unos pocos parecían tener las cosas en claro. Pero su personalidad reservada no le permitía enviar un simple mensaje a esas personas que podría aliviarle la cursada.
Y de pronto, cuando creyó que ya estaba perdido a mitad del semestre, una misteriosa muchacha venezolana se comunicó con él. Le preguntó dónde vivía, alegando que si estaba cerca podría ayudarlo, pero si estaba lejos podría ponerlo en contacto con alguien de su zona. Brevemente explicó que vivía por La cañada, prácticamente en frente de tribunales, a lo que la muchacha rápidamente respondió: "Pana, si tu vives en el edificio blanco de balcones negros. Vaya al quinto piso, departamento B y ahí viven unos catires primos que cursan estas vainas". Manuel, sintiendo que alguien había escuchado sus lamentosas plegarias, se levantó rápidamente de su escritorio y salió de su departamento corriendo escaleras arriba (tres pisos que pudo hacer en el ascensor).
Los primos de melenas rubias entre mate y mate continuaban debatiendo cada respuesta del trabajo práctico que tenía que entregar para pasado mañana. Martín, más hastiado que antes, comenzaba a escribir cualquier cosa que se le venía a la cabeza. Total, mientras repitiera las palabras "educación", "neoliberalismo" y "disociación de la realidad contextual", parecería algo inteligente, aunque no haya entendido ni la mitad de la consigna. Pero en medio de sus desvaríos pedagógicos, tocaron a la puerta. Sebastián rápidamente hizo un gesto negando cualquier posibilidad de atender, ya que se encontraba armando un porro y tampoco tenía ganas de moverse. Los golpes continuaron insistiendo y Martín se vio obligado a levantarse de la mesa.
—¿Hola? —dijo enarcando una ceja al instante de abrir la puerta sin siquiera reparar en quién estaba del otro.
—¡Hola! ¡Disculpame! Una chica venezolana llamada María me dijo que los busque a ustedes. Estoy de intercambio y curso tres materias del profesorado de Letras Modernas. —respondió Manuel tan rápido como pudo. Estaba nervioso, usualmente no le hablaba a nadie por su cuenta; pero en situaciones desesperadas, medidas desesperadas.
Martín antes de decir algo más, lo miró de arriba a abajo. El muchacho era varios centímetros más bajo que él, tenía una melena castaña que parecía cuidar con mucha diligencia, y una piel ligeramente tostada que casi no parecía natural (se veía demasiado tersa y de apariencia sedosa como para serlo).
—Si, si, la conocemos, es amiga nuestra. ¿Estás cursando sistemas educativos, currículum y enseñanza de la lengua? —finalmente preguntó un poco nervioso por la belleza casual del extraño. —¿Sos chileno? Por como hablas. —agregó antes de carraspear un poco para aclarar su voz.
—Si y si. Soy de Santiago de Chile, me llamo Manuel. ¿Ustedes podrían ayudarme con las materias? No entiendo una wea y encima las confundo, así ni un brillo po.
Sebastián a los lejos largó una carcajada por el relato tristemente cómico del chileno o por el porro que había comenzado a fumar, nadie sabía muy bien la razón. Martín con tan solo una mirada le dio a entender que se mantuviera callado e hizo pasar al extranjero con un gesto de su mano.
—Las materias de los profesorados siempre son muy parecidas, aunque me parece raro que las estés cursando en tu intercambio, son muy específicas para la formación de profesores argentinos. — le comentó Martín mientras le ofrecía una silla para que tomara asiento.
La mesa de comedor no estaba lejos de un pequeño living improvisado de tres sillones individuales, un televisor y un palet mal pintado por mesa de café. Además de unas plantas visiblemente descuidadas.
—Ya sé, es que planeo mudarme a este país al terminar mi carrera, con el intercambio trato de acostumbrarme un poco a la ciudad que luego será mi hogar.
—Córdoba es una buena opción, es muy tranquilo, nada que ver con la capital que es un desastre.
Manuel le dedicó una breve sonrisa y asintió al comentario recibido. El rubio alto de ojos verdes le hacía sentir cómodo, parecía amable y dedicado. Del otro rubio sentado en el sillón no tenía mucho que pensar o creer, solo estaba ahí mirando a una pared con un faso en mano. Aunque el muchacho notó que estaba siendo silenciosamente juzgado, por ello estiró su mano para compartir el cigarrillo de marihuana que fue cortésmente rechazado.
—Por cierto, ni siquiera te dije como me llamo. Soy Martín y el ente drogado es Sebatián. Yo soy porteño y él es uruguayo. —agregó al darse cuenta que ni siquiera se había presentado, estaba más perdido que con la consigna. Estaba bastante agradecido de que al chileno se le haya olvidado ponerse el barbijo, ya que de esa manera podía apreciar todo su rostro en plenitud, cual no podía negar que era bastante "bonito".
—Quisiera hacer el trabajo práctico con ustedes. ¿Se puede? —preguntó con tal inocencia (y con casi un toque de dulzura) que ninguno de los dos pudo rechazarlo.
