10. PREFIERO QUEMARME

Me estoy moviendo inquieto y no me puedo concentrar en la conversación con mis socios. Escucho atentamente mientras meto mis manos en los bolsillos y ajusto en mi mente algunos aspectos del plan de negocio que diseñé para Morrison.

—Brian, ya le diré a Carlyle que necesitamos aclarar ciertos asuntos del contrato —escucho a Carl Morrison, que se acaba de acercar.

Este acaba de unirse a nuestro grupo. Estaba conversando asiduamente con Graham Saar, un banquero de ascendencia india. Después de escuchar todo lo que maneja y los contratos que tiene con Reino Unido, donde estuvo viviendo por más de veinte años, pienso que Graham es un pez gordo que vamos a necesitar para extendernos a Canadá.

—Carl, no te preocupes. Lo aclararemos todo el viernes. ¿Hay algún punto en el que no estás de acuerdo? —pregunto sospechoso.

A Morrison le interesa más que a nosotros cerrar tratos con American Express Co. Si se abre paso en Estados Unidos, una república federal con más de trescientos millones de habitantes, los Bancos Morrison crecerían como la espuma.

—No, nada de importancia —me contesta este y se ríe.

Le preguntaría más cosas, pero estoy un tanto entretenido con el espectáculo que está dando Aylin. Minutos atrás, esta estaba en la barra hablando muy entretenida con el camarero y gesticulando de manera demasiado evidente. Ahora mismo está acompañada de la señora Morrison y sujeta una copa en la mano. La noto crispada y creo que no está bien, su cara refleja que está incómoda. Me está mirando y le hago un gesto con la mano. Mediante mi gesto, le estoy preguntando cómo está, pero creo que no lo entiende. No me atrevo a acercarme a ella porque sé que me volverá a huir. Ya dejaremos las cosas claras en la casa, nuestra conversación ha quedado a mitad y debemos esclarecer ciertos asuntos. Me mira cómo si estuviera viendo a un fantasma a lo lejos. Su cara está bastante cambiada y ... ¡mierda! Estoy sospechando que se ha pasado con la bebida. Minutos atrás estaba bebiendo chupitos en la barra.

Me quedo expectante y le doy un sorbo a mi copa. Aprieto los labios y saboreo el ponche; este tiene un dulzor aparte, aunque me guste más el de cerezas.

—Brian, perdona... es un amigo mío de la infancia —se disculpa Carl, que estaba conversando con un señor y me ha dado la espalda durante unos minutos.

—No te preocupes —digo seco.

Toda mi atención está sobre aquella preciosa mejor que se encuentra cerca de la mesa del ponche. Incluso con cara de ebria es adorable, sus mejillas rosadas y cabello un tanto desarreglado la hacen verse muy natural. Y ese vestido... Ahhhhhhh . Suspiro por dentro.

¡Esta noche se lo quitaré!

—Te decía que me agrada mucho tu plan de negocios y realmente los aspectos que debemos tratar en la reunión son insignificantes. Carlyle tenía mucha razón al referirse a ti como un verdadero profesional —continúa Carl y me da una palmada en el hombro.

Desvío mi mirada por un momento de su rostro y vuelvo a posar mi vista sobre Aylin. Enseguida veo que... ¡un momento! Isabella está hablando con ella. ¿Qué pretende esta maldita mujer ahora? Estoy cansado de lidiar con mujeres que están en celo y confieso que en otro momento de mi vida no me hubiese desagradado. De hecho, la hubiese embestido ya en algún rincón, ahí mismo, debajo de las escaleras. Ojalá Aylin también estuviera en celo, ardiendo de deseo y borrara de su mente todos esos acontecimientos y miedos que la trastornan tanto. Ojalá fuera capaz de entregarse a mi sin darme tanta guerra.

¡Diablos! Me tengo que acercar deprisa.

Ya he desconectado completamente de lo que Carl me tiene que contar con respecto a nuestra colaboración y únicamente estoy analizando a las dos mujeres que están hablando a unos metros de mí.

¿Qué mierda ha sido eso? Isabella acaba de derramar su copa sobre Aylin. ¿De dónde ha salido esta mujer esta noche, por favor?

¡Oh no! Eso no. Me irrito enseguida y escucho un pitido en mis oídos. A cómo conozco a mi bonita fiera, esta no se quedará de brazos cruzados y presiento que se está acercando la tormenta.

—Brian, mi socio también esta encantadísimo con vuestra propuesta, seguro que el resultado será uno muy prospe... —escucho de nuevo a Morrison.

