10; Problemas emocionales & Sonic
Bienvenidxs de nuevo, luego de un largo... largo... hiatus. Me complace darles el regreso a esta historia que promete con regresar a sus bibliotecas, con una nueva imagen, una nueva redacción, y nuevos capítulos que ofrecen dar lo mejor de sí, y de sus personajes.
Comenzando esta nueva etapa de esta historia, memoricen su portada, y disfrútenla tanto como yo. Les dejo el capítulo.
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Abrió los ojos, consciente de que todo el sueño o agotamiento que lo había hecho dormir ahora había desaparecido, y simplemente su consciencia ya no quería volver a caer en un profundo sueño, de nuevo.
Tomó su celular para ver la hora, eran las 6 am del día Lunes, todavía le quedaba una hora antes de que sonara su alarma, pero si no podía seguir durmiendo no tenía caso seguir recostado, porque lo más probable es que llegaría tarde si se arriesgaba a eso.
Se frotó el rostro, resignado, se sentía absolutamente devastado luego de lo ocurrido ese día Domingo, el cómo las cosas habían afectado su autocontrol y, aunque el daño se lo había causado a sí mismo por haberse quedado a verlo, aún así no podía evitar sentirse absolutamente molesto por la poca consideración de su mejor amigo hacia él.
Inicio de Flashback
Arrastrando los pies llegó a su hogar con toda la amargura rodeando su silueta. Su rostro de pocos amigos se hacía presente como invitado dentro de las paredes de su morada, que causaban demasiada impresión hasta en los rostros que ya le eran familiares.
—¡Señor Silver! —exclamó en asombro la eriza que se ocupaba de los servicios de la casa. El plateado chasqueó la lengua, irritado— perdóneme, es solo que me asusté con... —el erizo le enarcó la ceja. La eriza apretó los labios— ¿Se encuentra usted bien?
—Estoy bien, María —respondió a secas— déjame ir a mi habitación.
Y sin esperar una aprobación, le pasó por un lado arrastrando el abrigo que llevaba colgando del brazo, y escaleras arriba apresuró el paso para llegar a su zona de salvación, de consuelo.
Lanzó el abrigo a la silla frente al escritorio y de allí dejó caer su propio cuerpo boca abajo en su cama. Se mantuvo así por unos segundos y luego comenzó su pataleta, sus brazos y piernas agitándose como niño berrinchudo consumido por la frustración y el enojo. Golpeó el colchón de su cama con desprecio una, dos, tres veces.
—¡Maldita sea! —exclamó levantándose de un brinco y pateando una bola de béisbol que se encontraba de mera desgracia en el suelo.
Se sentó en el bordillo de la cama buscando encontrar la cordura y la calma, y en desespero se sacudió todos los mechones de su cabeza, irritado. Odiaba cuando se sentía desbordado por sus emociones, tan agobiado por la cantidad de intensidad que le invadía, la frustración que no podía procesar y mucho menos manejar.
No lo entendía, no lo podía entender. De todas las chicas de las cuáles su mejor amigo habría podido congeniar en perfecta sintonía, tenía que ser justamente la misma en la que él se había fijado en primer lugar. Se frotó el rostro con las palmas de sus manos, frustrado de aquel pensamiento.
La cabeza le reventaba de tan sólo ser consciente de como estaba comenzando a desbordar sus pensamientos en culpar a todo aquel que le rodea, sintiendo que actuaban en su completa contra.
Si un problema tenía Silver era su propio carácter, altanero, impaciente, irascible. Su ego estaba siendo muy lastimado con la idea de que siempre tenía que ser la sombra, el segundo lugar, gracias al brillante azul de su hermano del alma. Siempre era él el que resaltaba en todo, hasta en las chicas. Estaba completamente harto.
—En qué mierda está pensando ella —masculló con molestia, sin hallar a quien más culpar, absorto en la necesidad de encontrar alivio al enojo que sentía por dentro.
Toda su cabeza estaba procesando lo que se había vivido durante esa larga semana, toda esa puta semana. ¿Por qué ella le entregó su número para charlar si iba a estar coqueteando o dejándose cortejar por su mejor amigo? ¿Qué pretendía?
—Vale, algo aquí no me calza —dijo al aire entonces levantándose de su cama otra vez.
Comenzó a dar vueltas por la habitación, intrigado, curioso, paranoico. Su ego lo estaba matando y lo estaba haciendo pensar todo demasiado, más de lo que debería. Se estaba dejando llevar por su ego herido, pero en el fondo eso le daba igual, pues necesitaba encontrar algún consuelo, algo que lo hiciese convencerse de que estaba llevando la delantera esta vez y que no lo estaban reemplazando por el erizo azul y que mucho menos lo usaron como cable de conexión a él... como siempre.