Manuel volvió a su departamento y tomó su netbook, cuaderno y lápiceras para volver con los primos y hacer el trabajo (esta vez tomó el ascensor). El resto de la tarde (porque no eran más de las cuatro) entre los tres lograron responder a cada pregunta, Martín incluso había entendido las consignas al explicarle al chileno lo que pretendía la cátedra de ellos. En todo eso, Sebastián había participado con comentarios muy al azar, pero que ayudaban a su primo a encontrar palabras más rimbombantes para redactar el trabajo. Manuel miraba aquel dúo con admiración y también había reído varias veces por las discusiones extrañas que se planteaban entre ellos, cómo por ejemplo, el análisis semiótico de una publicidad de las famosas cremas "Adermicina". Dónde uno postulaba que el discurso hegemónico continuaba vigente disfrazado de inclusión, mientras el otro defendía que comenzaba gestarse un verdadero discurso de inclusión y diversidad, pero sin negar su utilidad económica. El chileno simplemente había opinado que ambos tenían la razón, algo que solo generó más discordia entre los primos y terminaron peleando con almohadas peligrosamente cerca del balcón. Pero todo pasó sin ninguna desgracia que destacar, más que el triste fallecimiento de un jarrón muy feo, donde el uruguayo guardaba algunas pastillas de LCD para cuando Martín lo dejaba solo en el departamento.
—Bien, terminamos, ahora podríamos ir a tomar algo en un bar, como unas birras bien frías. —propuso Martín con una sonrisa un tanto nerviosa que llamó la atención del uruguayo.
—Vos no me estás invitando a mí. —dijo Sebastián mirando a su primo mientras se armaba otro porro.
—¿Qué decís, pelotudo? —cuestionó Martín con un tono de voz nada amigable que le advertía al uruguayo que debía cuidar lo que decía, pero Sebastián no se encontraba lo suficientemente fresco como para entender aquella indirecta.
—¿Qué digo? Digo que somos putos, y estás invitando al chileno porque medio te gusto. ¿Estoy mal?
Martín estaba a punto de matar a su primo, Manuel estaba acalorado, avergonzado y un poco incómodo. Pero antes de que Martín agarrara al uruguayo por el cuello, el chileno tosió pidiendo disimuladamente la atención.
—Soy bisexual... Creo que es la primera vez que lo digo en voz alta. Es raro. —dijo Manuel para sorpresa de los dos rubios.
—¡Perdoname, flaco! No tenías que verte obligado a decir eso, este es un pelotudo, no le des bola. —se disculpaba un apenado Martín, no quería que el chileno estuviera incómodo, necesitaba ayuda y no podía verse alejado de su única salvación por motivos tan estúpidos como aquellos.
—No, está bien, weón... Me gusta la sinceridad de ambos.
—Y si, no da que vayas a un bar con este y te empiece a tirar los perros y vos ni en esa y ahí si que te vas a sentir verdaderamente incómodo. —se excusó Sebastián enfatizando lo de "verdaderamente".
—¿Cuántos porros te fumaste hoy? —le cuestionó su primo, más enojado que antes. Sebastián comenzaba a pensar que debería irse a la casa de un amigo por aquella noche (sabía que corría el riesgo de que Martín tratara de matarlo mientras dormía).
—No es cuántos porros me fumé hoy, sino qué porros me fumé hoy. Cambié de tranza y estos me hacen sentir la lengua un poco suelta. Perdón... —se disculpó sin estar muy consciente de lo que había hecho.
—Raja de acá antes de que te meta ese faso por el culo.
—Bueno, me voy con Lu.
Sebastián sin preocuparse demasiado en aquel asunto, tomó su celular, su mochila y salió del departamento rumbo al de su amigo, el cual no quedaba más que a unas cuatro cuadras desde tribunales. Martín y Manuel quedaron por algunos segundos en un silencio incómodo y nada deseable. Sorpresivamente fue el chileno quien habló primero con un "si quiero ir por unas chelas contigo".
—¿Posta? —soltó Martín bastante confundido. —Mi primo fue un pelotudo, te hizo salir del closet obligadamente frente a dos extraños. No necesitas aceptar mi invitación.
—Pero si quiero, weón. —reiteraba el chileno con sinceridad. —Creo que es más fácil abrirse con un desconocido. Además, no me tomé en serio la parte de que te puedo gustar un poco. Así que tranquilo.
—¿Por qué no te lo tomaste en serio? Si te hubiera conocido en un boliche o un bar, me hubiera acercado para conocerte.
Manuel quedó congelado ante aquella confesión, jamás le habían coqueteado de esa manera o de alguna otra, siempre estaba demasiado alejado de las personas para que algo como eso sucediera. Sus mejillas estaban rojas y no tenía la luz tenue de un antro donde ocultarse. Estaba bajo una candente luz blanca de bajo consumo, que dejaba ver cada detalle de las emociones que pasaban por su rostro y cuerpo. Pero estaba tan concentrado en sí mismo, que no se había percatado del estado del rubio, quien también tenía unas cuantas sensaciones encontradas. Sus mejillas se hallaban teñidas de un suave bermellón y los dedos de sus manos jugaban entre sí cómo calmando muchas cosas que sucedían dentro de su estómago. Cuando Manuel lo notó, no pudo evitar decir:
—Entonces, weón... ¿vamos por esas chelas?
Aquella pregunta había discretamente marcado el inicio de algo, algo que extrañamente surgiría de un trabajo práctico sobre sistemas escolares y de la recomendación casi anónima de una venezolana.
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Nota: sé que dije que no escribiría más fanfics, pero esta pareja me gana, al menos participaré en la ArgChiWeek de este año <3
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