—Carl, discúlpame —le interrumpo y le aparto un poco, sin dejar de mirar la escena terrorífica que estoy presenciando.

¡Demonios! ¡No me lo puedo creer! Aylin acaba de verter su copa sobre la maldita Isabella.

Una pelea entre mujeres... esto es lo que me faltaba esta noche, ¡maldita sea!, pienso en mi cabeza y la tensión del momento se apodera de mí.

—¿Qué has hecho? —pregunta la rubia follable. Tiene cara de asombrada y abre los ojos sorprendida. El rímel caído alrededor de sus ojos hace que se vea tenebrosa.

Se lleva la mano a la cara y, al verse empapada, noto cómo se abalanza sobre Aylin en este instante y al mismo tiempo, pega un grito desquiciante. Tengo que llegar a ellas en cuanto antes...antes de que... ¡No, eso no! Veo cómo sus dedos alcanzan su melena un poco desordenada y empieza a sacudir a Aylin con fuerza.

El desastre está ya desatado, ¡maldita sea!

—¡Zorra! ¿Te crees que me vas a dejar aquí en vergüenza delante de todos? —grita Isabella y ahora mismo tiene una cara diabólica, parece salida del mismo infierno.

¡Joder! Esta jodida mujer me ha estropeado la noche desde el principio a fin. Y, aunque la música suene a un volumen bastante elevado en la sala, es inevitable que los invitados no giren sus cabezas para ver qué ocurre.

Me acerco con pasos veloces y consigo alcanzar a Aylin en el preciso momento en el que esta empuja con fuerza a Isabella. La retengo con mis brazos.

—¡No te atrevas a insultarme! —le dice Aylin de vuelta— ¡Yo en ningún momento te he insultado! —grita y levanta la mano con firmeza, señalándola con el dedo.

—¡Maldita niñata! —escucho a Isabella mientras vuelve a tocarse el pelo mojado por la bebida.

De repente, Aylin empieza a luchar con mis brazos, que la tienen cogida por detrás, y se lanza a Isabella. De hecho, la sacude con fuerza por los hombros y después alcanza el cuello de esta. Su furia es tan arrolladora que me está siendo imposible detenerla.

—¡Nunca nadie me volverá a insultar! —articula como si estuviera poseída— ¿Me has oído? ¡Estoy harta de ti, de Lorraine y de toda esta mierda! —le dice enseguida y la sacude con fuerza.

Isabella se lleva las manos al cuello e intenta deshacerse de sus manos. Observo claramente que está asustada. Pero Aylin no se detiene, su ira puede con todo. Finalmente, tras unos pocos minutos, consigo inmovilizarla e Isabella recupera la respiración.

—¿Estás loca? —habla con voz ahogada y toca su cuello con cara confusa.

—¡Todavía no he terminado contigo! —amenaza Aylin con dureza.

¿Qué puñetas le pasa?

¡Una puta vergüenza! Intento mantener la compostura, ya que todos nos están mirando sin poder creérselo. Morrison está estupefacto, con la boca abierta. En el momento en el que consigo despegarlas, saco a Aylin casi a rastras del salón y Carl y su mujer nos acompañan hasta la puerta. Los miro muy confuso por todo lo ocurrido, todavía de piedra, al mismo tiempo que sujeto los brazos de Aylin, que está luchando conmigo.

—¡Basta! —le digo ruborizado, mientras nos encaminamos en dirección a la puerta principal—. Carl, señora Morrison, pido disculpas —añado y arrugo la frente.

—Descuida, Woods —escucho a Carl, que se carcajea sorprendentemente—. Despiertas pasiones, amigo. Como me gustaría que las mujeres peleen por mí —contesta este y veo cómo la señora Morrison le aprieta disimuladamente el brazo y mira a Aylin muy preocupada.

¡Que me lleve al diablo ahora mismo! Ha pasado todo tan rápido que... me quedo mudo. Solo arqueo la comisura de mis labios con suavidad, muy enojado.

Las señoritas de la entrada nos entregan nuestras chaquetas y les hago una señal a mis hombres para que se acerquen. Miro a Aylin y esta parece que está en otro planeta. Ttiene los enrojecidos y solamente está mirando para abajo avergonzada. Una vez que nos encontramos fuera de la mansión, le echo la chaqueta por los hombros y hago que se abrigue, puesto que hace un frío tremendo.

—Perdón por todo lo ocurrido —la escucho decir muy sonrojada estando en la puerta. Intenta despedirse de nuestros anfitriones.

Estos no dicen nada, únicamente esbozan una sonrisa.