Repasó cada uno de los acontecimientos que los unió a los tres en primer lugar, todo rodeando al erizo azul, por supuesto. Amy pidiéndole a Silver el lugar donde entrenaba, la entrevista para el informe, y luego de eso... Sonic había salido con que iba a audicionar a una academia de danza sacándose de quien sabe dónde la idea, y coincidentemente resultaba ser la misma que la de Amy Rose.
A Silver se le hacía tan extraño de repente notar la absurda obsesión y/o admiración que su mejor amigo poseía por las bailarinas y especialmente por la danza. Le dio a entender tantas veces que no tenía ningún interés que jamás imaginó que, de entre esas reuniones que tenía con la eriza rosa, saldría esa posibilidad de poder entrar en...
¿Cómo su mejor amigo había descubierto que ella era bailarina antes que él? Darse cuenta de ello hizo que se sentara de sopetón en la silla de su escritorio, en pánico.
Se atrevía a decir que el erizo azul era capaz de conocer más cosas de la eriza, siendo que el que tenía el interés de llegar a algo con ella era él mismo, y todo porque en primer lugar se le había metido en la cabeza ganarle en algo al erizo azul, y equivocadamente tenía que ser con una inocente chica.
Fin del Flashback
—Jódeme, Jódeme por amor a Chaos —Maldijo por lo bajo, aún con las manos en su rostro.
No podía creer la falta de control que se había desbordado de él la tarde de ayer luego de huir de aquel enorme edificio. Como odiaba verse expuesto a tantas emociones que lo hacían desbordarse de esa manera, volviéndose tan descortés, tan mal sujeto.
Apoyó los pies en la acolchada alfombra que se encontraba bajo su cama, con un humor desganado. Se colocó los zapatos de casa y, tomando su celular, se dirigió a su armario para vestir de una buena vez algo para ir a clases porque si no, muy probablemente, le daría mucha pereza después.
Y lo único en lo que no tenía que fallar, era en sus clases.
Dio un vistazo a la cantidad de camisas y pantalones de tela que colgaban a lo largo de su gran armario, ninguno saliendo de su paleta de color sobria, aburrida. Chasqueó la lengua ante su indecisión, no era muy de él vestir ropa holgada o cómoda a menos que se encontrara de vacaciones o en su propia casa, y visto su entorno y crianza, más complicado le era salir de un estilo que no se viera opulento.
Agarró una camisa de un color celeste extremadamente pálido, casi rozando el blanco, apenas visible su tinte de color. Lo acompañó con un pantalón de tela oscuro, un cinturón de hebilla dorada y unos tenis de suela plana completamente negros. Era una buena opción para poder caminar cómodo, pero sin verse extremadamente informal.
Tomó su bolso maletín donde llevaba sus apuntes, laptop y lo que sea necesario para poder tener una buena sesión de estudio, y como todavía le sobraba una buena cantidad de tiempo antes de partir, iría por algo a la cocina para matar el tiempo.
Abrió la puerta de su cuarto saliendo a aquel hall amplio, de tonos blancos y grises, siendo el espacio que conectaba todas las habitaciones del segundo piso.
Observó que la puerta de la habitación de su padre aún se encontraba cerrada, lo que lo extrañaba visto a que solía estar despierto inclusive a estas horas, pero le restó importancia a ese detalle.
Bajó las escaleras mientras revisaba de forma desinteresada cada red social que tenía instalada, redes sociales que su tonto compañero cobalto le había casi que obligado a instalar para enviarle memes o videos chistosos donde una de ellas iniciaba un tipo de racha que no lograba dictaminar su propósito, de todos modos, ninguna era más de su interés que la red de mensajería e InstaSquare. Tenía algunas solicitudes de amistad pendientes y una que otra novedosa publicación, pero nada interesante.
Llegó rápidamente a la cocina y se dirigió inmediatamente a la nevera, sacando una lata de gaseosa para ingerir algo de azúcar antes de comenzar su rutina. Cerró la puerta del electrodoméstico, pudiendo ver entrar al mismo tiempo a la eriza amarilla que lo atendía ayer.
—¿María? —Pronunció su nombre, alertando a la eriza que no se había percatado de su presencia al entrar— ¿Qué haces trabajando de tan temprano?
—Oh, Joven Silver —Saludó con cordialidad, bajando un poco su cabeza en saludo, Silver regresó el saludo casi inmediatamente— Apenas y van a ser las 6:30 am, y quise aprovechar de dar una vuelta por la casa antes de comenzar, ya no tenía sueño para dormir —rio con algo de vergüenza, Silver sólo podía compadecer con ella pues estaba en la misma situación de él.
