1º CUENTO. La musa del lord.

Antes que nada quiero agradecer a VanessaRing la hermosa portada que me ha hecho. ¡Un millón de gracias!

Londres, 3 de enero de 1824.

Mi amada musa:

No os preguntaré cómo estáis ni os enviaré los mejores deseos. ¿La razón? Muy obvia, no preciso mencionarla. Mientras comienzo esta misiva, ¡os juro!, intento arrepentirme de los errores que he cometido. Pero, sintiéndolo en el alma, le gana el dolor por no haber caído en todas las tentaciones. Vos fuisteis la mayor de ellas, hermosa Margaret, pensar en la delicadeza de vuestro cuerpo aún me consume. Y me desgarran los instantes que no compartimos, los gemidos que no lanzamos al unísono, las sonrisas saciadas que no me regalasteis.

     Recuerdo cómo dejabais olvidado el pañuelo y yo os lo devolvía. La suavidad de vuestra piel al rozaros la mano todavía me desvela. ¿Qué conseguiría ser más erótico que el sonido de vuestro murmullo al rechazarme? Me tentabais, y, al mismo tiempo, creíais que era demasiado joven para vos. Ignorabais que dejé de serlo mucho antes, en el valle de Dee, cuando aprendí de mi institutriz los secretos de la lujuria. Y el brillo culpable de vuestra mirada, con un tinte esmeralda que le robó a las profundidades abisales del océano, me sigue hiriendo. Porque sé que en la mente jugabais con la idea de escondernos para darnos placer en algún rincón oculto de la mansión. Bajo los párpados y aspiro, el corazón me palpita desbocado: el perfume a raíz de lirio que usabais me subyuga igual que una provocación. ¡¿Cómo es posible si estáis tan lejos?!

     ¿Os dabais cuenta de que leíamos Las mil y una noches  y yo deseaba ser tan cruel como el rey Schahriar? Para que el miedo os hiciera olvidar de las convenciones y que os entregarais a mí. O, quizá, a lo largo de albas contaros las historias de Scherezada, acariciándoos la hermosa cabellera que el sol trenzaba con sus rayos.

Aunque la noche fue hecha para amar,

Y demasiado pronto vuelven los días,

Aún así no volveremos a vagar

A la luz de la luna.

     Creo que la noche no se hizo para nosotros, mi amor, y al herirme me empujasteis a la poesía. ¡Poesía, máxima expresión de las pasiones excitadas! Así, preferisteis convertiros en la diosa implacable de mi sufrimiento. Traté de daros la espalda millones de veces y cientos de mujeres y de hombres pasaron por mi lecho. Pero no triunfé: vuestra fragancia es demasiado intensa. La voluptuosidad se acaba pronto, e, incólume, vuestra imagen sigue ahí. ¿Quién es culpable, entonces, de mi vida licenciosa? ¡Vos, idolatrada musa, solo vos!

     ¡Fuisteis tan cruel! Al rodar desde una dicha cumplida no importa cuán estrepitosa sea la caída y vos ni siquiera me dejasteis trepar las montañas de vuestros pechos. Desde que vi vuestra hermosura y vuestra sensibilidad os invité a mi cama, solo para conocer la frustración, el delirio de la imaginación desbocada, los coqueteos que nunca terminaban en fundir los alientos. Evitabais el horror de nuestras madres mediante insultos que encubrían sentimientos que no os atrevíais a pronunciar. ¡Cuántos engaños al negarlos, cuánta indiferencia fingida! ¿La hipocresía os quitaba el frío durante las horas de vigilia?

     Tengo el presentimiento, bella Margaret, de que me moriré en Grecia luchando contra los otomanos. Quizá esta sea la última carta que deposite sobre el mármol gris de vuestro gélido, desolado y asfixiante sepulcro, puede que pronto me reúna con vos. Si existe un Paraíso no me esperes: he sido y sigo siendo el Diablo, quizá mi destino esté sellado y sea descender por los peldaños calcinados del Infierno.

     Quien os venerará por toda la eternidad,

George Gordon, vuestro primo, sexto barón de Byron.



https://youtu.be/nbO0M3zN04E

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