Cojo su brazo y empezamos a bajar los grandes peldaños de piedra. Nos dirigimos al coche, junto a mis agentes. O por lo menos esta es mi intención, porque al final no ocurre así. La jodida mujer terca que tengo a mi lado en este momento, en vez de venirse conmigo, cambia de dirección e intenta alejarse de mí. Doy unos pasos hacia ella sonrojado por la situación en la que me encuentro y la vuelvo a agarrar por el brazo. Claramente, el alcohol tiene mucho que ver con su comportamiento. Noto su mirada turbia.

—¿A dónde vas? —levanto mi tono de voz y cuando miro la casa, veo que los Morrison siguen asomados por la puerta y nos están mirando. Mi vergüenza se triplica. ¿Por qué mierda no se han metido ya dentro?

—¡No me toques! —brama esta y acelera sus pasos.

Me está tocando los cojones mucho ya. Muchísimo.

—No tienes a dónde ir, Aylin. Los Morrison nos están viendo —digo entre dientes y en voz baja—. Vente al coche, por favor.

—¡Me iré a cualquier otro sitio, menos a ese jodido coche! —contesta obstinada y levanta su maldita voz.

Oh no, ¡mierda!

Nos van a escuchar. Sin decirle nada más, me agacho un poco y la levanto. Coloco sus caderas sobre mi hombro y ahora mismo sus piernas están colgando en la parte de delante. Menos mal que lleva el abrigo largo y no se le ven los muslos o el culo. Su cabeza queda por detrás de mi espalda.

—¡Alex! ¡Bájame! —se queja esta con voz entrecortada, pero no le hago caso.

—¡Ares! Llámame Ares— le susurro, pensando en que mis hombres la escucharán.

Suelta un bufido cabreada. Y si pensaba que esta bonita y rabiosa mujer es terca, me limitaba a muy poco. Es una salvaje indomable, y cada vez lo veo más claro. Al notar la cara divertida de nuestro público, los Morrison, levanto un poco la mano y con un gesto muy incómodo, me despido de ellos. Posiblemente estos se están divirtiendo ante el espectáculo barato que estamos dando esta noche. Como si todo esto que está sucediendo tuviera algo de gracia...

¡Jódete Brian! Esto es lo que te pasa cuándo te follas a muchas mujeres, una más celosa y más fiera que la otra. Arriesgas a que peleen y te dejen en ridículo...

Meto a Aylin en el coche, mientras se retuerce muy tozudan y mi agente arranca el automóvil con prisas. Yo también me coloco en la parte de atrás, junto a ella. Le pongo el cinturón cuidadoso y solo espero que no diga barbaridades delante de mis agentes.

—¡Estoy hasta las narices de todo, Alex! —la escucho quejarse, al mismo tiempo que el coche derrapa con violencia sobre el asfalto.

¡Mierda! Ya se le ha olvidado. Le paso una mano por la espalda.

—Shhhhh, hablamos en la casa— murmuro.

—Nada de shhhhh —me suelta y pone una mueca. Se despega de mí y me echa una mirada perturbadora.

No me lo pienso más.

—Detened el coche —les ordeno a mis hombres—. Bajad y llamad a un taxi. Me haré cargo yo.

—¿Está seguro, jefe?

—Sí. Nos vemos mañana.

El chófer detiene el automóvil a un lado de la carretera y se bajan sin decir nada. Me pongo al volante y enseguida activo el seguro del coche para que esta no se pueda salir. Miro al asiento de atrás y observo que Aylin está muy acelerada, sus rasgos están muy cambiados y su mejillas están rojas.

—O sea también me encierras en un maldito coche... —espeta con fuerza y se acerca a mi oído, mientras veo por el retrovisor que agarra los dos asientos delanteros con sus manos.

Ella aprieta la boca y yo piso el acelerador con más ímpetu. Intento estar callado para no entrar en una disputa.

—¿No te bastaba con encerrarme en la casa?

—Aylin, has bebido demasiado... Tranquilízate.

—¿Tranquilízate? ¡Que sepas que estoy harta de todas las mujeres que te rodean, Alexander! —levanta el tono de voz y habla en mi oído.

—Me gusta que me llames Alexander —contesto de vuelta e intento apaciguarla.

Analizo su reacción en el espejo retrovisor del coche y deduzco en mi mente que me llama así cuándo está enojada. Recuerdo aquella noche en la terraza del restaurante en nuestro viaje de Miami, la noche que le di un puñetazo a Clark. Fue la primera vez que me llamó "Alexander".