—Ten —le dijo entonces, extendiéndole la lata de gaseosa que había sacado hace unos momentos. La eriza le miró confundida— Para que empieces bien el día —argumentó, buscando que, aunque fuese algo difícil decirlo en palabras, se entendiera como un gesto de disculpa por su humor de perros del día anterior.
—Lo noto más sereno que ayer —dijo entonces su contraria tomando la lata, abriéndola de inmediato— ¿Se siente mejor?
Silver soltó un suspiro, resignado. Era obvio que le iba a mencionar el tema, después de todo ella venía "cuidándolo" desde que era incluso más joven y no iba a dejarle pasar cualquier cambio de humor que no fuera normal. Se volteó a la nevera sacando otra lata, si lo iba a someter a terapia en contra de su voluntad, prefería hacerlo con una bebida en su mano.
—Sí, estoy mejor —pronunció restregando uno de sus ojos con su mano libre— Yo... lo siento mucho por mi actitud de ayer —pronunció con arrepentimiento, sin poder voltear a mirarla— fue muy descortés de mi parte.
Sintió como ella se acercaba a él para darle unas palmadas en la espalda, como acto de reconforte. No pudo evitar morder su labio al sentir como toda la angustia que le generaba la cantidad de pensamientos que habían inundado su mente el día de ayer regresaban de golpe al sentirse tan vulnerable, y no pensaba dejar escapar ningún lloriqueo de su boca.
—Todo está bien —pronunció con serenidad, unas palabras que abrazaron en profundo acongojo su corazón— ¿Quiere que le rellene el cajón de snacks que está junto a su consola de videojuegos para cuando llegue de clases? —consultó, Silver se sonrojó en vergüenza, viéndose atrapado en el consuelo que buscaba ofrecerle de forma tan infantil María.
—María, ya —pronunció con un mohín de molestia, apartando su mano que sobaba su espalda. Tomó un sorbo de su bebida, carraspeando— Tengo 20 años, ya no soy un adolescente —se defendió con aún más vergüenza, la eriza lo observaba insistente con una sonrisa, tomando un poco de su bebida igualmente.
—¿Entiendo eso como un no, entonces? —Inquirió curiosa.
Un silencio prolongado se hizo presente durante un instante.
—Es un sí —contestó al fin, empezando a huir de la cocina que ahora parecía una habitación de la humillación— Adiós —pronunció con un ademán como última palabra antes de desaparecer por el arco de la cocina. Dejando atrás las risas de María.
*
Unas pequeñas gotas comenzaron a pintar la ventana por la que aprovechaba de ver el exterior durante su viaje a la universidad. Se acomodó para ampliar su visión a más arriba en el cielo, observando como las nubes grises ocupaban la mayor parte del cielo, avisando de su probable lluvia durante el día.
—Genial —Masculló Silver, irritado— si no es nieve es lluvia, como odio el invierno —declaró viendo su conjunto de ropa en el que no consideró, ni por asomo, traerse una chaqueta.
"Todo estará bien"
Las palabras de María retumbaron en su mente, trayendo ese acongoje en su corazón nuevamente. La serenidad con la que le había tratado de reconfortar le salía tan similar a como cuando su madre lo consolaba cuando...
Oh, su madre, hacía tanto tiempo que no pensaba en ella. No tenerla presente en su rutina hacía que se olvidara de pensarla entre tanto ajetreo, pero cuando momentos de estrés o agobio como los que estaba viviendo se presentaban siempre recordaba lo mucho que le hacía falta. Su madrastra por supuesto no llegaba a ocupar su lugar ni por asomo, de hecho, el hecho de que su padre se hubiese vuelto a casar era algo con lo que todavía no estaba de acuerdo, después de todo no entendía cuál hubiera sido el problema de que fueran sólo ellos dos, solos.
La falta de movimiento del vehículo le hizo despertar de sus pensamientos. Carraspeó e inhaló aire rápidamente, buscando disipar cualquier pensamiento o idea deprimente o molesta que interrumpiera con su semblante seguro y confiado de todos los días. Agradeció a su chofer y se bajó de su vehículo, divisando frente suyo el arco de entrada de la escuela.
Tomó su bolso con ambas manos y se lo colocó sobre la cabeza, si no quería llegar con toda la camisa empapada, le iba a tocar correr.
Venir con tenis un día lluvioso fue un terrible error ante las tantas oportunidades en las que casi se iba de tropezón al suelo, que por suerte no se concretaron, pero venir con tenis para correr de no llegar tarde a clases sí había sido una buena idea.
