4. William
Ser el único hijo con la presión de conseguir esposa y dar hijos varones no era fácil para William Eastford. Más siendo un fiel amante de ir a los burdeles y dar rienda suelta a sus más oscuros deseos y fantasías.
Le encantaba hacer orgías y a veces fantaseaba con que su hermana era la que estaba con él. Actos incestuosos eran penados y mal vistos, y enfurecía a los dioses.
Claro que eso no le importaba en lo absoluto, además nadie sabía de sus pensamientos.
Ahora lo peor de su día no había sido esa mujer que había traído a casa y que se había robado una copa de oro en la madrugada cuando todos dormían, sino que su padre Harry Eastford había comunicado que los Fangorn darían una celebración para conseguir maridos de una noble casa, ¿quién mejor que William para ser un buen candidato?
Pero él no quería compromiso, lo detestaba, no, lo odiaba en su ser. Él se consideraba un alma libre, sin ataduras y se lo dijo a su padre quien no tardó en mirarlo verdaderamente mal.
—¿Y tú piensas que tener una esposa te tendrá prisionero? Bien puedes seguir yendo a los burdeles luego, lo que quiero es que consigas a una chica de un buen reino, una que me dé herederos varones.
—¿Y si ninguna Fangorn me gusta? —retó. Su padre, Harry se acercó amenazante, aunque fuese algo mayor de edad, siempre imponía; aún se escuchaban historias de su juventud siendo uno de los mejores guerreros pero de los más sanguinarios y crueles cuando de torturas se trataba.
—No me interesa que te guste, me interesa la descendencia. Si una Fangorn no es de tus expectativas, también estarán las hijas de Edmund Cullfield —propuso, tranquilo—. Pero si algo puedo prometerte William, es de que si te llegas a casar con una mujer sin renombre o una de las tantas mujerzuelas que frecuentas, yo la mutilaré y le lanzaré los trozos a los perros.
William tragó saliva pero terminó por acceder, de cualquier forma a su padre nunca podía decirle que no.
—No quiero bastardos en mi familia —advirtió antes de irse.
Después de un rato decidió que era un buen momento para ir al burdel y desquitar su frustración con unos buenos pechos.
Pero cuando iba saliendo se encontró con su sobrino Louis, tenía en sus manos una espada, más bien su espada.
—Ey dame eso. ¿De dónde la tomaste? —quiso saber al tiempo que se la arrebataba.
—Fría, mía, mía, fría, mía —balbuceaba una y otra vez. Desde que había nacido, había salido enfermo, ni los sanadores más prestigiosos de Arelion pudieron curarlo y cuando el padre de Louis quiso recurrir a la magia negra, Harry, el sir de Eastford y su suegro, lo decapitó por blasfemo, dejando a su hermana viuda y a sus sobrinos sin padre.
—No la vuelvas a tomar sin mi permiso, ¿oíste? —le dijo pero Louis salió corriendo sin decir nada más. Aunque como podría, no decía nada más que esas dos palabras. Su padre miraba a Louis como una maldición, lo odiaba a muerte y William sabía que de no ser porque su hermana no lo permitiría, Harry ya lo hubiese matado también sin importarle que fuera su nieto.
—Es muy tonto si crees que te iba a responder. —Harry II, su otro sobrino y hermano de Louis, al contrario era el favorito del abuelo. Mantenía un aire de superioridad frente a todos, casi casi como el mismo William, tal vez por eso se llevaban bien.
—No subestimes a tu hermano, es más listo de lo que piensas —dijo guardando su espada en la funda de su cintura.
Harry, su sobrino... —Cómo detestaba que se llamara igual que su padre— lo miró escéptico y burlón, —¿Listo? ¿Él? Por favor tío, Louis no reconocería la diferencia entre una yegua y un gato aunque quisiera. Es un idiota —afirmó.
William le sonrió y palmeó su hombro, —¿Estás aburrido? Creí que estarías en tus lecciones de lengua drull.
El pequeño hizo un puchero y se encogió de hombros: —Mi maestro es más tonto que mi hermano. ¿Y si mejor me llevas a cazar? —propuso y William lo meditó unos minutos—. ¿O ibas al burdel? —preguntó con una mueca haciendo que su tío lo mirara de forma desaprobatoria.
—Vamos a cazar entonces —aceptó luego de un rato pero cuando se disponían a salir del castillo, su abuela Lilian iba entrando. Lilian era una anciana que podía describirse demasiado elegante y astuta para su edad, era la única persona que podía contradecir al gran Harry Eastford y a veces hasta ordenarle cosas.
Por ende, su abuela resultaba a veces más intimidante que su propio padre.
—¿A dónde se dirigen apuestos jóvenes? —saludó y miró a su bisnieto Harry con la ceja alzada—. Deberías estar en tus lecciones ¿no?
—Mi tío me llevaba a cazar —admitió y la mujer negó.
—Ya habrá tiempo para que lo hagan. Regresa a tus deberes —ordenó y el niño se fue sin poder replicar.
William maldijo haberse quedado solo con ella, pero a pesar de eso le sonrió usando el mismo encanto que servía para conquistar mujeres.
—Abuela, había oído que irías a Hasengaard a comprar tela para unos vestidos —saludó pero ella no sonrió.
—¿Ya te dijo tu padre?
William resopló irritado, —¿Sobre la fiesta de los Fangorn para conseguir esposa? Sí, ya lo hizo.
—Si te soy sincera a mí no me gustan mucho las jóvenes Fangorn —confesó. Bueno, ya éramos dos, pensó él—. Yo prefiero más a las Cullfield, su casa es más rica y al quedarse viuda su madre no hay un lord que pueda gobernar sus tierras realmente.
—Edmund todavía no muere y tienen hijos varones, mi Lady.
—Insignificantes en estos casos. Además sé que Edmund tiene Allacaris, eso es incurable y morirá pronto. Si quieres poder, tierras y fortuna, desposa a una Cullfield. Es mi consejo.
—Elegiré a la que me dé menos asco tener entre mis piernas —soltó y su abuela puso los ojos en blanco.
—Un rey siempre piensa con la cabeza de arriba William.
—¿Quién dice que seré rey? —Su voz ya era casi burlona. No le quería faltar el respeto a la mujer frente a él pero es que la sola idea de reinar Arelion sonaba tan absurda...
—Tienes tanto derecho como las otras casas. Estoy segura de que muchos preferirían tenerte a ti que a Peter Wolfden. Cuando fui a Hasengaard escuché cosas que estaba haciendo, cosas alarmantes —contó molesta.
—No podemos vencer a los Wolfden, su ejército es el más grande y tiene a los Darendale de su lado. Sería una batalla perdida —afirmó para luego fruncir las cejas en gesto de confusión y curiosidad—. ¿Qué cosas alarmantes?
—Ha mandado a masacrar a los elfos si no renuevan el tratado de lealtad a la corona —contestó y él negó entendiendo la estupidez de sus mandatos.
—Si lo hace... Hasta nosotros pagaremos las consecuencias —comentó y Lilian asintió.
—Por eso mismo debemos tener un refugio y un plan de reserva en caso de que salga mal. Hablaré con tu padre y quiero que estés presente, así que si ibas a salir cancela. Te esperaré adentro —adivirtió.
Entonces todo el asunto de conseguir esposa se esfumó, porque si de verdad se atrevían a matar a los elfos... Otra horrible guerra estaba por venir.
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