—¡Me importa un comino lo que te guste! —sigue ladrando a cuatro vientos con voz entrecortada—. ¿Sabes lo que sí me importa? ¡Que en menos de una semana, dos mujeres me han llamado "zorra" y han metido sus dedos en mi pelo, joder!

He de estar de acuerdo que tiene mucha razón. Me enfurece y me da mucha pena que tenga que le pase todo esto por mi culpa.

—Comprendo cómo te sientes —le digo para tranquilizarla.

—No, ¡no comprendes nada! Si lo comprendieras, me dejarías en paz —hace una pausa—. Y luego... ¿a quién se le ocurre esa combinación de bebida? ¡Ponche! —se encoge de hombros indignada y le entra el hipo.

Reprimo una sonrisa y la miro en el espejo cómo se abraza ella misma con sus brazos mientras mira la carretera. Es una borracha extremadamente guapa. Su cuerpo, su forma de ser y su locura me tienen atrapado.

—Pues te regalaré una botella si te ha gustado —se me ocurre decirle, intento desviarla del tema. No quiero que vuelva a pensar en Isabella.

—¡Es as-que-ro-so A-lex! —contesta esta con un hipo bastante pronunciado.

Es muy graciosa y no puedo evitar sonreír. Esta frunce el ceño al notarlo, y empieza a darme pequeños golpes con los puños bien apretados en el hombro.

—¿Te est-ás rien-do? —sigue con el hipo y voz cortada.

—Respira —le digo entretenido, aunque espero no cabrearla más—Inspira...

Noto en el espejo cómo inspira para que se le vaya, sin embargo, no consigue mantener la boca callada.

—¿Cre-es que me ha-ce alguna gra-cia asistir a fies-tas pomposas de rica-chones?

—Espira —le digo. Noto en el espejo cómo esta espira y la noto agobiada —. ¿Mejor?

—¡Joder! ¿Me estás escuchando? No me gusta ir a ese tipo de fiestas.

—Hemos llegado, Aylin, cálmate. Necesitas dormir.

Aparco delante de la cabaña, hemos llegado. Me bajo deprisa y la saco del coche.

—¿Eso es lo que piensas, que necesito dormir? —me mira incrédula una vez fuera del coche y me percato de su mirada turbia por el alcohol. Sin duda, ha exagerado con el ponche y los chupitos.

—¿Y qué otra cosa necesitas? —arqueo una ceja.

—Pues no sé, dímelo tú.

Ohhhhh.... Eso ha sonado como si necesitara otra cosa... posiblemente eso que necesito yo también.

—¿Qué necesitas, Aylin? —le digo asombrado. La miro y su melena bronce un tanto revuelta hace que tenga unas ganas de hundir mi mano en ella y hacerle cosas sucias a esta mujer.

Me acerco a ella. Sin previo aviso, la levanto otra vez entre mis brazos y noto cómo se le corta la respiración. Noto su cuerpo rozando al mío y la miro atentamente mientras me dirijo a la puerta de la cabaña, cargándola en brazos.

—¡No me refería a esto! ¡Suéltame! —la escucho renegar y se revuelve muy rebelde entre mis brazos.

—No te voy a soltar, Aylin —contesto con voz severa, al mismo tiempo que mi polla está que se sale de mis pantalones.

¿Por qué voy a mentir? Es la pura verdad, estoy más cachondo que un cura en una guardería.

—Voy a gritar —me amenaza esta al notar que empiezo a subir las escaleras con ella entre mis brazos.

—Puedes gritar todo lo que quieras. Nadie te va a escuchar.

—¡Eres un creído! Siempre haces lo que te da la gana y piensas que lo tienes todo controlado —musita con voz de borracha y me da una palmada en el hombro a modo de protesta.

—Bueno, esta noche no parecía que yo tuviera todo controlado, señorita Vega —le digo con voz jocosa. Es así, y no me sale de la cabeza la pelea entre las dos—. Debo decirle que desconocía su habilidad de asesina. Ha faltado poco para convertirse en una criminal.

Al mismo tiempo que digo esto, la suelto en la mitad de nuestra habitación de la primera planta y cierro la puerta.

—¿Vas a dormir aquí? —pregunta esta con el mismo tono entrecortado, y posa su vista sobre mí, un tanto desconfiada.

—Sí... —contesto seguro—. ¿Algún problema?

No responde, solamente suelta un bufido y empieza a luchar con su abrigo. Sin éxito alguno, por supuesto. Por más que intenta quitárselo no lo consigue. Se tambalea como un flan.