Cuando entró al salón, el profesor no había llegado aún, y se tomó ese tiempo para recuperar el aliento, acomodándose el cuello de la camisa.
En un vistazo rápido, divisó al erizo azul difícil de pasar por alto, que traía una sonrisa tan amplia que podía jurar llegaba de oreja a oreja. Rodó los ojos con profundo fastidio, no quería ni pensar en las razones por las cuales se le veía de tan buen humor.
Se sentó en la primera fila de los bancos del salón, dejando su bolso colgado en la silla. Frunció el ceño, centrado en su objetivo, quizá había cosas que no podía controlar, pero si de algo estaba seguro, es que podía controlar mantener sus buenas respuestas y aciertos frente a las clases. Eso era lo que iba a hacer.
—¿Por qué te sientas tan lejos de mí? —su voz lo hizo sobresaltar— ¿Y por qué frunces tanto el ceño? ¿En qué te andas concentrando tanto? —Siguió preguntando.
Silver se volteó, viendo a Sonic con una sonrisa socarrona recostándose sobre la silla, dejando sus brazos por detrás de su cabeza.
—¿Te molesto? —Respondió, recibiendo un guiño del cobalto— Estoy tomando decisiones importantes, así que déjame pensar —regañó, volteando de regreso.
—¿Pensar qué? —volvió a interrumpir, rompiendo su posición relajada para reposar su cuerpo por encima de la mesa, ocupando casi el poco espacio personal que quedaba hacia el erizo blanco— Uff, te recomendaría dejar de hacerlo. Se te arruga la cara horrible.
—¿Y qué hay de tu cara? —regresó con molestia, empujando al cobalto hacia atrás.
—¡Qué bueno que preguntas! —aclamó con alegría Sonic, entendiendo que hablaría de su buen humor— Verás...
—No me interesa —volvió a regresar su mirada al frente, sacando su portátil de su bolso con desinterés.
Obviando el bullicio entre el resto de sus compañeros de clase que ocupaban parte de los asientos del salón, notar el silencio de su compañero de atrás lo llegó a alertar, pues esperaba alguna queja, comentario sarcástico, o burla que fuera común de su carácter en buen ánimo. ¿Lo había hecho molestar? No pensaba voltear a verlo para comprobarlo.
Abrió la aplicación de Excel que dejaba ver su plantilla de cálculo que tocaría retomar para esa clase, y aunque trataba de poner atención a la contabilidad, el continuo silencio de su amigo seguía inquietándolo. Se volteó a mirarlo, preocupado, encontrándose sólo con un erizo azul escribiendo qué sabe qué cosa en su celular, concentrado. Silver apretó el puño, molesto. Sonic notó su mirada, observándolo de regreso.
—Ash, eres un completo idiota ¿Lo sabías? —le reclamó el albino con enojo, causando un gesto de indignación del erizo sin entender a qué venía el insulto de a gratis hacia su persona—Imbécil, no te vuelvas a quedar callado de esa forma —espetó, volviendo a voltearse, avergonzado de demostrar tanto cuidado hacia su amistad, escuchando el ridículo "awww" de fondo que obviamente provenía del tonto del cobalto.
Y entonces el profesor llegó, dando por fin comienzo a la clase.
*
Ese lunes por el medio día, por fin habían terminado sus periodos de clases que les tocaba. Tenía la vena en la frente a punto de reventar, pues para variar tuvo que tolerar toda la mañana al cobalto después de mostrarle aquel gesto de amabilidad por su silencio. Sonic dio a relucir su comportamiento infantil, ya que andaba a su costado recordándole todo el tiempo que el día de mañana saldrían los resultados de su audición y que de los nervios estaba que se hacía pis y quien sabe que otra cosa estaba diciendo, porque realmente no le estaba prestando mucha atención.
—Entonces, ¿Qué haremos durante la tarde? —escuchó preguntar a su compañero de la nada, Silver enarcó la ceja confundido.
—¿De qué hablas? —Preguntó Silver, desorientado— ¿No que tienes entrenamiento en la pista ahora en la tarde?
—Eso es lo genial, como está lloviendo no podemos usar la pista —anunció con emoción Sonic mientras caminaban, moviendo los puños con frenesí ante la emoción— Así que, hasta no saber los resultados de la audición, y visto que está lloviendo, hoy tengo el día libre.
—¿Es por eso por lo que andas de buen humor? —quiso saber, curioso. Sonic volteó a verlo algo sorprendido.
—Pues sí, ¿Qué mas va a ser? —respondió tal hecho obvio. Silver soltó un suspiro tan profundo que pareciese haber dejado ir años de vida, o problemas.
