3. Día uno: Abrazo. (#Argchiweek2017)
El frío abrazaba su cuerpo, el agua salada de sus lágrimas hacía arder sus mejillas, no sabía donde se encontraba, y por más que gritara nadie lo escuchaba, tampoco escuchaban los múltiples pedidos de auxilio que resonaban por aquellos pasillos. Le tiraron comida por un agujero muy pequeño en la puerta, en otra ocasión hubiera ignorado aquello apretando con fuerza su orgullo, pero el hambre le hacía olvidar hasta quien era, así que como cual perro comió de aquel sucio piso.
Abrieron la puerta, no sabía si era de día o de noche, en aquel lugar no tenía noción del tiempo, lo agarraron de sus brazos entre dos personas que ocultaban sus rostros bajó mascaras de gas, y lo arrastraron por un largo y casi interminable pasillo. Se detuvieron por un momento por el paso de un mujer con sus piernas abiertas, cuales estaban bañadas en sangre y podía jurar que algo se movía entre ellas.
Continuaron caminando, sus cabellos rubios, ahora opacos de suciedad, se pegaban en su frente y le obstruían la visión, aunque realmente no sentía muchos deseos de seguir viendo, si quiera tenía deseos de seguir respirando o de seguir escuchado los gritos y dolor que retumban en las paredes de aquel frío pasillo. Y todo termino cuando en una camilla lo tiraron y ataron de pies y manos.
Forcejear era inútil, las cuerdas quemaban sus muñecas al moverlas, quería gritar, más no encontraba ni fuerza para ello, ya estaba resignado, solo quedaba esperar la muerte como su única salvación. Pero al ver varios objetos de tortura a un lado de la camilla, supuso que tardaría bastante en venir a tomar su mano. Se sonrió con sarcasmo y cerró los ojos al ver como un milico acercaba un escarpelo a su pecho.
Un ruido ensordecedor le hizo abrir los ojos nuevamente, un polvillo de materiales de construcción lo cubría todo, los milicos salieron corriendo de la habitación para ver que pasaba, se oyeron gritos y disparos, luego el silencio nuevamente. Su corazón estaba acelerado, quería saber que estaba pasando, pero lo que realmente quería, era estar muerto y así terminar con su sufrimiento.
-Pibe, reacciona, vas a estar bien che. Aguanta un poquito más, por favor. -Le dijo un joven de su edad de cabellos negros y ojos verdes agua, trató de regalarle una sonrisa, más ver a ese muchacho rubio en tal estado de desnutrición y abuso físico le impidieron hacerlo.
-¡Manuel! Por favor, encargate de este. -Le mandó a otra persona también de la misma edad de ellos, el joven temeroso asintió y se acercó a la camilla donde yacía el rubio dando al parecer sus últimos alientos de vida.
-No te muerai, weón. Teni conocer tantas cosas... -Le decía el muchacho de obvia nacionalidad chilena desatando sus pies y luego sus manos. Le corrió los sucios mechones rubios opacos y descubrió unos increíbles ojos verde esmeraldas vacíos y llenos de dolor, sin saber porque le abrazó entregándole algo de su calor.
Martín, el joven que llevaba más de un mes desaparecido, sintió la muerte alejarse, como entendiendo que ahora mismo no era su tiempo, tal vez más adelante, tal vez luego de conocer las tantas cosas que dijo el muchacho castaño que estaba devolviéndole el color a su rostro. La única persona que le había entregado un poco de amor y compasión en aquellos días de dictadura.
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