—Y hablando sobre tu amiguita Isabella, todavía no había terminado con ella. No me puede insultar de esa manera —dice molesta—. Alex, la próxima vez búscate mujeres con más clase —me suelta con sarcasmo y revolotea la tela, ya que sus movimientos no son precisos. No es capaz de quitarse el jodido abrigo y parece que, en vez de quitárselo, está teniendo un combate de karate con la prenda.

Cuando se está a punto de caer, me acerco a ella velozmente.

—Espera —se lo quito. Entonces la sujeto entre mis brazos y el tacto de su piel hace que se me erice el vello en todo el cuerpo —. Aylin... a mí no me hace falta ninguna otra mujer, contigo me basta.

Esta levanta su vista hacia mí y examino su boca. Me encantan sus labios, su aroma y todo lo que tiene que ver con ella.

—Ojalá fuera cierto —dice de vuelta y baja un poco la mirada—. Alex, os estabais besando... —me recrimina, aunque en un tono más suave.

—Ella me ha tendido una trampa. El camarero me ha dicho que me esperaba alguien en la puerta, no sabía que era ella —intento explicarle.

—Nahhhhh —contesta incrédula y hace un gesto con la mano, como queriendo apartarme.

Pero no, no lo voy a permitir. No esta noche.

—¡Aylin! —le digo con emoción—. Me tienes atrapado de verdad, ¿no lo comprendes?

—Atrapado te tenía la rubia de bote tirando de tu corbata.

No ha escuchado ni una palabra de lo que en realidad quería decir. Pasa completamente de mis palabras y me frustro. Reconozco que mis rasgos se ponen duros, y no solo. Mi pene está tan firme, que hasta sería capaz de taladrar una pared de una sola puñetera embestida.

¡Joder! La necesito desesperadamente, no aguanto más.

—¿A ti también te gustaría tirar de ella? —le digo y esbozo una sonrisa amplia, jugando con las palabras.

La señorita Vega es realmente muy graciosa, y sí.... está celosa. Muy celosa y eso me encanta.

—¿Qué? —me mira confusa. Me encanta dejarla descolocada con mi juego de palabras. Oh síiii... me pone más cachondo todavía.

—Estoy hablando de la corbata... —aviso rápido y hago un gesto con la cabeza, en modo inocente.

Frunzo el ceño y empiezo a desabrocharme el nudo de esta. Me estoy asfixiando y de repente noto un calor extremo.

—No, gracias —dice rápido, muy soberbia.

Al poco rato, Aylin intenta quitarse el vestido y se empieza a tambalear con más violencia todavía. ¿Pero cuanto ha bebido? La veo luchar con la cremallera trasera y la escucho maldecir de nuevo. No me lo pienso y me acerco a ella.

—Déjame... te voy a ayudar —le digo susurrando.

Agarro la cremallera de su vestido con una mano y con la otra termino de deshacer el nudo de mi corbata que básicamente me ahoga. Empiezo a bajarla con suavidad y noto que Aylin se queda parada y no protesta de ninguna manera. Coloco una mano en su voluptuosa cadera y trago en seco ante la vista de su espalda descubierta. Su piel blanca provoca algo desquiciante en mí, algo que roza la peor locura y la mayor demencia.

—Mmmm... no llevas sujetador —comento.

A raíz de mis palabras, ella solamente gira un poco la cabeza hacia mí, pero no me termina de mirarme del todo. La veo cohibida, aunque sí, emocionada. Permanece de espalda y tras terminar de bajarle la cremallera completamente, alcanzo su piel con mi mano, es inevitable no hacerlo. La tentación supone demasiado para mí. El tacto sedoso de la piel de su espalda hace que empiece a temblar y mi cabeza deja de razonar. Llevo mi mano desde abajo hacia arriba, rozando su columna con la yema de mis dedos de manera sensual.

Aylin sigue sin protestar y únicamente irgue su espalda. Enseguida mi mano alcanza su nuca. Me llevo una mano a su pelo y cambio mi mano de su cadera a su abdomen bajo. Presiono mis dedos sobre su abdomen y pego su culo a mis caderas. Oh síiiii.... siento millones de cosas por dentro y lo que pasará a continuación es más que inevitable. Mi agigantada polla está clavada en sus nalgas y le aparto el pelo con mi mano, deleitándome con las vistas de su espalda. Llevo su melena a uno de sus hombros, dejando a la vista su cuello y sin tardar, pego mi nariz a su oreja. Su aroma desquiciante otra vez... ¡joder! Me quiero empapar de ella con desesperación....

—Alex... —la escucho murmurar—Estoy muy borracha. No te aproveches... —dice con media voz. Yo...pienso que...

