[16] Desprecio
Por más que lo intentaban no podían comer tranquilamente. Agustín y Julieta miraban a Bruno quien tenía la mirada hacia otro lado, totalmente serio. El resto de la familia deseaban decir algo para romper aquel incómodo silencio, pero a nadie se le ocurrió nada.
Mirabel ya no pudo soportarlo más y se retiró, además de que estaba cansada del distanciamiento que su familia había impuesto en ellos durante esos 3 días desde que supieron la verdad, también se encontraba tan temerosa que apenas podía dormir y probaba muy poco alimento, cosa que obviamente comenzó a preocupar a la abuela, su prima, tía y hermana, pero por más que lo intentaban no lograban convencerla de cambiar esos recién tomados hábitos.
Bruno también decidió irse de ahí, el peso de la mirada de todos lo abrumaron.
Alma sin dudarlo siguió a su hijo, quería consolarlo.
- Hijo, tranquilo, de nuevo te dará ese dolor de cabeza.
- Tu sabes que no lo puedo evitar, mamá. Todos me odian, Mirabel me odia, he intentado hablar con ella y no quiere que me acerque.
- Nosotras también hemos intentado hablar al respecto y se sigue negando, no quiere hablar contigo y debo de decir que se ha descuidado un poco. Nos preocupa que les suceda algo.
- Y con Julieta es lo mismo, no quiere escucharme y es obvio que lo tengo bien merecido.
- No digas eso, en cualquier momento va a querer escucharte y tu le dirás que tu amor por su hija es real, que eres el hombre de su vida.
- Pero primero debo remediar mis errores, dejar el miedo de lado y tomar mi responsabilidad como debería de ser. Ya no pienso ser un maldito cobarde.
[...]
Al caer la noche, Mirabel optó por aprovechar que Bruno no estaba y entrar a la torre, en busca de la razón de su decisión. Subió hasta llegar a la cueva y encontró lo que buscaba. Una visión solo que estaba en pedazos y al recoger las piezas se dió cuenta de que no solo se trataba de una sinó de 2.
En la primera se mostraba a ella, herida de gravedad por un hombre desconocido y justo cuando estaba por terminar de decifrar la segunda un ligero dolor en su vientre la hizo querer irse, no iba ignorar aquello, además de que en cualquier momento regresaría el dueño de la torre y vería lo que estaba haciendo.
Como pudo bajó y se dirigió a su habitación, de pronto se topó con su madre, esta tenía una expresión sería. Tenía la esperanza de que la perdonara por haberle mentido por semanas acerca de su relación con el pelinegro.
- ¿Estás bien? - Le preguntó. A pesar de la situacion obviamente le preocupaba el estado de su hija.
- Yo... - Se quejó del dolor - Me duele el vientre.
Sin más la llevó a la cocina y le dió algo de comida que de inmediato la hizo sentir mejor.
- No deberías de hacer tanto esfuerzo, subir todas esas escaleras le puede hacer daño al bebé, no debes ir a la torre en tu estado.
- ¿Cómo supiste que estuve ahí?
- Tienes arena en tu falda ¿Y qué hacías ahí?
- Encontré las visiones y ya se la razón de su comportamiento, me van a herir de gravedad, aunque no se de quien se trate y porque lo hará. Iba a ver la segunda, pero no pude ¿Sabes de que se trata esa? Porque es obvio que la abuela y tu estaban enteradas de las visiones.
- No sabíamos de la otra visión, él solo nos dijo de la que viste.
- Entonces debe de ser algo mucho más grave y siendo honesta prefiero que sea él quien me lo explique.
- ¿Hablaras con él pronto?
- No había querido acercarmele desde que terminó conmigo, pero creo que ya es momento de que lo haga.
- Y cuando lo hagas ¿Volverán a ser pareja? - Lo había dicho en un tono temeroso - ¿Se casarían?
- ¿Te molestaría si eso llegase a suceder? - No recibió respuesta, su expresión la entristeció - Tomaré eso como un si, es claro que jamás aceptaras lo que siento por Bruno. Me voy a dormir, buenas noches. - Resistió las ganas de llorar.
- ¡Mirabel, espera!
Pero no fue escuchada.
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