Silver le sonrió entonces, descolocándolo. Sabía que su mejor amigo sufría cada tanto cambios de humor intensos o repentinos debido a su carácter, pero toda esa mañana habían sido más cambios de los que le hubiera gustado tolerar.
—¿Traes hambre? —preguntó Silver una vez llegaron al exterior de su facultad.
—Viejo, me comería una ballena —contestó con dolor, rodeando su estómago.
—¡Hiaj! Sonic, eres repugnante —Soltó una carcajada ante el comentario, uniéndose Sonic a su risa— Vamos por unas hamburguesas con papas y luego nos vamos a mi casa a jugar videojuegos, o ver una película, lo que quieras.
¿Comer unas hamburguesas? Eso sonaba deliciosamente fenomenal.
—¿Vas a ayudarme a romper mi dieta? —Silver asintió con una sonrisa cómplice— ¡Wohoo! —exclamó a los gritos, causando que Silver se tapara el rostro con vergüenza— ¡Eres el mejor amigo del mundo! ¿Lo sabías? —pronunció entonces, agarrando al albino por el cuello para atraerlo a él en un gesto amistoso.
Una punzada le llegó al corazón al plateado al escuchar esas palabras pronunciadas con tanto entusiasmo y honestidad. Se sintió mal, muy culpable. Sentía que todo el día de ayer había estado pensando cosas horribles respecto a sus diferencias y comparativas, condenando a todo lo malo la amistad que habían forjado, y sin embargo ahí estaba el cobalto, hablando a gritos del "increíble mejor amigo" que él mismo era. Al diablo con las malditas diferencias.
—Andando —reaccionó al fin Silver con una sonrisa, empujando al erizo para recuperar su espacio— Vamos por esa chatarra y matemos la tarde —declaró para comenzar a caminar a prisas bajo la lluvia que cada vez amenazaba más con volverse un torrencial.
Sonic le pasó por el costado con rapidez, burlándose ante la evidente diferencia de velocidad que manejaba cada uno. Convirtiéndose ya no en una carrera para huir de la lluvia, sino una carrera sobre perseguir al otro.
*
—Amigo, no recordaba la última vez que me llevaste con chofer a tu casa —habló Sonic con entusiasmo, llevándose una de esas papas fritas a la boca, gustoso.
—Te llevaría si no fuera porque prefieres arrastrarme contigo a tomar el metro —sonrió burlón, comiendo una de las papas también.
—¿Qué acaso a tu papá no le molestará dejar el auto con olor a fritura? —Se le ocurrió preguntar al cobalto entonces, comiendo ahora dos papas a la vez.
—Qué más da —respondió Silver, con un dejo de risa en su voz— es mi papá, le va a dar igual —respondió con desinterés, sacando su móvil.
Sonic calló, pensativo. Ladeó la cabeza hacia la ventana de su lado, asumiéndolo. A veces se le olvidaba que la realidad de cada uno era distinta, y aunque le molestaba admitirlo, envidiaba mucho que Silver tuviese una figura paterna que lo consintiera y le dejara hacer lo que sea, sin miedo a sufrir algún tipo de consecuencia por ello.
Silver entonces se percató del silencio de su amigo, notando su semblante pensativo. Soltó un suspiro incómodo, agobiado por la situación de su compañero respecto a lo que vive junto a su padre. No podría imaginarse estar en sus pies, con alguien tan estrictamente cuadrado y calculador en todo lo que hacía, le daba hasta escalofríos pensarlo.
—Hey —llamó para captar la atención de Sonic— Ven aquí —ordenó para rodearlo con uno de sus brazos por el cuello, juntándolo a él— Más te vale poner tu mejor cara —amenazó con gracia.
Sonic se confundió en un principio, hasta que vio como Silver extendía su brazo con la cámara de InstaSquare puesta en su pantalla frente a ellos, cuadrándolos a ambos perfectamente. Sonic inmediatamente sonrió galante haciendo alguna expresión con su mano, a la par que Silver también posaba algún gesto que le funcionara bajo su ángulo, sacando por fin la foto.
—¡Mándamela! —exigió Sonic, comiendo otra pieza frita de las papas, observando la fotografía a través del celular de su amigo.
—Nah, la voy a subir y te etiqueto para que la resubas —contestó Silver aún enfocado en su teléfono, tratando de teclear el nombre de usuario de su amigo a su costado. Arrugó el ceño poco después— ¿Qué demonios...? ¡¿Me bloqueaste?! —vociferó, indignado.
Sonic explotó de risa ante la ocurrencia de Silver, tentado por su expresión ofendida.
—¡Te dije que me la envíes! —Se defendió, cruzando los brazos.