Su respiración se torna acelerada y mi corazón también.

—No pienses tanto.

—Es inevitable no pensar en todo —escucho su voz, que me habla de espaldas. Está temblando.

—¿Sabes ...? Yo solo pienso en una cosa ahora mismo —le digo y empiezo a besar la parte alta de su cuello mientras empiezo a moverme por detrás, pegando más mis caderas a ella. La estoy rozando con mi pene hambriento por detrás, de manera muy descarada. La estoy echando de menos y no la soltaré. Lo sé y creo que ella también.

— Estás jugando con fuego. Ya te dije que... —suelta un gemido cuando nota mi mano bajando sobre sus muslos.

—Prefiero quemarme... —respondo concluyente mientras mi boca famélica se desliza por su cuello— ¿Tú no?

Aylin tuerce la cabeza para un lado jadeante, en el mismo instante en el que dos de mis dedos alcanzan su ropa interior y empiezo a frotar su pubis por encima de la tela. Necesito hundir mis dedos en su coño ya, sin demora.

—Me quemarías si te detuvieras en este momento, Alex.

¿Cómo? ¿Qué ha dicho? Mis sentidos están más que agudos, estoy como si me hubiese tomado diez bebidas energéticas de golpe.

Ella suspira con fuerza y yo también. Estoy totalmente consumido por el deseo y aprieto más su trasero a mi cuerpo.

—Ahhh Aylin —cojo aire— esto era lo que necesitaba oír. No te arrepentirás — digo esto y empiezo a lamer la línea de su cuello con ansias y, casi al instante, ella levanta un brazo y lo lleva a mi cabeza.

—Te deseo tanto —la escucho susurrar.

Me estoy derritiendo completamente y estoy que ardo por la felicidad que siento ahora mismo tras escuchar sus palabras. Estoy demasiado sorprendido.

—Yo más. Te necesito tanto —le digo y bajo su vestido sobre sus hombros con una mano—. Estoy completamente perdido cuando te tengo cerca.

Aparto rápidamente su tanga con mis dedos y noto su humedad, estoy tan ansioso de comérmela entera que mis dedos empiezan a rozar su sexo con violencia y al mismo tiempo empiezo a besar su hombro con anhelo. Siento la manera en la que arquea su cuerpo y embiste su culo en mis caderas y en mi ansiosa polla con deseo.

—Oh pequeña, la quieres dentro ya, ¿verdad?

Entonces gira su cabeza hacia mi y me planta un beso violento en la boca. Noto que está atormentada.

Su gesto es un apoteósico "sí". Sonrío satisfecho.

La giro completamente e invado su boca con mi lengua con dureza, me pone extremadamente cachondo sentir sus dedos en mi cabello, ya que esta me agarra por detrás, al mismo tiempo que me besa con pasión. Su boca es anhelante y claramente necesito hacerla mía sea como sea, y sea donde sea.

Mientras estoy devorando su boca completamente absorbido por el desenfreno, no paro de rozar mi pene contra su vestido. La obligo dar unos pasos hacia atrás y la sujeto contra la puerta del armario imponentede la habitación, al mismo tiempo que con una mano me bajo la cremallera del pantalón de traje.

¡Dios mío, no puedo más! Voy a reventar.

Nos seguimos besándo insaciables y nuestras bocas son demasiado demandantes. Caemos presa de la pasión que estamos sintiendo.

—Dime... — la incito a hablar y mi voz suena ronca—. ¿La quieres dentro ya?

Saco mi miembro atormentado con una mano y con la otra le levanto el vestido. Mientras tanto, la aplasto con mi cuerpo sobre las puertas del armario.

¡Joder! Necesito que me lo diga, necesito escucharlo de su lujuriosa boca. Esa boca que me quita el aliento.

— ¡Sí! —exclama muy perturbada—. Te quiero dentro ya, oh sí— me invita esta con decisión.

—¿Estás segura? —mi voz suena gutural y alcanzo su muslo. Levanto su pierna muy tosco y hago que me rodee la cadera. El tacto del encaje que queda pegado a su muslo hace que me sacuda de placer.

—Folláme ya, Alex — dice con anhelo. Su rostro es lujurioso y su voz suena demente.

Yo sí que estoy demente. Me quiero morir en este preciso momento, ¡diablos! Le echaré el mejor polvo de su vida a esta hermosura.

Escucho sus jadeos impacientes.

Me lanzo a su cuello y le aparto el tanga con mi otra mano, al mismo tiempo que clavo mis dedos en su muslo con violencia. Cuando la punta de mi pene roza su clítoris, tiemblo incontrolablemente. El frenesí de sensaciones está aquí. Ahora mismo soy peor que un animal encelado y mi paciencia es nula, por lo que la penetro con fuerza. Está tan caliente y su humedad es tan evidente que no me cuesta mucho acceder en su interior.

—Ahhhh — suspira esta y disfruto mirando su cara mientras la embisto con fuerza contra el armario.

—Lo necesitaba tanto, nena...

Lo necesitaba y la necesito tanto que, al invadirla, me quedo en su interior por un instante. Necesito sentirla por dentro y aprieto sus nalgas. Rozo mis labios con los suyos de nuevo, esta noche quiero saborear cada parte de su sabroso cuerpo. Enseguida empiezo a moverme en su interior con precisión y de momento levanto su otra pierna, de manera que hago que me rodee la cadera con las dos piernas. Acelero mis movimientos, es más, sería imposible follarla con suavidad esta noche.

Hundo mis dedos en su trasero desnudo y la mantengo suspendida en el aire, pegándola frenético contra mis caderas, una y otra vez. Nuestros gemidos desesperantes invaden la habitación y el calor que emana hace que mi garganta suelte unos gemidos guturales. Estoy sudando a mares ahora mismo y me siento ahogado por la lujuria. Necesito verla sin ropa urgentemente y probar ese botón de sus partes bajas que quiero ejercer continúamente.

—¡Ven! —le digo con rapidez y despego su trasero del armario.

Rodeo su cintura con mis dos manos y la aprieto más contra mi pecho. Sigo penetrándola desesperado con embestidas continúas. Llevo mi boca a sus senos, mientras camino con ella anclada en mi cintura, en dirección a la cama. Lo está disfrutando tanto como yo, ya que se mueve de manera salvaje contra mis caderas. Ohhhh sí, mi bonita fiera es muy potente y salvaje y sus movimientos me confirman lo mucho que deseaba hacerla mía, aunque su cabeza le dijera otra cosa.

Me inclino con ella sobre la cama y, tras colocar una rodilla sobre el colchón, la dejo caer, sin despegarme de su boca. Libero su vulva y enderezo mi espalda, sin dejar de mirarla. Mi camisa está empapada y necesito quitármela, pero antes de eso, se me ocurre algo. Algo inevitable. Ares siempre está presente en mí.

Desabrocho los botones de mi camisa con velocidad y mi pecho queda expuesto. Agarro con una mano la corbata que tengo alrededor del cuello y me inclino de nuevo sobre ella.

—Ahhhhhh Aylin... no tienes ni idea de lo que te voy a hacer —le digo impaciente y aprieto la dicha corbata con mis dedos. Empiezo a acariciar sus brazos muy insinuante.

—¿Qué vas a hacer? —dice expectante, aunque bastante dispuesta.

—Te ataré con mi corbata—contesto excitado—. Dame tus manos.

Agudizo las facciones de mi rostro inconscientemente y estoy casi eyaculándo pensando en que la veré a mi merced. Me coloco encima de ella y cojo sus manos por la muñeca. Las junto y empiezo a atarla con mi corbata azul marino. Mientras la ato con ansias, acerco mi boca a sus muñecas y le doy un beso en una de sus manos. Acto seguido, extiendo sus brazos hacia atrás muy raudo y la contemplo. La tengo retenida debajo de mí.

—Así, pequeña... —musito ardiente.

Me quito la camisa blanca y la tiro al suelo.

—Ahora te quitaré el vestido.

Agarro la prenda con las dos manos y empiezo a tirar de él. Se lo deslizo y Aylin enseguida queda expuesta delante de mí. Sus pezones están excitados y una corriente me recorre cuando admiro su tanga tan sexy y las medias de encaje.

—Eres una verdadera diosa. Eres mi diosa y siempre lo serás —le digo con mucha veneración y me inclino un poco más sobre ella. Al mismo tiempo, extiendo sus brazos sobre las sábanas y los inmovilizo hacia atrás nuevamente.

—Ahhhh —la escucho gemir cuando me agacho y succiono sus pechos con poderío.

Tenía muchas ganas de notar sus pezones en mi boca. Esta empieza a moverse inquieta como resultado del juego de mi lengua y vuelvo a inmovilizar sus manos atadas con la corbata. Con la otra mano meto mis dedos en la tela de su ropa interior y se la quito de un movimiento.