—¡¿Por qué no puedo encontrar tu usuario?! ¡No me deja etiquetarte! —reclamó en respuesta. Sonic chasqueó la lengua, exasperado.
—¿No te acuerdas de que hace poco más de una semana sacaron mi cara en primera plana por haber ganado el último campeonato? —Rememoró sacando su teléfono de su bolsillo, recibiendo una afirmación de Silver
—¿Y qué con eso? —Atacó sin entender el punto.
—Pues que la bestia del público no dejaba de etiquetarme en porquerías de felicitaciones y quien sabe qué más —explicó, entrando a la dichosa aplicación, para desactivar el bloqueo de la función de las etiquetas— Sólo por eso lo bloquee, pero la función, no a ti, ridículo
Los insultos y malas bromas volvieron a inundar el área trasera del vehículo donde iban sentados, volviendo ese viaje en vehículo uno de esos recuerdos amenos y felices de la larga trayectoria de su amistad. Siempre que estaban juntos, se divertían y bromeaban, siendo un escape para ignorar lo que sea que pudo haberles arruinado el día anteriormente.
Silver por fin había logrado etiquetar al dichoso erizo y subir aquella historia, aprovechando el mismo impulso en que el cobalto resubía la foto para terminar esa interacción digital entre ellos exponiendo su estrecha amistad una vez más.
—Ah, ya llegamos —anunció el plateado, para reacomodar las bolsas de comida en las que habían estado asaltando las papas fritas del otro, y así poder bajar.
Sonic agarró su cosas también, abriendo la puerta por su lado para poder bajar. Pasó la mano por el asiento sacudiéndolo en caso de que se dejara algún tipo de migaja, cerrando la puerta seguido a eso y sacudiendo sus ropas, esperando deshacerse de cualquier pedazo fugitivo de comida también.
Miró al cielo aún gris, sintiendo como unas pocas gotas de lluvia seguían cayendo de él, indeciso de si seguir lloviendo durante la tarde o terminar sus lluvias durante ese rato.
—Sonic ¿Vienes? —lo llamó el albino, esperándolo en el marco de su hogar.
El cobalto sonrió, trotando a prisa a la entrada del hogar de su amigo, ambos arrastrando sus zapatos en la áspera alfombra de la entrada, buscando sacar toda la humedad o suciedad de los zapatos, ninguno traía la intención de manchar el suelo.
Entraron a la casa del plateado con las bolsas en mano y caminaron hacia la cocina para poder buscar platos y demás cosas donde dejar lo que compraron. En el camino se toparon con María quien saludó a ambos.
—¿Así que María sigue trabajando aquí? —Silver asintió sin prestarle mucha atención, dejando las bolsas en la isla en medio de la cocina, mientras buscaba unos platos— Vaya, parece que realmente le pagan muy bien. ¿Desde cuándo lleva siendo tu niñera, de los 16?
—15 —rectificó, dejando los platos en la isla y ahora yendo a la nevera— y no es mi niñera idiota, lo era cuando más adolescente pero ahora solo se ocupa de la casa —se excusó, sacando dos sodas de la nevera.
—Recuerdo cuando estábamos jugando no sé qué cosa y rompimos algo sin querer —empezó a relatar el cobalto, observando la sonrisa del albino al recuerdo— Nunca superaré que tu padre te llevó a encerrarte a tu cuarto y María tuvo que quedarse sentada fuera de tu puerta para que cumplieras los 15 minutos de castigo —recordó soltando una risotada por la extrema necesidad de tener que retener a su amigo en su cuarto para que cumpla el castigo.
—Si lo pienso ahora el castigo era de todo menos un castigo —manifestó empezando el rumbo al fin hacia su cuarto, ambos con sus platos correspondientes— 15 minutos no eran nada.
—No, pero me dejaste solo en tu enorme casa —quejó Sonic recibiendo una risa del plateado— eres un pésimo anfitrión.
—Lo peor es que fue culpa de los dos —finalizó por decir, compartiendo sonrisas cómplices por esa etapa de recuerdos.
*
—Por cierto —rompió el silencio que convivía en el cuarto, luego de terminada su cuarta partida del videojuego en pantalla— ¿Cuál es el propósito de que sigas practicando Atletismo ahora? —Preguntó al cobalto
—¿A qué te refieres? —respondió confundido Sonic, dando un mordisco a su hamburguesa, seguido de un sorbo de su bebida.
—Quiero decir, ya ganaste una competencia hace poco, entonces ¿Para qué sigues entrenando? —siguió preguntando Silver, copiando las acciones del erizo— Ademash —carraspeó para tragar bien la comida que le impedía hablar— Si llegas a quedar en lo de la audición, ¿Qué vas a hacer con lo de correr en la pista? ¿Le dirás a tus padres?