Bajo mis labios sobre su piel y le abro las piernas. Beso su piel y sin mucho más preámbulo, rozo incesante los pliegues de su sexo con mis labios. Necesito devorarla completamente y su sabor tan familiar invada mi boca. Alterno mis labios y mi lengua sobre su vagina y hundo mi boca en ella con mucho afán. Inspiro profundamente y miro el encaje de la parte alta de su muslo.

—Dios mío —la escucho ahogada por la libido.

—No se mueva, señorita Vega, que nos conocemos. Estas medias te quedan como para comerte.

Beso la parte interior de su muslo, hasta que llego a la parte de arriba de una de sus medias. Cojo la liga entre mis dientes y la deslizo sobre su pierna de manera sensual. Levanto mi vista hacia ella y noto que me está mirando. La invado con dos dedos de golpe, sin dejar de fijarla con mi vista, y disfruto de la manera en la que se retuerce sobre las sábanas.

Esta se estremece cuando abro más sus piernas y muevo mis dedos con fuerza dentro de ella. Como siga así, me correré enseguida, lo sé.

—Alex... —dice esta atormentada y tira de mi brazo con suavidad.

—¿Qué? —pregunto y me acerco a su cara.

—Gracias por hacerme sentir así.

—De nada, preciosa —entonces me acerco completamente a su cara y rozo la comisura de sus labios, mientras acaricio sus pechos con mi mano.

Ella me mira de un modo muy cariñoso y toca mi frente y mis mejillas con la yema de sus dedos. Y curiosamente, parece cómo si de repente hubiese desconectado de lo que estábamos haciendo. Su mirada es demasiado intensa y penetrante, aunque turbia.

—Te quiero tanto... —me susurra mientras lleva sus dedos a mis labios y me analiza en la penumbra.

Me quedo cortado y mi corazón está dando saltos en mi pecho. Sus palabras tienen mucha fuerza y pienso en toda la amalgama de sensaciones que siento dentro de mí en este momento.

No me da tiempo a decirle ni media palabra. Esta agarra mi nuca por detrás y me da un beso. Nos besamos con suavidad y lo único de lo que tengo ganas ahora mismo es sentirla entre mis brazos por y para siempre. Sigo disfrutando de sus labios y siento mucha impaciencia repentinamente, por lo que deslizo mi mano de nuevo a su entrepierna.

—Espera

—¿Estás bien? —pregunto sofocado.

—Sí, solo que... —observo su rostro desencajado.

Algo está pasando Me pongo de rodillas y la miro atentamente.

—Creo que voy a.... —no termina de hablar.

Empieza a tener arcadas y la ayudo a levantarse de la cama. Huye rápidamente al servicio y yo la sigo. Se coloca encima del retrete y empieza a vomitar.

Mi corbata sigue envuelta en sus muñecas.

—¿Cómo estás? —pregunto preocupado.

No me contesta. Alcanzo una servilleta y se la paso. Deshago el nudo de la corbata y libero sus manos y después mojo mis manos en el lavabo y le echo un poco de agua en la cara.

—He bebido mucho —dice con voz entrecortada.

—Sabes que no te sienta bien —la regaño y, tras limpiarse, la ayudo a levantarse y le paso la mano por detrás de mi cuello.

Se tambalea y cierra los ojos suavemente, está teniendo mucha resaca y no es capaz de caminar siquiera.

¡Mierda! Sus ojos están casi cerrados y tuerce lacabeza hacia un lado. La levanto de nuevo en peso y espero no haberse desmayado.

La tumbo sobre la cama y no da muchas señales. Tiene los ojos completamente cerrados.

—Oye, ¿estás bien?

Solamente emite unos sonidos indescifrables y deduzco que es el alcohol, necesita dormir. Es eso.

Le quito los tacones y las medias, que es lo único que lleva puesto, y tiro de ella para poder colocarla sobre la almohada. Me pongo al lado de ella y nos cubrimos con una manta gruesa, aunque la temperatura es estable en el cuarto.

Escucho su respiración y unos ronquidos suaves. La abrazo por detrás. Sigo estando tieso y maldigo en mi cabeza, exasperado. No he podido soltar este maldito fuego que siento por dentro. Aun así, es un paso muy grande y no puedo no estar feliz. Definitivamente, accederá. Aylin estará dispuesta a complacerme y sentarse en el sillón del cuarto de mis juegos perversos. Lo necesito con desesperación y enseguida se me pasa por la cabeza que invertiré el tiempo que haga falta para convencerla.

Señorita Vega, tenemos unas cuentas pendientes... pienso y cierro los ojos. Noto cómo su pecho sube y baja con ritmo. Siento la calma.

Me sigue queriendo... 


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