—No, estás loco —dijo enseguida, sembrando el silencio entre los dos. Sonic tomó una bocanada de aire, mentalizándose en comenzar a elaborar un plan para el tema tan incómodo que iban a tocar— Iré de una pregunta en una, para empezar, ahora mismo el club de atletismo nos sigue entrenando para una competencia nacional que se acerca ahora en Octubre.
—¿Octubre? —Sonic asintió con desinterés, pegando otra mordida a su hamburguesa— Pero, ¿ese no es el mes donde tu papá hace la fiesta de Beneficencia como todos los años?
—Sí, ya sé —bufó irritado, tomando un profundo sorbo de su bebida— se me avecinan muchas cosas y todavía no sé cómo voy a lidiar tanto con ellas.
—A mí lo de la fiesta de beneficencia no me preocupa tanto ya que ya tienes años de práctica con eso —animó Silver— Además, tu único rol ahí es sacar a bailar a unas cuantas ancianas para que dejen su humilde apoyo monetario y ya —se mofó, aguantando ambos la risa ante tan ocurrente escenario.
—A mí lo que me preocupa es que se junten ambas cosas ahora que me lo recordaste —mencionó Sonic, mirando sus pies frente a él visto que se hallaban sentados en el suelo— pues pretendía fingir que seguiría yendo a mis entrenamientos pero en su lugar estaría yendo a los de la compañía.
Silver lo volteó a ver con horror, casi atragantándose con el pedazo de pan que estaba ingiriendo. ¿Acaso Sonic podía ser realmente capaz de desatar una rebeldía tal como para mentirle de forma tan constante a sus padres y evitar que se den cuenta de la mentira? ¿Y cuánto tiempo pretendía que durara eso? Desde que lo conocía, sabía que su mayor debilidad era su incapacidad por ir en contra de las palabras de su propio padre, aunque fuera por un bien.
—Escucha, muy amigo tuyo puedo ser pero no voy a apoyarte en eso —Aclaró con seriedad el albino hacia su compañero cobalto, quien le observó confundido.
—¿Y esa seriedad a qué viene? —Cuestionó descolocado el erizo.
—Es que me parece muy peligroso y poco racional lo que pretendes hacer para que no te digan nada —explicó Silver, frunciendo el ceño— Además, ¿Qué pasa si te llegan a descubrir? A ti no te castigan dejándote encerrado 15 minutos en tu cuarto.
Los dos se quedaron mirando, rememorando los tipos de castigos, causando que a ambos les de un escalofrío ante el miedo.
—Tu entrenador te va a delatar —Soltó Silver entonces, atrayendo la atención de Sonic de nuevo— ¿Lo sabes, no?
—Ya basta —cortó irritado, sacudiendo las púas de su nuca con frustración— tengo unos jodidos 22 años, y a mí nadie me va a castigar ni delatar por hacer lo que me gusta, ya estoy bastante grande.
—Grande y todo, pero no lo suficiente para que tu papá ya no te controle —atacó Silver, molesto por la terquedad de su amigo.
—¡¿Cuál es tu maldito problema?! —Espetó con furia entonces, molesto ante la sensible herida que Silver había tocado sin cuidado. Era perfectamente consciente de lo mucho que esa situación le afectaba por lo incompetente que se sentía por no hacerse valer como adulto— ¡No llevas haciendo nada más que criticarme!
—¡Escúchame! ¡Me estoy preocupando por ti! —contratacó Silver— Solo te digo que eso de desaparecer del atletismo y toda esa porquería que pretendes hacer no va a funcionar. Llevas años Sonic, años entrenando en ese equipo —remarcó con gravedad la palabra años, haciendo sentir vulnerable al erizo azul— eres básicamente la estrella y la razón por la que tu padre financia el mantenimiento de ese equipo y sus dichosas competencias —continuó, molesto— ¿En serio crees que te dejarán desaparecer así nada más?
Sonic apoyó su cabeza contra la cama donde habían estado reposando las espaldas, escuchar las devastadoras pero reales palabras del erizo plateado sólo hicieron que su mente y todo el interior de su cuerpo le diera vueltas de la mera ansiedad. Se había dejado llevar por el entusiasmo y la impulsividad y ni siquiera había planeado nada de lo que haría después.
—Sabes qué Silver —rompió el silencio— me estás haciendo desear ojalá no quedar en la audición —amenazó, frunciendo el ceño molesto ante la idea.
—No, no, espera. Tampoco te estoy diciendo que...
—¡¿Entonces qué propones que haga?! —vociferó el cobalto víctima del estrés.
Ambos se quedaron mirando hacia su enfrente, en silencio, hipnotizados por la pantalla de menú de inicio del videojuego que llevaba su buen rato ahí, esperando. Silver sólo pensaba como solucionar la situación o cómo podría sobrevivir su mejor amigo sin acabar desheredado y echado de casa ante su rebeldía.
—Mmm... —murmuró, mirando al erizo azul. Comenzó a barrerlo con la mirada, pensativo, hasta detenerse en uno de sus tobillos— Oh, espera, creo que ya lo sé.
—¿En serio? —habló con entusiasmo su contrario, ilusionado.
—Sí, podrías usar de excusa tu tobillo —mencionó, posando su puño en su barbilla, pensativo— Si dices que sigues con el tobillo lesionado no te podrán hacer entrenar y por lo tanto tampoco podrán enviarte a las dichosas nacionales —continuó armando el plan en su cabeza, sintiendo una mirada ilusionada de parte de su contrario, persistente en él— Tendrías que conseguirte algún certificado o algo que alabe que estás indispuesto del tobillo y creo que ahí tienes por lo menos un mes de gracia lejos del atletismo.
Sonic miró hacia sus pies frente a él, observando el tobillo que se había doblado el día en que conoció a Amy Rose. Empezó a mover su tobillo y, aunque sentía una pequeña incomodidad por no estar sano al cien por ciento aún, usarlo de excusa sonaba como una fabulosa idea; después de todo, el tobillo se aloja en la única extremidad que le impediría volver a correr, y ya había pasado el accidente que haría que eso se volviese más creíble.
"Un mes de gracia" pensó, fascinado por la idea. Un mes donde podría probar la danza y, si ya no era como la recordaba, podría abandonarla sin temor a perder nada.
—¿Pero qué excusa uso los días que tenga que salir de noche de la compañía cuando se supone que no tengo entrenamientos durante la tarde? —Cuestionó al aire el erizo azul, pensativo.
—Si son pocos días, usa la excusa de quedarte en mi casa una o dos veces a la semana, y así pasas la noche aquí —ideó terminando de comer su hamburguesa, que con tanto parloteo ya se le había enfriado— Y si llegan a ser más... pues usa la excusa de que te vas a quedar a estudiar —sonrió socarrón.
—Ni de broma, ellos saben que yo no estudio —Sonic estaba seguro de que si decía que se quedaba en la biblioteca o en la universidad estudiando o lo que sea, nunca le iban a creer, a menos que comenzara con el hábito desde ya, lo que se le hacía muy difícil tratándose de una carrera de la que no se enteraba de los temas nunca.
—Vas a tener que comenzar desde ahora si quieres poder llegar a tu casa, entonces —burló Silver, tomando un sorbo a su bebida.
Sonic se mantuvo en silencio, pensativo. Silver tenía razón, si quería que las cosas resultaran según lo planeado, debía empezar por generar las cosas que no eran normales en su rutina y ponerlas en marcha.
Pero lo primero era lo primero, y eso era conseguir ese certificado que le diera el reposo por un mes.
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¡Felicidades, Haz desbloqueado tu primera imagen de esta historia!
LOL, escribir eso me recordó mucho a esos tiempos de las novelas visuales donde desbloqueabas fotos o momentos de la historia a medida que avanzabas XD
Me gustó mucho poder realizar una ilustración de lo que me pareció un momento chistoso e icónico dentro del capítulo, además, llevaba ya mucho tiempo sin dibujar a mis consentidos guapetones. Considero que poder entregarles ese tipo de dibujos o imágenes a la par de la historia los ayuda a poder visualizar mejor a nuestros protagonistas y cómo es la escena que está transcurriendo, ¿Qué opinan ustedes?
Considero muy importante que en este capítulo, hayamos podido conocer más a fondo cómo funcionan los pensamientos de Silver, así como el carácter que lo compone (que ya vimos que es uno muy frágil de contener), la intolerancia a la frustración siempre logra sacar lo peor de uno mismo a lo largo del tiempo :(
Por otra parte, me dio gusto traerles un capítulo que nos ayudo a sumergirnos aún más profundo de cómo es la relación de amistad entre estos dos, y así como los vamos conociendo, también conocemos lo que les rodea.
Ahora nuestro dúo de erizos logró conformar un plan que podría permitirle a Sonic, por lo menos durante un mes librarse de sus obligaciones de atletismo y probar el mundo de la danza ¿Terminará gustándole o regresará por donde vino?
Una vez más muchas gracias por esperar, besos y abrazos.
Me largo calamardo.
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